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Cuarenta millones de niñas desaparecidas:

La tierra, el control de la población y el desequilibrio entre sexos en la China rural

Fuentes: Znet

En los estudios efectuados sobre el desarrollo rural chino, economistas y científicos políticos examinaron frecuentemente las políticas referidas a la tierra, mientras que demógrafos, sociólogos y antropólogos se centraron más en los temas de planificación familiar. Sin embargo, en la vida real, los dos aspectos están tan estrechamente relacionados como los esfuerzos de las familias para organizar y administrar su tierra y sus recursos laborales. Este artículo analiza de forma conjunta las cuestiones que tienen que ver con la tierra, el género y la planificación familiar, considerando tanto las políticas como las prácticas. Se aproxima a los trabajos de campo hechos en la China rural del norte y compara datos a fin de examinar y evaluar las variaciones regionales y locales en el crítico desequilibrio entre sexos que se está observando en la China rural contemporánea. Traducido para Rebelión por Sinfo Fernández

«Actualmente, la mortalidad que se da entre las niñas en la República Popular China es más alta que en cualquier otro lugar del mundo».

Uno de los desafíos más urgentes a enfrentar es el de modificar la rígida costumbre china de patrimonio patrilocal y patrilineal, es decir, la restricción de los derechos sobre la tierra a los varones del clan patrilineal.» Banister (2004).

Niñas desaparecidas

Estudios recientes sugieren que alrededor de 40 millones de niñas y mujeres están ‘desaparecidas’ en China (Klasen y Wink 2003). El problema ha ido asimilándose de varias formas. En cierto momento, apareció un artículo subrayando las futuras «frustraciones de al menos unos 40 millones de solteros en 2020» (1). En otra ocasión, un libro importante advirtió también sobre el inminente peligro de inestabilidad social y política que podría provocar el exceso de hombres jóvenes sin posibilidades de contraer matrimonio (Hudson y den Boer 2004). Informes de algunas zonas específicas sirven para ilustrar la preocupación: En la ciudad de Guiyang, en el suroeste de China, nacieron 129 bebés varones por cada 100 niñas. En enero de 2005, en Guiyang se prohibieron los abortos después de las 14 semanas de embarazo. Una gran pancarta colocada en la calle proclamaba abiertamente, «Se adoptarán duras medidas contra la actividad criminal de ahogar, u otras formas de asesinato brutal, a los bebés de género femenino». Pero un poco más abajo, en la misma calle, una clínica anunciaba pruebas con ultrasonidos que permiten a la gente elegir otros métodos distintos al de ahogar a sus hijas (2).

La discriminación contra las niñas ha experimentado lo que Amartya Sen calificó de cambio radical cuando se trasladó de la desventaja femenina en términos de mortalidad a la desventaja femenina en términos de natalidad (2003). En las pasadas dos décadas, los abortos selectivos a causa del sexo en la China rural, y en un buen número de países asiáticos, han ido sustituyendo con rapidez los métodos brutales de selección de género (sexo) mencionados antes. En el discurso académico y en el popular, tres son las explicaciones básicas para que se produzca una y otra vez la discriminación de género en China. Son: los hijos varones son necesarios para los duros trabajos en el campo, para mantener a sus padres cuando son ancianos y para perpetuar la línea familiar. Estas explicaciones ofrecen estereotipos convenientes pero poco análisis en profundidad. Una breve consideración de las mismas nos llevará a plantear algunas cuestiones:

1) Trabajo duro. En el área rural, las mujeres han contribuido en gran medida durante casi cincuenta años al trabajo campesino en China. El hecho de que, desde 1970, muchos hombres hayan dejado los trabajos del campo en manos de las mujeres y hayan emigrado a las ciudades en busca de mejores ingresos socava el argumento del «trabajo duro».

2) Mantener a los ancianos. El sistema de familia patrilineal requiere que un hijo se quede en casa para mantener a los padres y que las hijas que se casan fuera mantengan a los padres de su marido. Los padres esperan ser mantenidos por hijos y nueras. Para mantener a los padres, a los hijos se les proporciona los medios a través de derechos de propiedad locales heredables. Aunque en mi trabajo de campo ya no es tan infrecuente encontrar padres que reciben mucho más apoyo, para satisfacer sus necesidades personales y económicas, de sus hijas casadas, aunque se encuentren viviendo en otro pueblo o distrito, que de sus hijos o nueras. ¿Por qué es inconcebible o inaceptable para hijas y yernos mantener a los padres cuando son ancianos? Habitualmente, la respuesta a esta cuestión es que se hace para continuar con la «línea familiar».

3) La línea familiar. Continuar la línea familiar de padre a hijo es un mandato e incluso un mantra, que se repite tanto en algunas zonas que jamás se cuestiona. Sin duda, el concepto de línea familiar es una fuerza poderosa en la sociedad china que va estrechamente unido a los conceptos de linaje histórico que fueron suprimidos durante los años de Mao. ¿Por qué, desde 1980, han vuelto a aparecer los linajes y se han convertido en algo tan importante en algunas zonas de la era post-colectiva? ¿Por qué algunas regiones y grupos dan mucho más importancia al tema del linaje que otros (M. Han 2001, Cohen 1990, 2005)? ¿Por qué la búsqueda de redes amplias y relaciones sociales sigue a menudo excluyendo a las mujeres de su estructura formal?

Además de las tres explicaciones anteriores, los científicos sociales han investigado esas cuestiones de forma más profunda. La demógrafa Judith Banister (2004) examinó las razones del creciente desequilibrio entre sexos en China, incluyendo los factores de la pobreza, el sistema político o económico, el desarrollo socio-económico, el nivel educativo, la cultura china, la política del hijo único, la baja fertilidad y la tecnología de los ultrasonidos. Encontró que la escasez de niñas en China no puede explicarse por la pobreza, por el sistema económico o político, por el nivel de desarrollo socio-económico o por el nivel de educación, porque todas estas variables no se corresponden con la evidencia demográfica. Sin embargo, la escasez de hijas en China va estrechamente asociada con la distribución de la cultura china Han dentro de la propia China; las zonas periféricas y las zonas con minorías tienen las ratios por sexos mucho más equilibradas. Banister argumenta que la introducción de la política estatal de planificación familiar, y su muy rigurosa puesta en práctica en las zonas Han, han ido asociadas con un aumento en la proporción de hijos varones. Esta tendencia se acentuó más cuando se pudo disponer de tecnología de ultrasonidos para averiguar el sexo del feto (aunque fuera ilegal para ese propósito), seguida de aborto para intentar elegir el sexo. Los datos demográficos recientes apoyan el punto de vista de que la desventaja femenina en mortalidad se ha transformado en la desventaja femenina en natalidad. Banister señala que «la combinación de la preferencia por el hijo, la baja fertilidad y la tecnología están provocando la escasez de niñas en China». (2004:13). Aunque menciona también otra serie de factores específicos.

«Uno de los desafíos más urgentes es modificar las rígidas costumbres chinas de matrimonio patrilocal y patrilineal, la restricción de los derechos de la tierra a los varones del clan patrilineal, la tradicional debilidad de los lazos de las hijas con sus familias natales una vez que se casan, la dependencia de los ancianos de los hijos pero no de las propias hijas para mantenerse, y otras costumbres que hacen que las hijas tengan poco valor a los ojos de sus familias natales (Das Gupta et al. 2004). Todo eso plantea la necesidad de que en China las hijas puedan sobrevivir y adquirir tanto valor como los hijos, necesitan también derechos y responsabilidades para poder mantener lazos estrechos con sus familias natales durante toda la vida. El gobierno ha promovido algunos de esos cambios y ha adoptado leyes igualitarias. Ahora es mucho más necesario reforzar las leyes que conceden a las hijas igualdad de derechos y responsabilidades». (Banister 2004:14)

En este párrafo encontramos una de las pocas referencias claras al sistema de propiedad como factor que motiva la preferencia por el hijo varón en China. Argumentaré que más que el tema del trabajo es la «línea» familiar la que está en peligro. Es necesario examinar mucho más cuidadosamente el sistema de propiedad familiar y las instituciones políticas que sirven para mantener y transmitir la tierra y los derechos de propiedad.

