El mundo ha recordado este mes de noviembre, un acontecimiento que marcó el fin de un sistema político que se conoció como socialismos reales: la caída del denominado Muro de Berlín. Esta construcción de hormigón, que se extendía por 160 kilómetros, cuarenta y cinco de ellos dividiendo la ciudad de Berlín en dos y el […]
El mundo ha recordado este mes de noviembre, un acontecimiento que marcó el fin de un sistema político que se conoció como socialismos reales: la caída del denominado Muro de Berlín.
Esta construcción de hormigón, que se extendía por 160 kilómetros, cuarenta y cinco de ellos dividiendo la ciudad de Berlín en dos y el resto que circundaba su parte oeste separándola de la República Democrática Alemana (RDA), comenzó su construcción el día 13 de agosto del año 1961. 28 años después, en la noche del 9 al 10 de noviembre del año 1989 el mundo, en vivo y en directo, en una catarsis colectiva, fue testigo del desmoronamiento, no sólo de tres décadas de un Muro divisorio, sino que un modelo político-económico que venía en franca caída desde la decisión de la nomenklatura soviética de encauzar su pasos a otro modelo de desarrollo. Esto, tras una agotadora lucha contra Estados Unidos y sus aliados desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, en lo que se denominó el período de la Guerra Fría.
No hay justificación para los muros
El Muro de Protección Antifascista (Antifaschistischer Schutzwall) como lo denominaban los dirigentes de la RDA, el Muro del Vergüenza como lo llamaban en el oeste (Schandmauer) significó la muerte, en cifras en la cual aún no hay acuerdo pero que la Fiscalía de Berlín signa en 270 personas que trataron de cruzar hacia la parte occidental, de las cuales treinta de ellas murieron como consecuencia de la explosión de minas. Diez muertos por año, en un promedio trágico y vergonzoso para cualquier modelo político pero, en especial para aquellos que sostenían que la libertad del hombre es un derecho irrenunciable y que se trabajaba por la construcción de una sociedad más justa.
La justificación para la dirigencia de la RDA en construir el Muro se fundamentaba en la sangría de ciudadanos, personal calificado y la huida de otros ciudadanos de países del este que cruzaban a occidente desde Berlín Oriental. Entre el año 1949 y 1961, unos 3 millones de personas abandonaron la RDA desde Berlín Oriental. Cifra que en la primera quincena del mes de agosto del año 1961 significó la salida de 50 mil personas. Bajo la aprobación de Moscú la clase dirigente de la RDA decidió la construcción, primero de un muro provisional consistente en una alambrada de 165 kilómetros de largo y cinco metros de alto. Decidiendo además el cierre de 69 de los 81 checkpoint de la ciudad. Esta resolución, no sólo tenía el sentido de evitar la sangría de personal calificado y población deseosa de huir a occidente, sino también mostrar una determinación de fuerza ante el mundo occidental en momentos que el combate ideológico, industrial, militar, aeroespacial y político entre el este y el oeste estaba en su apogeo.
Hoy, a 25 años de la caída de ese muro, constatamos la continuación, desarrollo y creación de muros tan vergonzosos como el de Berlín. Muros que se han erigido bajo los más disímiles argumentos: otorgar seguridad a los habitantes del país o territorio que se desea proteger. Aislar un territorio y ejercer allí medidas y acciones de represión, invisibilizando a esa sociedad. Impedir que «indeseables» «extranjeros» «indocumentados» «ilegales» o simplemente personas de otras nacionalidades, busquen oportunidades laborales en países más desarrollados. Incluso separar social y económicamente a miembros de una misma sociedad.
Frente a esas creaciones, violatorias de los derechos de millones de seres humanos, los mismos que conmemoran hoy la caída del Muro de Berlín y criticaron con fuerza su edificación, callan, enmudecen y hasta justifican que se construyan nuevas separaciones, nuevas divisiones, nuevas formas de tener seres humanos de primera y segunda categoría. A la par del viejo muro berlinés, esos muros de la vergüenza siguen siendo ocultados, minimizados y hasta justificados, por gran parte de los medios de comunicación del mundo.
Esos muros no merecen la preocupación de medios como The Washington Post, The New York Times, las cadenas CBS, Fox News o CNN. The Times, Le Figaro, El País, Il Corriere della Sera. La televisoras españolas, francesas, alemanas transmitieron con detalle cada homenaje a los caídos por el Muro de Berlín, editoriales, columnas, opiniones, reportajes y documentales han dado cuenta de la importancia de la caída del Muro de la Vergüenza en el corazón de Europa y el triunfo de la libertad pero…más allá de cierta enumeración de los otros muros que pueblan nuestro mundo, no se ha levantado la voz para exigir el derrumbe de esa construcciones, ignominiosas, vergonzosas pues indudablemente significaría morderse la cola.
