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Misión, discursos, contradicciones y prácticas sobre el codesarrollo

Fuentes: Pueblos

Las migraciones están modificando aceleradamente la estructura y la fisonomía de las sociedades planetarias, representando asimismo un reto importante para el modelo de Estado-nación hegemónico a lo largo de la historia moderna y contemporánea. Este intenso movimiento internacional de personas es motivo de preocupación y atención crecientes por parte de numerosos organismos multilaterales, gobiernos, entidades […]


Las migraciones están modificando aceleradamente la estructura y la fisonomía de las sociedades planetarias, representando asimismo un reto importante para el modelo de Estado-nación hegemónico a lo largo de la historia moderna y contemporánea. Este intenso movimiento internacional de personas es motivo de preocupación y atención crecientes por parte de numerosos organismos multilaterales, gobiernos, entidades financieras y organizaciones y movimientos sociales de todo tipo. El codesarrollo es una pieza de este rompecabezas y como tal tiene asignada una determinada misión dentro del conjunto. Nuestro país no es una excepción en este sentido. Por el contrario, en estos últimos años estamos asistiendo a una auténtica moda que lo ha convertido en uno de los temas estrellas de la ayuda al desarrollo [1].

Al igual que sucede en la cooperación internacional, también en el codesarrollo se juega una dura batalla por el significado de las palabras y el control de las prácticas. En el plano oficial predomina una versión que, como retórica política, cumple la función ideológica principal de dar forma al magma migratorio inestable de la globalización proyectando sobre el mismo la imagen social complaciente del «supermigrante» deseado frente al resto de los posibles: una persona responsable, trabajadora, propietaria y ciudadana con derechos y obligaciones que contribuye al desarrollo de sus «países».

El optimismo llega en ocasiones al extremo de concebir la migración como un nuevo paradigma que no sólo contribuye a superar el subdesarrollo sino que, además, convierte a la persona que migra en heroína de esta película con final feliz.

Tal enfoque es coherente con los principios individualistas y neoliberales de las nuevas políticas de migraciones y lucha contra la pobreza. En el primer caso, el binomio emigración legal – integración incluyente nos devuelve el falso reflejo en forma de rostro amable de un mercado despiadado y unas sociedades atemorizadas por el terrorismo e incapaces, incluso en sus versiones más progresistas, de ofrecer alternativas que vayan más allá de la contención policiaco-represiva de la emigración «ilegal», el canje de ayuda por el control de fronteras, la regulación de los flujos por el mercado, la integración marginal sin derechos de ciudadanía, el fomento de los retornos y el aprovechamiento de las remesas. Las segundas, por su parte, han sustituido las antiguas medidas asistencialistas por otras de carácter privatizador cuya prioridad es la gestión de los activos de las personas empobrecidas, para que ellas mismas superen las situaciones de vulnerabilidad en las que subsisten cotidianamente.

Sobre discursos y prácticas

Apoyado en este discurso, el despliegue del codesarrollo está generando algunos efectos colaterales no deseables. La creciente atención prestada al tema, así como el desmedido afán por etiquetar con esta denominación un conjunto de actuaciones diversas cuando no contradictorias y la proliferación de todo tipo de instrumentos para su promoción, entre otras cuestiones, ha aterrizado en una realidad social compleja y en construcción sin mayores miramientos. Tales propuestas llegan en ocasiones de la mano de una parodia de su concepto que mitifica el protagonismo de los y las migrantes y pretende resolver toda su problemática operativa con una capacitación acelerada en gestión empresarial y/o asociativa y diseño de proyectos según el enfoque del marco lógico.

Esta manera de entender y poner en práctica el codesarrollo tiene múltiples implicaciones de diverso tipo que afectan, entre otros aspectos, a la elección de los actores y la definición de sus roles, a la participación en la toma de decisiones y a la gestión de los procesos. Un primer grupo tiene que ver con las dificultades de las organizaciones participantes para reconocerse mutuamente y establecer mecanismos de trabajo adecuados.

