Por la Humanidad, en Caracas y por el mundo mismo, y desde Caracas divisando un abismo, se oyen voces de esperanza y heroísmo. Es el llanto y el canto, es un pueblo en alza y que aún no alcanza, todo el dolor dolido y lo abolido, para lograr lo querido, el simple y complejo camino […]
Por la Humanidad, en Caracas y por el mundo mismo, y desde Caracas divisando un abismo, se oyen voces de esperanza y heroísmo. Es el llanto y el canto, es un pueblo en alza y que aún no alcanza, todo el dolor dolido y lo abolido, para lograr lo querido, el simple y complejo camino para vivir como hermanos en un mundo con sentido.
El gran maestro del pensamiento latinoamericano aporta sus ideas para acompañar nuestro reflexionar cotidiano en estos nuevos tiempos, en el seno de un pueblo que en plena transformación-evolución nos recibió con demostración de sincero y apasionado amor, amor a la Vida.
«Los jóvenes de América se ponen la camisa al codo, hunden las manos en la masa, y la levantan con la levadura de su sudor. Entienden que se imita demasiado, y que la salvación está en crear. Crear es la palabra de pase de esta generación.» José Martí.
Si de crear se trata, nadie mejor que estos vientos bolivarianos haciendo girar molinos de imaginación que vierten aguas de revolución. Vientos que hacen tiritar a los estamentos establecidos, a los manuales, a los rumbos históricos marcados como inamovibles; para decir así, con el quehacer diario, que todo es posible en nuestras tierras tan nuestras como nosotros mismos y nuestro ser latinoamericano tan incomprensible para quien no siente el calor de la sangre que hierve y ebulliciona hasta convertirse en torrente de lucha y libertad para «nuestras repúblicas dolorosas de América».
Esos ríos de lava roja vienen del centro de un volcán que hizo erupción, esos ríos de la savia de nuestros muertos nos claman para que su caudal no aumente inútilmente, para que no se desborde, ya no ¡basta!, y nos ofrendan su ejemplo como nutriente vivo para éstas y las próximas generaciones de hombres y mujeres de la tierra.
Es un grito y es un canto. Y es una canción. Y sabemos, aunque callemos muchas veces por formas y cuidados, aquello que el trovador en su poesía cantara con todo su ser y gritando enfáticamente en una voz multiplicada en cientos que se unieron al gran deseo de los justos que por la justicia buscada su vida dieron, pero que no murieron, porque hoy juntos cantamos como universal pueblo con Pablo «y pagarán su culpa los traidores».
Una Venezuela en la construcción de una colectiva solución, una Venezuela que comprendió que en lo individual sólo está el sendero hacia lo conocido, lo padecido, lo sufrido. Una Venezuela que no está sola, pues Cuba tendió su mano, una vez más. Mano amiga, mano cubana, mano médica, mano deportista, mano cultura, mano hermana, mano revolucionaria. Ya vés, y si se es fiel, se siente en la piel.
Y juntas sienten «barrio adentro» la misión que las hermana, la misión que lo mismo da el nombre, la misión que hoy tiene el hombre, la misión de buscar la salvación de un pueblo en destrucción.
Desde Caracas retumba el latido de un corazón declarado abatido, pero que hoy bien vivo, y en medio del silencio de los explotados por la desvastación del mundo y en la algarabía del continuo, incesante e ineluctable combate contra «los enemigos irreconciliables» se escucha esta declaración que por nombre lleva «Llamado de Caracas» y que en la diversidad de culturas del mundo, los pueblos saben que «el ser humano» o mejor dicho «lo humano del ser» corre peligro de extinción, y sólo nos salva la unión con decisión y confianza en la lucha y la victoria de un mundo subvertido para una humanidad con sentido.
* Editor. Nuestra América Editorial. Buenos Aires, Argentina. www.nuestramerica.com.ar