El muro de la vergüenza marroquí
En 2.735 kilómetros de recorrido, sujeto a una férrea y permanente presencia militar de la Monarquía marroquí, esta barrera, denominada por el pueblo saharaui como el «Muro de la Vergüenza» tiene enormes similitudes a la ocupación y construcciones implementadas por Israel con los territorios palestinos, que sufren la presencia de una potencia ocupante como es Israel. Uno de esos paralelismos y amplificada a niveles dramáticos, es la construcción de esta creación que se extiende a lo largo del Sahara Occidental y que separa a los territorios liberados de la República Árabe Saharui Democrática de aquellos territorios ocupados por Marruecos. Inspirada en la Línea Bar Lev, que Israel construyó a lo largo del canal de Suez y cuya experiencia, con sus técnicos y la ayuda financiera de la monarquía saudí permitió a la Monarquía Alauita construir este esperpento represivo en varias fases.
Son 2.735 kilómetros de muro, con una altura de 3 metros, dotado de fosos, muros de piedra, alambradas, campos minados, fortificaciones militares, 160 mil miembros del ejército marroquí, armamento y tecnología de última generación, que divide a los legítimos dueños de esas tierras de sus hermanos, que habitan los territorios liberados y los campamentos en Tindouf, en territorio argelino. Cada cinco kilómetros este muro tiene acuartelada una compañía de infantería y cada 15 kilómetros un radar y baterías de artillería (definidos desde radares del tipo rasura hasta aquellos artilugios como el AN/PPS-15 que detecta movimientos hasta un alcance de 60 kilómetros). Dotados de armamento vendidos por la propia España – potencia que debía garantizar el referéndum crónicamente postergado – a contrapelo de las decisiones judiciales al respecto.
El muro mencionado no es una única construcción, sino que está conformado por ocho segmentos, que se han ido erigiendo entre los años 1982 a 1987. Una barrera militar, que a un costo diario de 4 millones de dólares – financiados con los recursos naturales extraídos y robados al pueblo saharaui: Fosfato, caladeros pesqueros- da muestra que la Monarquía Alauita sigue empeñada en cercenar los derechos a todo un pueblo, a contrapelo de la legislación internacional y del legítimo derecho de un pueblo de retornar a lo que le pertenece y defender el denominado triángulo útil, que comprende la zona de explotación de fosfatos, las ciudades saharauis y la frontera con los territorios liberados por la RASD.
El muro de la infamia israelí
El pueblo saharaui se une en esta política de ocupación, al que sufre el pueblo palestino. Allí, en Medio oriente, en los territorios ocupados, otro muro, infame y cruel, es parte de un complejo sistema represivo puesto en práctica por los gobiernos israelíes desde el año 2002 (cuando comenzó su construcción bajo el gobierno del fallecido ex primer Ministro Ariel Sharon) compuesto por un sistema de unos 550 controles y bloqueos, levantados para controlar a la población de 2 millones de palestinos dentro de los territorios ocupados en Cisjordania. Una creación de segregación racial, condenada por gobiernos, organismos internacionales y organizaciones defensoras de los derechos humanos. Condenas, que para Israel y una sociedad ciega en consideraciones humanas no significan nada. Y esto seguirá siendo así, mientras siga contando con el aval, el apoyo y financiamiento de su aliado principal: Estados unidos.
El Muro de la infamia, es una estructura dotada de tecnología de última generación en materia de vigilancia: sensores infrarrojos, difusores de gas lacrimógeno entre otros artilugios. Incluye alambradas de púas de acero, zanjas, zonas dotadas de arena fina para detectar huellas, torres de vigilancia con guardias permanentes, caminos asfaltados a cada lado para permitir patrullar a los tanques y otros vehículos de seguridad, así como zonas adicionales de defensa y áreas restringidas de diversa profundidad. Puntos de control y vigilancia que se adentran, en gran parte de su construcción por territorio palestino.
El diseño del trazado no sigue el sentido definido tras el armisticio firmado entre Israel y los países árabes el año 1949 – la denominada Línea Verde – sino que se construye, según lo han señalado los propios israelitas «allí donde tenga una mayor efectividad». Y esto es, teniendo como objetivo primordial el rodear con un sistema de seguridad los 50 asentamientos israelíes ilegales donde habita un 80% de colonos judíos que incluye, además extensas áreas cultivables confiscadas a los palestinos. Se ha creado así, en territorio palestino una continuidad de los asentamientos ilegales con Israel mientras separa dicha zona del resto de Cisjordania.
