Alegres, porque es así el otro mundo que piden y por el que luchan. Con color y tambores, porque así es Brasil. Y todos empapados por la lluvia, porque esto es el Amazonas, la ciudad de Belem, en el estado de Pará, el delta del río más grande del mundo. En torno a 100.000 personas […]
Alegres, porque es así el otro mundo que piden y por el que luchan. Con color y tambores, porque así es Brasil. Y todos empapados por la lluvia, porque esto es el Amazonas, la ciudad de Belem, en el estado de Pará, el delta del río más grande del mundo.
En torno a 100.000 personas se manifestaron en la tarde del 27 de enero en que se inauguraba el IX Foro Social Mundial. Con un sonido que inunda el ambiente, los tambores, la batucada brasileña. Son los golpes a base de los cuales avanzan las sociedades, golpe a golpe decía Antonio Machado, es la fuerza de cientos de miles de personas empujando para cambiar el mundo. Los brasileños no avanzan en las manifestaciones andando, sino bailando. Tampoco gritan consignas, golpean los tambores. A estas alturas, ya no hacen falta los slogans en estas manifestaciones, todos sabemos lo que queremos y quiénes son los responsables de todo lo que nos indigna, ahora toca poner en marcha las fuerzas necesarias, los golpes, los tambores, la batucada. Ese sonido ensordecedor es la prueba que necesitan los pueblos para comprobar hasta donde llega su poder. Y en Belem do Pará sólo se oía el ruido de los tambores, el poder de los pueblos que se levantan; todos unidos, monjas junto indígenas, campesinos rurales del brazo de ecologistas urbanos, comunistas con anglicanos.
En España también se tocan los tambores, pero es por instrucciones de la Iglesia Católica cada año cuando muere Jesucristo. En cambio, en Belem do Pará, en Brasil, los tambores resuenan para llamar a otro mundo posible. Yo quiero un tambor, pero no quiero que sea español, yo lo quiero brasileño.