En este sentido, hay que tener presente que su universo de trabajo es más amplio y complicado que el de la cooperación. El número de planetas se incrementa y las interacciones entre sus distintas constelaciones se tornan más sensibles e inestables. Organizarlas, sincronizarlas y equilibrarlas no es tarea fácil. Cada pieza del mecano responde a la racionalidad del conjunto de manera diferente y se encuentra en función de sus características orgánicas y de las coyunturas por las que atraviesan en cada momento, aunque siempre dentro de las resistencias al cambio propias de toda estructura. Fortalezas y contradicciones

El núcleo central de esta tela de araña está representado por las relaciones entre la migración organizada y el tejido asociativo local. En la base subyace un conflicto original que condiciona la evolución de cualquier proceso y sus formas posibles. Por un lado, no hay codesarrollo sin redes transnacionales, es decir, sin ese conjunto de flujos y vínculos económicos, sociales y culturales que constituyen la argamasa de las actuales migraciones y en cuya esencia se encuentra muchas veces el deseo de regresar con independencia de que llegue a realizarse.

El compromiso de los y las migrantes con la mejora de las condiciones de vida de su país natal es directamente proporcional a las expectativas de dicho retorno, de ahí que difícilmente trascienda su unidad familiar, convertida en destinataria preferente, cuando no única, de las acciones. Así pues, las mismas redes sociales que alientan y fortalecen el codesarrollo son las que lo dificultan y constriñen en ocasiones.

Esta contradicción tiene que ver obviamente con el problema de los actores y su participación sobre el que tanto se polemiza en el Norte. Sin embargo, su importancia va más allá de este debate y nos remite a la cuestión de fondo, sobre la que se reflexiona menos: ¿quiénes son sus beneficiarios y beneficiarias directas? De la respuesta a este interrogante depende la orientación general de un proceso que puede llegar a excluir consciente o inconscientemente a los sectores más vulnerables, que no emigran, que ni siquiera pueden migrar, incrementando así las diferencias sociales intracomunitarias y limitando nuestro trabajo a una iniciativa privada más que únicamente beneficia a un determinado grupo de familias. El papel de las ONGD

El codesarrollo representa al mismo tiempo una importante interpelación para las ONGD que lo acompañamos, pues nos obliga a tomar posición ante unos cambios que sitúan a parte de nuestros socios en nuestro propio terreno. Ante este panorama, las organizaciones de desarrollo podemos legítimamente negarnos a jugar la partida y continuar haciendo lo que supuestamente sabemos hacer mejor que nadie, o aceptar el reto de asociarnos responsablemente con la migración en un proceso de transformación social basado en metodologías de trabajo equitativas, participativas y transparentes.

Lo que no es de recibo, cuestiona nuestra coherencia y nos resta credibilidad es usar a las personas y organizaciones de migrantes de floreros o conejillos de indias, competir con ellas por el control de los recursos existentes, o convertirnos únicamente en intermediarias y asistentes técnicas de las mismas ante las entidades donantes. En cuanto al resto de actores posibles y deseables, hay que señalar que el clima propicio que encontramos en algunas sociedades de recepción choca con la falta de interés, recursos y capacidades de todo tipo que se evidencia en otras de emisión. Esta circunstancia representa un serio cuestionamiento a la sostenibilidad de las acciones propuestas, que no pueden fructificar sin la cobertura de unas políticas de desarrollo firmes y adecuadas. Formalización y tecnificación

Otra cuestión poco analizada es la dialéctica existente entre las redes transnacionales informales y la formalización organizativa que proponen algunas modalidades de codesarrollo. Sin embargo, sería importante conocer mejor el funcionamiento de la relación entre estas dos dinámicas en principio autónomas, de naturaleza diferente, que responden a pautas distintas y cuya importancia tampoco es la misma.

En efecto, son los vínculos informales los que sustentan tanto la migración como el propio codesarrollo, de forma que, a nuestro entender, es la formalización la que debe partir de ellos, reconociendo su papel vital y estableciendo diseños estructurales y mecanismos operativos que garanticen la armonía del conjunto. Finalmente, no hay que olvidar que tanto los unos como la otra varían en cada caso, y ni todas las redes informales son idénticas ni todas las estructuras funcionan igual y responden a los mismos objetivos.

Con respecto a esto último, nuestra impresión es que las actuales políticas de codesarrollo están induciendo la creación de un determinado tipo de organizaciones orientadas a la gestión y promocionando liderazgos en los que priman las capacidades gerenciales, lo cual puede entrar en contradicción con la dimensión de movimiento social representativo y reivindicativo al que aspiramos. De entrada deberíamos preguntarnos por el impacto de los proyectos y por los ritmos y la metodología de trabajo que les son propios, tanto sobre las propias entidades como sobre los puentes transnacionales sobre los que descansan.

