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El Premio Nobel de la Paz en aprietos, acusado de malversación de fondos

Muhammad Yunus lucha para salvar su prestigio

Fuentes: Revista Debate

A Muhammad Yunus se lo ve cansado. Sin dudas, los titulares de los diarios lo están desgastando. «No -dice-, esas acusaciones no son verdaderas». En los últimos días, tuvo que repetir esa negación con frecuencia a amigos, colegas y, probablemente, incluso a sí mismo. El padre del microfinanciamiento, fundador del Grameen Bank, aseguró a Der […]

A Muhammad Yunus se lo ve cansado. Sin dudas, los titulares de los diarios lo están desgastando. «No -dice-, esas acusaciones no son verdaderas». En los últimos días, tuvo que repetir esa negación con frecuencia a amigos, colegas y, probablemente, incluso a sí mismo. El padre del microfinanciamiento, fundador del Grameen Bank, aseguró a Der Spiegel que las demandas son «un invento total».

Mientras se ajustan los últimos detalles de la conferencia de prensa organizada en la sede de su Grameen Bank, en Dhaka, el salón queda colmado y algunos periodistas rezagados forcejean para escuchar desde el recinto contiguo. Tal multitud ya lo había ido a buscar al aeropuerto de Dhaka, adonde había llegado desde Francia tras reunirse con el presidente Nicolas Sarkozy para hablar de sus temas favoritos: globalización, sus consecuencias sociales y las posibilidades de combatir la pobreza. Ahora, Yunus debe nuevamente enfrentar los cargos en su contra y ratificar su inocencia

PRESIÓN MASIVA

En 2006, Yunus y su Grameen Bank recibieron en conjunto el Premio Nobel de la Paz. Desde entonces, Yunus se ha convertido en un ícono nacional en Bangladesh. Pero ahora se encuentra bajo presión: a fines de noviembre último, el canal de televisión noruego NRK transmitió un documental producido por el periodista danés Tom Heinemann en el que Yunus era acusado de irregularidades en la contabilidad del banco. Según el programa titulado «Atrapado en el microcrédito», el Grameen Bank desvió dinero destinado al desarrollo hacia otros proyectos, sin el consentimiento de los donantes de Alemania, Holanda, Noruega, Suecia y Estados Unidos.

En 1996, Yunus fundó la subsidiaria Grameen Kalyan (Bienestar Rural) para financiar proyectos de ayuda social y la construcción de edificios de departamentos. De acuerdo con la investigación de Heinemann, en ese entonces Yunus transfirió unos cien millones de dólares del Grameen Bank al Grameen Kalyan. El dinero estaba destinado a microcréditos, es decir, pequeñas sumas de dinero que los más pobres podrían utilizar para comprar una vaca, semillas o un teléfono celular, de modo que pudieran producir leche, cultivar la tierra o administrar su negocio telefónicamente.

Un año después, en 1997, la embajada noruega en Dhaka se enteró de la transferencia. Según el documental, el entonces embajador Hans Fredrik Lehne criticó al Grameen Bank no sólo por haber transferido los fondos al Grameen Kalyan, en contravención con las cláusulas correspondientes, sino también por haber pedido ese dinero de vuelta, pero esta vez, en condición de préstamo. De un día para otro, el banco le debía a su subsidiaria una inmensa cantidad de dinero. En diciembre de 1997, Lehne advirtió que la explicación de Yunus, quien había declarado que la transacción se había hecho por «razones de impuestos», no resultaba «ni iluminadora ni creíble». Es que, como entidad sin fines de lucro, el Grameen Bank no tenía obligaciones impositivas.

«UN INVENTO TOTAL»

Yunus dijo a Der Spiegel que las acusaciones en su contra son «una total fabricación sin fundamento». Según el Premio Nobel, el embajador Lehne le presentó sus objeciones, que Yunus respondió en una carta fechada el 8 de enero de 1998. En la carta, cuya copia mostró al Spiegel, le explicaba que la transferencia de dinero había sido hecha para establecer a la subsidiaria como una suerte de órgano de control para el banco. De esa manera, Yunus aspiraba a que los ejecutivos bancarios estuvieran forzados a tener más «disciplina financiera», ya que tendrían responsabilidad sobre el Grameen Kalyan.

La cuestión parecía haberse solucionado. Según el gobierno noruego, la proporción de sus fondos -170 millones de coronas, casi 30 millones de dólares- fue transferida nuevamente al Grameen Bank en mayo de 1998. Otros donantes no se quejaron sobre la transferencia original. Aun así, Yunus contó a Der Spiegel que los 100 millones de dólares del total fueron girados nuevamente al Grameen Bank para evitar cualquier potencial crítica futura.

Al comienzo del documental, el ministro de Desarrollo Internacional de Noruega, Erik Solheim, pide a sus colaboradores que revisen nuevamente la cuestión. En el informe, de 12 páginas, los noruegos llegaron a la conclusión de que la cuestión debía ser definitivamente cerrada. «De acuerdo con el informe -dice Solheim- no hay pruebas de que los fondos noruegos hayan sido utilizados para otros propósitos diferentes a los pactados ni de que el Grameen Bank haya caído en prácticas corruptas o malversado recursos».

Las críticas todavía continúan. Los medios de comunicación pugnan por destruir a la figura que antes habían elogiado. Y a Yunus no le faltan enemigos.

HÉROE POPULAR

Luego de ganar el Premio Nobel, Yunus alcanzó el estatus de héroe popular en Bangladesh. Por primera vez, los bengalíes sentían que uno de ellos se mezclaba entre los grandes del mundo, y por fin rompía con la típica representación de Bangladesh como un país asociado únicamente a la pobreza, los desastres naturales y las telas baratas. Esa vez, el mundo descubría un Bangladesh diferente.

