El Año de la Serpiente estuvo repleto de sorpresas ingratas para los chinos que viven en Kirguistán. En un contexto de creciente nacionalismo económico y escasa aplicación de la ley, los inmigrantes de origen chino se quejan de ser víctimas de robos y extorsiones, especialmente por parte de funcionarios que deberían protegerlos. En diciembre, medios […]
El Año de la Serpiente estuvo repleto de sorpresas ingratas para los chinos que viven en Kirguistán. En un contexto de creciente nacionalismo económico y escasa aplicación de la ley, los inmigrantes de origen chino se quejan de ser víctimas de robos y extorsiones, especialmente por parte de funcionarios que deberían protegerlos.
En diciembre, medios de comunicación estatales chinos denunciaron una «ola» de ataques contra empresarios y estudiantes de China en Bishkek, la capital kirguisa, y en sus alrededores. El informe, publicado en el Global Times, con sede en Beijing, señaló que muchas víctimas se sentían objeto de discriminación étnica.
También sostuvo que la policía kirguisa era cómplice de ataques violentos. El mismo mes, la embajada de China en Bishkek tomó la inusual medida de emitir una «alerta de seguridad de emergencia», advirtiendo a sus ciudadanos que estuvieran atentos.
Otro comunicado divulgado por la sede diplomática reprendió a las autoridades kirguisas por no proteger a los ciudadanos chinos.
En una entrevista con EurasiaNet.org, un cauto chino radicado en Bishkek, donde es propietario de un restaurante, detalló la delicada situación en que viven muchos como él.
Las mafias, a menudo protegidas por la policía, ven a los comercios chinos de poca monta como «máquinas de efectivo», dijo, a condición de no revelar su identidad.
«Vivimos con sencillez e intentamos ahorrar dinero como todo el mundo. Pero las pandillas piensan que, como China tiene dinero, nosotros también», señaló el hombre.
Mientras, grupos de obreros chinos, que con frecuencia trabajan en proyectos de construcción administrados por corporaciones estatales de su país, son sometidos a repentinas revisaciones de documentos por parte de grupos nacionalistas.
Estos grupos, que consideran a los inmigrantes oriundos de China como una amenaza a la seguridad nacional, prosperan en base al resentimiento: muchos kirguisos no entienden por qué los chinos se quedan con empleos escasos y preciados, mientras cientos de kirguisos se ven obligados a trabajar en Rusia.
Uno de los grupos, Erkin El, sostiene que unos 300.000 chinos ya viven en Kirguistán, un país de alrededor de 5,5 millones de habitantes. El Global Times estima que la cifra está más cerca de 80.000.
La Coalición de una Nueva Generación es otro grupo juvenil que actúa como inspector autodesignado de los documentos de los trabajadores chinos. Las revisaciones, algunas de las cuales han sido filmadas y divulgadas en Internet, son similares a las que grupos nacionalistas rusos llevan a cabo contra inmigrantes de Asia central.
Los representantes de la Coalición no respondieron a los reiterados pedidos de entrevista que les formuló EurasiaNet.org.
Los medios de comunicación en idioma kirguiso tienen la costumbre de hacer comentarios racistas y de utilizar hipérboles de inspiración nacionalista. Muchos de ellos han ayudado a avivar el sentimiento antichino.
En julio, por ejemplo, el periódico Alibi buscó culpar a China por la inestabilidad política crónica de Kirguistán, en un artículo titulado: «Migrantes chinos pueden llevar a cabo la tercera revolución».
Aigul Ryskulova, ex ministra de Trabajo que lidera un grupo sobre migraciones en el gobierno del presidente Almazbek Atambayev, dijo a EurasiaNet.org que las migraciones chinas no son «tan catastróficas» como los grupos nacionalistas las describen.
El pasado noviembre, funcionarios del Ministerio de Trabajo, Migraciones y Juventud dijeron al parlamento que los ciudadanos chinos representaban alrededor de 70 por ciento de los 12.990 permisos de trabajo emitidos en 2013.
