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Extranjeros detenidos en la Cumbre de Guadalajara

Minutos antes de ser deportados

Fuentes: Rebelión

A la opinión pública mexicana, del mundo y a quien pueda interesar…Tras 6 días de secuestro y violación incesante de nuestros derechos como seres humanos, nos sentimos con la responsabilidad de hacer públicas las extorsiones y amenazas a las que nos hemos visto sometidos las últimas 48 horas los internacionales detenidos ilegalmente el pasado viernes […]

A la opinión pública mexicana, del mundo y a quien pueda interesar…

Tras 6 días de secuestro y violación incesante de nuestros derechos como seres humanos, nos sentimos con la responsabilidad de hacer públicas las extorsiones y amenazas a las que nos hemos visto sometidos las últimas 48 horas los internacionales detenidos ilegalmente el pasado viernes 28 de mayo en Guadalajara.

Tras la única entrevista que nos fue concedida con nuestra abogada 5 días después de nuestra detención, 6 de los 8 «extranjeros» decidimos acogernos al juicio de amparo el dìa martes 31 de mayo a las 13:00. Dos horas más tarde nos encierran a las mujeres fuera del recinto donde se encuentran el resto de reclusas y nos comunican que nos llevan al aeropuerto para hacer efectiva la deportación. Tras negarnos reclamando estar bajo el amparo y exigir que se nos mostrara el oficio de expulsión, es el mismo Licenciado Ayala, jefe de la Estación Migratoria de Iztapalapa, quien decide emplear la fuerza física para someternos y obligarnos a meternos al camión que tenía que llevarnos al aeropuerto sin tan siquiera habernos leído el oficio de expulsión, resultado de su elegante intervención hablan los moretones que todavía adornan mi brazo izquierdo. Ante nuestra resistencia acuden a su ayuda varios oficiales, y entre cuatro consiguen llevarnos de pies y manos y meternos en volandas en el camión. Llegamos al aeropuerto y ahí nos meten en varias camionetas de la PFP, las cuales se encargan de dejarnos en las meras puertas del avión de la línea Aeroméxico con destino a Madrid, son las 18:00 aproximadamente.

Suben primero dos compañeros que de nuevo exigen ver el oficio de expulsión y ante ello reciben la amenaza directa del Licenciado Araico, contados de la delegación local de la oficina de migración del aeropuerto, quien asegura «Sí se van a ir igual, pero calentitos…» ANTE la visión de tales irregularidades el piloto se niega a abordarnos y nos conducen a la oficina de migración del aeropuerto, y allí nos comunican que nos vamos en el próximo avión que sale a las 21:00. Exigimos el pinche oficio de expulsión que nunca aparece, y aún hoy, apenas a una hora de ser deportados, todavía no apareció.

A las 20:30 nos llevan de nuevo a embarcar, pero quien sabe por qué estrategias del destino no llegamos a tiempo para abordar. A las puertas de embarque nos encontramos por primera vez en todo el proceso con los invitados de piedra de la jornada: sospechamos con son el cónsul y el embajador de España, porque ni siquiera se nos presentan.

Excepto los españoles, el resto de compañeros ya fueron expulsados. Quedamos Jon, Juan, Silvia y Mar, y pasamos la noche de nuevo incomunicados en el suelo de la oficina de migración del aeropuerto.