Las explicaciones convencionales que señalan al trabajo duro, al apoyo a los ancianos y al mantenimiento de la línea familiar recogen la forma con la que mucha gente se refiere a la preferencia por los hijos varones. Son suposiciones relativamente benignas e incontestadas a nivel cultural, pero no se fijan en los aspectos más controvertidos y conflictivos del sistema de propiedad, que discrimina de forma tan persistente y tan intensa a niñas y mujeres. Este artículo considera los lazos entre los derechos de propiedad y el control de población para exponer cómo estas dos políticas se entrelazan para provocar el enorme déficit de hijas. ¿Quién ejerce de facto el control sobre la tierra y la propiedad? A pesar de los esfuerzos del gobierno por legislar la igualdad de género, las instituciones patrilineales detentan un poder considerable en muchas áreas rurales. Es absolutamente necesario sacar a la luz la forma en que esas instituciones actúan en los pueblos dentro de las estructuras de poder. Los estrechos lazos de las mujeres con sus familias natales, que Banister recomienda, serían más fuertes si las hijas estuvieran en igualdad de condiciones a la hora de heredar la tierra y la casa familiar.

Pradip Panda y Bina Agarwal escriben desde la India, proclamando que muy poca gente se dedica a estudiar el estatus de la propiedad de las mujeres en relación con la violencia. Al examinar el tema de la violencia marital, argumentan que la independencia económica de la mujer puede disuadir del uso de la violencia. «Sin embargo, en todas las investigaciones existentes hay un factor inexplorado, que es el del impacto del estatus de la propiedad de las mujeres en las posibilidades de que se produzca violencia contra ellas. En efecto, no encontramos ningún estudio, ni en la India ni en ningún otro lugar, en que ese tema se haya tratado empíricamente» (Panda y Agarwal 2005). Panda y Agarwal se interesan por la tenencia de propiedades como una forma de proteger a las mujeres de la violencia marital, pero considero que esa la idea puede también aumentar las posibilidades de supervivencia de las niñas antes y después del nacimiento. Para hacer frente al masivo desequilibrio entre sexos, el gobierno chino ha evolucionado de forma tardía desde el silencio y el encubrimiento a la adopción de medidas para fomentar un mejor trato hacia las niñas. Aunque hay ciertas políticas que recogen ciertas ideas sobre las causas de la discriminación, ignoran sin embargo las instituciones fundamentales que, en detrimento de las mujeres y niñas, configuran la sociedad rural. Algunas de las medidas de las que se ha tenido conocimiento por la prensa son:

  1. Prohibición de utilizar ultrasonidos para determinar el sexo,
  2. Prohibición de abortar a continuación,
  3. Propaganda acerca de que las niñas son buenas, y
  4. Proporcionar pensiones para los padres que tienen un niño o dos niñas.

Las primeras tres medidas tienen que ver más con las consecuencias que con las causas. Prohibir el uso de ultrasonidos para determinar el sexo y prohibir abortar para intentar de nuevo conseguir el sexo deseado no revelan las razones por las que los padres están eligiendo esa opción. La denuncia pública de infanticidios femeninos proporciona una advertencia pero no nos dice por qué la gente adopta medidas tan extremas contra las niñas recién nacidas. Afirmar que las hijas son tan buenas como los hijos es sencillamente como silbar al viento. La cuarta medida responde directamente a la afirmación de que los hijos son necesarios para mantener a los ancianos. En algunos lugares el gobierno ha prometido proporcionar pensiones a los padres que no tienen hijos, pero aún no se han asignado recursos nacionales a tal fin, que sólo pueden encontrarse en unas cuantas comunidades. Por otra parte, está aún por ver si el hecho de prometer pensiones para los que lleguen a los 60 años afectará de forma significativa a las opciones reproductivas de los padres de entre 20 y 30 años (4). En resumen, no resultan aún muy evidentes medidas enérgicas necesarias para poner fin a la matanza de niñas.

Aunque es lógico señalar la preferencia por los niños en la cultura china, las ratios por sexos se igualaron durante los años de la colectivización (Banister 2004, Greenhalgh y Li 1995, Johnson 2004), con el superávit de varones aumentando de forma aguda sólo durante el período de las reformas. Durante dos décadas, hasta 1980, los recursos colectivos mantuvieron a los niños, por eso aumentaron los incentivos económicos a las parejas para que mantuvieran la reproducción en armonía con los recursos familiares (o se arriesgaban a empobrecerse aún más). En toda China, la combinación entre crecimiento de la población y grandes cosechas estatales de grano a precios bajos hizo que los niveles de vida en el campo fueran precarios (Huang, 1990; Friedman, Pickowicz y Selden, 2005).

Las reformas de 1980 dieron nuevos incentivos a la población rural para producir más, y un mayor control sobre los asuntos económicos domésticos. La distribución de tierra entre campesinos animó a las familias a controlar los nacimientos ya que, si no lo hacían así, deberían enfrentar una reducción en los ingresos per capita obtenidos a partir de la tierra. Sin embargo, el estado no dejó esta cuestión a la elección de cada uno; desde los últimos años de 1970, incentivó tasas rigurosas de nacimientos, inicialmente un bebé por familia.

Racionar la tierra y racionar los niños fue la solución estatal al problema de la tierra. Las familias rurales recibirían las mismas cantidades de tierra para su uso (no en propiedad) y tendrían igual número de niños. Esto proporcionaría una forma de seguro social para todos sin costes para el estado e impediría la reducción de recursos e ingresos per capita que el crecimiento de la población provoca. Sorprendentemente, se ignoró o se descartó el hecho de que los niños no son iguales y que, en la sociedad china, hombres y mujeres no son iguales.

En el intento de comprensión histórica de género, vemos que en China el matrimonio ha ido seguido de residencia patrilocal y herederos patrilineales. Los padres mantenían a los hijos dándoles casas y tierra y los hijos mantenían a los padres en su ancianidad (Croll 2000). El lazo entre ellos era la propiedad. Los padres no establecían con las hijas un contrato multi-generacional sobre la tierra. Estos entendimientos locales eran producto de una larga y persistente tradición patrilineal en la mayor parte de China, que se mantuvo hasta mediados del siglo veinte a través de linajes y clanes organizados. Los revolucionarios maoístas, aunque denunciaban el pensamiento feudal, nunca contestaron la tradición de las hijas casándose y yéndose fuera mientras los hijos heredaban los espacios vitales de sus padres y los lazos de parentesco de su padre. Los hijos varones eran cruciales en los contratos entre generaciones y a la hora de definir el número de habitantes de los pueblos.

Las políticas que limitaban a los padres para que tuvieran sólo un hijo o dos afectaron directamente a la capacidad de conseguir hijos varones. Su impacto se sintió de forma diferente, según lo que Attwood (1995) denominó «ruleta demográfica», o lo que los campesinos han llamado tradicionalmente «destino» – ese elemento de la vida que no podían controlar.

La aritmética de la familia en el caso chino no es muy difícil. Con el nacimiento del primer bebé, el 50% de las familias conseguirán un niño y se sentirán satisfechas al haber producido un heredero y un pilar de apoyo en su ancianidad. El restante 50% esperarán ansiosamente el nacimiento del segundo bebé. En este caso, la mitad de los bebés serán niños, elevando el número total de familias con niños a un 75%. Una mayoría de un 75% habrá cumplido así su necesidad básica de tener un hijo varón, pero el 25% de las familias tendrán entonces dos niñas. Estas son las familias que, en una sociedad en la que las regulaciones han hecho la adopción extremadamente difícil (Jonson 2004), tomarán medidas desesperadas, que pueden incluir intentos de romper las cuotas, esconder o regalar a las niñas o, si fuera necesario, abandonarles, matarlas o descuidarlas hasta que enfermen y mueran en la esperanza de que podrán entonces tener un hijo. De acuerdo con esto, los demógrafos han hallado «a lo largo de dos décadas una tendencia de deterioro de las tasas de mortalidad infantiles femeninas con respecto a los hombres» (Cai y Lavely 2003:17).

A estas familias con solo una hija, las máquinas de ultrasonidos y el aborto de fetos femeninos suponen alternativas relativamente de bajo costo en su búsqueda de un hijo, y sin duda preferibles a mantener escondidas, regalar o abandonar segundas o terceras hijas no queridas.

