Transcurridos treinta años de la creación de la República Islámica, el ala conservadora, la que siempre ha tenido en sus manos los resortes fundamentales del poder, se ve afectada por un grado de división sin precedentes. Y no está claro que lleguen a buen puerto las medidas adoptadas para superarla. Hasta las elecciones del 23 […]
Transcurridos treinta años de la creación de la República Islámica, el ala conservadora, la que siempre ha tenido en sus manos los resortes fundamentales del poder, se ve afectada por un grado de división sin precedentes. Y no está claro que lleguen a buen puerto las medidas adoptadas para superarla.
Hasta las elecciones del 23 de mayo de 1997, las relaciones políticas de la sociedad iraní se establecían, básicamente, en términos de dualidad izquierda-derecha. Izquierdas eran los defensores de la idea de justicia social, herederos de la corriente del gobierno de Mir Hosein Musaví , los estudiantes en «la línea del Imam» y de formaciones del tipo de Tahkim-e Vahdat -unión de asociaciones de estudiantes de todo el país-, o también la Asamblea de los Clérigos Combatientes ( rohaniun ). Por su parte, el ala derecha estaba formada principalmente por la unión de las fuerzas del bazar y el clero shií, representados políticamente por la Sociedad del Clero Combatiente ( rohaniat ), la Sociedad de Docentes de las Escuelas Teológicas de Qom , el Colectivo Coalición Islámica ( motalefé ) y la Sociedad Islámica de Ingenieros . Ni la aparición del Partido Ejecutivos de la Reconstrucción en los últimos años de la presidencia de Rafsanyani , ni un reparto algo diferente de los escaños en la V Asamblea (1996-2000) introdujeron ningún cambio fundamental en esa dicotomía del espectro político iraní.
Sin embargo, la victoria inesperada de Mohammad Jatamí en 1997 transformó de manera radical el escenario. El golpe que supuso la derrota electoral del 23 de mayo ( 2 de jordad en el calendario iraní) sumió al ala derecha en un periodo de confusión y dispersión, lo que hizo posible que algunas personalidades y corrientes de esa ala, que apenas se habían destacado en las dos primeras décadas transcurridas desde la Revolución y eran consideradas marginales, encontraran la oportunidad de exponerse.
Entre las características principales de los nuevos exponentes de la derecha estaban la promoción de una concepción populista de la justicia y una tendencia más acusada al bloqueo de los ámbitos político y cultural. Sus altavoces políticos eran publicaciones de nuevo cuño como Sobh («la mañana») o Yalesarat («Por la sangre (de Hosein)»), o formaciones nuevas como Isargarán (« Abnegados «). Una característica más de estas fuerzas era su relación aún más estrecha con la red de milicias «basiyíes» y la Guardia Revolucionaria , hasta tal punto que más adelante, al intensificar el apoyo que les prestaban basiyíes y Pasdarán en sucesivas elecciones, sus oponentes los designarían como «el partido de los cuarteles».
Figuras y corrientes marginales toman el centro
Fue esta derecha de nuevo cuño la que pudo, en las segundas elecciones a consejos municipales, acceder al consistorio de Teherán y de varias ciudades más por todo el país. Mahmud Ahmadineyad se convirtió en el rostro más destacado de la corriente y el consejo de Teherán, en el que se había impuesto esta tendencia ascendente gracias, entre otros, a su esfuerzo y su labor organizativa, lo alzó a la alcaldía de la capital. En las IX elecciones presidenciales , año 2005, las fuerzas aliadas del bazar y el clero conservador, ya entonces autodenominadas como «principistas» (osulgarayán), fracasaron a la hora de promover desde el principio una candidatura de consenso, que sería la de Alí Lariyaní . Al ser este derrotado en primera vuelta, se vieron en último extremo obligados a sumarse a otro grupo principista formado en torno al apoyo a Ahmadineyad, para apoyarlo frente a Rafsanyaní.
Así fue como los sectores más organizados de la derecha se vieron obligados a trasladar su apoyo a otra facción, entonces casi carente de estructura organizativa conocida y cuyo patrocinio, no público, provenía en su mayor parte de los organismos militares y policiales. La entrada en juego de estos cuerpos, cada vez más activos en la política iraní, hasta el punto de adquirir una posición central dentro de la derecha, complicó progresivamente la división de esta.
Tras la controvertida victoria y acceso de Ahmadineyad al palacio presidencial, su círculo de partidarios vio el terreno libre de competidores y llegó a la conclusión de que la popularidad del presidente del gobierno los eximía de la obligación de concertarse con los principistas que en las elecciones presidenciales de 2005 apoyaron en primera instancia a otros candidatos. De modo que aquellas personalidades de derechas que accedieron en un primer momento al IX gabinete solo en razón de cálculos de interés fueron después, una tras otra, apartadas y sustituidas por personas más cercanas a Ahmadineyad.