Amanece (sospechamos) y comienzan de nuevo las presiones. Nos dicen que finalmente salimos a las 18:00, ya del día Miércoles 2. Contra reloj, nuestras abogadas parece que van a conseguir llegar con la actuaria a la oficina para que firmemos el amparo. Son las 16:00 y todavía no llegan. El Licenciado Reyes de la Estación Migratoria, nos comunica que finalmente no van a dejar pasar a las abogadas y sólo pasará la actuaria, con lo que no podremos consultar absolutamente nada de nuevo y la decisión la deberemos tomar según la información que ellos nos proporcionen. El licenciado nos comunica que en caso de no abordar esta vez se nos pasará a disposición del ministerio público y se iniciará nuestro proceso penal. De nuevo nos mienten y nuestras abogadas sí comparecen, nos informan de las consecuencias del Amparo, y tres de nosotros las asumimos, sabemos que podemos pasar hasta dos meses en la Estación Migratoria hasta que se resuelva el Juicio de Amparo. Juan, Silvia y Mar firmamos, pero a las abogadas no les permiten quedarse y salen pronto. Mientras Jon ya abordó su avión. De repente, como a los 10 minutos de haber salido las abogadas, nos hacen recoger nuestras cosas suponiendo que nos regresaban a la Estación Migratoria, pero advertimos, ante la impasibilidad del cónsul Gabriel Alou y el canciller español José Antonio Andrés que nos están dirigiendo hacia una puerta de embarque. Preguntamos y nadie nos responde. Inquirimos al cónsul sobre lo que estaba sucediendo y obtenemos como única respuesta : «No sé lo que está pasando. Sólo soy testigo» («¿Y si nos apuntaran con una pistola en la sien?»pregunto… No dice nada.). Hoy leo el correo de una compañera que me cuenta lo siguiente:

«otra cosa, el sábado cuando nos enteramos que habían españoles detenidos (en esos momentos solo sabía de Silvia y Juan), yo llamé al Cónsul para ver si tenían conocimiento y que pudieran garantizar vuestros derechos. Ya vi vuestras declaraciones sobre la visita y no me extraña. Mi plática con él fue bien fuerte: el cabrón me decía que si no le pedíais protección no podía actuar y que él no podía meterse en ningún proceso. Le puntualicé que lo que le pedía era que garantizara vuestra situación juridica y física.- Más tarde ´le llamé y ya había ido a veros. Le preguntaba cuáles eran las acusaciones, si ya se había iniciado la extradición, si habíais tenido abogado, y el güey me dijo que no, «son extranjeros»; le pedí que presionara para que tuvierais un abogado y me dijo «no me presiones»; por último le pedí que si habían más internacionales y me dijo «no te puedo dar esos datos»; después me colgó y ya no me agarro el teléfono.

Así que si de alguna forma mi testimonio puede ayudar, ahí me avisas, porque a ese güey hay que ponerle los pies en la tierra.»

Ya ante la puerta de abordaje el licenciado Reyes dice que si subimos en ese momento nos vamos sin oficio de expulsión. Una nueva estrategia. Estamos hartos, cansados y confundidos. Nos negamos rotundamente a subir. Otro avión que se va sin nosotros. Nos devuelven de nuevo a la oficina de migración del aeropuerto y entonces empieza el circo.

La Licenciada Giovanna jefa de la oficina de migración del aeropuerto, afirma acabar de recibir una orden directa del Ministerio Público para ponernos inmediatamente a disposición judicial e iniciar el proceso penal. Apelamos a nuestro Amparo y nos dicen que eso no impide ese proceso. De repente empiezan a aparecer toda una serie de personajes siniestros y encorbatados, y en la pequeña sala de 3 por 2 metros en la que nos tenían recluidos, nos encontramos los tres con 6 o 7 señores amenazándonos con fianzas de 40 mil pesos, videos, fotos y testimonios dispuestos a asegurar nuestros destrozos en la vía pública, ataque a policías y civiles y no sé qué mentiras más. Dándonos a entender que si queríamos jugar, en qué términos iba a ser el juego.

Nos ofrecen la posibilidad de agarrar el siguiente avión.

