El comentarista You Non, en un reciente artículo del diario China Daily, del 13 de febrero, afirma que el pueblo chino no odia la riqueza ni a la próspera clase empresarial, que se está formando precipitadamente en China, sino detesta la corrupción de los funcionarios. En este instante China cuenta con cuarenta billonarios cuya fortuna, […]
El comentarista You Non, en un reciente artículo del diario China Daily, del 13 de febrero, afirma que el pueblo chino no odia la riqueza ni a la próspera clase empresarial, que se está formando precipitadamente en China, sino detesta la corrupción de los funcionarios. En este instante China cuenta con cuarenta billonarios cuya fortuna, en su conjunto, importa unos 26 billones de dólares.
Según You Non lo que más irrita a la población es pagar precios muy altos por productos de baja calidad y la extendida práctica de sobornar a los funcionarios. El pueblo aprueba que se otorgue una recompensa material a sus esfuerzos, prosigue You Non, y no rechaza los símbolos de bienandanza material de los opulentos. Lo que resulta inaguantable, según él, es que los administradores de los hospitales vendan los medicamentos que están obligados a suministrar gratuitamente y que los empleados del sistema educativo utilicen los fondos de la instrucción pública para banquetes y supuestas atenciones a delegaciones que se convierten en festines interminables. Lo intolerable es que haya que prevaricar untando a los burócratas para obtener prestaciones a las que tienen derecho gratuitamente.
En China existen diez millonarios cuyo capital excede los 320 millones de dólares. Pero hay muchos otros millonarios. Entre ellos se encuentra Rong Zhijian que hizo su fortuna especulando con bienes raíces y Zhu Menghi, de Shanghai, que posee 143 millones. Zhang Li es constructor y erige hoteles de cinco estrellas y edificios de apartamentos, está en el número 92 en la lista de la revista Forbes de los hombres más ricos de Asia. Wuo Goui posee una fábrica de tuberías y Li Zhaoui tiene fundiciones de acero.
El año pasado el área de servicios aumentó en un 17% su capacidad operativa y el yuan se reevaluó en un 2.1%. El Banco Central de China permite que su moneda nacional fije su tasa de cambio según las leyes de la oferta y la demanda. Estados Unidos padece un serio déficit comercial con China, importan más de la nación asiática de lo que exportan hacia ella. En 2005 la balanza comercial favorable a China se triplicó con relación al año anterior, alcanzando la cifra de doscientos billones de dólares, según cálculos de Mei Xinyu, de la Academia China de Intercambio y Cooperación Internacional.
Las reformas comenzaron en China en 1980. En la actualidad solamente un tercio de la economía se encuentra bajo control del estado. China se ha convertido en el tercer productor mundial de vehículos automotores. La fábrica Geely comenzará a expedir autos en gran escala a Estados Unidos. En un par de años China estará exportando 1.3 millones de vehículos a todo el mundo a precios competitivos. El sedán pequeño costará diez mil dólares y el modelo deportivo, llamado Leopardo, no pasará de quince mil dólares en los mercados del exterior, pero 800 millones de chinos, o sea un 60% de su población, vive en área rurales con menos de un dólar diario para subsistir.
Estas reformas no están exentas de debate. Un grupo estima que China debe concluir las innovaciones iniciadas con Deng Xiao-ping privatizando las industrias que aún permanecen en manos del Estado, reduciendo el alcance y las dimensiones del gobierno y confiando más en la iniciativa personal. Otro grupo, llamado la Nueva Izquierda, cree que debe reducirse la desigualdad social que ha crecido en los últimos tiempos y es necesario reforzar la base de la seguridad social. Para ello el gobierno debe doblegar al mercado y combatir la corrupción. Entre esos intelectuales se cuentan Cui Zhiyuan, Wang Hui, Wang Shaoguang y Gan Yang. En China hay muchas fuerzas hostiles a los cambios. Una parte importante de la oficialidad del Ejército y grandes sectores del Partido son reacios a las innovaciones.
China pudiera ser, al final del primer cuarto de este siglo, una de las economías más grandes del mundo, superando a Francia, Gran Bretaña y Japón, para lograrlo se está desarrollando una capa de jóvenes cuadros. La revista estadounidense «Business Week» realizó una encuesta de seis meses sobre esta nueva capa dirigente entrevistando a decenas de ellos, intelectuales, funcionarios, empresarios, científicos. Coinciden en que hay que crear una nueva cultura pragmática, orientada hacia los negocios y el crecimiento económico, que otorgue más oportunidades a la iniciativa privada.
La pregunta queda en el aire: si existen esas enormes diferencias sociales ¿qué tipo de socialismo se está creando en China? Si la iniciativa privada prevalece sobre la propiedad estatal ¿qué queda de las enseñanzas de Carlos Marx? ¿Es posible la justicia social conservando la economía de mercado?