En estas circunstancias, los funcionarios locales que tienen que llevar a cabo las políticas se ven pillados entre las presiones de arriba para cumplir con las cuotas de nacimientos y los enfadados campesinos reclamando el derecho a tener hijos. ¿Qué pasa con la cólera y la desesperación de las familias que fracasan a la hora de tener un hijo – 25 por cien de los hogares en las zonas donde las familias respeten las cuotas y no eviten los nacimientos femeninos o no maten a las niñas recién nacidas?

El resultado, bien demostrado ahora en las evidencias de estadísticas masivas de los millones de hijas desaparecidas, es producto de las contradicciones entre las normativas nacionales y la cultura local, en un sistema en el que el estado proporciona poca seguridad social y pocas salvaguardas de los derechos de propiedad que deberían, a la larga, mitigar el problema. Al ignorar los factores de género a la hora de estructurar la política de control de nacimientos, China tiene que enfrentar actualmente el problema de millones de niñas y mujeres desaparecidas – y de millones de hombres solteros. Las normas y estructuras de la vida campesina combinadas con las del gobierno nacional han ocasionado las consecuencias sociales y demográficas que desafían a la China actual.

La Tierra Amarilla: el pueblo de Huang Tu, provincia de Henan

Empecé el trabajo de campo en Huang Tu (un seudónimo) en la primavera de 1989, con breves visitas durante la década de los noventa y, nuevamente, en 2004. Elegí este pueblo campesino por dos razones. Primera, allá por 1981 los datos de censos de la provincia de Henan mostraban un modelo demográfico que favorecía a los hijos, con una ratio de nacimientos por sexo de 110 varones por cada 100 mujeres (Buró de Estadísticas del Estado 1984:420-427). Las ratios por sexos que superan la norma habitual de 106 nacimientos de varones por cada 100 de mujeres son un aviso de que las niñas están en peligro (5). En 1989, la ratio de nacimientos por sexo en Henan subió hasta 116, la tercera más alta en China (Zeng Yi et al, 1993:294). Segunda, el pueblo fue localizado en una región productora de trigo, como la mayor parte de la meseta del norte de China, con el algodón como cosecha secundaria. Históricamente, esas cosechas proporcionaban la comida y la ropa esenciales para los granjeros y para la venta en el mercado, hasta que se reemplazó el hilado y tejido en el hogar por la ropa hecha en la fábrica, reduciendo el trabajo de las mujeres y su valía económica al hogar. Cuando llegué en 1989, alrededor del 80 por cien de la mano de obra del pueblo de Huang Tu estaba empleada en labores campesinas, con la construcción como siguiente ocupación más importante. Las mujeres jugaron un papel activo en las labores agrícolas durante la época de la colectivización, y durante el período de las reformas incluso trabajaron más aún en el campo, mientras que gran número de hombres buscaban trabajo fuera del pueblo. Las mujeres estuvieron entre los trabajadores enviados a cavar zanjas para hacer un canal de regadío para el pueblo, y trabajaban en los campos para plantar y recoger las cosechas. El pueblo de Huang Tu parecía un lugar apropiado para examinar la relación entre géneros y desarrollo, y un escenario posible en el que examinar las instituciones que devalúan a las mujeres. ¿Hasta dónde contribuyó al desarrollo, o socavó, lo que se ha denominado «furia» patriarcal (Drèze y Gazdar 1996) por la cual las vidas de las hijas se ven devaluadas de forma sistemática?

La provincia de Henan y su comarca: población y niñas desaparecidas

En el 2000, la provincia de Henan, con una población de más de 91 millones, era la más populosa de China (Henan 2005) (6). La ratio por sexos para la población total de Henan era en el 2000 de 106 varones por cada 100 mujeres, habiendo aumentado desde 104 en 1981 (7). Esa cifra en los niños de edades entre 1 a 4 años se había disparado a 136 niños por cada 100 niñas, con casi medio millón de niñas desaparecidas durante los cuatro años anteriores, 1996-1999 (8). La ratio por sexos de Henan está entre las más altas de China, donde según un informe hay una ratio nacional de 121 niños por cada 100 niñas de entre 1-4 años en 200 (Banister 2004).

La comarca donde se localiza el pueblo de Huang Tu tenía alrededor de 529.000 habitantes en 1988 y alcanzó casi los 643.000 en el 2000 (censo de China de 2000). Las ratios por sexo empezaron a aumentar en la mitad de los años ochenta (cuadro 1), poco después de que se estableciera la política del hijo único, creciendo con rapidez al final de esa década.

Al comenzar 1985 se registró un aumento similar en la proporción de niños a nivel municipal (pueblo administrativo), una unidad que abarca más de diez pueblos grandes. Aparecieron muy pronto, de forma anormal, altas desproporciones sexuales en este área rural una vez introducida la política de planificación familiar, y antes de que se dispusiera con normalidad de máquinas de ultrasonido en las zonas rurales y en los hospitales comarcales. Al principio de los años noventa, observé que el nivel de las oficinas de planificación familiar comarcales de la región estaban todavía controlando los anticonceptivos usando máquinas primitivas de rayos-X para detectar la presencia o ausencia de un DIU o de un embarazo.

Todos esos datos sobre el municipio y la comarca muestran que hasta los años 1980 no se había agudizado aún el extendido fenómeno de las niñas desaparecidas. Comparado con la proporción entre sexos en los niños en la provincia de Henan (en edades de 1-4), con una proporción de 136 varones por cada 100 mujeres, la comarca incluso muestra una desproporción de sexos más alta, con 146 varones por cada 100 mujeres en los niños comprendidos entre 1 a 4 años. Basándose en el número de niños varones registrados, se esperaban encontrar a 23.244 niños, pero sólo se contabilizaron 16.859. Habían desaparecido una cifra de niñas estimada en 6.385. En 1988, en el pueblo de Huang Tu los documentos registraban una población equilibrada de 1206 varones y 1210 mujeres. Sin embargo, esta cifra lleva a conclusiones equivocadas, ya que los hombres constituían sólo el 47 de la mano de obra oficial del pueblo. Las mujeres campesinas, con un 53%, eran la fuerza dominante de la mano de obra real del pueblo. La escasez de hombres venía motivada por su transferencia a censos de hogares no campesinos (urbanos) cuando conseguían puestos gubernamentales en las ciudades (9). De esa forma, los registros del pueblo excluían a unos 50 hombres adultos cuyas esposas y niños seguían en los censos del pueblo. Esto sugiere que las ratios sexuales entre los niños eran probablemente más altas de lo normal, con unos 50 niños de más. De los campesinos contados como fuerza de trabajo, todos excepto 8 (de 495 mujeres y 435 hombres de fuerza de trabajo) tenían ocupaciones de «administración del hogar», una referencia a los trabajos campesinos.

Desde mi primera visita al pueblo, la política estatal de control de natalidad fue un tema de alta sensibilidad. En 1989, fotografié a funcionares del pueblo confiscando el mobiliario de un hogar y cerrando la casa vacía de una familia que había huido del pueblo para intentar tener otro niño. El primer niño de la familia «delincuente» era una niña, y la nuera estaba embarazada de nuevo antes de que hubieran transcurridos los cuatros años necesarios para permitir un segundo intento. Los funcionarios me confiscaron las fotos.

Desde los más altos niveles gubernamentales se han ofrecido datos oficiales sobre las ratios de sexos a través de dos series de datos locales, los de 1989 y los de 2004. En 1989, dirigí una investigación con 50 hogares seleccionados entre cada uno de ocho equipos. Mi muestra de 83 niños de edades de 0 a 15 años muestra una proporción de 152 varones por cada 100 hembras. Los datos sugieren que esa tendencia podía haber estado presente incluso antes de que empezara a ponerse en marcha la política de planificación familiar a comienzos de 1980.

En 2004, tuve acceso a los archivos de registros de los hogares de uno de los ocho equipos. Esos registros sugieren que la proporción entre sexos del pueblo de Huang Tu es más o menos comparable a las proporciones anormalmente altas recogidas en los censos de datos en el municipio, la comarca y la provincia hasta el año 2000.

