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La crisis económica y el decrecimiento

Las alternativas al modelo capitalista a debate

Fuentes: L Accent

Siguiendo la amable invitación del periódico L’ACCENT, desearía replicar Laura Blanco (ver L’ACCENT 136) en el marco del debate sobre el decrecimiento sostenible. Justo es decir que comparto con Ivan Gordillo (ver L’ACCENT 135) la mayoría de los argumentos que utiliza por evidenciar la debilidad teórica y práctica del «decrecimiento sostenible». De todos modos, algunos […]

Siguiendo la amable invitación del periódico L’ACCENT, desearía replicar Laura Blanco (ver L’ACCENT 136) en el marco del debate sobre el decrecimiento sostenible.

Justo es decir que comparto con Ivan Gordillo (ver L’ACCENT 135) la mayoría de los argumentos que utiliza por evidenciar la debilidad teórica y práctica del «decrecimiento sostenible». De todos modos, algunos de los planteamientos del decrecimiento son interesantes y conviene apoyar a estas y otras iniciativas ecologistas.

Tomando una perspectiva sindical y libertaría, por lo tanto anticapitalista, antiestatista y de defensa de la autogestión obrera, estoy en desacuerdo en algunos puntos con Laura Blanco. Es bastante probable que tengamos puntos en común con algunos de sus planteamientos, pero no con los que considero fundamentales.

Capitalistas o anticapitalista

Desde la perspectiva del consumo (la demanda), la crítica hazaña por los partidarios del decrecimiento es correcta y de hecho ya aparece hace muchos años, a principios del siglo XX, en Thorstein Veblen (1899) 1 , cuando critica el consumo ostentoso de la clase capitalista, que hoy en día se ha generalizado con lel denominado consumismo. Esta critica también aparece en Christian Cornélissen (1903) 2 , cuando plantea la necesidad de tener en cuenta el «valor de uso social» en el momento de priorizar un consumo de la sociedad u otro. Este valor de uso social, decidido por los trabajadores – consumidores, debe servir por priorizar el consumo de la sociedad tanto en distribución y cantidad de bienes (evitar el consumismo y el acaparamiento), como en tipo de bienes (alimentos y no armas). Desde la perspectiva de la producción (oferta) la aportación más interesante es la de Paul A. Baran (1957) 3 , con la idea del excedente económico potencial. Con respecto a la idea fundamental, no es el mismo por un desarrollo económico pensado por las personas, invertir el excedente al producir alimentos necesarios o invertirlo al producir armas o publicidad.

Con esto estamos de acuerdo. Ahora bien, la idea de decrecimiento sostenible considero que es imposible en el capitalismo y entiendo que sus partidarios tienen como mínimo un punto débil fundamental en la teoría y otro en la práctica.

Por una parte, considero que las teorías del decrecimiento no explicitan que la fuerza fundamental de impulso del sistema capitalista es la acumulación de capital y el beneficio. En esta línea todos somos algo cómplices al ser un sistema autoritario, que obliga las personas a encuadrarse en empresas por vender su fuerza de trabajo y seguir la rueda. Existen también otros trabajadores intelectuales que lo justifican y lo fomentan, y diferentes cuadros técnicos y políticos que lo estabilizan. Por lo tanto este aspecto fundamental del capitalismo (crecimiento y beneficio) y la fuerza social que lo impulsa son el que en un determinado momento pretenden parar los partidarios del decrecimiento. Toda esta fuerza social (empresarios, trabajadores manuales, trabajadores técnicos e intelectuales, los políticos, etc.), es la que debe tener en cuenta cuando nos planteamos hacer una propuesta de acción. Toda esta fuerza social es la que ha de anular por poder pensar en decrecer dentro el capitalismo.