Al acercarse las X elecciones presidenciales (2009), el propósito de impedir el regreso al poder de los reformistas se convirtió de nuevo en factor unificador de la derecha, y los principistas que se habían mostrado críticos con el primer gobierno de Ahmadineyad prefirieron mal que bien, frente a un oponente de la talla de Mir Hosein Musaví, apoyar al presidente saliente. En particular, porque el Líder Supremo de la República Islámica, que para los principistas tiene la última palabra, apoyaba a Ahmadineyad.
Un apoyo con consecuencias indeseadas
Al salir de las urnas con polémica el nombre de Ahmadineyad en junio de 2009, el empeño categórico del Líder Jameneí, de la Guardia Revolucionaria y de las milicias basiyíes en afianzar su «triunfo» y obligar al silencio a quienes se oponían y protestaban tuvo como resultado práctico otorgar a Ahmadineyad una posición aún más preeminente dentro de la derecha, incrementando su capacidad de maniobra frente al resto de corrientes de esa ala. Ese poder aumentado se manifestó en un mayor desentendimiento respecto al clero conservador y nuevos desafíos al Parlamento y a sus decisiones, así como designaciones y destituciones de ministros clave sin coordinarlas con el ayatolá Jameneí.
En los dos años transcurridos del segundo mandato de Ahmadineyad, las diferencias del presidente y sus principales círculos de influencia con las demás corrientes principistas no han hecho sino agravarse día tras día. Amir Mohebbián , ideólogo influyente de la derecha, ha expresado recientemente: «nosotros ya sabíamos desde el principio que el Sr. Ahmadineyad, aun siendo amigo nuestro, se convertiría en competidor en su segundo mandato. Lo que él quiere es presentarse a las elecciones presidenciales de 2013 con su propio equipo y su propio candidato». Con vistas a dichas elecciones, los círculos próximos a Ahmadineyad (incluidos sus influyentes consejeros y secretarios), han trabajado para apropiarse de cierto número de proyectos financieros, bancarios e industriales y así crearse una base económica y administrativa con la que afianzar el poder de su corriente, beneficiándose para ello de los medios y capacidades del Estado. Y todo eso no ya en los dos últimos años, sino desde los primeros años del IX gabinete, 2005-2009. Una serie de proyectos controvertidos en los ámbitos social y económico, así como un nacionalismo de nuevo género en las declaraciones y propaganda del presidente del gobierno y de sus colaboradores cercanos forman también parte de los intentos por atraerse a una franja más amplia de la sociedad, que pudiera permitirles prescindir en mayor medida de la base económica y social que suponen los sectores y corrientes tradicionales del principismo. Podrían así obtener una mayor independencia respecto, incluso, de los círculos militares y de inteligencia.
Una unidad difícilmente alcanzable
A pesar de todo ello, las perspectivas del proyecto político de Ahmadineyad y sus asociados se ven cubiertas de incertidumbre por la brecha creada en mayo de este año entre los círculos próximos al presidente del gobierno y los principistas, tras destituir Ahmadineyad al ministro de Inteligencia y reintegrarlo de nuevo el ayatolá Jameneí.
Los principistas tratan de unirse con el fin específico de evitar que en las elecciones parlamentarias de marzo de 2012 primen las candidaturas de los partidarios de Ahmadineyad, cuyo triunfo podría abonar el terreno para que se impusieran también en las elecciones presidenciales del año 2013, lo que les permitiría ya maniobrar a sus anchas. Para contrarrestar el proyecto electoral de Ahmadineyad y sus asociados, los principistas han creado un Comité de Unidad Principista, compuesto a su vez por dos comités de 7 y 8 personas (7+8).
El comité de los 7, formado por los representantes de la Sociedad del Clero Combatiente y la Sociedad de Docentes de las Escuelas Teológicas de Qom (4 personas), además de Habibollah Asgarowladí , Haddad-Adel y Alí-Akbar Velayatí .
El comité de los 8 incluye a representantes de distintos grupos principistas: 6 personas corresponden al Frente Unido Principista , que incluye el Frente de Seguidores de la Línea del Imam y el Líder , el Colectivo de Abnegados de la Revolución Islámica ( Isargarán ), el Colectivo Caminantes de la Revolución Islámica ( Rahpuyán ) y el Frente de Fuerzas de la Revolución. Alí Lariyaní, presidente del Parlamento, y Mohammad Baqer Qalibaf, alcalde de Teherán, tendrán también cada uno un representante en este comité.