Aunque aún no se concluye – cerca de un 70% de este adefesio de hormigón está terminado – cien mil palestinos residentes en 42 pueblos de Cisjordania vivirán entre el muro y la línea verde con Israel. Una docena de estos pueblos y 50 mil palestinos quedarán completamente cercados por el muro . Más del 10% de la tierra palestina de Cisjordania, unas 57.518 hectáreas, quedarán al otro lado del muro. Más de medio millón de palestinos vivirán dentro de una franja de un kilómetro impuesto por esta infame separación. En Jerusalén Este, 200 mil palestinos se verán afectados Así como también el hecho que extensas áreas agrícolas, decenas de miles de olivos y extensas áreas de tierras agrícolas han sido confiscadas y destruidas, como también se ha concretado la demolición de centenares de viviendas.
El tema del muro fue remitido a la Corte Internacional de Justicia de La Haya (CIJH) que en una opinión consultiva de julio de 2004, determinó que este Muro violaba el derecho internacional humanitario y de derechos humanos. La CIJH determinó que Israel debía detener la construcción del muro dentro de los Territorios Ocupados, desmantelar las secciones ya construidas allí y reparar el daño causado. Hasta ahora esa decisión, así como las emanadas de los propios tribunales israelíes han sido desechadas por Israel, sin que ello signifique condena alguna del Consejo de Seguridad de la ONU, sanciones por el incumplimiento de resoluciones internacionales, decisiones de boicot o sanciones. Israel, así como Marruecos, han violado la legislación internacional y han intensificado su política de ocupación y represión contra las sociedades a las cuales someten. Los gobiernos callan, los organismos internacionales no ejecutan las labores que deben realizar y el juego macabro continúa su marcha de dolor y muerte para millones de seres humanos.
El muro de la segregación estadounidense
Estados Unidos, quien fue uno de los principales enemigos del Muro de Berlín, quien trabajó por la caída de esa creación y del modelo político que lo sustentaba, es uno de los que ha creado, en su territorio fronterizo con Mèxico, una de las vallas y muros con más víctimas fatales desde que se iniciará su construcción bajo el gobierno del demócrata Bill Clinton. Más de diez mil seres humanos han muerto desde el año 1994 cuando se dio comienzo a la denominada Operación Guardián (Operation Gatekeeper) con el objetivo declarado de detener la ola migratoria que venía desde el sur. Esa política ha significado, que 500 vidas humanas de inmigrantes, principalmente mexicanos y centroamericanos, han sido cercenadas año a año desde 1994. Ya sea por abusos de los guardias fronterizos, deshidratación al cruzar el desierto entre ambos países, ahogados en los cursos de ríos o asfixiados durante el cruce en vehículos abarrotados de hombres mujeres y niños.
Hasta el momento, las muertes por un Muro que separa el sueño americano de millones de hombres y mujeres inmigrantes, ha generado en 20 años de existencia 35 veces más muertes que los 28 años del Muro de Berlín. Se une a ello las denuncias de Amnistia internacional que en un informe de agosto del 2014 consignó que « un número sorprendentemente alto de mujeres migrantes sufren abusos sexuales durante su paso clandestino por México hacia los Estados Unidos. Seis de cada diez mujeres que pasan por México en busca del sueño americano, en vez de lograrlo solo son objeto de abusos por parte de traficantes y policías». Sin embargo, ni siquiera esta constatación numérica acalla las voces que siguen denominando a la sociedad estadounidense como la más democrática del mundo.
La Operation Gatekeeper, se propuso crear, bajo la administración del ex presidente Bill Clinton un cerco que recorriera toda la frontera sur del país. Hasta hoy los sectores construidos son aquellos que dividen a California del estado Mexicano de Tijuana. Arizona de Sonora, Nuevo México de Baja California y Texas de Chihuahua y Coahuila. Este muro segregacionista está compuesto por tres secciones de tapias sucesivas a las cuales se le ha dotado de la más alta tecnología en materia de vigilancia electrónica: luces de altísima potencia, radares, sensores electrónicos, cámaras de visión nocturna, detectores de movimiento. Todo ello conectado a la denominada Border Patrol (Patrulla fronteriza). Se une a ello un cuerpo de elite militar, entrenados en materias de combate a la inmigración y a los cuales se les ha dotado de patrullas todoterreno, helicópteros y facultades legales que han merecido la repulsa de organizaciones de defensa de los derechos humanos.
