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Los retos del EZLN

Fuentes: Rebelión

Un Programa de Lucha Nacional Con la Sexta Declaración de la Selva Lacandona, el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) redimensiona los once puntos que conforman su programa estratégico dado a conocer el primero de enero de 1994: luchar por trabajo, tierra, techo, alimentación, salud, educación, independencia, libertad, democracia, justicia y paz y que ha […]

Un Programa de Lucha Nacional

Con la Sexta Declaración de la Selva Lacandona, el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) redimensiona los once puntos que conforman su programa estratégico dado a conocer el primero de enero de 1994: luchar por trabajo, tierra, techo, alimentación, salud, educación, independencia, libertad, democracia, justicia y paz y que ha reiterado en las Declaraciones anteriores junto a las propuestas e inventivas propias que alentaron la movilización de sus propias fuerzas y la de amplios sectores sociales.

Esta Declaración, como las anteriores, responde a una situación específica en un contexto de cambios en la estructura económica (11 años de la implementación del TLCAN) y la profundización de la crisis institucional en nuestro país, así como de transformaciones permanentes en los ámbitos regional y mundial.

No es más de lo mismo como algunas voces aseguran (Convención Nacional Democrática, Movimiento de Liberación Nacional, Intercontinentales) con todo y sus riesgos que la nueva situación impone. Se trata de una fase del zapatismo, de la culminación de una etapa y la apertura de otra que implican una serie de nuevas medidas encaminadas y nuevas experiencias acumuladas para reorganizar, por un lado, su estructura interna (juntas de buen gobierno y ejército) y, por el otro, su accionar externo (estructuras de simpatía y adhesión civil) más el componente de buscar alianzas, con el fin de provocar un cambio cualitativo y de transformación orgánica que permita revalorar sus avances, sus retrocesos, sus aciertos, sus errores, las tácticas aplicadas y los métodos utilizados durante los once años cumplidos tras el levantamiento armado y, con todo ello, preparar una nueva ofensiva política que no militar para el cambio profundo, de abajo hacia arriba y por la izquierda, que vaya coadyuvando en la construcción de un polo político opositor al régimen (clases dominantes, instituciones gubernamentales y partidos políticos electorales) que eventualmente genere la alternativa viable con garantías para resolver las necesidades básicas y espirituales de la población.

El nuevo llamado zapatista, en las condiciones prevalecientes, contiene tres elementos que lo hacen distinto de los otros cinco, que podrían revitalizar al EZLN y que también podrían cambiar significativamente la correlación de fuerzas a nivel nacional: 1) la necesidad de levantar un programa clasista de lucha, 2) el reconocimiento de otros actores y sujetos sociales, y 3) la actividad política pública frente a los intentos de profundizar el empobrecimiento del pueblo y la entrega de la soberanía nacional.

1. Programa clasista

Al hacer una caracterización de la situación política y económica prevaleciente en México y el mundo, el EZLN identifica al sistema de dominación y lo llama por su nombre: el capitalismo. Esto implica necesariamente el relanzamiento del análisis con las categorías teórico-metodológicas que explican claramente su génesis y su desarrollo, así como su naturaleza intrínseca de despojo y explotación de los trabajadores del campo y de la ciudad en aras de generar la mayor ganancia económica de unos pocos, las contradicciones que brotan de la lucha entre desposeídos y acaparadores, dominados y dominadores, sus efectos en todas las áreas de la vida social y la profundización de la discusión política ideológica entre las clases, sectores de clase, género y etnia, confrontadas en el actual contexto de la internacionalización del capital a gran escala y con un acelerado ritmo.

El llamado, entendido como la definición política estratégica de buscar una alianza histórica con los obreros, los trabajadores del campo y la ciudad, así como con los sectores excluidos, no es abstracto, sino que recae necesariamente en el contexto actual de la ofensiva gubernamental por despojar a los trabajadores de sus derechos laborales, reformar la Ley Federal del Trabajo, gravar con impuestos las medicinas y los alimentos, acabar con los contratos colectivos de trabajo, acabar con la seguridad social, profundizar el empleo precario, alentar la explotación en las industrias maquiladoras, privatizar la educación y entregar al capital extranjero las riquezas naturales y energéticas de la nación, medidas todas que han obtenido también respuestas puntuales por parte de los trabajadores que han sabido cuestionarlas con seriedad y frenarlas en su mayoría con movilizaciones, acuerdos amplios, tácticas y alianzas coyunturales, incluso con ciertos sectores de la clase política en el Congreso de la Unión.

Hasta el momento no se ha cumplido la segunda generación de reformas neoliberales llamadas estructurales y esto se ha convertido en una victoria parcial del joven movimiento de los trabajadores. Tres años de movilizaciones (2003) han hecho madurar a las organizaciones obreras, dándoles brillo luego de la ofensiva neoliberal y tras años de derrota tras derrota desde el ingreso de México al GATT y la denominada reconversión industrial del ex presidente Miguel de la Madrid Hurtado, inicios del neoliberalismo en nuestro país.

Se está ante un sujeto político en construcción con clara vocación y herencia de lucha en la historia nacional. Los trabajadores electricistas, del Seguro Social, de los servicios, maestros, campesinos y estudiantes, han concretado, no sin ciertas dificultades, una plataforma de lucha con un programa mínimo y de unidad que da contenido y forma al único espacio independiente y organizado de la clase trabajadora (aunque podrían organizarse más con todo y lo que eso conlleva).

