Pese a intentos conciliadores del gobierno indio, el paro de los separatistas desde hace 70 días en el norteño estado de Jammu y Cachemira, continúa sin una aparente solución, mientras aumentan las víctimas. Los llamados a la concordia y las acciones del primer ministro Narendra Modi cayeron en saco roto ante la negativa de los […]
Pese a intentos conciliadores del gobierno indio, el paro de los separatistas desde hace 70 días en el norteño estado de Jammu y Cachemira, continúa sin una aparente solución, mientras aumentan las víctimas. Los llamados a la concordia y las acciones del primer ministro Narendra Modi cayeron en saco roto ante la negativa de los dirigentes secesionistas de reunirse con una delegación nacional integrada por una treintena de políticos de unos 20 partidos, tanto del ejecutivo como de la oposición.
Como parte de sus esfuerzos para encontrar una solución, Modi se reunió por separado con la ministra principal de Jammu y Cachemira, Mufti Mehbooba, y con dirigentes de varias formaciones.
Por su parte, las autoridades anunciaron una investigación sobre las acusaciones sobre el excesivo uso de la fuerza por parte de la policía y de organizaciones afines.
El titular del Interior, Rajnath Singh, prohibió el uso de perdigones para reprimir las protestas, causantes de numerosas muertes y heridas, y ordenó emplear balas de pimienta ante las numerosas críticas.
En las últimas horas las fuerzas de seguridad indias reforzaron su presencia en el territorio, en especial en el valle de Cachemira, epicentro de las protestas iniciadas el 9 de julio, convocadas por los grupos independentistas en respuesta a la muerte un día antes de Burhan Wani, comandante de la organización radical Hizbul Mujahideen.
Ese despliegue tiene como telón de fondo los recientes intentos de milicianos islámicos de ingresar desde Pakistán para realizar ataques y de otros ejecutados por insurgentes locales.
Ocho separatistas armados fueron abatidos el pasado fin de semana, cuatro de ellos mientras intentaban penetrar al país a través de la Línea de Control, la frontera de facto entre ambas naciones en la histórica región de Cachemira.
La vida en ese estado, el único con mayoría musulmana en la India, está paralizada por el cierre de escuelas, negocios y oficinas gubernamentales, así como por la suspensión del transporte público que provocó el desabastecimiento de productos básicos.
Desde el inicio de los disturbios al menos 88 personas murieron y más de 11 mil resultaron heridas durante los enfrentamientos entre los manifestantes y las fuerzas del orden.
A esa situación se suman los numerosos edificios gubernamentales, comercios y autos destruidos o quemados, los elevados daños económicos provocados por los disturbios y el toque de queda instaurado por las autoridades, elementos que complican la situación.
Según el presidente de la Federación de Comercio e Industria de Cachemira, Mohd Yasin Khan, la huelga y las restricciones impuestas causan más de 20 millones de dólares de pérdidas diarias.
La crisis trascendió fronteras por la implicación de Pakistán, país que mantiene un diferendo con la India por Cachemira desde la independencia de ambas naciones en 1947.
Las tensiones bilaterales, siempre presentes, escalaron tras el respaldo ‘moral y diplomático’ de Islamabad a los manifestantes y sus denuncias contra su vecino por la represión en ‘la Cachemira ocupada’.
Durante la fiesta musulmana de Eid al Adha, el pasado martes, el primer ministro pakistaní, Nawaz Sharif, dedicó las celebraciones a los manifestantes porque están ‘luchando por su derecho a la libre determinación y frente a atrocidades indias’
La decisión del gobierno de Sharif de considerar un mártir a Wani y condenar su muerte, incrementó la ira de Nueva Delhi que acusó al otro país de respaldar el terrorismo.
Pakistán debería ocuparse de sus propios asuntos en lugar de interferir en temas internos de otros países y de glorificar a terroristas, respondió Modi el pasado mes durante un discurso con motivo del Día de la Independencia.
Desde casi el principio del paro, numerosos ministros, políticos y medios de prensa nacionales denunciaron la intervención pakistaní y su respaldo a grupos radicales presentes en la región en un intento por desestabilizar a la India.
Ayer los dirigentes separatistas anunciaron la continuación de las protestas durante la próxima semana, una decisión que augura más disturbios y muertes en Jammu y Cachemira, una de las zonas más militarizadas del mundo.