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La vergüenza de Kosovo

Fuentes: Semanario Serbio

Más de 230.000 personas de origen serbio, gitano, croata o macedonio han sido expulsadas de sus casas en Kosovo desde el año 1999. Como todos pueden recordar, ese año la intervención de la OTAN provocó la triunfal entrada de las fuerzas del Ejército de Liberación de Kosovo, UCK, en Pristina y la instalación de una […]

Más de 230.000 personas de origen serbio, gitano, croata o macedonio han sido expulsadas de sus casas en Kosovo desde el año 1999. Como todos pueden recordar, ese año la intervención de la OTAN provocó la triunfal entrada de las fuerzas del Ejército de Liberación de Kosovo, UCK, en Pristina y la instalación de una administración internacional en este antaño multiétnico territorio con el único fin de servir a sus espurios intereses: la creación de un territorio monoétnico y la expulsión de todas las minorías. Siete años después, el objetivo parece casi logrado y apenas quedan no albaneses en el territorio de Kosovo . Enhorabuena. Puede que los medios de comunicación al servicio de la OTAN, los intelectuales que se rasgaron las vestiduras durante la guerra de Yugoslavia vertiendo duras acusaciones contra los serbios, los finos diplomáticos del «nuevo orden internacional» y los analistas de salón lo sigan negando, pero hoy Kosovo es un territorio «limpiado», étnicamente puro y donde la seguridad es un patrimonio exclusivo de los radicales albaneses.Todo aquel que osa desafiar el poder omnipresente de las fuerzas del UCK, junto con algunos de sus aliados en la escena, como los supuestos moderados de la Liga Democrática de Kosovo, es puesto fuera de juego. A este respecto, hay que señalar que incluso periodistas independientes albaneses y medios no afines al terrorismo étnico han sido perseguidos, atacados e incluso clausurados. Si este es el «nuevo orden internacional» para los Balcanes, más nos hubiera valido no haber intervenido y haber dejado que las cosas siguieran su curso. Hace unas semanas, ante tanta vergüenza y ante tanta violencia bruta, los serbios de Mitrovica se manifestaron en las calles para protestar por el ametrallamiento de dos de sus paisanos, que están gravemente heridos, y por el estado de inseguridad y caos que se vive en la región desde la intervención de la OTAN. También ha habido protestas en Gracanica.

Decenas de miles de personas han huido ante el régimen de terror que se vive, varios centenares de serbios y no albaneses han sido asesinados, los heridos se cuentan por decenas, las iglesias ortodoxas han sido incendiadas y las escasas que quedan están protegidas por fuerzas de las Naciones Unidas…Este es el Kosovo de hoy, un territorio entregado a los guardianes de la ortodoxia del fuego purificador etnicista y racista. Lo que más choca, en este adverso contexto, es el silencio de todos, medios incluidos, la complacencia con que los habitantes de Kosovo se han acostumbrado a la violencia y el escaso eco de lo que allí ocurre en nuestra opinión pública. Ahora, incluso, en una nueva vuelta de tuerca, se empieza a tolerar el juego de los radicales albaneses y se acepta como un escenario posible la independencia de Kosovo. Un argumento que, por cierto, choca con la posición inflexible mantenida hasta ahora con respecto a no romper Estados en la región y contra las resoluciones de las Naciones Unidas acordadas y que supusieron el final del conflicto. Serbia retiró sus fuerzas de seguridad, pero el territorio quedaba bajo soberanía serbia, aseguraba la resolución de las Naciones Unidas invocada en el pasado una y otra vez. Ahora ya es papel mojado. Aunque claro, por lo que vamos viendo, en el «nuevo orden internacional» trazado a sangre y fuego por los estrategas de Washington y sus cipayos continentales de todos los colores hay un doble rasero para tratar a unos y a otros.

En estos Balcanes convulsos e injustos es muy distinto pertenecer a la entidad de los serbios de Bosnia, que nunca tendrá derecho para decidir libremente acerca de su futuro, que al nuevo e «idílico» Kosovo, territorio que forma parte de la estrategia norteamericana para dividir a los europeos y consolidar su poderío político y militar en la región. Pese a todo, y en vista del radicalismo mostrado por los extremistas albanokosovares, son ya muchos en Washington y en Bruselas los que empiezan a dudar sobre las verdaderas intenciones de los líderes albaneses y creen que el proceso debe de desarrollarse con una mayor cautela. Los próximos meses serán cruciales para el Kosovo, ya que se discutirá la nueva relación entre este territorio y Serbia y el futuro Estatuto. Veremos que ocurre.