La neta que esta vez sí consiguen paniquearnos. Hemos tenido la desgracia o la suerte de conocer de cerca el sistema mexicano, fundamentado en la mordidas y la falsedad. Llevan 5 días engañándonos continuamente. Nos ponen actores que se hacen pasar por reporteros de la Agencia EFE de España y de la Jornada para hacernos hablar. Hemos visto en los sótanos de la procuraduría de justicia de Guadalajara cómo tienen licencia para la tortura. Hemos visto cómo nos señalaban policías vestidos de civiles acusándonos hasta de dirigir células durante los disturbios en las calles de Guadalajara. Y durante 5 días hemos vivido como 20. Cada día nuestra realidad cambiaba mínimo de dos a tres veces. Las mentiras del licenciado Ayala, las amenazas de inminente deportación en minutos, días antes de hacerse real. La escasez de sueño, nos sobrepudieron y no nos sentimos capaces de enfrentarnos a ningún proceso penal en esas condiciones en un país en el que como en muchos otros, la verdad y la justicia nada tienen que ver con la ley.

Decidimos entonces que nos íbamos de una vez. Esta vez le hacíamos creer por lo menos que les regalábamos la partida. Estábamos rodeados en esa pequeña sala por los hombres grises, la representación legal de lo más oscuro de México, y nos sentimos demasiado pequeños para enfrentarlo. Entendimos que en nuestra expulsión se estaban jugando intereses y razones mucho más importantes de las que habíamos llegado a imaginar. Y de repente aparece otro hombrecillo con un libro de leyes para extranjeros bajo el brazo, y que más tarde sabríamos que era el licenciado Magdaleno Isla, quien haciendo honor a la profesión, nos pone delante un papel en blanco para firmar, de nuevo ante la impasibilidad de nuestro canciller y el resto de licenciados. Ya la cosa se estaba desmadrando, y finalmente el Coordinador general de Migración dice que nos da como última oportunidad mañana para irnos.

Estamos agotados; los días se superponen unos a otros y ya quedamos menos para resistir. Nos impiden comunicarnos con nuestras abogadas y las amenazas nos siguen presionando las sienes. Llegamos a la estación migratoria, dulce hogar después de los dos días que pasamos en el aeropuerto, pero entre los compañeros que quedamos empiezan a fallar las fuerzas. Conseguimos hablar con la abogada. Hasta entonces no se nos había informado de la posibilidad real de pasar a disposición del ministerio público y de que se abriera el proceso penal contra nosotros. De repente la afirmación de la abogada de esa posibilidad nos hace flaquear. Nuestra resistencia estaba basada, además del número de personas que éramos, desde la realidad de la estación migratoria, y la posibilidad del cambio de realidad, de tener que volver a enfrentar todo el proceso de interrogatorios y extorsiones nos pareció medio suicida. Ya le habíamos conocido la colita al monstruo. El nivel de amenazas, extorsiones y manipulación de la que fuimos víctimas por parte de meros funcionarios «administrativos». Nos negamos a pasar por el filtro penal. Estábamos dispuestos a pasar meses en la estación migratoria si era necesario, pero estaba claro que habíamos sobrepasado el umbral de tolerancia e incordio. Ya habíamos denunciado al licenciado Ayala (jefe de la Estación) por agresión física, y nos dejaron claro que ya no iban a permitir que siguiéramos allí.

Amanecemos de nuevo en la estación migratoria, hoy Jueves. De nuevo nos impiden comunicarnos, y algunos de nosotros ya no ven tan clara nuestra persistencia. Cambiamos de opinión cada media hora. El corazón manda una cosa y otra la razón. Nuestras familias presionan para que salgamos del país de una vez.