Un problema importante, según Ryskulova, es la naturaleza convulsionada del marco migratorio de Kirguistán. La racionalización puede beneficiar al sistema, dijo.
«Los acuerdos intergubernamentales que operan fuera del sistema de cuotas, las demoras en los departamentos y los programas (anti)corrupción en el proceso de prolongación de visas» significan que la cifra total de chinos que trabajan en Kirguistán sea varias veces superior a la de la cuota oficial anual, planteó Ryskulova.
Esta brecha hace que cobren fuerza los «mitos» sobre la cantidad de inmigrantes chinos en el país, además de fomentar una sensación de indefensión entre los ciudadanos kirguisos, añadió.
Aunque la visibilidad cada vez mayor de los trabajadores chinos sin duda ha alimentado la xenofobia, los motivos que hay detrás de la reciente ola de ataques violentos pueden ser más calculados, según Li Lifan, de la Academia de Ciencias Sociales de Shanghai.
Los expatriados chinos, en particular empresarios privados, «tienden a acumular grandes sumas de divisas, especialmente dólares», para evitar los precios punitivos a las transferencias bancarias de Kirguistán a China.
Esto, combinado con el hecho de que los chinos «rara vez se quejan» y a menudo no reportan los delitos o intentos de extorsión, los vuelve «blancos fáciles para las pandillas locales», dijo Li a EurasiaNet.org.
Diplomáticos en la embajada de China se negaron a hablar sobre este tema con EurasiaNet.org.
El propietario del restaurante chino en Bishkek, nacido en Sichuan, dijo que las extorsiones no son nada nuevo. Su local, ubicado en el centro de la capital kirguisa, es una de las por lo menos 10 casas de comidas de dueños chinos que hay en la ciudad, y ha recibido amenazas de mafiosos.
Una vez, cinco hombres ingresaron al restaurante y pidieron 2.000 dólares en efectivo, relató la fuente.
«Como dijimos que no podíamos pagar, volvieron al otro día, ordenaron una gran comida y se fueron sin pagar. Cuando avisamos a la policía, los oficiales dijeron que el grupo no había cometido un delito y que nosotros le habíamos mostrado nuestra hospitalidad. Eso continuó ocurriendo dos veces por semana durante un mes», dijo el dueño del comercio.
Los mafiosos finalmente dejaron de aparecer tras darse cuenta de que el restaurante no ganaba mucho dinero.
Las acusaciones de involucramiento de la policía en el accionar de las mafias y en hechos de violencia son comunes. Y eso resulta verosímil en un país donde, según un estudio de 2012 financiado por el gobierno de Estados Unidos, la policía es la segunda institución que genera menos confianza, después del Poder Judicial.
De acuerdo con un entrevistado citado en el informe del Global Times, un policía de Bishkek es sospechoso de por lo menos un ataque contra un comercio chino perpetrado en 2012, incidente en el que murió un ciudadano chino.
El dueño del restaurante de Bishkek dijo que la comunidad china quedó «extremadamente atemorizada» el pasado verano boreal por la muerte de Guan Joon Chan, propietario de una cadena de comercios de venta de gafas para el sol en la ciudad.
Según varios informes de prensa kirguisos, a Guan lo encontraron inconsciente por los golpes recibidos a última hora del 24 de julio. Luego murió en el hospital.
Citando fuentes anónimas, el Vechernii Bishkek, que se publica en ruso, divulgó el 30 de julio un informe señalando que Guan había pagado con regularidad a la policía local dinero a cambio de protección, y que la golpiza había tenido lugar poco después discrepar con un jefe de policía a propósito de esa suma.
Actualmente, dos hombres son sometidos a juicio en conexión con el asesinato de Guan. Uno es un alto funcionario del Departamento de Policía del distrito de Sverdlovsk. El otro es un exmiembro de las fuerzas policiales especiales.
Chris Rickleton es un periodista radicado en Bishkek. Este artículo fue publicado originalmente en EurasiaNet.org.
Fuente: http://www.ipsnoticias.net/2014/01/mafiosos-arremeten-contra-empresarios-chinos-en-kirguistan/