La Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN) lleva mucho tiempo sin cumplir sus aspiraciones de apoyar el estado de derecho y los derechos humanos, y en su lugar insiste hasta la saciedad en el principio de no interferencia en los «asuntos domésticos» de sus miembros, incluso cuando estos asuntos internos conllevan crímenes masivos atroces.
Más recientemente, esta ambivalencia se ha manifestado en la falta de acciones concretas en respuesta al golpe de estado en Myanmar. Esta reacción ineficaz subraya lo que está claro desde hace tiempo: ASEAN debe cambiar su enfoque de no interferir en los asuntos internos de sus miembros y reconocer que la estabilidad regional depende del respeto a la democracia, los derechos humanos y el estado de derecho dentro de cada país miembro.
La respuesta de ASEAN al golpe de estado en Myanmar
Cuando la junta militar en Myanmar intentó tomar todos los resortes del poder el 1 de febrero y detuvo a la Consejera de Estado Aung San Suu Kyi, al Presidente Win Myint y a decenas de otras personas, el Viceprimer Ministro de Tailandia, Prawit Wongsuwan, desestimó rápidamente la noticia del golpe de estado. «Es un asunto interno de ellos», dijo. En el momento álgido del ataque de la junta a personas civiles desarmadas, el 27 de marzo, tres miembros de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN), Tailandia, Vietnam y Laos, enviaron representantes a un desfile militar en Naypyidaw, la capital de Myanmar, organizado por el líder golpista Min Aung Hlaing. Ese mismo día, pruebas fehacientes indican que las fuerzas de Min Aung Hlaing asesinaron a más de 100 mujeres, hombres y menores en cuestión de horas.
El 2 de marzo, los ministros de Asuntos Exteriores de ASEAN, en la primera reunión “informal” en la que participaba el bloque desde la toma de poder, no consiguieron mostrar una condena colectiva del golpe, y mucho menos abordar los asesinatos sistemáticos en curso. El 24 de abril, ASEAN celebró una cumbre especial sobre Myanmar, a la que invitó a Min Aung Hlaing, pero no a los representantes del gobierno civil elegido que éste derrocó. Sin la aportación de dichos cargos electos, los líderes de ASEAN reafirmaron los compromisos del bloque «con los propósitos y principios consagrados en la Carta de ASEAN, incluida la adhesión al estado de derecho, la buena gobernanza, los principios de la democracia y el gobierno constitucional, el respeto a las libertades fundamentales y la promoción y protección de los derechos humanos». Al salir de la reunión, el Primer Ministro de Malasia, Muhyiddin Yassin, celebró los resultados de la convocatoria declarando apresuradamente: «Hemos tenido éxito». Mientras los líderes se reunían ese día y hablaban del estado de derecho, al menos 3 personas fueron asesinadas en Myanmar.
La reunión del 24 de abril dio lugar a los «Cinco Puntos de Consenso» de ASEAN, un acuerdo sobre cinco cuestiones para facilitar una solución pacífica a la actual crisis de Myanmar. Sin embargo, hay claras señales de advertencia de que el grupo no cumplirá sus compromisos. ASEAN no sólo no condenó el golpe de estado ni pidió a Min Aung Hlaing que devolviera inmediatamente el poder al gobierno elegido, sino que no condenó específicamente los ataques pasados contra la población civil y eludió una vez más responsabilizar a Min Aung Hlaing de estos ataques.
Estos enfoques torpes e insensibles no son nada nuevo. Son tristemente coherentes con la tradición del «estilo ASEAN», un eufemismo para un tipo de cooperación regional que antepone la soberanía nacional y que hace hincapié en la «no injerencia» en los «asuntos internos» de otros estados. Pero para garantizar la estabilidad continuada en la región, está claro que el viejo estilo de ASEAN debe cambiar.
La RdP versus la vía de ASEAN
En concreto, ASEAN debería comprometerse con la doctrina de la Responsabilidad de Proteger, también conocida como RdP, y cumplir esos compromisos con acciones concretas y firmes. A menudo se malinterpreta que la RdP implica necesariamente el uso de la fuerza militar. En realidad, la doctrina ofrece una serie de herramientas que van más allá de la intervención militar ordenada por el Consejo de Seguridad de la ONU.
Adoptada por unanimidad en 2005 en la Cumbre Mundial de la ONU, la RdP es un marco con una serie de opciones políticas para proteger a las poblaciones en riesgo de genocidio, crímenes de guerra, limpieza étnica y crímenes contra la humanidad. En este caso, todo indica que, desde el golpe de estado, en Myanmar se están produciendo crímenes contra la humanidad, con asesinatos y ataques sistemáticos a civiles. Ante la violencia que se vive en el país, ASEAN debería desplegar toda la gama de herramientas de la RdP, incluidas las sanciones económicas, los embargos de armas, la rendición de cuentas por los crímenes y, sí, el compromiso.
En el pasado, los estados miembros de ASEAN han evitado manifiestamente la RdP, invocando en su lugar «la vía de ASEAN» con su ciega e inquebrantable adhesión a la no interferencia. Este enfoque es trágicamente irónico. Una ideología ferozmente defendida por su supuesta contribución a la paz y la estabilidad entre los estados miembros, la forma de actuar de ASEAN se ha convertido, en cambio, en el principal escollo para la capacidad del colectivo de responder eficazmente a los asuntos que amenazan la estabilidad regional.