El año 2011, bajo la primera administración del presidente Barack Obama, Premio Nobel de la Paz, se habían construido 1.044 kilómetros del Muro Fronterizo, que ha sido ampliado durante estos años a los 1.120 kilómetros. La idea de la administración estadounidense, en acuerdo con el Senado el año 2013 es levantar unos mil kilómetros más de muro en la frontera con México, que se extiende por 3.240 kilómetros. La disposición incluiría también duplicar el número de agentes fronterizos (hasta llegar a los diez mil). Además se prevé gastar 10 mil millones de dólares en la adquisición de «drones» para la vigilancia aérea. Gastos en represión, gastos en más armas y cero gasto en tratar de generar ideas de desarrollo en los países de los cuales provienen estos inmigrantes.
Estas iniciativas están muy lejos de resolver el problema de la inmigración y sólo benefician a las empresas que producen equipos para vigilar la frontera y a los políticos que hacen de la xenofobia, la segregación y el desprecio por los derechos de los inmigrantes su base de votos. Mientras no se vaya al fondo de las razones, que inducen a millones de seres humanos a emigrar, a buscar mejores perspectivas de vida allende sus países, el Rio Bravo del Norte seguirá siendo cruzado por millones de espaldas mojadas.
Resulta paradójico, que en el marco de la globalización, que suponía ampliaría las relaciones entre los países, abrir las fronteras, permitir el libre flujo de seres humanos, lo único que tiene esa libertad en este tercer lustro del siglo XXI sean los capitales financieros. Ellos se mueven sin restricciones. Viajan de país en país sin pedir permiso, sin mostrar pasaportes y sin que se considere que color de piel, que raza, que ideología o que religión posee.
Telón de bambú
A lo mencionado como Muros divisorios, como creaciones que separan a los seres humanos se agregan algunos, que no por menos conocidos son menos injustos e infames. En este sentido se enmarca aquel Muro/Valla, que separa a la Península de Corea en dos países y ubicado en el paralelo 38. Conocido también como el Telón de Bambú. Tras la rendición de Japón en la Segunda Guerra Mundial ese paralelo fue establecido como el límite entre la zona ocupada por las fuerzas de la ex Unión Soviética (al norte del paralelo) y las fuerzas estadounidenses (ubicadas al sur).
El año 1948, ese paralelo 38 se convirtió en la frontera entre las dos naciones creadas producto de la división ideológica de un mundo de postguerra: la República Democrática de Corea y Corea del Sur. Dos años después de este nacimiento, el 25 de junio del año 1950, fuerzas militares de Corea del norte dirigidas por Kim Il sung invadieron el territorio al sur del paralelo 38 (con el apoyo de voluntarios chinos y dotados de armamento soviético). Fuerzas de la ONU, encabezadas por tropas norteamericanas, contrarrestaron aquel ataque enfrascándose en una lucha que se prolongaría por tres años. Guerra en la cual murieron un total de tres millones de personas entre los cuales se encontraban civiles de ambas coreas, militares y también miembros del ejército norteamericano (55 mil muertos) y 500 mil milicianos chinos. El año 1953 se firmó un armisticio que fijó la nueva frontera a través de la mitad de la denominada zona desmilitarizada, que corta el paralelo 38 en un ángulo agudo de suroeste a noreste.
Con cuatro kilómetros de ancho y 250 kilómetros de largo esta larga frontera militarizada de punta a cabo ha continuado siendo la línea divisoria entre dos mundos opuestos en lo político y en lo económico. Una Corea del Sur con fuerte influencia occidental, aliada de Estados Unidos en el plano militar y económico. Y una Corea del Norte cercana a China, con un sistema político y económico que es considerado uno de los regímenes más cerrados y enigmáticos del mundo. Es una de las divisiones más tensas del mundo, que ha transitado desde la post guerra, la Guerra Fría, la caída de los socialismos reales y el mundo surgido tras la idea globalizadora del nuevo orden mundial, con 61 años de historia que refleja el conflicto sin fin en la península Coreana. Un Telón de Bambú más firme que nunca.