La presencia en el Comité de Unidad de representantes del Frente de Fuerzas de la Revolución plantea dudas sobre hasta qué punto entrarán en competencia los candidatos del comité con la «corriente desviada», título asignado por los principistas a los círculos asociados a Ahmadineyad, de entre los que consideran a Esfandiar Rahim Mashaí ( web ), jefe de la oficina presidencial, como la figura principal. En el Frente de Fuerzas de la Revolución figuran personas como Ruhollah Hoseinián y Sadeq Mahsulí , principistas que en años pasados se han contado entre los más acérrimos defensores de Ahmadineyad. Afirman ahora, sin embargo, que su característica común es la «convicción en el Liderazgo Supremo, simpatía por el señor Ahmadineyad y relación ninguna con el señor Mashaí», a pesar de que la mayor parte de las conexiones de Ahmadineyad, así como sus consultas, se producen a través de personas como Mashaí y de que los esfuerzos de parte de los principistas por establecer diferencias ideológicas y operativas entre ellos obedecen sobre todo a una táctica encaminada a mantener los apoyos a Ahmadineyad. Estos esfuerzos convergen además con el planteamiento que hace el ayatolá Jameneí, quien ve todavía más coste que beneficio en eliminar a Ahmadineyad, y asimismo sirven para librar a dichos principistas de la acusación de colaboración de la «corriente desviada».
Las posibilidades de éxito del Comité de Unidad se ven también puestas en entredicho por el descontento existente en varias corrientes principistas por el modo en que se ha creado y la distribución de las cuotas dentro del comité. La ausencia de miembros de las 11 formaciones que componen el Frente de Resistencia del Irán Islámico, próximas a Mohsén Rezaí ( web y agencia ) muestra que en el comité no están todos los que son, y pone de relieve las divisiones existentes entre los principistas.
Hasta las elecciones presidenciales del año 2009, el vínculo que unía a los principistas era el enfrentamiento con los reformistas. Ahora sin embargo parece haber demasiadas dudas y contradicciones sobre la necesidad y la orientación de la unidad de los principistas como para que puedan mantenerse ocultas.
Unidad maquinal y forzada por las circunstancias
Algunas corrientes principistas, como el partido de la Coalición Islámica o el clero ultra conservador siguen invocando el enfrentamiento con los reformistas como base de entendimiento y unidad de los principistas en las próximas elecciones. Otras personalidades niegan, como el diputado Alí Motahharí, que sea necesaria unidad alguna de los principistas, salvo en caso de surgir reformistas en ruptura con el sistema político. Existen además otras corrientes en el espectro, partidarias de enfrentarse de manera conjunta tanto a los reformistas como a la «corriente desviada». Mohsén Rezaí y las formaciones que le son cercanas ven por su parte el factor justificativo la unidad de los principistas en la necesidad de «resistir frente a las presiones extranjeras».
Según algunos analistas, la inusitada división en cuanto a cuáles deban ser las bases y objetivos de la unidad principista no ha dejado en ningún momento de acrecentarse en función de la visión de cada grupo de su propia relación con el gabinete de Ahmadineyad y con sus planteamientos pasados y futuros. En opinión de dichos analistas, el apoyo absoluto del Líder Jameneí a Ahmadineyad primero, y la «insumisión» actual del presidente de la República después, han erosionado el prestigio y el peso político del ayatolá Jameneí entre algunos sectores principistas, hasta el punto de que sus opiniones y declaraciones no son ya consideradas terminantemente, como lo eran antes, palabra final que cierra las disensiones y los debates internos del bando principista.
A falta de nueves meses para las elecciones al Parlamento, la dispersión, la ausencia de unidad teórica y las competiciones entre las distintas corrientes principistas aparecen como la característica principal de la derecha. El ideólogo principista Amir Mohebbián ha declarado en una entrevista reciente: «imagino que esta última configuración [de los principistas] creará algo más de confusión entre ellos, pero al final llegarán a un mecanismo que cree algún tipo de unidad, una unidad circunstancial más que de fondo, aunque no está claro lo eficaz que pueda ser una unidad maquinal de este tipo».
Mohebbián expresa estas dudas en un momento en que la magnitud de las exigencias sociales, políticas y económicas de la sociedad iraní; las ambiciones de mayor cuota de poder que albergan el gabinete y sus principales círculos de asociados; los consiguientes intentos de marginalizar a antiguos aliados principistas; la pérdida de prestigio e influencia de los grandes ayatolás y los patriarcas de las distintas corrientes principistas; y la presencia, que sigue siendo notable, de los reformistas en el ámbito político iraní, crean una situación compleja para los principistas. Algunos expertos opinan que los principistas no tendrán fácil salir de la actual situación y conservar los privilegios políticos de que gozan en las instituciones de la República Islámica mediante las fórmulas usadas en el pasado, ni beneficiándose como ha sido habitual, de los recursos y medios económicos y de inteligencia, tanto oficiales como extra oficiales. Es de esperar que las próximas elecciones parlamentarias y presidenciales provoquen como reacción no la unidad sino una mayor divergencia entre los principistas.
Traducción de Pedram Garousi
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