«Fue un momento maravilloso para toda la nación, dice Yunus. Fue una súbita explosión de orgullo y alegría para cada bengalí. Todos sintieron como si cada uno de ellos hubiera recibido el Premio Nobel de la Paz». Desde ese momento, la gente aduló a Yunus y siguió cada uno de sus movimientos. «Antes, si gritábamos, la gente no escuchaba – dijo Yunus al periodista en 2006-. Ahora, si susurramos algo, todo el mundo nos presta atención».

Yunus alcanzó fama mundial gracias a su idea de ofrecer préstamos mínimos a los pobres para que pudieran comenzar con su propio negocio y, de esa manera, escaparle a la pobreza. La historia es así: Yunus nació en 1940 en la ciudad portuaria de Chittagong. Su padre era joyero y orfebre. Estudió Economía, se doctoró y trabajó como profesor en Tennessee antes de volver a su país para dirigir el área de Economía en la Universidad de Chittagong.

En 1976, mientras estaba de excursión con sus estudiantes, conoció a un grupo de mujeres que tejían muebles de bambú para sobrevivir. Le contaron que tenían que pagar intereses tan altos para comprar bambú mediante créditos que el trabajo ya no les era rentable. Yunus les ofreció un préstamo de 27 dólares de su propio bolsillo a una tasa de interés baja y, de esa manera, rompió el círculo vicioso de las deudas. La idea del microfinanciamiento se ponía en marcha.

UN HOMBRE CON MUCHOS CRÍTICOS

Yunus ya ha contado mil veces la historia de cómo su aventura académica derivó en el Grameen Bank. De hecho, desde que ganó el Premio Nobel, el banco se ha convertido en un imperio majestuoso. Yunus está orgulloso de todo lo que ha conseguido. En la sede central del banco, en Dhaka, se exhiben fotos suyas junto a personalidades de todo el mundo, tales como la canciller de Alemania Angela Merkel, Bill y Hillary Clinton, y la pareja real de Suecia.

Esta imagen pública de Yunus, rodeado por los hombres más poderosos del mundo, marca un contraste tajante con su personalidad reservada y la sencillez de sus pantalones anchos a la altura de la rodilla, como a él le gusta presentarse en ocasiones más informales.

Sin embargo, el hombre tiene muchos críticos. Por ejemplo, los defensores más clásicos de la ayuda para el desarrollo le critican su abierta y estricta oposición a la mera distribución de dinero. Y luego están los críticos de la globalización, quienes le reprochan sus declaraciones de que ningún otro proceso reciente ha ayudado tanto a la humanidad como la globalización. Del mismo modo, hay quienes envidian a Yunus en su país por haber alcanzado el estatus de héroe gracias a sus propios esfuerzos, a diferencia de los políticos de Bangladesh, quienes deben su poder a la influencia de los vínculos familiares.

Tal es el caso de Sheikh Hasina, la primera ministra de Bangladesh, quien ha hecho pocos esfuerzos para ocultar su antipatía por Yunus. En 2007, cuando Bangladesh estaba bajo la tutela de un gobierno de transición, Yunus dejó al descubierto sus ambiciones políticas al fundar un nuevo partido. No pasó mucho tiempo hasta que se arrepintió de haber ingresado al mundo de las intrigas políticas, y de haber cosechado algunos enemigos que aún perduran. Por ejemplo, luego de la reciente acusación que acaba de salir a la superficie, Hasina declaró públicamente que los esfuerzos de Yunus para conceder microcréditos no significan más que «chuparle la sangre a los pobres en nombre del alivio de la pobreza».

MICROFINANCIAMIENTO, DESACREDITADO

Muchos de los enemigos de Yunus están sacando ventaja de las críticas que rodean a las transacciones financieras. El microfinanciamiento ha caído en descrédito, particularmente en la India, donde numerosos imitadores del Grameen Bank están tratando de obtener el máximo de réditos. De la mano de tasas de interés escandalosas -y de la presión de los cobradores de morosos- han llevado al suicidio a quienes no podían pagar los microcréditos.

Los blogs y los artículos de los diarios denominan a Yunus como «usurero de los pobres», en una clara burla a su autobiografía, titulada Banquero de los pobres. El Grameen Bank admite que imputa un interés del 20 por ciento en créditos, aunque esa cifra es aún muchísimo menor que la del común de los bancos comerciales del Sudeste Asiático, y considerablemente menor que las obscenas tasas de los prestadores privados.

Un empleado del banco justifica las tasas de interés diciendo que hay que contemplar que la gran mayoría de los microcréditos, muchos de los cuales son menores a 100 dólares, demandan «costos administrativos importantes». Además, agrega, el banco no verifica la solvencia de sus clientes, quienes en su mayoría son mujeres, e incluso se abstiene de cobrar interés en casos de carencias excepcionales. «Todas las ganancias vuelven inmediatamente a la compañía» dice, y explica que los prestatarios son los dueños del 95 por ciento de las acciones del banco, mientras que el gobierno sólo administra el restante cinco por ciento.

En estos días, Yunus se lamenta por haber trabajado alguna vez junto a instituciones de financiamiento. Dice que fue un error haber aceptado los fondos de donantes como parte del financiamiento inicial del banco. Ya en 1995, el Grameen Bank decidió no aceptar más donaciones ni pedir más dinero prestado y optó, en cambio, por financiarse a sí mismo a través de sus propios esfuerzos.

Pero entonces ya era demasiado tarde: parece que la última fracción de dinero que recibió la compañía como ayuda para el desarrollo es la que le está causando a Yunus todos estos problemas.

Fuente: http://www.revistadebate.com.ar/2010/12/23/3467.php

Traducción: Ignacio Mackinze.