La muralla al Saud
Con el objetivo de defender la Monarquía Wahabita de los vaivenes bélicos e intervencionistas en Medio Oriente y el Golfo Pérsico (donde la propia Casa Al Saud ha jugado un papel fundamental al apoyar a movimientos terroristas takfirí, que son los que han generado la inestabilidad en la zona junto a las intervenciones de las potencias occidentales, aliadas de Arabia Saudita) la casa real de este país ha comenzado a fortificar su territorio con el objetivo de aislar esta Monarquía hereditaria, a lo largo de 9 mil kilómetros de fronteras, en lo que se considera será la barrera de seguridad más larga y costosa del mundo. La idea es acordonar este país de sus vecinos fronterizo: Irak, Yemen, Bahréin, Emiratos Árabes Unidos, Omán, Kuwait y Jordania.
El proyecto, que ya tiene algunas etapas concluidas es llevado a cabo por el consorcio de Defensa y Seguridad EADS y Al Rashid Trading & Contracting Co. que tienen participación también en el Muro de la Infamia de Cisjordania y que dieron sus asesoría para la construcción y mantenimiento del Muro de la Vergüenza que separa a las comunidades saharauis del Sahara Occidental. En las zonas donde haya más presencia de ciudades y pueblos las autoridades sauditas han señalado que se contará con una barrera física y en las zonas menos pobladas y desérticas el proyecto se proveerá de vigilancia satelital, cámaras, radares, sensores electrónicos, centros de detección costeros y aeronaves de reconocimiento para detectar intrusos y enviar patrullas de intervención rápida.
Ya existe en la frontera con Yemen una estructura divisoria de 1.800 kilómetros de largo, consistente en una red de sacos de arena y tuberías rellenas de concreto, dotadas a su vez de equipos y sensores de detección electrónica. Esta división se unirá al muro de 900 kilómetros de largo anunciado por el Rey Saudita Abdalá Bin Abdelaziz, en septiembre del 2014 que permitirá, según el monarca «disminuir el número de infiltrados y de traficantes de drogas, armas y ganado hasta cero» es decir aislar al Reino Wahabita de los acontecimientos en Irak. A pesar de las palabras de Abdalá el objetivo es proteger a Arabia Saudita de la influencia de una de las criaturas que ayudó a crear: El Movimiento Takfirí Estado islámico (Daesh en árabe) que ya tiene bajo su control vastas áreas del norte de Siria y el norte Iraquí. Esta construcción estará dotada de cinco capas, con torres de vigilancia, vehículos y radares. Ocho puestos de control y dirección, 32 centros de reacción rápida, 3 destacamentos de tropas de intervención inmediata, varias torres de observación, 50 radares y 10 vehículos de vigilancia.
Las vallas de la indignidad
España, que durante décadas fue país de emigrantes, que llegó con sus hijos a tierras americanas, que tras el triunfo del Franquismo vio embarcar a miles de sus ciudadanos allende el Atlántico y mandó como mano de obra a miles de hombres y mujeres a trabajar los campos más ricos de Europa. Esa España, que hoy tras la crisis económica que envuelve a Europa ha vuelto a transitar por el camino del desangramiento de sus hijos, es también un tapón a las aspiraciones de miles de inmigrantes, principalmente subsaharianos, que anhelan una mejor vida en la Unión Europea.
En su papel de vigilante, de freno a esos afanes, España en sus enclaves coloniales de Ceuta y Melilla, por decisión de sus socios europeos decidió construir a fines del siglo XX dos barreras físicas en esas dos ciudades autónomas ubicadas en suelo norafricano, que representan la entrada más directa a suelo europeo desde el lado africano del estrecho de Gibraltar. La ciudad de Ceuta, con 8.2 kilómetros de vallas metálica y alambras, unido a Melilla con sus 12 kilómetros del mismo material, están dotadas de cámaras infrarrojas, difusores de gas lacrimógeno, detectores de movimiento, cuchillas en las alturas de las rejas, sistemas que impiden colocar escaleras, cables tranzados y vigilancia por tropas armadas representan la antítesis de los mismos sueños que sus habitantes buscan en otras tierras, donde difícilmente se les cierra las puertas, se le reprime o encierra en barracones para impedir que emigren.
Las ciudades de Ceuta y Melilla con su vallas son una imagen medieval, ciudades amuralladas con indeseables tratando de traspasar sus alambradas: negros, árabes, magrebíes y subsaharianos tratando de buscar mejores perspectivas de vida al otro lado del que alguna vez se denominó Mare Nostrum. Estremece ver las imágenes de centenares de seres humanos durmiendo a la intemperie, adormecidos con el denominado «Efecto Llamada» a los pies del Monte Gurugú en Marruecos, esperando el momento de lanzarse a la abordaje de sus sueños y muriendo en esos intentos, como sucedió el pasado mes de enero cuando 15 de estos inmigrantes murieron alcanzados por proyectiles de la Guardia Civil española.
