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Las campañas mediáticas y las sanciones contra Irán son formas de acoso a su población

Matando suavemente a Irán

Fuentes: Diagonal

Este arabista repasa las campañas de acoso a Irán con la excusa de las armas nucleares y las alianzas con las que cuenta este país en el panorama internacional.

Llevamos tiempo oyendo hablar del asunto: Estados Unidos se prepara para atacar Irán. Pero los dirigentes estadounidenses no han zanjado el asunto -para el presidente Obama, «la militar no representa hoy la mejor opción»-. Lo pregonan los líderes de las facciones neocon en Washington, los generales del régimen de Tel Aviv y círculos políticos en los países árabes «moderados», amén de un sinfín de analistas y observadores internacionales.

Acoso a Irán

Hasta las autoridades iraníes, civiles y militares, avisan de una «guerra inminente» y muchos en Oriente Medio opinan que es cuestión de tiempo. Se duda sobre el alcance de la operación: ¿Un golpe «quirúrgico» contra las instalaciones nucleares iraníes? ¿Una campaña de acoso y derribo según el guión iraquí, con sanciones, embargo y una ulterior invasión? ¿El fomento de una revuelta interna para derrocar el sistema teocrático con apoyo logístico, financiero y diplomático?

La excusa es el programa nuclear de Irán al igual que, con Iraq en su momento, fueron las armas de destrucción masiva. Y, por lo pronto, se ha optado por el estrangulamiento progresivo. Desde junio de 2010 asistimos a una sucesión de sanciones aplicadas contra Teherán para obligarle a renunciar a sus supuestos planes de bomba atómica. Primero el Congreso de EE UU con un paquete de medidas comerciales y financieras, y después las Naciones Unidas y la Unión Europea.

A la par, algunos países del Golfo enarbolan una política de boicot respecto a los intereses económicos de Irán en la zona, mientras otros países árabes reducen al mínimo o eliminan sus vínculos diplomáticos con Irán. Teherán se enfrenta hoy, según el mismo Obama, a las sanciones «más duras jamás adoptadas en su contra», con el objeto de estrangular su economía e industria petrolífera, dependiente del exterior. De paso, se pretende debilitar al Ejército y las diferentes secciones paramilitares y desacreditar al sistema de los ayatolás ante su opinión pública.

Puentes con el exterior

Pero esta crónica de agresión tantas veces repetida tiene sus taras, por mucho que el régimen de Tel Aviv, las organizaciones filosionistas mundiales y algunos aliados árabes insten a pararle los pies ya al presidente Ahmadineyad.

Irán ha asimilado la moraleja de las invasiones de Afganistán y, sobre todo, Iraq. Frente al aislamiento de Saddam Hussein y su falta de perspectiva, Teherán trata de mantener puentes sólidos con el exterior, bien a través de la mediación brasileña y turca en el expediente nuclear, bien con el comedido apoyo de China (la cual ha asumido que la expansión de EE UU en Oriente Medio y Asia Central va dirigida contra ella) o con los lazos comerciales con las repúblicas musulmanas del Cáucaso.

Irán también sabe que EE UU no emprenderá ninguna aventura militar si no está asegurada la integridad de Israel; y ahí, con Hezbolá en Líbano y Hamás en Gaza, «más fuertes que nunca gracias al apoyo iraní» según Tel Aviv, además de la inestabilidad en Cisjordania, el fiasco de las nuevas negociaciones de paz y la sorprendente autoconfianza siria, no abundan las garantías.

Luego está la impermeabilización del territorio iraní: EE UU y sus aliados europeos disponen de bases e instalaciones militares en toda la región salvo Siria y la propia Irán, y controlan el mar Rojo, la orilla occidental del Golfo y el estrecho de Hormuz. Pero la política abusiva del «caos controlado» no ha sido efectiva. En Afganistán, flanco oriental de Irán, la ocupación estadounidense apenas puede repeler la ofensiva talibán y maquillar los resultados de las últimas y fraudulentas elecciones legislativas. De Pakistán, sumida en las crisis humanitarias, la corrupción y los conflictos tribales, poco puede esperarse. Al oeste, en Iraq, sin gobierno desde hace meses debido a las disputas domésticas, EE UU no parece tener otra prioridad que implicar a sus empresas en el maná energético y negociar con Bagdad la autonomía de sus destacamentos.

Los países del Golfo, Kuwait, Bahréin y Arabia Saudí, están obsesionados por la «amenaza chií», tras el arresto de supuestas células dormidas y opositores políticos, y sospechan que Washington no será capaz de protegerlos en caso de una represalia de Teherán si EE UU lanza sus ataques desde el Golfo. Para colmo, Turquía se ha desvinculado de su alianza estratégica con Israel tras el episodio de la Flotilla de la Libertad y no parece dispuesta a facilitar una incursión desde el norte.

Campañas mediáticas

En fin, se esboza un futuro tormentoso para la región y los iraníes. A la espera de una coyuntura más propicia para el plan bélico, EE UU ha optado por sanciones y campañas mediáticas, como en el caso de Sakinah, la mujer condenada a morir lapidada por adulterio.

A todos nos gustaría ver un Irán libre y tolerante, sin ayatolás estúpidos que repriman la voluntad y el deseo de su gente; mas las sanciones, como se sabe, no van a provocar otra cosa que penurias a la población y la cerrazón de los dirigentes iraníes. El antecedente brutal de Iraq, con millones de muertos y enfermos debido a las sanciones y la ocupación, debería hacernos reflexionar sobre los verdaderos objetivos de nuestras élites políticas occidentales, codiciosas, hipócritas y, por desgracia, cínicamente criminales.

Fuente: http://www.diagonalperiodico.net/Matando-suavemente-a-Iran.html