Nuestra opinión es que la reproducción mimética de las metodologías de la cooperación clásica y los crecientes niveles de exigencia profesional y recursos de todo tipo para competir en las convocatorias anuales de subvenciones tienden a rebajar el perfil crítico de las organizaciones y sus responsables, favoreciendo derivas hacia la tecnocracia y el proyectismo.

Asimismo, se trata de una lógica competitiva que no es apropiada a la realidad actual del tejido asociativo de la migración, necesariamente débil y que tiende a quedar excluido, y explica tanto que las distancias iniciales entre las ONGD y las organizaciones de migrantes hayan desembocado en un conflicto abierto por el protagonismo en el sector, como los ejemplos de instrumentalización de las segundas por las primeras con los que nos encontramos algunas veces. En estas condiciones el choque de trenes está servido.

La acción se antepone a la reflexión estratégica y la planificación participativa, convirtiéndose en activismo; el proyecto pierde su capacidad de formar parte del proceso, obstaculizándolo y favoreciendo que las organizaciones comiencen a gestionar acciones sin haber definido un marco político de referencia y experimentado prácticas transnacionales de codecisión. Esta falta de visión de medio y largo plazo está en la raíz de las pugnas por la dirección de los proyectos y el control de los recursos características de las fases iniciales de algunas actuaciones de codesarrollo. Colocar lo transnacional en el centro de las agendas

En definitiva, la reconstrucción de las relaciones solidarias que demandan los actuales tiempos no es cosa que se vaya a producir espontáneamente por el curso natural de los acontecimientos. Por el contrario, la decisión de colocar lo transnacional en el centro de las agendas es una apuesta complicada que sigue pendiente en muchos casos. Los cambios a realizar son muchos y de gran calado y su conducción exige visión estratégica, voluntad institucional y fuerte dedicación de recursos por parte de unas organizaciones que, dicho sea de paso, han de realizar la travesía entre la indiferencia social y unas medidas de apoyo insuficientes, no siempre bien concebidas e, incluso, orientadas en ocasiones a la cooptación partidaria o la captación de clientes.

Sea por lo que fuere, las instituciones públicas y las entidades sociales estamos demostrando más dificultades de adaptación y menos capacidad de reacción que, por ejemplo, empresas, partidos políticos o medios de comunicación. Y es que como suele suceder, el mercado viaja más rápido que la democracia a través de la historia, aunque no siempre llega más lejos.

En este contexto, nuestro particular modo de entender el codesarrollo como la creación de un nuevo sujeto de cambio social, la migración organizada, capaz de incidir sobre la globalización para transformarla en términos de justicia, derechos humanos, democracia y sostenibilidad puede estar equivocado, pero no es caprichoso ni ha sido tomado irreflexivamente al azar.

Más bien es un intento de adecuar los escasos medios disponibles a la ambición de los objetivos que nos hemos marcado, una respuesta a los imperativos globales y, desde nuestro punto de vista, la única vía para hacer del mismo una oportunidad de renovación y actualización a los nuevos tiempos de los principios de la solidaridad y las prácticas del internacionalismo. No estamos ante una opción entre alternativas opuestas. Podemos elegir el camino, pero no el sentido del viaje.

Nota

[1] Este artículo es fruto de una experiencia práctica de participación en un proceso de lo que hoy denominamos en España «codesarrollo». Su análisis crítico nos sirve de base para plantear una serie de reflexiones con las que pretendemos contribuir al necesario debate sobre las nuevas formas de internacionalismo en los marcos transnacionales creados por las migraciones características de la actual fase de la globalización. Todas las opiniones expresadas en el artículo forman parte del Programa de Codesarrollo del Pueblo Saraguro Wipala, siendo deudoras, por tanto, de su proceso de reflexión – acción y, más concretamente, de las organizaciones que lo han protagonizado, INTI ÑAN y Fundación Jatari, verdaderas titulares de los derechos colectivos de propiedad intelectual. El autor se ha limitado a aportar sus habilidades de obrero cualificado para ordenar las ideas en un discurso lo más lógico posible, asumiendo en todo caso la responsabilidad que le corresponda en caso de error u omisión.

* Rafael Maurí Victoria forma parte de ACSUR Las Segovias del País Valencià. Publicado originalmente en el nº 30 de la revista Pueblos, febrero de 2008, especial COOPERACIÓN.