El ensayista británico Samuel Johnson (1709-1784) escribió que, cuando un hombre sabe que va a ser ahorcado, logra concentrarse de una forma maravillosa. Lo mismo podría aplicarse a los «halcones» en Estados Unidos, cuando ven que la idea de una guerra con Irán se hace más real. La amenaza de Teherán de bloquear el estratégico […]
El ensayista británico Samuel Johnson (1709-1784) escribió que, cuando un hombre sabe que va a ser ahorcado, logra concentrarse de una forma maravillosa. Lo mismo podría aplicarse a los «halcones» en Estados Unidos, cuando ven que la idea de una guerra con Irán se hace más real.
La amenaza de Teherán de bloquear el estratégico estrecho de Ormuz acrecentó los temores de un conflicto bélico, mientras Israel habla de atacar instalaciones nucleares iraníes y continúa la escalada de sanciones económicas internacionales contra la República Islámica.
La tensión aumentó también este mes con el asesinato –en un atentado al parecer orquestado por la agencia de inteligencia israelí Mossad– del científico iraní Mustafa Ahmadi Roshdan, quien supervisaba la planta de enriquecimiento de uranio de Natanz. Se trató del quinto homicidio de un científico iraní en los últimos dos años.
Como si fuera poco, candidatos presidenciales del opositor Partido Republicano de Estados Unidos hicieron belicosas declaraciones contra Teherán, deseosos de mostrarles a los votantes fundamentalistas cristianos y judíos su amor por Israel, mientras la influyente revista Foreign Affairs publicó un artículo titulado «Hora de atacar a Irán. Por qué el ataque es la opción menos mala».
El artículo fue escrito por Matthew Kroenig, quien acaba de terminar un periodo de anónimo analista estratégico en el Departamento (ministerio) de Defensa. En él aboga por una ofensiva aérea limitada y cuidadosamente calibrada contra las instalaciones nucleares iraníes y sus defensas antiaéreas.
Sin embargo, en el marco de la arenga a favor de una guerra, varias figuras de la elite de política exterior, incluidos varios destacados «halcones» (ala más belicista de Washington) que en su momento apoyaron la invasión a Iraq, ahora aconsejan a Estados Unidos e Israel frenar la escalada de amenazas.
«Otra vez tenemos esta terrible actitud», escribió Leslie Gelb, presidente emérito del Consejo de Relaciones Exteriores, influyente centro de estudios en política exterior que publica Foreign Affairs, y llamó a realizar sesiones en el Senado para analizar las consecuencias de la guerra en Iraq.
«Como antes, estamos dejando que un montón de ignorantes, políticos torpes y especialistas en asuntos exteriores politizados hagan ultimátums. Como antes, estamos dejando que nos conduzcan rápidamente hacia una guerra», dijo este arrepentido partidario de la invasión a Iraq, refiriéndose al coro de neoconservadores y otros halcones con quienes estuvo alineado.
Por su parte, el exanalista de la Agencia Central de Inteligencia (CIA, por sus siglas en inglés) Kenneth Pollack, cuyas opiniones han sido frecuentemente citadas por los halcones, escribió en The New Republic que no solo había que frenar la escalada, sino que el camino de las sanciones seguido por el gobierno de Barack Obama y la Unión Europea estaba resultando contraproducente.
Pollack, de la Brookings Institution, es autor del libro «The Threatening Storm: The Case for Invading Iraq» (La tormenta amenazante: los argumentos para invadir Iraq), de 2002, obra de referencia para los halcones antes de la guerra contra ese país de Medio Oriente.
«El problema es que las sanciones (contra el Banco Central de Irán) tienen tanto potencial dañino que pueden ser contraproducentes», escribió, mencionando su posible impacto negativo sobre las atribuladas economías de Occidente y la dificultad de mantenerlas si causaran una catástrofe humanitaria como la que sufrió Iraq desde 1992 y hasta la invasión de 2003.
«Cuanto más añadimos tensión con Irán, más responderá ese país, y la forma en que le gusta hacerlo puede derivar en una escalada no planeada. Sin duda, una guerra afectará mucho, mucho más a Irán que a nosotros. Pero también será dolorosa para nosotros, y puede durar más de lo que todos quieren», añadió.
Otra influyente figura entre los halcones liberales, Anne-Marie Slaughter, profesora de la Universidad de Princeton, señaló en el sitio web Project-syndicate-org que Occidente e Irán estaban en un juego peligroso. Estados Unidos y la Unión Europea ponen a Teherán en la disyuntiva de «retractarse públicamente, cosa que no hará, o aumentar sus provocaciones», sostuvo.
«Cuanto más amenace Occidente públicamente a Irán, más fácilmente los líderes iraníes podrán presentar a Estados Unidos como el Gran Satán frente a sectores de la población iraní que en los últimos tiempos han tratado de considerar a este país como su amigo», escribió Slaughter, quien renunció como directora de planificación de políticas en la oficina de la secretaria de Estado (canciller), Hillary Rodham Clinton.
«Es hora de que prevalezcan cabezas más frías, con una estrategia que ayude a Irán a retroceder», añadió, sugiriendo que podría reactivarse el abortado esfuerzo de mediación de Turquía y Brasil, de 2010.
Otro halcón que apoyó la guerra en Iraq, Bill Keller, columnista en el periódico The New York Times, arremetió contra el artículo de Foreign Affairs, asegurando a sus lectores que excolegas de Kroenig en el Pentágono «estaban bastante sorprendidos por lo que había escrito»
El artículo de Kroenig, sostuvo, «combina el alarmismo de una amenaza nuclear de Irán con la más optimista idea de que Estados Unidos es capaz de mejorar las cosas».
A diferencia de los pronósticos de Kroenig, Keller escribió: «Con seguridad, un ataque contra Irán unirá al pueblo iraní alrededor de los mulá y hará que el líder supremo redoble los esfuerzos para obtener capacidad nuclear, solo que a mayor profundidad bajo tierra y sin inspectores internacionales».
«En el Pentágono, a veces lo escuchas planteado de esta manera: Bombardear a Irán es la mejor forma de lograr exactamente lo que queremos evitar», añadió.
En una respuesta a Kroenig titulada «No es hora de atacar a Irán», Colin Kahl, quien trabajó hasta diciembre en el Pentágono como jefe de políticas para Medio Oriente, arguyó que el escenario de un conflicto limpio y calibrado era un espejismo. «Una guerra contra Irán sería extremadamente violenta y un desastre, con una cantidad significativa de consecuencias y de víctimas», alertó.
Entre otras objeciones, Kahl, del neoconservador Center for a New American Security, advirtió que un ataque preventivo contra Irán podría derivar en una guerra regional, consolidar el apoyo popular al régimen y transformar el discurso popular de la Primavera Árabe en uno decididamente antiestadounidense.