Así, la nueva iniciativa zapatista es una afrenta para buscar y encontrar los medios políticos que faciliten dicha alianza en lo concreto y, de esta forma, dar el salto estratégico con el fin de presentar un programa de lucha nacional que incluya tanto al Plan la Realidad-Tijuana y al Programa Mínimo no Negociable, por un nuevo pacto nacional, es decir, una nueva Constitución.

El Plan la Realidad-Tijuana pone en el centro la defensa de la soberanía nacional y la búsqueda de restituirle a la política su complemento ético: respeto a la diversidad y solidaridad con los agredidos; en tanto, el Programa Mínimo no Negociable se centra en la defensa de los derechos sociales aún presentes en la Constitución y también en la defensa de la soberanía nacional. Los dos se oponen al neoliberalismo y perfilan un proyecto verdaderamente alternativo. Por tanto, hay plena coincidencia en el horizonte de ambos proyectos, base para abrir la discusión sobre las formas, métodos y caminos a recorrer, bajo el principio de la unidad de los explotados y marginados.

2. Otros actores y sujetos sociales

La lucha actual de los trabajadores en nuestro país es producto de un proceso largo y lento, pero con frutos y resultados positivos que van prefigurando un amplio y poderoso movimiento obrero. Ante la ofensiva neoliberal y el despojo de los derechos ganados en la historia de nuestro país, los trabajadores han desplegado de manera imaginativa sus fuerzas que se han materializado en los últimos años en movilizaciones masivas que van desde caravanas nacionales en noviembre de 2004 y mayo de 2005, un paro nacional con buena repercusión en agosto de 2004, dos diálogos nacionales por un proyecto alternativo al neoliberalismo en 2004 y 2005 y la osadía de frenar los intentos de completar el círculo de las llamadas reformas estructurales de libre mercado durante todo el sexenio de Vicente Fox.

Se trata, efectivamente, de un movimiento defensivo en la práctica, pero también esboza nítidamente un programa mínimo estratégico, producto de discusiones dentro y fuera de las organizaciones participantes que recientemente saludaron la iniciativa zapatista: El Frente Sindical, Campesino, Indígena, Social y Popular, La Promotora por la Unidad Nacional contra el Neoliberalismo y el Frente Sindical Mexicano.

El Segundo Diálogo Nacional por un proyecto Alternativo al Neoliberalismo realizado en febrero de 2005 en la ciudad de Querétaro, dirige sus esfuerzos, como el zapatismo, hacia la conformación de la idea-fuerza de un nuevo pacto social para refundar la nación que significa hacer efectivos tanto los once puntos del EZLN, como de toda la riqueza de propuestas e ideas que se han acumulado durante los once años de resistencia zapatista y durante los recientes años del renacimiento del movimiento obrero.

3. Política nacional

La convocatoria del EZLN para realizar una campaña de lucha en todo el país reposiciona a esta organización en la pista de la política nacional.

Luego de consolidar un mejor nivel de organización de las propias comunidades indígenas zapatistas en Chiapas por medio de los Caracoles y las Juntas de Buen Gobierno y sin cancelar su desarrollo con mayor profundidad, el EZLN realiza un movimiento táctico para hacer ver y proponer la existencia de otras alternativas fuera de la esfera oficial, buscando estimular el descontento social, posiblemente agruparlo e incentivar la unidad programática con otras agrupaciones.

Ante la crisis de los partidos políticos y sus descalabros, sobre todo por la incredulidad que generan a la población con su actuar y su desapego a las necesidades del pueblo, varios espacios organizativos buscan que sus planteamientos incidan y atraigan a ese descontento y potencien su capacidad activa, productora y renovadora de otra sociedad con libertad y justicia, pero aún no se consolida la unidad y eso pone en riesgo los esfuerzos ya avanzados. Estas organizaciones junto al EZLN están en el tiempo y en el espacio nacional para modificarlos a favor de los desposeídos y aprovechar la crisis institucional y de los partidos electorales para cambiar la correlación a favor de las fuerzas renovadoras de izquierda. Esta oportunidad no se puede desaprovechar y resulta necesario reconocer que tampoco solo una fuerza puede lograrlo, a menos que extienda su estructura rápido y sólidamente para darle seguimiento al movimiento y también para dar respuestas ágiles a las políticas gubernamentales. Eso aún no se ha podido hacer en estos once años.

Para hacer efectiva la unidad, hará falta lo que en su momento Mao Tsetung planteó, guardando las proporciones, «que se abran cien flores y compitan cien escuelas de pensamiento». Del intercambio de ideas y debate respetuoso saldrán otras mejores para el cambio profundo de abajo hacia arriba.

Las organizaciones activas tendrán que actuar bajo ciertos criterios: las palabras y los actos deben contribuir a unir y no a dividir, deben favorecer la transformación social, deben de afianzar la democracia interna de sus propias agrupaciones, deben de avanzar en las coincidencias y dejar por un momento las diferencias, deben de compartir un espacio de discusión amplio y donde todos quepan sin renunciar a sus organizaciones, deben de discutir la tácticas a seguir, deben de convertirse en un frente patriótico, centro de gravedad del descontento.