Una recorrida rápida por declaraciones gubernamentales nos permite observar la cantidad de felicitaciones a Obama por el asesinato de un presunto Osama Bin Laden. Es un signo -preocupante- de los tiempos que haya semejante cantidad de mandatarios que naturalizan la extrajudicialidad, la técnica represiva de grupos de tareas, la labor asesina en las sombras como […]
Una recorrida rápida por declaraciones gubernamentales nos permite observar la cantidad de felicitaciones a Obama por el asesinato de un presunto Osama Bin Laden. Es un signo -preocupante- de los tiempos que haya semejante cantidad de mandatarios que naturalizan la extrajudicialidad, la técnica represiva de grupos de tareas, la labor asesina en las sombras como si se refirieran a procedimientos justicieros y democráticos.
El repaso, a vuelatitulares, nos da una ristra de expresidentes estadounidenses y allegados al presidente imperial; más Felipe Calderón, presidente de México; Christian Wulff presidente alemán y Angela Merkel, primer ministro; J.L. Rodríguez Zapatero, premier de España; J. M. Santos, Colombia; Nicolas Sarkozy, premier de Francia; Sebastián Piñera, Chile; Silvio Berlusconi, Italia; Benjamin Netanyahu y Simon Peres, Israel; Ghasan al Jatib, por la Autoridad Palestina; Hamid Karzai, títere de Afganistán; Abdullah Güll, presidente de Turquía, los gobiernos de Guatemala, Rusia, Arabia Saudita, el premier Cameron del Reino Unido. Pero también se sumaron Anders Fogh Rasmussen, de la OTAN y referentes de la UE, la OEA…
El presidente peruano no sólo felicitó a EE.UU. por la tarea llevada a cabo sino que con arrebato místico lo interpretó como el primer milagro concedido por Karol Wojtyla, conocido profesionalmente como Juan Pablo II.
El Conosur estuvo algo más contenido y menos en línea. El gobierno brasileño consideró el acto «una distensiòn positiva», que es sin duda un aplauso pero tácito. El de Uruguay, que sí, pero que no. Por no celebrar la muerte. Coincidente con El Vaticano. Pero las frases finales parecen reafirmar la voluntad de dependencia ideológica hacia el Gran Hermano Americano.
En el caso argentino declaraciones del elenco de gobierno hablan mucho de terrorismo, del lugar de la víctima, de la defensa de la paz, pero ni una palabra respecto de si la acción de EE.UU. es la de un grupo de tareas sembrando muerte o si no qué. Constituyen un ejemplo de cantinflismo político cuya originalidad es apenas que proviene del sur latino y no del norte…
Por suerte, el repaso se completa con un par de posiciones críticas: el vicepresidente venezolano, Elías Jaua, criticó «que se celebre la muerte del líder de la organización terrorista Al Qaeda y se use el asesinato «como instrumento para la resolución de problemas». Más preciso, difícil.
E Ismail Haniyeh, palestino de Hamas, lo calificó como asesinato.
Si tenemos que hablar de los estados cuyas posiciones relevamos es sencilla y crudamente así: 21 a favor o casi, 2 en contra. Casi 90% por el asesinato como «cultura» política», 10% en contra.
Pero estamos hablando de 23 estados nacionales en un mundo con 200 estados reconocidos por la ONU y sus agencias. Claro que entre ellos se cuentan hoy en día microestados como las Islas Marshall −el eterno acompañante de Israel cuando es asistido sólo por EE.UU.−, Tuvalu, Anguilla, Nauru, estados casi todos insulares con menos de diez mil habitantes… Pero así y todo, en la lista de felicitaciones faltan más de 150 estados. No hemos visto a Bolivia, Ecuador, Paraguay, Nicaragua, Cuba, Canadá, Portugal, Suecia, Islandia, Irlanda, Polonia, Kazastán, Turkmenistán, Irán, India, China, Zimbabwe, Túnez, Egipto, Angola, Congo, Filipinas, Sudáfrica y ya hemos sobrepasado el número de felicitantes…
Los que no han emitido juicio son los que no se ven. Y el coro de aplausos tiende a hacernos creer la existencia de un apoyo más generalizado que el real. Convendría aprender a contar a «los que no cuentan».
El grado de burla con que EE.UU. ha encarado este operativo llama la atención y no atinamos si atribuirlo al estado de descomposición político-ideológico de la red de poder con sede principal en el eje EE.UU.-Israel o a la participación de algún equipo barcelonesco* en la confección y retransmisión de las noticias.
Así, La prensa gráfica, periódico salvadoreño publica: «Se dispuso del cadáver de bin Laden en estricto cumplimiento de los preceptos y prácticas islámicas» (3/5/2011). Eso de respetar tanto el estilo de la muerte, pero implantar la ley del sheriff o la de Rambo para el estilo de vida, es por lo menos una humorada. Pero las explicaciones siguen: «El alto funcionario confirmó que el cadáver fue lanzado al mar este mismo lunes, para cumplir con el precepto islámico que obliga a enterrar a los muertos en las 24 horas siguientes al momento del deceso.» (ibíd..).
Un pasaje del discurso del presidente Obama en la noche en que se reveló al público «el acontecimiento» nos brinda el esquema ideológico sobre el que se asienta la acción estadounidense: «Hemos buscado a este hombre y lo hemos conseguido con mucho esfuerzo y debemos ponernos de pie sobre los valores que hacen a EE.UU.» Salvo que quisiera decir que acaban de pisotear tales valores, algo que no nos parece, el comentario sólo muestra la enorme autoestima, el narcisismo que aqueja a la idiosincrasia dominante en EE.UU. (cit. p. El Argentino, Buenos Aires, 2 mayo 2011).
De todos modos, tenemos la impresión que el pasaje que mejor explica la brutalización progresiva de EE.UU., la de sus aliados y el universo por ellos sostenido, que se aplica no sólo con Bin Laden sino con los daños colaterales en Afganistán, Pakistán, Irak, Palestina, Marruecos, Bahrein, Sudán, Haití y tantos otros sitios, sea otro pasaje del señor Obama cuando cosechaba «el triunfo», la misma noche: «Nuevamente se nos recuerda que EE.UU. puede hacer lo que se proponga. Ésa es nuestra historia«. (La Razón, Buenos Aires, 2 mayo 2011).
Como vemos, sigue el chovinismo en dosis industriales.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.