Ceuta y Melilla son los cercos de la indignidad, de la injusticia, del llamado que el propio occidente ha hecho de las bondades de sus sistemas y que después cierra de un portazo en las narices de miles de «indeseables». Condenados a tratar de sortear una de las fronteras más vigiladas y protegidas del mundo. Iñigo Moré autor del libro Borders of Inequality publicado por la universidad de Arizona en Estados Unidos señala que «la presión migratoria seguirá existiendo mientras existan los actuales niveles de desigualdad: Los asaltos a la frontera en Ceuta y Melilla no responden a explicaciones conspiratorias ni nada por el estilo. Los africanos saben cuál es el nivel de desigualdad que hay entre Europa y sus países de origen. Por eso vienen. Por ejemplo: el PIB de España, con 47 millones de habitantes, es superior al agregado de los 53 países africanos con sus 1.300 millones de habitantes. Nuestro país tiene el récord mundial de desigualdad con respecto a sus vecinos».
El problema en Ceuta y Melilla, así como en el muro de segregación entre México y Estados Unidos y también en el existente entre Zimbabue y Botsuana, en materia de inmigración: es el de la desigualdad. El de las profundas diferencia entre el desarrollo de un sector del planeta y otro que se hunde en el marasmo de la miseria. Y ello seguirá así, mientras no se apliquen medidas de fondo, estructurales, en una situación no podrá solucionarse por más altas que se levanten las rejas, por más cuchillas que se coloquen en las cimas de las vallas, por más gruesos que sean los muros y por más represión que se ejerza.
El desarrollo social, económico, el fortalecimiento de las estructuras democráticas pero también el respeto a la historia y costumbres de los países de origen de los inmigrantes debe ser una tarea compartida, tejiendo alianzas que permitan potenciar las capacidades de cada uno de esos países, invertir en desarrollo y no en caridad. Sustentar un comercio justo, pagando precios reales por los productos que los países más desarrollados importan. No seguir en el abuso crónico de nuestras naciones, en un neocolonialismo donde se niega el acceso a tecnologías, a patentes farmacéuticas, a inversiones que potencien la industria local, que protejan a los pequeños agricultores, que globalice los intereses de los ciudadanos y no sólo el capital financiero. Medidas complejas, difíciles y de escasa recepción porque el modelo de desarrollo de nuestro planeta está basado, precisamente, en la explotación de otros seres humanos, por parte de aquellos que suelen proteger sus torres de marfil.
Resulta sintomático comprobar, que en los muros donde se frena el avance de seres humanos deseosos de llegar a otras tierras, el tránsito de drogas, el comercio ilegal, contrabando y el tráfico de seres humanos para ser explotados y prostituidos, se intensifica día a día. En quince de los veintes muros más conocidos del mundo el narcotráfico, campea a su anchas. La heroína, el hachís, la cocaína son algunos de los productos que suelen atravesar sin grandes dificultades las rejas impuestas por los gobiernos, generando con ello altísimos niveles de corrupción entre la burocracia, las fuerzas militares y los funcionarios y traficantes de ambos lados de las fronteras.
Muros sociales. políticos, religiosos
La construcción de muros, vallas, rejas, empalizadas, cercas, alambradas, separaciones continúan siendo una práctica habitual ya sea para impedir la entrada o salida de inmigrantes y emigrantes, ocupar territorios que no le pertenecen a la potencia que construye este instrumento de represión o simplemente para, dentro de un mismo país segregar a sus propios connacionales por razones económicas, sociales, religiosas y de origen racial.
Tal es el caso de los muros que el Estado de Rio de Janeiro en Brasil está construyendo y ha construido alrededor de las favelas del Barrio Santa Marta y la Rocinha (a los que se unirán otras once favelas de menores dimensiones). En el barrio de Santa Marta se levantaron ya 600 metros de muralla, mientras que en Rocinha – favela con 250 mil habitantes – el gobierno de la ciudad acordó limitar estos muros a las zonas con peligro de deslizamiento. El resto se compondrá, según las autoridades, de senderos ecológicos y parques. La excusa gubernamental es que dichos muros son para impedir el crecimiento de este tipo de barrios y al mismo tiempo proteger la flora y fauna de las colinas que rodean Rio de Janeiro. A esa idea, las organizaciones críticas de esta construcción alegan que dichos muros simplemente son para aislar a los barrios más empobrecidos y separarlos así de las zonas más lujosas de Rio, al mismo tiempo que se intensifica la lucha contra el narcotráfico que suele estar radicado en estas favelas.
