Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández
La forma en que EEUU, Israel y los dirigentes europeos occidentales están vendiendo la creciente confrontación con Irán es profundamente deshonesta. La manipulación de los medios y de la opinión pública mediante la exageración sistemática de las amenazas se parece bastante al batir de tambores de la propaganda y desinformación sobre las inexistentes armas de destrucción masiva de Iraq que precedieron a la invasión en 2003.
El supuesto objetivo de imponer sanciones a las exportaciones de petróleo iraníes y a su banco central, medidas a las que se unido oficialmente la UE, es forzar a Irán a abandonar su programa nuclear antes de que alcance el nivel donde podría, en teoría, construir una bomba nuclear. Incluso Israel está de acuerdo ahora en que Irán no ha decidido aún hacer tal cosa, pero siguen presentando el programa nuclear iraní como un peligro para Israel y el resto del mundo.
Hay otros dos analogías amenazadoras entre el período previo a la guerra de Iraq y cuanto está sucediendo ahora. La cuestión aparente es el futuro del programa nuclear iraní, pero, para parte de la coalición congregada contra Irán, el objetivo real es el derrocamiento del gobierno iraní. El origen de la crisis actual fueron las medidas adoptadas el pasado noviembre y diciembre por los neoconservadores de EEUU, el Partido Likud de Benjamin Netanyahu y el lobby israelí en Washington para imponer sanciones contra las exportaciones iraníes de petróleo y el banco central de Irán. Son, en gran medida, las mismas gentes que se cebaron con Iraq en los noventa. Han conseguido que la Casa Blanca adopte su programa, que ahora está siendo asumido, a su vez, por una Unión Europea que considera ingenuamente las sanciones como una alternativa al conflicto militar.
En realidad, lo más probable es que las sanciones intensifiquen la crisis, empobrezcan a los iraníes de a pie y preparen psicológicamente el campo para la guerra debido a la satanización de Irán. El problema es que Israel y sus aliados estadounidenses de la extrema derecha están más interesados en el cambio de régimen que en el programa nuclear de Teherán. El periódico israelí Haaretz exponía sucintamente las diferencias entre el gobierno israelí y Washington. Decía: «Mientras los estadounidenses están buscando activamente una vía para empezar un diálogo, Israel está predicando la confrontación y el derrocamiento del gobierno de Teherán».
Es esta última política la que ha triunfado. Israel, sus aliados en el Congreso y los neoconservadores han embarcado a la administración Obama en una serie de políticas que solo tienen sentido si el objetivo final es derrocar al régimen de Teherán. Al gobierno iraní no se le ha dado una vía diplomática para que pueda dar marcha atrás sin acabar humillado. Su programa nuclear se ha convertido en un símbolo de resistencia frente a los dictados extranjeros. Esto hace imposible que en el quisquilloso liderazgo iraní alguien se comprometa sin ser denunciado como traidor por sus opositores políticos.
Cualquiera que fueran las intenciones de Barack Obama cuando resultó elegido, la ofensiva secreta iniciada por el presidente Bush contra Irán ha proseguido. En 2008 firmó una «directiva presidencial» secreta, en función de la cual se destinaron 400 millones de dólares a financiar a los opositores al gobierno iraní. Los nuevos aliados de EEUU incluían a grupos indeseables tales como los asesinos sectarios suníes de la organización Jundullah que actúa en el Baluchistán iraní. Puede que EEUU haya intentado limitar el grado de cooperación pero, según la revista Foreign Policy, los agentes del Mossad se hicieron sencillamente pasar por agentes de la CIA cuando trataron con Jundullah. ¿Cuál era el objetivo de esos ataques-puyazos? Unas cuantas bombas en el Baluchistán iraní no van a suponer una gran amenaza para los dirigentes iraníes en Teherán. Puede ser que el motivo más probable fuera el de provocar a los iraníes para que tomaran represalias contra EEUU y así lograr que el conflicto militar irano-estadounidense esté cada vez más próximo.
Lo mismo puede estar ocurriendo con los asesinatos de los científicos nucleares iraníes. Un aspecto poco señalado de los mismos es que los científicos eran objetivos muy fáciles debido a que conducían ellos mismos por Teherán en sus propios coches. Pero cualquier país que tiene pruebas de que sus mejores científicos están amenazados les proporciona seguridad. La ausencia de las medidas más sencillas de seguridad nos revela que esos científicos no estuvieron nunca en el núcleo del programa nuclear iraní. Una explicación más probable de los ataques, asumiendo que Israel esté detrás de ellos, era que pretendían provocar la venganza de Irán contra EEUU o Israel para que la situación terminara constituyendo un casus belli.
Es difícil no admirar la habilidad con la que el Sr. Netanyahu ha manipulado a la Casa Blanca y a los dirigentes europeos abocándoles a la misma confrontación con Irán que trataban de evitar. Quizá le hayan ayudado los estallidos anti-semitas del presidente iraní y el claro amaño de las elecciones presidenciales de 2009. Pero el arma más eficaz del Sr. Netanyahu ha sido la amenaza de que Israel iba a lanzar unilateralmente ataques aéreos a menos de que la Casa Blanca hiciera algo. Eso ha sido siempre bastante menos probable de lo que parecía. Israel rara vez ha ido a la guerra sin «luz verde» de EEUU.
Una explicación más racional de las amenazas israelíes de actuar en solitario es que estaban completamente diseñadas para asustar a la Casa Blanca y a sus aliados europeos. El ministro israelí de defensa, Ehud Barak, pronunció discursos espeluznantes acerca de la inminencia de la amenaza iraní que no iba a dejar más opción a Israel que la de lanzar un ataque preventivo (aunque recientemente dijo lo contrario). El antiguo jefe del Mossad dio credibilidad a la acción unilateral israelí advirtiendo que sería un desastre autoinflingido a su país.
Estas maniobras han conseguido tener éxito. Se están imponiendo graves sanciones. Irán tendrá dificultades para vender su petróleo. Su estatus como potencia regional en el Oriente Medio se debilita asimismo en la medida en que la supervivencia a largo plazo de Bashar al-Asad, su aliado más importante, parece dudosa.
Y aquí nos encontramos de nuevo con otra desagradable analogía con Iraq. Las sanciones contra Iraq, impuestas de 1990 a 2003, empobrecieron a los iraquíes y criminalizaron a gran parte de su administración. UNICEF declaró que medio millón de niños murieron a causa de las sanciones. Para la Casa Blanca y los dirigentes europeos, las sanciones pueden parecer preferibles al conflicto armado. Desgraciadamente, la historia muestra que los embargos duraderos matan más personas que las guerras cortas.
Patrick Cockburn es un periodista irlandés independiente, corresponsal en Oriente Próximo del Financial Times y actualmente de The Independent. Especializado en dicha zona, y más concretamente en Iraq, ha obtenido numerosos premios periodísticos, el más reciente el prestigioso Premio Orwell británico al periodismo político, otorgado de 2009. Es autor de varias obras sobre Oriente Próximo, las más recientes The Occupation: War, resistance and daily life in Iraq y Muqtada! Muqtada al-Sadr, the Shia revival and the struggle for Iraq .
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