Las consecuencias de la «guerra contra el terrorismo», lanzada por Estados Unidos y sus aliados en 2001, han causado estragos en miles de mujeres del noroeste de Pakistán, quienes sufren profundos problemas psicológicos. «La prolongada guerra dejó secuelas en la mayoría de los residentes de las Áreas Federales Administradas Federalmente (FATA), en especial en las […]
Las consecuencias de la «guerra contra el terrorismo», lanzada por Estados Unidos y sus aliados en 2001, han causado estragos en miles de mujeres del noroeste de Pakistán, quienes sufren profundos problemas psicológicos.
«La prolongada guerra dejó secuelas en la mayoría de los residentes de las Áreas Federales Administradas Federalmente (FATA), en especial en las mujeres», indicó el profesor Syed Mohammad Sultan, del departamento de psiquiatría del Hospital de Clínicas de Khyber (KTH, por sus siglas en inglés).
Ubicada entre las provincias pakistaníes de Khyber Pakhtunkhwa y Balochistán en la frontera con Afganistán, FATA está integrada por siete agencias (distritos tribales) y seis regiones fronterizas, con una población de 3,3 millones de personas, la mayoría de distintas de tribus pastún.
De las 15.000 personas originarias de FATA tratadas por profesionales de KTH el año pasado, 9.833 eran mujeres, dijo Sultan a IPS. «Muchas de ellas perdieron familiares o amigos a manos del ejército o de combatientes del Talibán», el movimiento islamista afgano, explicó.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) señaló que el año pasado se identificaron unas 451.377 personas, entre ellas 345.899 mujeres, con problemas psicológicos en FATA.
El médico Jamal Shah, quien trabaja con la OMS, dijo a IPS que los profesionales examinan a los pacientes de FATA para identificar problemas psicológicos, pues muchas personas de ese territorio tienen tendencia a sufrir depresión por la pérdida de seres queridos y de propiedad.
La mayoría de las mujeres tratadas en KTH reciben antidepresivos y tranquilizantes, además de terapia psicológica, indicó Sultan.
Mushtari Bibi, de 45 años y residente de la agencia de Waziristán del Norte, llegó al KTH con un trauma profundo debido a que un tiro de mortero que cayó en su casa mató a su hijo de 10 años. «Llora todas las noches y no se puede dormir hasta que no le dan un sedante», relató.
Rekhana Bibi, de la agencia Khyber, dijo a IPS que su hijo Abdul Salam, quien cursaba noveno grado, salió de su casa una tarde de enero y nadie volvió a verlo. «Al día siguiente encontramos su cuerpo acribillado de balas tirado cerca de nuestra casa por desconocidos».
Esta mujer de 49 años, quien recibe tratamiento en KTH, dijo a IPS que su esposo también murió, hace dos años, cuando quedó atrapado en un fuego cruzado entre el ejército y combatientes del Talibán.
El primer ministro Yousaf Raza Gillani declaró en conferencia de prensa en Islamabad que, desde 2005, unas 35.000 personas, incluidos 5.000 soldados, murieron a consecuencia del apoyo logístico y militar dado por Pakistán a la guerra.
Pero tras la muerte de 24 efectivos en ataques aéreos de Estados Unidos el 26 de noviembre de 2011, Islamabad cerró la frontera con Afganistán y reclamó una disculpa, que, de forma deliberada, Washington se niega a dar.
El Comité legislativo sobre Seguridad Nacional volvió a reclamar el 12 de abril una disculpa, la que puso como condición para reabrir la frontera. El órgano también pidió el cese de los ataques con aviones no tripulados en FATA, donde se cree que están escondidos los dirigentes del Talibán.
Según el Buró de Investigación Periodística, con sede en Londres, murieron más de 2.500 personas en FATA y áreas vecinas desde que comenzaron los ataques con aviones no tripulados en 2004.
Los ataques no hicieron más que empeorar los traumas de la población local, un destino turístico idílico hasta fines de 2001, cuando el Talibán comenzó a cruzar la frontera tras ser expulsados de Kabul por las fuerzas de la coalición, encabezada por Estados Unidos.
Una vez oculto en FATA, el Talibán lanzó una campaña terrorista contra la población local, atentando contra comercios de música (http://ipsnoticias.net/nota.asp? idnews=99471), escuelas femeninas (http://www.ipsnoticias.net/nota.asp?idnews=99915) y edificios estatales, lo que llevó al ejército pakistaní a lanzar incursiones militares en 2007.
«Nuestra gente está atrapada entre el ejército y el Talibán y eso hizo miserable la vida de la población común», indicó Salima Bibi, quien perdió a su marido y dos hijos por ese motivo.
La oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) informó en un comunicado de prensa divulgado el 30 de marzo que más de 100.000 personas habían sido desplazadas desde enero, principalmente de la agencia de Khyber, debido al «aumento en la intensidad de los combates de los últimos tiempos».
El campamento de refugiados de Jalozai, fuera de Peshawar, alberga a unas 62.818 personas, según Acnur. «La mayoría abandona la agencia de Khyber y opta por vivir con amigos y familiares», reza el comunicado.
La inestabilidad hace que las mujeres de FATA no puedan participar en acontecimientos sociales como casamientos o ceremonias religiosas, que fomentan la cohesión en las comunidades tribales, según varios psiquiatras consultados.
Médicos del estatal Hospital Sarhad para Enfermedades Psiquiátricas (SHCD, por sus siglas en inglés), con sede en Peshawar, confirmaron que muchas mujeres de FATA sufren depresión y ansiedad debido al deterioro de la seguridad y la violencia.
«El año pasado recibimos 49.000 pacientes, entre ellos 9.432 mujeres de FATA», señaló la psiquiatra Naureen Wakeel. «Los problemas que padecen requieren un fuerte apoyo familiar y social, además de asistencia médica», explicó.
Lubna Hassan, presidenta de la Sociedad de Obstetricia y Ginecología de Pakistán, estimó que 50 por ciento de las mujeres embarazadas en FATA sufren estrés, depresión y traumas.
«El mes pasado atendimos a 3.455 mujeres embarazadas de diferentes áreas de FATA y descubrimos que casi todas necesitaban asistencia psicológica», indicó.
«Las embarazadas no deben sufrir estrés para dar a luz niños sanos», indicó Hassan. «Estas mujeres, acostumbradas a estar en verdaderos hogares, ahora viven en tiendas de campaña o en refugios provisorios en escuelas debido a las actuales operaciones militares», añadió.
Fuente original: http://www.ipsnoticias.net/nota.asp?idnews=100581