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Los campesinos latinoamericanos, contra Bush y los biocombustibles

Fuentes: Il Manifesto

El movimiento de los campesinos Sin Tierra del Brasil y la organización internacional Vía Campesina condena la iniciativa del presidente Bush, que en su viaje latinoamericano se propone seducir y cooptar a los gobiernos de la región para que promuevan la producción a gran escala de biocombustibles -como alcohol procedente de la caña de azúcar […]

El movimiento de los campesinos Sin Tierra del Brasil y la organización internacional Vía Campesina condena la iniciativa del presidente Bush, que en su viaje latinoamericano se propone seducir y cooptar a los gobiernos de la región para que promuevan la producción a gran escala de biocombustibles -como alcohol procedente de la caña de azúcar y el atabal procedente del maíz- para exportarlos al mercado norteamericano.

Se acaban de reunir en Mali 600 dirigentes de todo el mundo, científicos, ambientalistas y dirigentes feministas para discutir los problemas relativos a la soberanía alimentaria en nuestros países. Hemos analizado la ofensiva en curso a favor de la producción de biocombustibles, y hemos concluido que se ha fraguado una «alianza diabólica» , a fin de unificar los intereses de tres grandes sectores del capital internacional: la corporaciones petroleras, las transnacionales que controlan el comercio agrícola y las semillas transgénicas y las empresas automovilísticas. ¿Qué quieren? Mantener el actual nivel de consumo del primer mundo y sus propias tasas de beneficio. Para lograrlo, pretenden que los países del Sur concentren su agricultura en la producción de combustibles que habrán de servir de alimento de los motores del primer mundo.

La energía contenida en los granos y en las plantas es en realidad una metamorfosis agroquímica de la energía solar que, a través de los aceites vegetales o del alcohol, se transforma en combustible. Las mejores condiciones para la realización de ese proceso se hallan en el Sur del mundo, en donde, además de haber todavía tierras disponibles, es mayor la incidencia de la energía solar. Por lo demás, las empresas quieren aprovecharse de la ola a favor de los agrocombustibles para expandir el uso de las semillas transgénicas de soja y de maíz, asegurándose los beneficios derivados de la venta de semillas patentadas y de la venta de productos agrotóxicos para el desarrollo de la agricultura energética.

Producir combustibles con girasol, maíz, soja, almendras, palma africana o caña de azúcar es un comportamiento de aparente buena intención: substituir el petróleo, combustible contaminante y no renovable por combustibles renovables que no dañan el ambiente. Esta alternativa se verá premiada por una gran campaña de publicidad gratuita, porque se presentará como un gesto de buena voluntad para contener el calentamiento del planeta.

Pero lo que interesa es la alianza trilateral al único fin de obtener beneficios. La cuestión ambiental no les preocupa en lo más mínimo. La alianza ha optado por la energía renovable sólo a causa de la necesidad de no depender del petróleo importado de países que tienen gobiernos nacionalistas como los de Venezuela e Irán, a causa del fracaso de la guerra de Irak, que ha impedido a los EEUU apoderarse de su petróleo, y a causa de la inestabilidad política de Nigeria, Arabia Saudí y Angola. En substancia, la opción ha venido causada por problemas en los principales países exportadores de petróleo a EEUU o a Europa.

Los movimientos campesinos critican, en primer lugar, el que se pongan genéricamente en relación energía y vida (bio), porque es manipular un concepto que no existe. El término ha de ser reemplazado por el de «agrocombustible». En segundo lugar, admitimos que el agrocombustible resulta más adecuado para el medio ambiente que el petróleo. Pero eso no altera la esencia del reto al que se ve enfrentada la humanidad: el modelo actual de desperdicio energético y de transporte individual debe ser substituido por un modelo fundado en el transporte colectivo (tren, transporte suburbano, etc.). En tercer lugar, somos contrarios al uso de bienes destinados a la alimentación humana para producir combustibles. En cuarto lugar, aun cuando se considere necesaria la producción de agrocombustibles, tiene que hacerse de manera sostenible. Combatamos el actual modelo neoliberal de agricultura a gran escala y de monocultivos, un modelo dañino para el medio ambiente por su uso intensivo de agrotóxicos y por su mecanización, que elimina la mano de obra y que agrava el calentamiento del planeta destruyendo la biodiversidad e impidiendo que la humedad y las lluvias se mantengan en equilibrio con la producción agrícola.

Afirmamos que es posible lograr combustibles con productos agrícolas cultivados de modo sostenible, en unidades pequeñas y medias que no desequilibren el ambiente y que comporten una mayor autonomía para los campesinos a la hora de controlar la energía y los suministros a las zonas urbanas.

El movimiento campesino repudia el viaje de Bush porque sellará el comienzo de la ofensiva a favor de la exportación de los agrocombustibles latinoamericanos hacia el mercado estadounidense. En cambio, los capitalistas norteamericanos de la alianza trilateral exigen el derecho de instalar decenas de nuevas instalaciones para la producción de alcoholes en todo el continente americano. Para hacer realizable el programa, el gobierno de Bush pretende que se reconozca al alcohol-etanol el status «materia prima energética» no agrícola, a fin de esquivar las normas impuestas por la OMC para los productos agrícolas. Bush propone, además, que Brasil, EEUU, India, Sudáfrica y otros países negocien un registro tecnológico común para el agrocumbustible derivado de la caña de azúcar, del maíz y de otras plantas, con objeto de llegar a una fórmula internacionalmente reconocida, instituyendo una especie de OPEC capaz de controlar el comercio mundial de la energía agrícola.

En los próximos meses, los campesinos seguiremos debatiendo y afinando las definiciones de nuestros conceptos y de nuestras iniciativas políticas frente a este nuevo desafío, incluida la definición de una propuesta de producción realizable y sostenible. Sobretodo, discutiremos cómo combatir este plan estadounidense, cuyo eventual éxito traería consigo una tragedia para la agricultura tropical, en la medida en que transformaría en monocultivos grandes extensiones de nuestras mejores tierras, agravaría la pérdida de biodiversidad y reduciría la cantidad de tierra dedicada a la producción de alimentos, expulsando a las favelas y a los barrios miseria conurbanos a millones de campesinos del mundo entero. Todo para nutrir el transporte individual motorizado y mantener los consumos del american way of life.

Esta discusión y esta lucha no hace sino comenzar. Esperemos que el debate se extienda a toda la sociedad, y que los medios de comunicación reflejen la discusión. Son temas fundamentales para el futuro de nuestros pueblos

João Stedile es el principal dirigente del movimiento campesino brasileño de los Sem Terra. 

Traducción para www.sinpermiso.info: Casiopea Altisench


Il Manifesto, 8 marzo 2007