Andrés Manuel López Obrador, candidato de la Coalición por el Bien de Todos que integra a su partido el PRD, advirtió este domingo pasado la posibilidad de un fraude electoral de Estado, ya que expresó que el Partido Acción Nacional (PAN) y su candidato, Felipe Calderón, «andan muy nerviosos» y son «capaces de cualquier cosa» […]
Andrés Manuel López Obrador, candidato de la Coalición por el Bien de Todos que integra a su partido el PRD, advirtió este domingo pasado la posibilidad de un fraude electoral de Estado, ya que expresó que el Partido Acción Nacional (PAN) y su candidato, Felipe Calderón, «andan muy nerviosos» y son «capaces de cualquier cosa» para evitar que triunfe un proyecto que les hará perder sus privilegios, dijo, «al mismo estilo del PRI».
El candidato de centro izquierda llamó a la ciudadanía a no fiarse de quienes hoy cuentan con la maquinaria del gobierno, pues en una ocasión anterior, en 1988, donde se vieron en peligro los cotos de poder del PRI y sus prebendas a los grupos del estatus quo, se consumó un fraude el cual fue festejado y aprovechado por los grupos empresariales más poderosos del país y que coincidentemente hoy respaldan al candidato del PAN, tales como el llamado grupo Monterrey.
Es latente la posibilidad del fraude, una práctica con una inercia que aún no agota su energía y que se ha reflejado en la campaña de las televisoras que repiten hora tras hora que el ganador será el PAN, vieja tesis de politiquería: «repite una mentira mil veces hasta que se convierta en verdad», y que los organismos institucionales están en buenas condiciones para «garantizar unas elecciones tranquilas».
Recordemos un poco de historia que puede darnos la pauta para entender lo que podría pasar de consumarse el ahogo de la democracia que pregona el gobierno en el exterior.
La alquimia computacional en 1988 fue el último mecanismo que consumó el acto más escandaloso de la historia reciente de México: el fraude que le hizo ganador a Carlos Salinas de Gortari sobre Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano.
En aquel entonces, todos los factores reales de poder que gobernaban y hoy gobiernan (iglesia, empresarios, políticos del sistema) se unieron en santa cruzada alrededor del entonces partido del Estado, el Revolucionario Institucional (PRI), para evitar el revés social que provocó el monumental crimen en contra la democracia electoral mexicana.
Los medios de comunicación masiva como Televisa, los partidos políticos como Acción Nacional (PAN) y los intelectuales orgánicos comenzaron a aplaudir el triunfo ilegitimo del candidato del PRI-gobierno y permitieron abrir una era del «dejar hacer, dejar pasar» de la economía de libre mercado y de «menos política, más administración» del llamado grupo compacto, integrado por el ala tecnócrata que fue escalando espacios de poder hasta hacerse del ejecutivo.
La sociedad veía como se enterraban sus esperanzas toda vez que había votado por una alternativa al sistema en contra de «la dictadura perfecta» como se le conoció a los 76 años de gobierno priísta.
Después de 1988, tras la gran movilización ciudadana pro derechos y libertades democráticas y la defensa del voto, vino la persecución y la represión. Por lo menos, 400 militantes del naciente Partido de la Revolución Democrática (PRD) fueron asesinados en varias localidades, fundamentalmente del área rural y con ello una escalada de derrotas populares en los ámbitos sindicales y gremiales.
Durante el sexenio salinista de 1988 a 1994 se realizaron contrarreformas a los derechos sociales plasmados en la Constitución Política, sobre todo a dos de los artículos más destacados que emergieron del Constituyente de 1917: el 3ro, relativo a la gratuidad de la educación y el 27, relativo a la tenencia comunal de la tierra. Cambios constitucionales que acabaron con el espíritu social de la revolución y abrieron el paso a la privatización de sectores de la educación superior y a la acumulación privada de hectáreas de tierra para su explotación y enajenación.
Ante el reflujo histórico de la alternativa progresista, devino la corrupción moderna del Estado sustentado en el liberalismo social como lo nombró la reciclada elite, su progenitor Carlos Salinas y el grupo de ex universitarios de Yale, Harvard y Chicago University que comulgaban con las tesis de la economía neoclásica de Milton Freedman y Hayek y cuyos postulados promueven el debilitamiento del Estado Nación en aras de un «mercado libre y autorregulable».
Se impuso la mano de hierro y los anhelos de libertad se vieron desvanecidos del horizonte hasta que los efectos destructivos tuvieron su pivote de escape. El primero de enero de 1994 una rebelión de indígenas campesinos irrumpió en el estado sureño de Chiapas como medida última ante la desaparición del ejido como propiedad colectiva de los pueblos indígenas. Las consecuencias de los cambios al 27 constitucional fueron explosivas y dejaron en claro que un gobierno ilegítimo sólo puede traer más miseria y más marginación y, por su puesto, cerrazón a las vías legítimas de participación democráticas formales…
Desde entonces, el sexenio salinista se le conoce como el de las mentiras consumadas ya que casi llegamos a ser un país del primer mundo (democracia y economía boyantes), y el del origen del fantasma del fraude que hasta ahora sigue rondando en tiempos de elecciones. No es la excepción en estos comicios que alcanzarán su punto de inflexión en la jornada del próximo 2 de julio. El gobierno actual ha dejado entrever sus intenciones y su aferramiento a las delicias del poder, sin observar que podría estar cavando su propia tumba frente a un espejo pues en el año 2000 relevó al gobierno contra el que dijo haber luchado tantas décadas para sacarlo por corrupto y deshonesto. El PAN ha anidado ya el germen, la conducta del sindicato del crimen el PRI y ahora toma su rostro, su nueva apariencia del que «todo se vale para mantener el poder».
En el mapa de la política nacional se calcula, se hacen apuestas y se prevén escenarios. El escenario mejor para México es que se destierre, de una vez por todas, la posibilidad del fraude pues de consumarse podría incubar un periodo de conflictos que a nadie le beneficia. En todo caso, la jornada tendrá que sentar el precedente de que la vía electoral todavía es factible si queremos ajustar cuentas con la historia.
Mientras esto sucede, silenciados por orden del poder, un colectivo civil va creciendo poco a poco rescatando las experiencias pasadas y presentes y sacando cuentas de los años de lucha y resistencia. En todo el territorio nacional se observan miles, quizá millones de ciudadanos que se preparan para evitar el fraude y unen sus voces en varios frente sindicales, sociales y políticos, como en la red de redes sociales, la otra campaña zapatista y el diálogo nacional.
En diferentes niveles y tal vez con diferencias políticas todos estos sujetos políticos críticos se organizan, se coordinan y preparan también sus escenarios de acción.
Ya la sociedad ha madurado mucho, ya no es 1988, ahora estamos comenzando el segundo lustro del siglo XXI con la historia por delante y desde abajo se construye el provenir para que nunca más los hombres del dinero y el poder impongan su voluntad sobre el destino del país.
Después del domingo siguiente comienza otra etapa, cuales quiera que sea, estará llena de afrentas y riesgos y quienes están cansados de lo mismo, de malos gobernantes, se darán cuenta que su voluntad hecha colectivo sopla más fuerte.