Qué rápido se esparcen hacia Medio Oriente las chispas del fuego estadunidense-israelí. Cada amenaza, cada intransigencia pronunciada en Washington y Teherán consume un poquito más de Líbano. No es casualidad que las fuerzas de Naciones Unidas al sur del país ahora padecen ser objeto de sospecha entre los chiítas musulmanes que viven en la región. […]
Qué rápido se esparcen hacia Medio Oriente las chispas del fuego estadunidense-israelí. Cada amenaza, cada intransigencia pronunciada en Washington y Teherán consume un poquito más de Líbano. No es casualidad que las fuerzas de Naciones Unidas al sur del país ahora padecen ser objeto de sospecha entre los chiítas musulmanes que viven en la región. Tampoco es coincidencia que Israel vocifere que Hezbollah es ahora más poderoso de lo que era antes de la guerra de julio pasado. No es accidental que Sayed Hassan Nasrallah, el líder de la guerrilla, haya traído más misiles a Líbano.
¿Por qué, preguntan los libaneses, el presidente sirio, Bashar Assad, visitó al presidente iraní, Mahmud Ajmadinehad, el fin de semana pasado? ¿Para sellar sus ya de por sí fraternales relaciones? ¿O para planear una nueva guerra con Israel en Líbano? Las imágenes de los nuevos lanzamientos de misiles iraníes durante tres días de maniobras militares -aparentemente cohetes de largo alcance que podrían llegar hasta los buques de guerra estadunidenses estacionados en el golfo Pérsico- aparecieron este martes en las páginas de todos los diarios de Líbano al lado de las más recientes amenazas de Washington de lanzar ataques aéreos contra el ejército iraní. Den por seguro que los libaneses serán los primeros en sufrir.
Para Occidente, la crisis en Líbano -donde Hezbollah y sus aliados todavía exigen la renuncia del gobierno del primer ministro Fuad Siniora- se vuelve más seria cada hora que pasa. Hasta 20 mil soldados de la ONU, que incluyen batallones de españoles, franceses e italianos enviados por la OTAN, son mandados a misiones a todo lo ancho de los montes en el sur libanés, en cada campo de batalla en que los israelíes y los miembros de Hezbollah amenazan con enfrentarse de nuevo.
Si Israel es el apoderado de Estados Unidos (que los libaneses no ponen en duda), entonces Hezbollah es el apoderado de Irán. Entre más advertencias hagan a Irán Estados Unidos e Israel, mayores serán las presiones de Hezbollah a Líbano.
Ya existen peligroso indicios de lo que podría venir. Las tropas españolas fueron apedreada la semana pasada por jóvenes de un poblado libanés. A soldados franceses que llegaron a Maroun al Ras con su convoy médico semanal se les dijo en términos contundentes que ya no son bienvenidos. Los franceses se retiraron en el acto.
¿Se debió esto a que el presidente, Jacques Chirac, muy ocupado conmemorando en París el asesinato de su amigo Rafiq Hariri, el pasado lunes, ya está hablando de desplegar fuerzas de la ONU no sólo a lo largo de frontera libanesa con Israel sino también en la frontera con Siria?
Chirac advirtió que la guerra del verano pasado entre Hezbollah e Israel podría «volver a hundir a Líbano en una aguda crisis». Si los libaneses no meten orden, agregó el presidente francés, podrían «resbalar hacia un profundo cisma». Estas no son palabras que sirvan para congraciarse con Assad o con su par en Teherán.
Añádase a esto las declaraciones del brigadier Yossi Baidatz, jefe del departamento de investigaciones estratégicas del ejército israelí, quien tiene tanto peso como el ministro de Defensa Amir Peretz, que Hezbollah «está incrementando sus capacidades militares para sobrepasar el nivel que tenían antes de la guerra… y recibiendo equipo de Siria». No es difícil ver por qué una delegación italiana de senadores en Beirut ha expresado su preocupación por sus compatriotas que fungen como soldados de la ONU en el sur libanés.
Un general italiano, Claudio Graziano, acaba de asumir la comandancia de la fuerza multinacional Unifil, y ha sido descrito por los israelíes como un experto en «contraterrorismo» , que no es precisamente el tipo de elogio que Graziano hubiera querido cosechar de los israelíes, en vista de los peligros que tendrá que enfrentar en las semanas y meses por venir.
De hecho, los generales parecen estar de moda en Líbano en estos días. Recientemente el comandante del ejército libanés, el general Michel Sulieman, pronunció un discurso de notable sentido común, en que culpó a los políticos libaneses por no haber fomentado la unidad que podría resolver sus problemas.
En el último mes de batallas callejeras en Beirut y otras ciudades libanesas, los soldados del general Sulieman lograron la extraordinaria hazaña de poner freno repetidamente a disturbios sin matar a uno solo de sus compatriotas.
«Líbano no puede ser gobernado mediante el ejército ni la dictadura», dijo. «…éste es un país saciado con democracia, pero una cantidad de democracia tan grande en Líbano puede llevar al caos… Los soldados tienen más conciencia que muchos de los líderes de esta nación».
Cerca de 70 por ciento de los miembros del ejército libanés -que ahora enlista a voluntarios más que a conscriptos- son chiítas, lo cual es el motivo por qué no se le puede utilizar para desarmar a la guerrilla de Hezbollah.
© The Independent
Traducción: Gabriela Fonseca