En Irlanda del Norte, específicamente en su capital, Belfast, a partir del año 1969 se comenzaron a erigir las denominadas «línea de paz» como medida temporal para separar a las comunidades católicas y protestantes de este enclave inglés en territorio irlandés. Son una serie de barreras de separación, que a pesar de los acuerdos de paz firmado entre Londres y el Ejército Republicano irlandés (IRA) el año 1998 siguen en pie e incluso el último de esos muros fue levantado el año 2013 en los terrenos de una escuela primaria, tras una serie de hechos que tensionaron la convivencia entre ambos grupos religiosos. Se calcula, que en total, existen unos 20 kilómetros de murallones y como muestra de su presencia, las puertas de hierro que separan al este unionista (aliado del Reino Unido) del sector mayoritariamente independentista y republicano se cierra cada noche en un virtual toque de queda.
En Europa central se yergue Eslovaquia. Allí las autoridades, principalmente de algunos municipios de sus principales ciudades, sobre todo en los últimos ocho años han estado construyendo una serie de muros (14 hasta el momento) destinado a separar a la comunidad romaní del resto de la sociedad eslovaca. Velka, Ida, Kosice y Ostrovany son algunas de estas ciudades donde estos baluartes de la segregación tratan, según las autoridades municipales, que han dado órdenes de levantar estas barreras «de evitar un infierno diario a las personas que viven cerca de los barrios gitanos».
La Comisión Europea pidió la destrucción del último muro de hormigón levantado en la capital eslovaca (declarada Capital Cultural de Europa el año 2013) alegando que «la construcción de barreras físicas representan una ruptura con los valores sobre los que se fundamenta nuestra Unión, incluido el respeto de la dignidad humana y los derechos humanos, también de los de las personas pertenecientes a minorías» según expresó el Comisionado responsable de Educación y Cultura, Androulla Vassiliou, en una carta al alcalde de Kosice, Richard Rasi. A pesar de estas palabras y esta exigencia la Comisión Europea no se ha pronunciado por otros muros y barreras tan arbitrarias, injustas y violatorias de los derechos humanos como las que construyó España en Ceuta y Melilla.
En la misma civilizada y milenaria Europa, en una pequeña isla del Levante Mediterráneo se encuentra Chipre. Allí las comunidades griegas (mayoritarias) y turcas ocupaban distintos barrios de su capital, Nicosia, constituyendo de facto una línea divisoria que se materializó tras la declaración de Independencia de Chipre el año 1960 y una serie de enfrentamientos el año 1963, que obligaron a las autoridades británicas, en un trabajo conjunto con fuerzas griegas y turcas presentes en la isla a dividir la capital mediante una denominada Línea Verde. Una franja desmilitarizada patrullada por una Misión de las Naciones Unidas.
Esta línea, que se extiende por 180 kilómetros, divide a la isla en dos y se fortaleció con la invasión por parte de Turquía de la isla en julio del año 1974, convirtiéndose de facto en frontera cuando el año 1983 la parte norte de la isla, ocupada por Turquía se proclamó como República Turca del Norte de Chipre. Entidad que ha sido reconocido sólo por las autoridades e Ankara. Esta franja, patrullada por las Naciones Unidas, no solo divide la isla en dos, sino que partió por la mitad multitud de pueblos y ciudades, entre ellos su capital.
En otro plano, en el sur de África la separación no distingue entre la Fiebre Aftosa y los Inmigrantes, pues la valla construida por el gobierno de Botsuana que lo separa de su vecino de Zimbabue, tiene como argumento principal el impedir la propagación de la fiebre aftosa entre el ganado de ese país surafricano, que es la segunda fuentes de ingresos de divisas después de la explotación diamantífera. La empalizada en cuestión, construida a partir del año 2003, con alambre de púas, tiene dos metros y medio de altura y se extiende a lo largo de unos 500 kilómetros. La idea original contemplaba electrificarla y vigilarla con un cuerpo especial, sin embargo, las propias condiciones geográficas y el costo económico impidió dicha idea pero…la cerca sigue allí dividiendo a dos pueblos, uno con mayor nivel económico que el otro, pero ambos muy lejos de los mejores indicadores de desarrollo humano
La explicación de las autoridades de Botsuana no dio satisfacción a las autoridades de Zimbabue que consideran la construcción de esta valla no como una medida fitosanitaria, sino que está destinada a detener el creciente flujo de inmigrantes de su país, en busca de mejores oportunidades de vida en su vecino. La economía de Zimbabue está en ruinas con niveles de hiperinflación que han llegado al 100 mil por ciento y un tasa de desempleo del 90%, junto a una crisis sanitaria de envergadura como es el caso del virus VIH que afecta a un 30%% de la población. Como consecuencia del estado del país, son miles los habitantes de Zimbabue que tratan de cruzar a Botsuana como también a Sudáfrica, que son consideradas dos de las economías más prosperas del continente africano.