Tabla 1: Proporción sexual infantil por edades en uno de los equipos, 2004

Años de nacimiento Edades Nº de nacimientos Proporción

(H/M x 100)

2000-03 1-4 21 50*

1995-99 5-9 26 189*

1990-94 10-14 40 122

1985-89 15-19 43 115

Total 130 113

Fuente: censos de los funcionarios del pueblo de registros de los hogares, 2004

* Nota: el pequeño número de niños registrados de 1995 a 1999, y de 2000 a 2003 hacen difícil identificar tendencias significativas a nivel local. Desde 2000 a 2003, sólo se registraron 21 niños: 7 chicos y 14 chicas. En los cinco años anteriores, sólo se habían registrado 26 niños: 17 chicos y 9 chicas. Con muestras tan pequeñas, los porcentajes pueden fluctuar mucho. En una muestra de sólo 21, la posibilidad de tener o más niños de un solo sexo (utilizando una probabilidad de la mitad para cada sexo) está cercana al 20%, mientras en una verdadera proporción sexual es igual. Lo mismo se aplica para la alta tasa de 189 en 1995-1999 de sólo 26 niños. La ratio sexual de 113 para un total de 130 niños no es estadísticamente significativa pero la tendencia del resultado es consistente con la selección de sexo.

La tabla 1 muestra que desde 1990 a 1999 nacieron muy pocos chicos. Una vez que el censo nacional del 2000 reveló la espantosa escasez de niñas por toda China, la promoción gubernamental de las niñas a través de la propaganda pudo hacer hecho que los funcionarios locales y los campesinos fueran conscientes de la necesidad de tener niñas (o sencillamente de ocultar el nacimientos de hijos porque los abortos ilegales de las niñas podrían ser inferidos de las increíbles desproporciones sexuales). Dado el pequeño número de nacimientos permitido en cada pueblo bajo el programa de planificación familiar, es difícil identificar de forma fidedigna las tendencias a nivel local sin considerar muestras más amplias de nacimientos o distribuciones edad-sexo de más pueblos o de períodos más largos. Aunque se podría concluir que realmente los datos del pueblo de Huang Tu son equiparables a las tendencias más amplias.

La demanda local de niños se refleja también en la composición familiar. Utilizando los datos del equipo de 2004, calculé el número de hogares con niños que permanecían sin hijos y sin hijas. De 88 hogares, 66 tenían niños de edades inferiores a los 15 años. En estos 66 hogares, 36 tenían un niño de cada sexo, quedando 30 parejas con niños de un solo sexo. 18 parejas no tenían hijas (13 de ellas tenían dos niños), pero sólo 12 parejas no tenían un hijo. 7 de las 12 sin hijo tenían sólo una hija y podrían intentarlo de nuevo. Sólo 5 de las 18 sin hija tenían sólo un hijo y se les permitiría intentarlo de nuevo. Así, un mínimo de 13 familias terminan sin hija, y sólo 5 terminan sin hijo, a menos que tengan un niño fuera de la cuota o adopten uno. Estos datos proporcionan una medida aproximada del número de familias que han roto ya las normas, así como de las que podrían hacerlo. 9 de las parejas sin niñas no habían tenidos hijos en 10 años, sugiriendo que su período reproductivo había terminado. De las 5 parejas que no tenían hijos varones y ya tenían dos hijas, sólo dos no habían tenido un hijo en diez años. Esto sugiere que las otras tres bien podrían intentar romper la cuota.

Este ejercicio de números semeja la clase de pensamiento que los cuadros de la planificación familiar en China deben utilizar si quieren mantener la reproducción dentro de las cuotas que sus superiores les exigen. Este equipo tiene 17 hogares con parejas que han superado la cuota de dos niños en los últimos 17 años. 9 de ellas tenían varias hijas seguidas por un hijo. Sólo una había tenido dos niños primero y una niña como hijo final. De las 12 parejas que no habían tenido un hijo, probablemente sólo tres habían agotado el tiempo fértil. Las otras es probable que lo intenten a pesar de las fuertes penalizaciones, como multas y pérdidas de trabajo que pueden acompañar a los nacimientos fuera de la cuota. Asumiendo que la mitad tendrá todavía un hijo, entonces sólo 8 ó 9 de las 66 (menos del 15%) de las parejas con niños menores de 15 años no tendrán un hijo. Aunque se pueden imponer graves penalizaciones (multas, pérdida de trabajo, confiscación de las propiedades personales) a quienes se excedan de las cuotas, a menudo éstas quedan a discreción de los dirigentes locales, que tienen que enfrentar por un lado las amenazas de sus compañeros campesinos y por otro los castigos de funcionarios superiores por no hacer cumplir las políticas.

La mujer del director

En 2004, en un edificio céntrico del pueblo se colocó una gran pancarta que proclamaba: «Las niñas son tan buenas como los niños». La mujer del director me dijo: «La población no debe crecer. Debemos mantener la proporción de nacimientos al 1% de la población por año. El pueblo tiene unas 3.000 personas, por eso podemos tener 30 niños al año».

El director también afirmó que para todo el mundo, el tercer nacimiento es el último. «Si una mujer está embarazada por tercera vez, debe hacerse una prueba de ultrasonidos (B-chao) y ver si es una niña. Si es una niña, debe abortar (yin chan). Si es un niño, puede tenerlo y pagar una multa». Esta declaración sugiere que algunos funcionarios de planificación familiar, bajo fuertes presiones para que reduzcan nacimientos, están conformes con el uso privado de pruebas de ultrasonido para poder controlar sus cuotas de población y permitir que los campesinos satisfagan su necesidad de un hijo varón. Estas practicas contribuyen, obviamente, al desequilibrio de sexos.

Conversaciones sobre planificación familiar y tierra

Un antiguo funcionario del pueblo y su vecino me dijeron, «todas las cifras sobre planificación familias son jia de (falsas) o biaomian (superficiales)» «Ninguna estadística es fiable», dijeron, «porque no registran a las niñas». También señalaron los intentos del gobierno de castigar el uso de ultrasonidos para averiguar el sexo del feto, incluyendo las multas a las clínicas privadas y la destrucción de sus máquinas. También conocían la campaña nacional para promocionar a las niñas con eslóganes como «Las niñas son el futuro de la nación». Pero todas esas medidas ignoran las causas que presionan a la gente que vive en el medio rural para tener un hijo. «Para la gente de la ciudad, carece de importancia», dijeron. «Pero la gente rural todavía cree que deben tener un hijo varón para garantizar su medio de vida básico o su supervivencia cuando sean ancianos» (10). Siguieron explicando que la gente rural no rompe con su tierra cuando se trasladan a la ciudad. «Incluso aunque toda la familia se traslade a la ciudad, tener tierra y grano es una forma de bienestar básico. Mientras que las gentes rurales mantengan el registro agrícola, conservan su tierra en el pueblo y se la alquilan a otros, a menudo parientes».

Tierra, terratenientes y linaje

«El dios de la tierra entabla un pleito contra un campesino que tiene demasiados niños». Li Hognkui, profesor de bellas artes, pueblo de Beiguodong, comarca de Wuzhi, Henan (People’s Daily, 1 de enero de 2000).

Cada uno de los ocho equipos de Huang Tu se asocia con la sección de un gran rectángulo formado por la red de calles que componen el pueblo. Cada equipo tiene sus propios archivos de censos de las casas, dirige su propio reparto de tierras y es responsable de su propia planificación familiar. El pueblo, como un todo, tiene un consejo municipal, una serie de dirigentes responsables del gobierno y de la administración local, con una última autoridad local investida en la figura del secretario del partido.

En 1980, se asignó tierra a los hogares a nivel individual. En 1985, la tierra fue dividida de nuevo y administrada por los ocho equipos, cada uno de los cuales podía redistribuirla entre los hogares que lo formaban. Los subgrupos del equipo (xiaozu) subdividían la tierra según los cambios de población, con reajustes cada cinco años. Son grupos que cuentan cada uno con 20 o 30 hogares y que reajustan la cantidad de tierra cada cinco años.