Consideremos los años de atrocidades cometidas por el ejército en Myanmar contra los Rohingya, en el estado Rakhine. Obstaculizado por la vía de ASEAN, el bloque no tomó medidas en respuesta a las atrocidades masivas. Entre 2012 y 2015, más de 170.000 personas refugiadas de la etnia Rohingya fueron trasladadas a Tailandia y Malasia. Sindicatos criminales transnacionales, incluidos funcionarios gubernamentales de la región, intercambiaron cientos de millones de dólares en un comercio mortal de vidas de personas a través del Golfo de Bengal, aprovechando la desesperación del pueblo Rohingya. Las condiciones en los modernos barcos de esclavos eran deplorables. Supervivientes contaron a Fortify Rights asesinatos, violaciones, palizas y otros abusos cometidos por los traficantes a bordo, mientras que desde el gobierno de ASEAN se hacía la vista gorda.
Además, los repetidos fracasos de ASEAN a la hora de hacer frente a las atrocidades en Myanmar han indicado al ejército de la junta que sus vecinos mantendrán la impunidad. Esto contribuyó a un genocidio sin paliativos dirigido por los militares contra el pueblo Rohingya en el estado Rakhine en 2016 y 2017, así como a crímenes de guerra en otras partes del país. ASEAN se ha quedado mirando una y otra vez. Por lo tanto, no debería sorprender que los militares contaran aparentemente con la aquiescencia de ASEAN para legitimar el golpe de estado.
¿Desestabilización o paz regional?
Myanmar se encuentra ahora viviendo su cuarto mes desde el golpe de estado. Las pruebas de los ataques a la población civil son abrumadoras: la información muestra que casi 800 personas, incluyendo menores, han perdido la vida, con la detención de cerca de 4.000 personas más. También es inminente una crisis humanitaria regional, ya que la población de Myanmar enfrenta hambruna, una crisis financiera y la represión de la actividad política y de las protestas tras el golpe de estado, todo lo cual está provocando desplazamientos poblacionales, dentro del país, y flujos de personas refugiadas hacia los países vecinos de ASEAN.
En la última semana de marzo, miles de personas huyeron a través del río Salween en busca de seguridad en Tailandia. El Ministerio de Asuntos Exteriores tailandés prometió «atender a aquellas personas en el lado tailandés, mientras se evalúa la evolución de la situación y las necesidades sobre el terreno». Mientras tanto, «sobre el terreno» las autoridades tailandesas forzaron silenciosamente a las personas refugiadas a volver al otro lado de la frontera y a la zona de guerra, haciendo gala de la antigua política gubernamental de bloqueo fronterizo a las personas refugiadas.
Lamentablemente, las peligrosas e inhumanas políticas y prácticas de Tailandia hacia las personas refugiadas no son únicas dentro de ASEAN. De los 10 estados miembros, sólo Camboya y Filipinas son signatarios de la Convención de Personas Refugiadas de 1951 de la ONU, por lo que las personas refugiadas de toda la región son objeto de detenciones arbitrarias, retenciones indefinidas, restricciones de sus derechos básicos y otras violaciones e indignidades. Hace tan solo dos meses, en medio de una escalada de brutalidad por parte del ejército birmano, Malasia entregó a la Marina de Myanmar a más de 1.000 personas de ese país, a pesar de que un tribunal de Malasia había ordenado detener el traslado. En 2019, cuando el conflicto en el estado Rakhine alcanzó su punto álgido, Singapur devolvió a Myanmar a siete personas de ese país y a miembros de la Asociación Arakanesa de Singapur. Días después de ser devueltas, las autoridades de Myanmar detuvieron y posteriormente acusaron a las siete personas por delitos falsos de terrorismo.
De cara al futuro, las medidas concretas que puede tomar ASEAN son claras. El bloque debe reconocer al Gobierno de Unidad Nacional de Myanmar como representante legítimo del país. Debe cumplir su compromiso declarado de ayudar a poner fin a la violencia en Myanmar y resolver la crisis. Y hasta que eso ocurra, ASEAN debe tratar de cortar la financiación de la junta militar birmana a través de sanciones específicas, incluyendo sanciones que pongan los ingresos del gas en custodia hasta que se restablezca la democracia, así como privar a los militares de su armamento a través de embargos de armas. Estas acciones defenderían el compromiso declarado del bloque surasiático con los «principios de la democracia y el gobierno constitucional» y la protección de los derechos humanos, y pondría a la antigua ASEAN más en consonancia con la RdP, así como con las políticas de numerosos gobiernos de todo el mundo.
En este contexto, la responsabilidad de proteger se extendería también a la protección de las personas refugiadas de Myanmar. ASEAN debería aprovechar su actual mecanismo regional de derechos humanos, la Comisión Intergubernamental de Derechos Humanos de ASEAN, para ofrecer orientaciones que garanticen la protección de las personas refugiadas de acuerdo con las normas internacionales, incluido el desarrollo de procedimientos de asilo claramente definidos, la prevención de la devolución y el rechazo en las fronteras, y la garantía del derecho al trabajo. Como mínimo, las naciones de ASEAN pueden tender un salvavidas a los cientos de miles de migrantes de Myanmar que ya se encuentran en su territorio ofreciéndoles un estatus legal temporal, comparable al Estatus de Protección Temporal (TPS) de Estados Unidos.
La forma de actuar de ASEAN ha sido el talón de Aquiles en la gestión de las crisis pasadas en Myanmar. El bloque regional puede buscar la redención y la seguridad regional, demostrando un esfuerzo colectivo para reconocer a dirigentes civiles de Myanmar, quitarle el poder a la junta militar y proteger y proporcionar asistencia humanitaria a las personas refugiadas, personas desplazadas internas y migrantes, en línea con el derecho internacional que apoya a la ciudadanía de Myanmar.
Fuente original en inglés: https://www.justsecurity.org/76126/beyond-the-coup-in-myanmar-the-asean-way-must-change/