En Asia Central, en una de las zonas «calientes» del mundo, Uzbekistán se ha dotado de alambres de púas, cercas electrificadas, campos minados para poner una barrera que impida, según el gobierno uzbeco la entrada de «militantes islámicos radicales» de las vecinas Afganistán, Kirguistán y Tayikistán. En una política ampliamente respaldada por Estados unidos que ve en esta relación con el gobierno Uzbeco la posibilidad de acceder no sólo a las riquezas hidrocarburíferas de esta ex República Soviética sino también servir de aliado en su lucha contra el talibán y país tapón contra los afanes de hegemonía rusa en la región.
La frontera entre Uzbekistán y Afganistán está dotada de una cerca electrificada con 380 voltios, que se unen a los 1.100 kilómetros de alambres de púas que separan a este país de Kirguistán. Con Tayikistán, los 1.500 kilómetros de longitud, la barrera de alambre de púas está reforzada por campos de minas antipersonales sin estar dotadas de mapas o seguridad de dónde se encuentran estos campos lo que constituye altísimos niveles de inseguridad.
Derribar los muros
Sea en América del Norte, África, Asia Central, Medio Oriente, Europa o el Lejano Oriente los muros, las vallas, las cercas y alambras son creaciones destinadas a separar, a dividir, a segregar, a hacer más injustas las relaciones entre nuestras sociedades. El mundo del Tercer Milenio muestra la marcha de un sistema, parafraseando la frase de un fallecido Príncipe de la Iglesia, como «intrínsecamente perverso», donde la riqueza social, conseguida a golpe de reivindicaciones, luchas, prisión, represión y muerte de millones de hombres y mujeres a lo largo de la historia, ha quedado concentrada en unas pocas manos.
Un mundo donde caminamos conscientemente hacia la autodestrucción de la naturaleza. Una etapa histórica donde se ha agravado la brecha entre ricos y pobres y la miseria se ahonda según se aleja de la holgura soberbia de los poderosos. Brechas donde los muros permiten taponar las exigencias, frenar los anhelos, detener los sueños de mejores perspectivas de vida.
La mutación del orden mundial ha estado marcada por numerosas y sucesivas crisis, junto con sus cíclicas recuperaciones, sobre todo desde finales de los años setenta. Estas dificultades están signadas por la aparición de contradicciones que ponen en peligro la propia supervivencia de los seres humanos. Una de ellas es la irracionalidad del capitalismo global, sostenido en su incesante búsqueda de ganancias en la destrucción de la naturaleza. Como nunca antes, en la historia de la humanidad, han coincidido tantos y tan complejos problemas al mismo tiempo: hambrunas periódicas, guerras, pobreza y miseria en gran parte de la humanidad, diferencias abismales entre los países desarrollados y los subdesarrollados, cesantía y baja calidad del trabajo.
Todo ello unido a una capacidad de destrucción militar que se ha puesto en marcha para someter a aquellos que no se enrielan en las vías señaladas por el gobierno global. A lo que se agrega, sobre todo a partir de la década de los noventa del siglo XX, uno de los mayores movimientos migratorios que ha tenido la modernidad: desde las zonas más pobres del mundo hacia los sectores más desarrollados; ya sea dirección Este-Oeste o Sur-Norte incluyendo la propia migración campo-ciudad que está despoblando las zonas rurales de todo el planeta. Y en ese plano los muros cumplen su papel de puntas de lanza del dominio, separando en materias religiosas, económicas, sociales, políticas y militares.
Se han apagado los ecos de la conmemoración por los 25 años de la caída del Muro de Berlín, celebraciones, documentales, charlas, programas especiales y sin embargo, los otros muros, las otras barreras continúan allí en el marco de una cosmovisión cuyo objetivo es consolidar el objetivo del pensamiento único, que es construir también un mercado único. En ese plano, derribar esos muros se convierte en un imperativo moral, político y vital.
Artículo del Autor cedido por Hispantv.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.