En 1988, el pueblo tenía 4.155 mu de tierra, con 1,7 mu por persona (11). En 1980, cuando se repartió la tierra colectiva, cada uno -hombre o mujer, joven o anciano- tenía exactamente la misma cantidad que se distribuía a nivel individual o familiar. En 1985, debido a las variaciones familiares en cuanto a nacimientos, muertes, matrimonios y emigraciones, aparecieron diferencias per capita en la tierra. Algunos equipos perdían miembros debido a las migraciones hacia puestos de trabajo urbanos, como por ejemplo un hombre que consiguió un puesto gubernamental como investigador en Zhengzhou, y otro que estudió Física en una universidad en EEUU y después se trasladó a Holanda. Otros abandonaron del pueblo tras pasar el examen para convertirse en profesor estatal y trabajan en colegios administrativos de la comarca. Estos individuos pueden mantener sus casas o solares en el pueblo de Huang Tu, pero no reciben ya más tierra agrícola. En 1985, el pueblo redistribuyó la tierra dentro de cada equipo. Así, algunos equipos tenían mayores o menores cantidades per capita dependiendo de que hubieran ganado o perdido población. En 1989, el equipo 1 tenía 2,0 mu per capita, y el equipo 5 sólo 1,3. En 1990, el pueblo llevó a cabo una segunda redistribución de la tierra y en esa época la variación fluctuó de 1,8 mu a 1,3 mu por persona, con una media de cantidad de tierra por persona de 1,55 mu.

En 2004, el crecimiento de la población había reducido la cantidad de tierra per capita a 1,25 mu. El equipo con menos tierra per capita había bajado a 0,9 mu por persona, mientras que el que tenía más contaba con 1,5 mu per capita. La población era entonces de 3.207 habitantes y la tierra agrícola había descendido a 3.953 mu debido a que parte de la tierra se había convertido en parcelas residenciales para casas. Al mismo tiempo, un creciente número de habitantes, la mayoría de ellos adultos jóvenes, habían pasado a desempeñar trabajo no agrícola, tanto estacional como duradero, para conseguir gran parte de sus ingresos.

Políticas seguidas en la práctica con respecto a la tierra y a la población

Entrevisté recientemente a un campesino que me dijo que tenía una buena vida conseguida a partir del trabajo de la tierra. Explicó que su hogar dispone de la tierra correspondiente a siete personas porque tiene cinco hijos. Tuvo tres hijas con su primera mujer, que enfermó y murió (bing si le). Las tres hijas tienen menos de 24 años, es decir, todas nacieron bajo la política de control de natalidad. Las tres trabajan fuera de la provincia en una fábrica de teléfonos móviles. La mayor va a casarse con un soldado del lejano oeste chino, pero a los soldados no se les permite casarse hasta que tengan 25 años. Si Huang Tu redistribuye tierra el próximo año, el padre obtendrá tierra para sus hijas solteras para cinco años más, a pesar del hecho de que ninguna está en el pueblo, ni siquiera en la provincia. Tiene dos hijos de su segunda mujer, de 10 y 7 años.

Hay varios aspectos interesantes en este ejemplo. El primero es que la tierra en este pueblo todavía se tiene y se redistribuye per capita, por eso las hijas y las nueras que se casan pueden conseguir una porción. (En el pueblo de Huang Tu, estos reajusten todavía se realizan cada cinco años, pero en algunas partes de China donde las distribuciones se fijan para períodos largos, las posibles nueras no pueden conseguir una parcela).

Segundo, la muerte de una esposa que tenía tres hijas (todas nacidas una vez implementada la planificación familiar, hacia que la tercera estuviera fuera de las cuotas oficiales), permitió a este hombre volver a casarse. Quizá también se hizo una excepción al permitir que su primera mujer tuviera tres niñas, pero no se le hubiera permitido tener más de un niño de su segunda esposa, especialmente cuando el primero era un chico. Al haber roto la mayor parte de las normas, ha terminado con dos hijos y tres hijas, añadiendo la parte de todos ellos a sus derechos de posesión de tierras.

Tercero, si su primera mujer estuviera aún viva, no habría podido tener hijos varones. Sin sacar conclusión alguna sobre este caso, me consta que hay muchos informes de hombres y sus parientes en la China rural que han golpeado y amenazado a sus esposas y nueras que fracasaron al intentar tener un chico. Antes de la creación de la República Popular China, los hombres podían tomar una segunda esposa o concubina para intentar tener un hijo, o adoptarlo (Cohen 2005). En la era de la planificación familiar, se disponía de pocos bebés masculinos para adoptar (Johnson 2004). La poligamia era ilegal. Los hombres podían considerar el divorcio para intentar tener un chico con una mujer diferente. Sin embargo, el divorcio es muy raro en este pueblo, y los hombres o mujeres anteriormente casados no se consideran esposos deseables. Debido a que las ex mujeres no pueden regresar a casa a reclamar su propiedad parental, sus derechos derivan generalmente de los derechos de herencia de su hijo. Sin un hijo, los parientes del marido pueden no respetar los derechos de propiedad maritales de una mujer divorciada o viuda. Por estas razones, sospecho que la tasa de mortalidad de mujeres campesinas sin hijos o hijas es más alta que las de las campesinas que tienen hijos, particularmente en comunidades de un solo linaje.

Género y tierra en lo que atañe a las viviendas

Una pareja que entrevisté representaba un caso de matrimonio endogámico en el pueblo de Huang Tu. Casados al principio de las reformas, sus padres se oponían al enlace en virtud de la exogamia del pueblo. No querían que sus hijos se casaran dentro del pueblo, aunque fueran de linajes diferentes. Tanto el hombre como la mujer se hicieron profesores estatales empadronando su hogar en la ciudad, por eso habían trasladado su registro desde el pueblo. Ya no reciben tierra agrícola. Sin embargo, se construyeron una casa nueva en el pueblo hace dos años. Explicaron, «Todos los hijos nacidos en el pueblo tienen derecho a una parcela para una casa (zhaijidi) de 3 fen (0,3 mu, o 200 m2)». Cuando les pregunté por las hijas, dijeron que una hija soltera tenía también ese derecho en teoría, pero sólo los hijos, casados o no, tanto si trabajan fuera del pueblo como si no, la reciben en la actualidad. Por ejemplo, un hijo casado, que nació en el pueblo pero que está empadronado en la ciudad y ha vivido en ella durante más de quince años, me dijo que no tenía casa pero que sí tres fen de tierra en el pueblo de Huang Tu, que permite que use su sobrino. Sin embargo, según las normas locales, una hija casada pierde el derecho a heredar una parcela para una casa.

Otro ejemplo de transferencia de tierra y género lo proporciona una extensa familia con dos hijos casados, cada uno con un niño. Hace varios años, una hija casada fuera del pueblo se fue a un pueblo vecino. Al no haber sido aún redistribuida la tierra, la hija no tiene tierra agrícola en el pueblo de su marido, mientras que sus dos cuñadas, que tienen ambas niños nacidos en Huang Tu, han recibido una porción de tierra agrícola hasta el próximo reajuste en que se les dará la cantidad completa. Estos ejemplos ilustran la forma en que las comunidades rurales continúan excluyendo a las hijas de las herencias directas de tierra agrícola o parcelas para casas, les exigen que se casen para obtener derechos de tierra a través de sus maridos, y entonces retrasan establecer una parcela de tierra para ellas durante un número de años hasta que tiene lugar una redistribución (Bossen 2002, Jacka 1997). No extraña que muchas mujeres campesinas expresen el punto de vista de que tener un hijo es su deber o su obligación (ren wu). Tener un hijo no sólo asegura la continuidad de la familia, sino que crea también el propietario siguiente de la tierra. Siendo la madre de un heredero que es miembro del patrilinaje, una mujer asegura su derecho a la tierra en el pueblo de su marido (Gao 1999:238). Eso es vitalmente necesario para ella, ya que como mujer pierde esos derechos en su pueblo natal.

Nombres y matrimonio uxorilocal (*)

Es evidente que la gente es sensible ante la cuestión de la planificación familiar en numerosos aspectos, algunos de ellos llegan a ser humorísticos. Por ejemplo, una familia que tuvo un hijo muy al comienzo de la campaña de planificación familiar en 1981, le llamó «Cortés». Tuvieron otro hijo en 1982, y le llamaron «Excedente» (al sobrepasar el cupo) y siete años después, en 1989, tuvieron una hija y la llamaron «Suma».

