El informe del proyecto Campaña de la Cumbre de Microcrédito de este año se concentrará en la controversia sobre la capacidad de ese mecanismo para combatir la pobreza, cuestionada por académicos, economistas y activistas. El documento será presentado el 7 de marzo en Washington por el premio Nobel de la Paz Mohammad Yunus, fundador del […]
El informe del proyecto Campaña de la Cumbre de Microcrédito de este año se concentrará en la controversia sobre la capacidad de ese mecanismo para combatir la pobreza, cuestionada por académicos, economistas y activistas.
El documento será presentado el 7 de marzo en Washington por el premio Nobel de la Paz Mohammad Yunus, fundador del Grameen Bank, en Bangladesh.
Yunus tiene fama de superhombre que alivia la pobreza o de Judas del cambio social, según quién lo mire. Desde que obtuvo el galardón en 2006, una lluvia de dudas y críticas recaen sobre las instituciones de microcrédito, cuyos pequeños préstamos son tildados de «microcuritas» para la herida de inequidad mundial.
El informe de Bienestar Global de 2010, del Instituto de Investigación del Crédit Suisse, señaló que 0,5 por ciento de la población mundial, unas 24,5 millones de personas, se volvieron millonarias el año pasado. Pero hay 925 millones más que viven en la pobreza absoluta, según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación.
«Sesenta y cinco años después de la fundación de la Organización de las Naciones Unidas, el orden mundial sigue desigual y el éxito de unos es la pobreza de otros en un mundo cada vez más vergonzo», señaló el representante permanente de India ante el foro mundial, Hardeep Singh Puri.
Originario de un país donde varios miles de aldeas funcionan gracias al microcrédito, pero también se suicidaron 100.000 agricultores indigentes, las palabras de Puri plantean indican que las políticas de desarrollo no parecen estar funcionando.
Microcréditos no hacen una macro diferencia
«En 1997, 2.900 personas de 137 países se reunieron en Washington para la primera Cumbre de Microcrédito, cuando nos comprometimos a llegar a 100 millones de familias pobres en 2005″, dijo a IPS Sam Daley-Harris, director de la Campaña de la Cumbre de Microcrédito.»En honor a nuestro éxito, la ONU declaró 2005, Año del Microcrédito», apuntó.
Daley-Harris es optimista sobre las posibilidades del mecanismo para combatir la pobreza, pese a haber alcanzado el objetivo dos años después. Pero no todos comparten su opinión. «Bangladesh y Bolivia son conocidos por tener los programas de microcrédito más exitosos, pero siguen siendo dos de los países más pobres», indicó Robert Pollin, uno de los directores del Instituto de Investigación en Economía Política de la Universidad de Massachusetts.
«Nada que sea para ayudar a los pobres puede basarse sobre la filosofía de hogares aislados compitiendo entre sí», indicó Farooque Chowdhury, uno de los autores del informe de 2007 sobre Bangladesh, patrocinado por el Programa de Desarrollo de las Naciones Unidas (PNUD). «Los pobres se tienen que unir y hacer frente a la ideología del mercado y sus aliados y al capital diseñado para someterlos», apuntó Chowdhury, quien ha escrito mucho sobre el fracaso de los pequeños préstamos.
Sólo basta remontarse al origen del microcrédito como actividad con fines de lucro y se llega a la puerta de las grandes instituciones financieras internacionales, los bancos y organismos como los de Bretton Woods para darse cuenta de que todo plan que vuelva ricos a los «grandes muchachos» no podrá poner fin al problema estructural y cíclico de la pobreza, indicó Chowdhury. «Las tasas de interés que pagan algunas mujeres que solicitaron un pequeño préstamo son mucho más altas que los préstamos de bancos comerciales», señaló P. Sainath, periodista especializado en cuestiones de desarrollo.
El microcrédito fue presentado como la panacea contra la pobreza porque se ajusta a la agenda neoliberal de que el Estado debe dejar de tener participación activa en el desarrollo y que el sector privado puede resolver el problema», señaló Omar Dahi, profesor de economía para el desarrollo en el Colegio de Hampshire. «Pero no puede, de hecho, exacerba el problema», remarcó. «Los mejores resultados se obtuvieron cuando el Estado hizo su trabajo, construyó infraestructura y mejoró la educación y la salud», añadió. «La otra alternativa son cooperativas de trabajadores y campesinos, pero eso, por supuesto, no es microcrédito», concluyó.
El mecanismo está en consonancia con la visión neoliberal de que la única forma para salir de la pobreza es que las personas trabajen mucho más por nada, en especial las mujeres, que ya están bajo el yugo del trabajo doméstico no remunerado.
El paradigma no atiende problemas como la pérdida del derecho a la tierra o la privatización de servicios públicos básicos como la salud y la educación, lo que hace que la pobreza se replique de forma cíclica.
Mujeres: Doble víctimas de la deuda
Como se supone que las mujeres pagan las cuotas de los préstamos, usan el dinero para mantener a su familia y comunidades, a diferencia de los hombres, suele ser más lucrativo y beneficioso para la imagen pública de las instituciones trabajar con ellas.
«La naturaleza comunitaria» del microcrédito crea el problema de la «responsabilidad colectiva», señaló Susan F. Feiner, directora de Estudios de Género y Mujeres de la Universidad de Southern Maine.
Un estudio sobre mujeres que pidieron un pequeño préstamo en el meridional estado indio de Andhra Pradesh señala que «cuando las inundaciones en la provincia, periodistas independientes fueron testigos de cómo los primeros en llegar a una aldea arrasada fueron acreedores que las amenazaron y les reclamaron el pago de cuotas mensuales, cuando ellas habían perdido todo».
Hay más estudios que abundan sobre los métodos empleados para agredir y amenazar mujeres que no pueden pagar los préstamos a tasas de interés absurdas. El sistema somete más a un sector de la población ya oprimido.