La impotencia y la rabia nos carcomen las entrañas. Finalmente nos enseñan los oficios de expulsión por tres años. Algunos no firmamos, otros lo hacemos bajo protesta y otros bajo protesta y extorsión. Desde entonces apenas hablamos entre nosotros. La impotencia de no poder hacer frente a un sistema corrupto que teniéndonos encerrados puede hacer lo que quiera de nosotros. Aquí está claro que les vale madres la presión. Aún y estando en el punto de mira de los medios y la sociedad civil, han usado las estrategias más viles y oscuras, desde la detención ilegal y la violación incesante de nuestros derechos humanos poniendo en peligro nuestra integridad física y mental, hasta la confiscación de nuestros documentos sin comprobante como señala la convención de la ONU de 1990, y la violación del artículo 21 de la constitución mexicana según la cual no pueden detener a nadie por más de 36 horas por ninguna entidad administrativa. Además se supone que nunca estuvimos detenidos y la estación migratoria no es una cárcel. Nuestra pregunta es: ¿qué será entonces de los 44 compañeros que ora sí ya se tienen por detenidos, en qué condiciones pasarán las horas más hermosas de su juventud sólo por encontrarse a la hora equivocada en el momento equivocado en el que a un pinche granadero le dio por señalar y escoger, como fue en nuestro propio caso, entre el azar y la vestimenta?

Todavía seguimos sin hablar. Ya se elevó el avión y a mí ya no me quedan más lágrimas. Trato de exorcizar la rabia y la impotencia con la tinta. Nos sentimos desertores más que expulsados. Ya no nos duele abandonar el país sobre el que habíamos volcado tantos de nuestros sueños, sino abandonar a los que siguen recluidos en Guadalajara y con todos sus procesos pendientes. Son demasiadas cosas en pocos días y nunca más de media hora para tomar determinaciones fundamentales. La desinformación y la incomunicación han sido nuestros mayores enemigos. Y en algún momento sentimos que ya nunca podríamos volver a pisar tranquilamente las calles del DF. El recuerdo de Pavel nos asaltaba a cada poco junto a la advertencia desde lo alto de no seguir jugando.

¿Qué hacer? Yo ahora mismo siento que me equivoqué firmando el pinche desistimiento. De hecho nunca estuve convencida, pero ya nunca lo sabré. Pero desde la estación migratoria o desde el otro lado del océano, nuestros corazones siguen anclados a todos los rostros con los que nos tocó compartir el infierno de los sótanos de Guadalajara. Y si la palabra es un arma, la usaremos para hacer llegar a todos los rincones de la península y el mundo nuestra denuncia. Que no nos achiquen la voz, y si nosotros también conseguimos ser su pesadilla un rato desde dentro, que desde fuera no nos pueda la desidia y la desmemoria para denunciar desde cada esquina del mundo la vigencia de la tortura en los presidios y la impunidad de la que gozan los cuerpos de policía en todo el mundo para ejercerla y reventar cabezas de niñas de 20 años y 40 kilos.

Hoy recibí un correo de un amigo que tiene contactos directos con ciertas estructuras debido a la posición que le otorga su trabajo, me dice (copio directamente del mensaje): «Alguien que sabe mucho de estos asuntos me ha sugerido que te diga que si quieres regresar sin problemas pronto a México lo mejor es que no hagas declaraciones en España contra el Gobierno Federal Mexicano, ni a medios españoles ni de mi país, porque todo eso se archiva acá y puede ser usado para impedirte o complicarte el reingreso».

Nos quedan la rabia y los sueños, compañeros. Nos quedan la memoria y las ganas. Y somos muchos. Somos tantas voces gritando al unísono que desde sus inteligencias mutiladas por el sistema se creen que bastará un océano para que se nos deje de escuchar. Pero no saben que la rabia es un torrente que se crece y desborda cuando se le ha intentado retener en una presa.

Y así serán nuestras voces, nuestras acciones, nuestras manos tendidas como un puente interoceánico para acariciar los rostros heridos de nuestros compañeros, secar las lágrimas en las noches injustas de presidio, en la negación del abrazo.

Aquí estamos y desde aquí seguimos, y no van a cerrarnos la boca y cada vez somos más para impedir que la impunidad vuelva a esconderse bajo el asfalto como la vergüenza y lo más repugnante de la especie humana bajo los sótanos húmedos y asfixiantes de ninguna ciudad.

Ora exigimos la inmediata liberación sin cargos de los 32 compañeros que continúan presos en Guadalajara, y que a los internacionales deportados se nos retire la sanción que nos impide regresar a México en los próximos 3 años.