En otra familia que tenía tres hijas y ningún hijo, la tercera hija fue llamada «Pequeño Hermano». Ella permaneció con sus padres y se casó en casa en uno de los raros casos de matrimonio uxorilocal. Su marido, un campesino, era hijo de un profesor de fuera del pueblo. Sus tres niños, dos chicos y una chica nacieron en los años ochenta, y todos tenían el apellido uxorilocal del marido. Está pendiente de comprobación si los dos chicos podrán heredar los derechos sobre la tierra de la línea familiar de su madre. Al ser muy raro ese caso en esta región, no pude encontrar ejemplo alguno de hijos nacidos de matrimonios uxorilocales en el pueblo de Huang Tu, pero la literatura sobre hijos uxorilocales y adoptados contiene muchos ejemplos tanto de derechos como de estatus inferiores (Gao 1999, Han 2001, Potter y Potter 1990).

La política de control de la tierra en la práctica: el linaje como medio de asegurar la tierra

A lo largo de los años, he hablado con campesinos y funcionarios sobre situaciones anómalas en los hogares, tales como el matrimonio uxorilocal y el nuevo matrimonio de las viudas, para entender mejor cómo familias o individuos fuera de la línea paterna eran tolerados en relación a los derechos sobre la tierra. En un equipo, encontré que los matrimonios uxorilocales suponían sólo el dos por ciento de todos los matrimonios. Cuando entrevisté a un dirigente acerca del matrimonio uxorilocal en su equipo, parecía turbado y hablaba sobre los dos casos en tono muy bajo. Comento la turbación porque contrasta de forma muy aguda con los muchos casos de matrimonio uxorilocal que encontré en un pueblo Han de la provincia de Yunnan, donde el matrimonio uxorilocal era una alternativa aceptada incluso entre familias que tenían tanto hijos como hijas (Bossen 2002). La apreciación negativa que encontré en el pueblo de Huang Tu es lo normal por toda la China rural. En el pueblo de Huang Tu ocurrió un caso de matrimonio uxorilocal en una familia que tenía tres hijas y ningún hijo, y otro en una casa donde una viuda se volvió a casar. Años antes, me habían hablado de otro caso de una viuda con niños pequeños que intentó conseguir un marido de fuera del pueblo. En el primer intento, el marido murió misteriosamente (bebiendo hasta que murió en compañía de otro campesino de Huang Tu), y en el segundo intento el hombre fue golpeado y expulsado por los sobrinos del marido muerto (Bossen n.d.).

Hubo quien predijo que la política de un solo hijo llevaría eventualmente a aceptar el matrimonio uxorilocal en las comunidades rurales (H. Han 2003). Esto es debido sobre todo a que la mitad de todas las familias habrían tenido una única hija y, sin un hijo, este gran grupo de parientes consideraría a su hija como su heredera y su sostén en la edad anciana. Sin embargo, la política de los dos hijos y el uso del aborto selectivo en función del sexo parece haber retrasado esa situación proporcionando una gran mayoría (hasta un 85%, incluyendo a los que rompen el cupo o practican la selección de sexo) de familias con al menos un hijo varón. Además de la tolerancia mínima mostrada hacia el matrimonio uxorilocal exhibido por los grupos patrilineales en el pueblo de Huang Tu, el divorcio es sumamente raro y supone un estigma considerable.

No registré un solo caso de mujer o hija divorciada que hubiera retenido ningún derecho sobre la casa o sobre la tierra dentro del pueblo. Encontré sólo una mujer que se había divorciado, aunque supe de varios hombres cuyas mujeres habían huido, abandonando sus derechos sobre la tierra o la casa. La mujer divorciada, que se había vuelto a casar en Huang Tu, se quejaba de que su segundo marido no trataba a su primer hijo de la misma forma que al segundo hijo que había tenido con él. Al hijastro no se le permitía heredar (12).

En los pueblos chinos, algunas variantes de la práctica local, como la aceptación o rechazo del matrimonio uxorilocal o de una mujer divorciada como titulares de una parte de la propiedad marital, dependen de la fuerza de la organización patrilineal. En los pueblos dominados por un único linaje en términos numéricos, ya sea o no percibido como grupo corporativo (cuando, por ejemplo, se construyen templos de linaje), todavía tiene un poder informal considerable para vigilar las fronteras y excluir a los forasteros. Un de los ejemplos principales del linaje como institución es la exclusión en él de los hombres que no son miembros del mismo por derecho de nacimiento (13).

El pueblo mismo como propiedad corporativa

Sugiero que debatir si los grupos patrilineales chinos necesitan disponer o no de «propiedad corporativa» para ser calificados como linajes, puede llevar a ignorar que el pueblo mismo es, de alguna manera, una propiedad corporativa patrilineal en el momento en que el dirigente del pueblo puede tomar decisiones sobre quién puede o no puede convertirse en miembro del mismo. Este sentido de «propiedad» no descansa en títulos de propiedad sino en la fortaleza del linaje y en la capacidad para usar o forzar conexiones políticas en caso de necesitar defender los intereses corporativos. El linaje fuerte, con un registro meticuloso de miembros y de sus lazos con otros, puede incluir o excluir. Mientras que ser miembro de un pueblo o del partido comunista es oficialmente neutral en cuanto al linaje, los lazos que llevan a la gente a relaciones de confianza unos con otros se ven fortalecidos en gran manera por la afiliación del linaje, reforzada por una historia familiar y lazos de residencia y obligaciones como hermanos y vecinos-primos (a menudos llamados «hermanos»), que con frecuencia han crecido en los mismos, o adyacentes, patios, al igual que los trabajadores que han emigrado llaman a parientes para que les ayuden a conseguir trabajos en colocaciones en el exterior.

Los teóricos del linaje tienden a pensar en la propiedad como perteneciente a individuos, familias o linajes, y a buscar signos de propiedad conjunta de tierra, templos, escuelas u otros edificios (M. Han 2001). Pero el pueblo mismo es una unidad cuyas propiedades son administradas por un dirigente que opera en gran manera bajo normas patrilineales. Así, tras la eliminación de la colectivización, el pueblo con sus miembros y territorios enlazados, mantiene un sistema de propiedad con estratos diferentes. Aunque los individuos contraten bienes para la producción familiar, la tierra permanece siendo propiedad del grupo corporativo dirigido por los dirigentes del pueblo (Guo 1999:74-75). Estos dirigentes también representan intereses de linaje, al igual que durante todo el período de la colectivización, aunque la política oficial prohibía que los grupos de linaje tuvieran propiedades y rituales de comportamiento en tal sentido. Con los años, al igual que el estatus de los cambios de los años de Mao que elevaron a los hombres de orígenes de clase pobre, fueron olvidaron o sufrieron un vuelco, las influyentes posiciones de liderazgo del secretario del partido y del cabeza del pueblo a menudo volvieron a manos de los miembros del linaje dominante (M. Han 2001:146).

En las regiones donde no hay un linaje dominante y muchos grupos con apellidos diferentes compiten por el poder, el cumplimiento de las normas de género que delimita los miembros del linaje puede ser menos riguroso (Li Shuzhuo et al 2000, y Bossen 2002).

¿Cómo es el poder que se ejerce en la actualidad en los pueblos? ¿Cuál es la relación entre el ejercicio del poder del partido y los miembros del linaje? Gao (1999:201) escribió sobre el poder del clan en términos de planificación familiar e hizo algunos comentarios interesantes sobre las relaciones entre los clanes y el partido.

«Debemos tener cuidado en no exagerar los parecidos entre los períodos de antes de 1949 y los de la China post-Mao. Por un lado, los clanes y los funcionarios locales comunistas no han surgido totalmente aún como cuerpo político… en la China actual, el poder del clan y las autoridades oficiales locales todavía se encuadran en dos entidades políticas distintas. Sin embargo, hay grandes solapamientos. Además, si el estado quiere, todavía puede dejar sentir su poder sobre las autoridades locales. Un ejemplo claro de esto es la puesta en marcha de políticas de planificación familiar. Desde los primeros 1990s, un gran número de abortos y de operaciones de DIU se efectuaron a la fuerza en Qinglin y el pueblo de Gao, y el poder del clan no ha sido capaz, y en efecto ni lo ha intentado, de detener esas medidas brutales» (1999:201).