Por lo que hace la práctica, elemento posterior al del análisis de la situación, como ha dicho Laura Blanco «el decrecimiento propone romper con el centralismo y con la economía planificada desde arriba». Esta propuesta que tranquilamente podría compartir como anarcosindicalista, topa con la dura realidad por aplicarla. Por poder contrarrestar con garantías el impulso capitalista entiendo que se puede hacer desde arriba, desde el aparato del estado y mediante partidos políticos revolucionarios o desde bajo, desde el núcleo duro que son las empresas, mediante sindicatos revolucionarios. Entiendo que decir esto obliga a tomar posición con tácticas y estrategias concretas, hecho que a vueltas no resulta demasiada cómodo. Es en este sentido que a la práctica, por conseguir un decrecimiento sostenible, sus partidarios los falta posicionarse: escoger para la acción organizaciones políticas o sindicales revolucionarías que agrupen una mayoría de trabajadores y trabajadoras. Es la clase trabajadora quien mueve la economía y es, en definitiva, quien puede cambiar su rumbo.

Crisis económica

Por definición una crisis económica en el capitalismo significa un descenso de la actividad económica, esto implica decrecimiento del PIB, o crecimiento negativo como los gusta decir a los economistas burgueses. Un contexto como el actual al estado capitalista español, de crisis económica, es precisamente una representación del decrecimiento (no sostenible). El PIB cae y provoca consecuencias sociales muy graves, como paro, pobreza, incluso depresiones y suicidios, y esto precisamente es algo lo suficiente serio por tal de hacer un análisis correcto de las implicaciones que tiene este decrecimiento en el capitalismo.

La cuestión de todo es observar que el sistema económico capitalista es drogadicto: necesita el beneficio por sobrevivir del mismo modo que una persona enganchada necesita la cocaína. Cuando en el sistema capitalista desaparecen la acumulación de capital y el beneficio, sea por sobre inversión o por subconsumo, la actividad económica cae y arrastra el peldaño más débil: la clase trabajadora.

Por lo tanto, no podemos hablar de decrecimiento sin habla de distribución de la renta, de como el sistema capitalista explota el trabajo asalariado y se enriquece cuando todo va bien, y de como hace pagar a los trabajadores las crisis económicas con paro y miseria. De cómo, en definitiva, los capitalistas, que tienen nombres y apellidos, privatizan beneficios y por otra parte, socializan pérdidas.

Así, también por esta evidencia que se llama ‘crisis económica’, considero que es imposible decrecer en el capitalismo. Esto implica que hace falta destruir el capitalismo y avanzar hacia una gestión de la economía en manos de la clase trabajadora, dónde no sea el beneficio privado sino las necesidades sociales las que guíen la producción y que en este esquema se puedan incorporar los límites que plantea el ecologismo. Me parece pues que las teorías del decrecimiento no solucionan la cuestión de la imprescindible destrucción del capitalismo y su sustitución por un sistema económico socialista autogestionado y ni siquiera el cómo podríamos llegar a conseguirlo.

Apuntes finales

Estoy bastante de acuerdo con los objetivos que plantea la Entesa pel decreixement, pero no veo cómo se quiere conseguir sin un análisis de fondo del capitalismo y sin organizaciones políticas o sindicales revolucionarias. En consecuencia, no sé como se quiere conseguir sin la destrucción del sistema capitalista. Un movimiento social ecologista no sobra, no quiero que se me interprete mal, ahora bien, me parece lo suficiente evidente que a estas alzadas de la película, calan organizaciones que agrupen una mayoría de la población si realmente se quiere parar la destrucción de la natura y de las personas por parte del sistema capitalista.

Por último decir que apuesto firmemente por un desarrollo económico en base a la satisfacción de las necesidades básicas, tanto aquí como en los países empobrecidos, mediante un modelo de gestión de la economía basado en la autogestión obrera y la planificación social. El camino por implementarlo está en marcha.

Lluís Rodríguez es miembro del Institut de Ciències Económiques i de l´Autogestió (ICEA) en Barcelona.

htpp://iceautogestion.org

Notas:

1 Veblen, T (1899). Teoría de la clase ociosa. Alianza, 2004

2 Cornélissen, Ch (1903). Théorie de la valeur. Refutation des théories de Rodbertus, Karl Marx, Stanley Jevons & Boehm-Bawerk. 2eme Edition. New York, Burt Franklin, 1970

3 Baran, P.A (1957). La economía política del crecimiento. Fondo de Cultura Económica. 1975