El peso del actual control de nacimientos recae más directamente sobre las mujeres que no pertenecen al linaje, así como sobre las familias sin hijos. El argumento de Gao sugiere que cuando el estado ve sus intereses vitales en juego, es capaz de proyectar su poder hasta el nivel de los pueblos. Aunque no percibe a las hijas desaparecidas como amenaza para su estabilidad, sin embargo, el estado está preparado para aceptar el poder de los linajes y otras elites locales con tal de limitar los derechos y estatus de aquellos que no tienen hijos varones.

Conclusión

Algunos expertos han unido de forma explícita la política de planificación familiar china con las niñas desaparecidas (Greenhalgh y Li 1995), pero pocos han relacionado el carácter cambiante de la propiedad de la tierra en el sistema de responsabilidad familiar con las diferencias en aumento de las ratios entre sexos, o unido el dilema de las niñas desparecidas con los injustos derechos a la propiedad. Las familias están ahora a cargo de su propia fuerza de trabajo y de su propia seguridad, en ausencia de un sistema de seguridad social provincial o nacional que se extienda por todo el país, y con los anteriores mecanismos que regían en los pueblos desmantelados en gran manera. Para mucha gente, la seguridad la proporciona la tierra, y los derechos sobre la tierra se hacen valer a través de los grupos regidos por el linaje. En muchas comunidades rurales, las familias responden ante esta situación prefiriendo tener hijos en lugar de hijas. Este documento ha mostrado la estrecha relación entre el sistema de reparto de tierras y la preferencia por el hijo varón.

¿Cuáles son las consecuencias para las niñas cuando son escasas? El juego de la oferta y la demanda podría predecir que el valor de las mujeres aumentará. Aunque debería esperarse que la escasez promoviera cambios, y así debería ocurrir, sin embargo, las fuerzas contradictorias siguen vigentes. La escasez de mujeres en la China rural puede también aumentar el riesgo general de que las mujeres sean raptadas para dedicarlas a la prostitución u obligarlas a casarse con hombres pobres; ambas situaciones han sido discutidas en la prensa durante la última década (e.g. Han 1991, Hudson y den Boer 2003). Citando a Banister (2004:5), «Esa carencia extrema de mujeres nunca ha servido para aumentar el estatus global de las mujeres en la sociedad china. En la actualidad, la escasez de novias potenciales provoca raptos, violaciones, matrimonios forzosos y la esclavitud de cientos de miles de mujeres; el estatus de las mujeres secuestradas se ve rebajado por la escasez de mujeres, no aumentado». Al mismo tiempo, muchos hombres pobres y hombres que carecen de una red de recursos, se convertirán en solteros permanentes marginados de la sociedad.

En sociedades con fuerte preferencia por el hijo varón, las niñas que sobreviven a la selección de sexo en el nacimiento, se tienen que seguir enfrentando a la discriminación desde su más temprana infancia y a tasas más altas de mortalidad infantil (Bannister 2004, Croll 2001, Lavely y Cai 2005, B. Miller 1997), sugiriendo que sus padres las consideran, según van creciendo, como inversiones de menor valor que las de los hijos. Este estatus inferior limita las oportunidades de que las niñas ganen confianza en sí mismas y desarrollen su potencial.

Los relativamente inciertos beneficios para su familia natal, las presiones para casarse jóvenes, el riesgo del aumento de los secuestros y las más altas tasas de mortalidad infantil de las niñas sugieren que la escasez, sin asegurarles derechos de propiedad, no ayuda nada para reducir las preferencias por uno de los sexos. Aunque las hijas trabajen y ganen dinero, en muchas partes de China no se las permite cumplir el papel de posesión de propiedad de un hijo, cuyos derechos se reconocen a través del linaje. Excluidas por las normas del patriarcado para reclamar una parte de tierra o de la casa, las niñas forman una minoría cuyas vidas y futuros tienen menos valor que las de sus hermanos y a las que se ofrece sólo un segundo puesto cuando los padres toman sus opciones.

¿Hasta dónde llegará la ratio por sexos? Amartya Sen (2003) se sentía aliviada de que a nivel nacional no hubiera pasado de 120. Si asumimos que todas las parejas rurales tienen dos niños y que el 25 por cien que entonces no tienen «niño» continúan intentando tenerlo, abortando o no registrando a la tercera y (consiguiente) niña, entonces la ratio resultante es 125. Si limitamos el número de embarazos a cinco, entonces la ratio por sexos es de 122 varones por 100 mujeres. (Según Li et al, 2003, al describir las condiciones de una alta fertilidad, si las familias sin varones continúan intentándolo hasta cinco niños, sólo el 3 por cien seguirá todavía sin un varón). Sugiero que una ratio por sexos de alrededor de 125 es un límite superior que permite que todas las familias tengan al menos un hijo. El peligro podría ser mayor ya que dependería de una situación donde las niñas por sí mismas representan una gran desventaja para sus padres. Esto puede suceder cuando esperan que les proporcionen una dote alta – como en el caso de la India. En China, los compromisos a nivel local equivalen a que la garantía del hijo significa que la mayoría de las familias consideran que al menos deben tener un varón. Algunas tendrán dos hijos, a menos que las políticas se cumplan, como ocurre en la provincia de Anhui, donde se supone que incluso las parejas rurales ya no tienen más hijos cuando cuentan con un varón.

La preferencia por el varón en la China rural se ve exacerbada a través del control de natalidad. El modelo de ratios desviadas por sexo en el pueblo de Huang Tu aproxima el modelo más general de probabilidades de género perfiladas en la política anterior de los dos hijos, con una fuerte estimación de un 25 por cien de parejas ignorando o rompiendo las normas. La insistencia en tener un varón está motivada de forma importante por las prácticas de asignación de tierras y las normas patrilineales de herencia de la tierra. El significado de lo patrilineal no es sólo que la «línea» es el vínculo ritual entre antecesores y descendientes. Hay otros dos factores cruciales. Uno es que el poder local, territorial y la integridad territorial son asuntos que caen dentro del dominio tradicional de los intereses del linaje (14). Los lazos de linaje obligan a la lealtad y solidaridad entre los hombres, siendo una fuerza potencial de poder político en el pueblo y una fuerza bruta. El otro es que la tierra y la vivienda son fundamentales en el vínculo entre padres e hijos varones que, por lo tanto, están obligados a mantener a los padres cuando son ancianos.

En la China rural, los grupos patrilineales conservan el poder por varias razones:

· El gobierno central es débil en el campo. No puede hacer cumplir sus normas sin la cooperación de los dirigentes locales, que están rodeados por grupos de familias patrilineales que les demandan determinadas cosas. Esto es, desde luego, un ejemplo específico del refrán clásico «El cielo está alto y el emperador lejos».

· No se permite la propiedad privada de la tierra, por eso la asignación local es la práctica por la que se definen los derechos de propiedad de los campesinos, con principios patrilineales operando para determinan quién pertenece a la comunidad y quién puede recibir tierra agrícola. Mientras que la introducción de la propiedad privada en la tierra no resolvería este problema si el sistema de linaje sigue intacto en las áreas rurales, el sistema actual devalúa incuestionablemente a las hijas. Se dice que parece que el estado NO ha intervenido de forma significativa para garantizar los derechos de las niñas, a pesar del hecho de que la discriminación contra las niñas es una de las razones de la presión continuada para tener hijos, que a su vez influye en las tasas de nacimiento.

· Aunque el estado trabaje de forma sistemática para eliminar otros centros de poder, los linajes rurales están «bajo el radar» y «lo tradicional», operando a menudo como un agente del estado. Por lo tanto, suponen una amenaza de nivel relativamente bajo para el poder del estado. La organización del linaje llena así el vacío que las instituciones de la sociedad civil podrían ocupar (15).

Desde luego, aunque hay elementos culturales en esta formulación, la preferencia por los chicos se ve fuertemente intensificada en respuestas políticas y circunstancias específicas.

La reforma de la tierra de 1950 garantizó a las mujeres igualdad de derechos ante la tierra, y se las tuvo en cuenta en la distribución de tierra a las familias en la primera fase de la reforma de la tierra, que redistribuyó los derechos de propiedad a las familias. Sin embargo, la colectivización borró esos derechos a fin de que hombres y mujeres fueran todos trabajadores sin tierra en granjas colectivas administradas por comités del pueblo bajo la dirección del estado. La anulación de la colectivización no llevó consigo la vuelta a la situación prerrevolucionaria de igualdad de derechos de la propiedad de la tierra, ni tampoco supuso una vuelta a la situación de reforma de la tierra en la cual se suponía que las mujeres se habían ganado el derecho a la propiedad de la tierra en igualdad de condiciones. Al contrario, como se explicó antes, la anulación de la colectivización trajo consigo un sistema mixto de contratos con las familias basado en el derecho patrilineal por nacimiento, con el gobierno local como efectivo propietario y repartidor de la tierra.

En la familia, hay decisiones a través de las cuales los individuos se consideran miembros con derechos de herencia o miembros que son trabajadores temporales desprovistos de tales derechos. Igual ocurre en los pueblos, hay miembros que tienen derechos por nacimiento y otros que tienen sólo derechos temporales a la residencia y a tener ingresos, sin poder opinar en el gobierno y sin una parte de la herencia. Debido a la práctica actual en los pueblos que todavía considera los derechos de las hijas a la tierra en la familia y en el pueblo como algo temporal, la forma aceptada para las hijas de conseguir tierra y casa es aportar hijos a la familia de sus maridos y al patrilinaje. En la mayoría de los casos, esto tiene lugar fuera del pueblo natal de la mujer, en el pueblo del marido. El período de reformas ha contemplado el resurgimiento en los pueblos del control patrilineal en los derechos a la tierra y la puesta en marcha de una política nacional de control de natalidad. Estos desarrollos juntos han contribuido a la extrema escasez de hijas en la China rural.

Las hijas desaparecidas son un problema social con profundas implicaciones para toda la sociedad. El gobierno chino y los profesionales que trabajan en desarrollo lo contemplan cada vez más como un problema grave dentro de un amplio abanico de cuestiones sobre desarrollo social y económico. El argumento de que una generación de varones solteros llegue a estar no sólo marginados socialmente sino que sean también un desafío para la estabilidad política es un elemento a considerar (16). Las devaluadas hermanas de las hijas desaparecidas pueden también tener menos que aportar a la sociedad al no haber crecido en un ambiente más acogedor hacia las mujeres. Ni el Indice de Desarrollo Humano de Naciones Unidas ni el mencionado Indice de Desarrollo por Géneros contienen una medida de la ratio por sexos. Esto es un olvido que necesita una rectificación urgente y que debe aplicarse en China, India y otras sociedades con poblaciones agrarias pobres. Los indicadores actuales de expectativas de vida, analfabetismo e ingresos, que el índice recoge, son por supuesto importantes, pero los significados y consecuencias de las alteradas ratios entre sexos para el desarrollo humano deben ser reconocidos, tratados y resueltos.

Notas

[1] Justin McCurry and Rebecca Allison. ‘One child’ policy leaves China with huge shortage of women. The Guardian, London, Tuesday, March 23, 2004, p.9. Entre los demógrafos que trabajan en esta cuestión, se estima que las mujeres y niñas desaparecidas fluctúan considerablemente por encima o por debajo de 40 millones según se considere los métodos utilizados y los grupos de edad examinados. Ver Cai and Lavely 2003, Klasen and Wink 2003, Poston and Glover 2005, Poston and Morrison 2005).

[2] Howard French. Chinese Crack Down on Illegal Abortions. The New York Times. 18 de febrero de 2005.

[3] Hay muchos ejemplos de declaraciones sobre el trabajo pesado de los hombres que se presenta sin documentar el trabajo específico de hombres o mujeres. Por ejemplo, véase Li Shuzhuo, Marcus W. Feldman, Nan Li (2003).

[4] En Jiaozuo, al norte de Henan, se está llevando a cabo una experiencia para proporcionar esas pensiones. (Sina.English.com 2004).

[5] Véase Croll (2000), Drèze and Sen (2002: 257-262), Miller (1981), Sen (2000:104-107), and Banister (2004) para explicar estos estándares y para introducirse en el problema general de las niñas desaparecidas. En este documento utilizo la «ratio por sexos» para medir los hombres por cada 100 mujeres como se hace normalmente en China. Los estudios en la India utilizan a menudo la ratio inversa de 94,3 mujeres por cada 100 hombres para representar la ratio de nacimientos normal por sexos. En este caso, las ratios de nacimiento entre sexos inferiores a 94 mujeres por cada 100 hombres sugieren discriminación contra las hijas.

[6] Sichuan era la provincia más populosa de China hasta que en 1997 Chongqing se convirtió en territorio separado con unos 30 millones de personas.

[7] Esta es una ratio por sexos anormalmente alta para el total de la población. Normalmente, las ratios por sexos para el total de la población son mucha más bajas debido a la mayor longevidad de las mujeres.

[8] Tomar como ratio normal entre sexos en los nacimientos la de 106 hombres por cada 100 mujeres, la inversa es 0,943 mujeres por cada hombre. La población de varones de 1 a 4 años en Henan en 2000 era de 2.360.487. Multiplicar este número por 0,943 da 2.225.939, como la cifra supuesta de niñas. Sin embargo, el número informado de niñas era de solo 1.731.048. La diferencia es de 494.891, o casi medio millón.

[9] Los hombres obtenían también estatus como no campesinos en empleos como «trabajadores» en minas o en el ferrocarril, mientras que los miembros de la familia que permanecían en el pueblo eran clasificados como «pueblerinos» (nongmin, a menudo traducido como «campesino»). Era muy raro para una mujer del pueblo poder acceder a un empleo formal del gobierno. Muchos hombres no campesinos eran registrados en su lugar de trabajo, aumentando la ratio entre sexos en las ciudades y en lugares de trabajo no agrícola, como las minas.

[10] Banister (2004) informa que en las ciudades también hay niñas desaparecidas, pero esto puede ser parcialmetne debido a la inclusión de comunidades rurales y de ciudades rurales con límites urbanos y a la migración de familias rurales a las ciudades.

[11] Un mu es un 0.0667 de hectárea.

[12] Su primer marido era profesor censado en la ciudad. En casos de matrimonio entre un hombre urbano y una mujer rural, el niño se registraba legalmente con la madre. Esta política dsiminuyóel crecimiento de la población urbana y desanimó los matrimonios urbanos-rurales.

[13] Para conocimiento general de la China patrilineal y patrimonial, véase Harrell (2002), Bossen (2005). Con respecto a los linajes que carecen de propiedad corporativa en el norte de China, véase Cohen (1990, 1992), y el estudio de un linaje en Shandong de M. Han (2001). Para el sur de China, véase J. and R. Watson (2004, 2004a, 2004b).

[14] Véase J. Watson (2004b) para ver una descripción del papel de la milicia del linaje a la hora de defender los intereses del linaje.

[15] Véase Hu Mingwen (2004) and Zeng Guohua (2004) para conocer puntos de vista opuestos sobre el resurgimiento de la fuerza del linaje en la provincia de Jiangxi, así como Ruf (1999, 2000) para Sichuan.

[16] J. Watson (2004b, orig. 1989) señaló la relación entre soltería involuntaria y violencia en el Sur de China. El amplio exámen de Hudson y den Boer del papel histórico de los hombres solteros en China concluye: «A través de toda la historia de China, los hombres situados en los márgenes de la sociedad han estado dispuestos a hacer trabajos que implican violencia. Ocasionalmente, llegaron a cambiar el destino de una nación». (2004b:226 )

Referencias

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Laurel Bossen es Profesora Asociada de Antropología en la Universidad McGill de Canadá.Adaptó este artículos para Japan Focus de un trabajo presentado en el Museo Nacional de Etnología de Osaka. Puede contactarse con ella en: [email protected]

N. de T:

(*) El matrimonio uxorilocal, también conocido como matrimonio matrilocal, conlleva una tradición por la cual el hombre, una vez casado, se traslada a vivir al hogar de la esposa.

Texto original en inglés:

http://www.zmag.org/content/showarticle.cfm?SectionID=103&ItemID=8891