El reciente informe de Amnistía Internacional sobre las violaciones cometidas por el ejército ucraniano durante la guerra con Rusia ha suscitado una gran polémica, a pesar de que es un informe equilibrado y prudente. Los ataques contra esta organización de derechos humanos están lejos de ser inocentes. Antecedentes e interpretación de la cuestión.
Un informe extraordinario
El 4 de agosto Amnistía Internacional (AI) publicó un informe sobre cómo las tácticas de combate del ejército ucraniano ponen en peligro a los civiles. Lo hace construyendo bases y utilizando sistemas de armamento en zonas residenciales densamente pobladas con escuelas y hospitales.
Amnistía ha redactado decenas de informes sobre las violaciones cometidas por el ejército ruso en esta guerra. Esta vez se trataba de la parte ucraniana de la historia. Un informe de la ONU y también Der Spiegel habían llegado a conclusiones similares a las de AI.
El informe se preparó con cuidado. El dedo también apunta a Rusia. «Que el ejército ucraniano coloque objetos militares dentro de zonas pobladas no justifica en absoluto los ataques rusos indiscriminados».
En este informe, Amnistía sólo menciona el uso de civiles como escudos humanos. No dice una palabra sobre el uso de bombas de racimo [1] o minas mariposa [2], el bombardeo de la central nuclear de Zaporizhzhia o la tortura de soldados rusos capturados.
Sea como fuere, el informe fue una primicia notable. Era la primera vez que una importante organización occidental de derechos humanos denunciaba la conducta del ejército ucraniano. Hasta entonces solo había condenas de los crímenes del ejército ruso.
Tormenta de críticas
Las reacciones no se hicieron esperar. Tras el informe hubo una tormenta de críticas. Los principales medios de comunicación, como The Washington Post, The Telegraph o Bloomberg acusaron a Amnistía Internacional de «culpar a las víctimas» y de actuar como «idiotas útiles» a favor de Putin. Hablaron de la «bancarrota moral» y de la «obsesión antioccidental» de Amnistía Internacional.
El Gobierno ucraniano reaccionó furiosamente. El Presidente Zelensky condenó el informe en un discurso a la nación y acusó a Amnistía Internacional de un «intento de amnistiar al Estado terrorista y de trasladar la culpa del agresor a la víctima de la agresión».
Kuleba, el ministro de Asuntos Exteriores, tuiteó que el informe «distorsiona la realidad, presenta una falsa equivalencia moral entre el atacante y la víctima, y refuerza los esfuerzos de desinformación de Rusia. Se trata de una falsa “neutralidad”, no de la veracidad».
La sección ucraniana de Amnistía Internacional también se opuso firmemente a la publicación del informe. El director del departamento, Oksana Pokalchuk declaró: «Hicimos todo lo posible para evitar que este informe se hiciera público.
Como resultado de la gran presión, pocos días después de la publicación del informe la organización de derechos humanos se vio obligada a pedir disculpas por el «dolor causado». «Amnistía Internacional lamenta profundamente la angustia y el enfado que ha causado nuestro comunicado de prensa sobre las tácticas de combate del ejército ucraniano.»
Sin embargo, la organización se mantuvo plenamente comprometida con sus conclusiones. Anteriormente la CBS, una de las tres mayores cadenas de televisión comercial de Estados Unidos, había eliminado parcialmente un documental sobre los envíos de armas a Ucrania tras la presión del Gobierno de Kiev. Amnistía Internacional no sucumbió a la presión.
Tres generaciones de derechos humanos
Para desacreditar a Amnistía Internacional algunos llegaron a calificarla de organización de extrema izquierda. Pero no es el caso en absoluto. Para aclararlo veamos los diferentes tipos de derechos humanos.
Hay tres tres tipos o generaciones de los derechos humanos. La primera generación son los llamados derechos civiles y se refieren a la libertad y la participación en la vida política. Se introdujeron tras la Revolución francesa en 1789 y sirvieron para proteger a la naciente burguesía de la omnipotencia del rey y la nobleza.
Entre ellos están la libertad de expresión, la igualdad ante la ley, la libertad de religión, el derecho a la propiedad privada, el derecho a un juicio justo y el derecho a la privacidad.
La segunda generación son los derechos sociales, económicos y culturales. Están relacionados con la igualdad. Nacieron bajo el impulso del emergente movimiento obrero y de los países socialistas. Con estos derechos el Estado garantiza a la población civil la igualdad de condiciones y de trato.
Se trata del derecho a la alimentación, la vivienda, la educación, la atención sanitaria, el trabajo, el ocio, la seguridad social, los salarios justos, etc.
La tercera generación puede describirse como derechos colectivos o de los pueblos. Se hicieron populares en los países del Sur durante la descolonización. Estos derechos tienen que ver con un orden mundial justo y deben garantizar que cada país pueda seguir su propio curso autónomo.
Entre ellos se encuentran el derecho a la soberanía, al desarrollo económico y social, a los recursos naturales, al patrimonio cultural, al medio ambiente sano y a la sostenibilidad (para las generaciones futuras).
Las gafas occidentales
Cada una de las tres generaciones es importante, pero las élites de Occidente han conseguido limitar el campo de visión principalmente a la primera generación. Para mantener la brecha entre ricos y pobres conviene ignorar los derechos sociales y económicos. Para mantener la dominación del Norte sobre el Sur también es útil no hablar de los derechos de los pueblos.
Así que siempre nos centramos en los derechos civiles y políticos. Y aun así, solo a veces, a veces no. En países amigos, como Arabia Saudí o Israel, se cierran firmemente los ojos cuando se pisotean estos derechos. En cambio, se pone bajo la lupa a los países no amigos, como Irán, Venezuela o China, cuando se trata de esos derechos.
Una vez que la visión dominante del Occidente sobre los derechos humanos se ha convertido en un valor común, se puede utilizar como arma político-ideológica. Por medio de una política de derechos humanos Estados Unidos y Occidente intentan dar una imagen negativa de ciertos países y aislarlos diplomáticamente.
Especialmente desde la llegada del presidente Reagan en la década de 1980, «la campaña de los derechos humanos» se ha intensificado considerablemente. En un artículo de opinión en The New York Times titulado ‘Por qué debemos apoyar los derechos humanos’, John McCain, uno de los principales senadores republicanos, escribió lo siguiente:
«Somos el principal artífice y defensor de un orden internacional regido por normas derivadas de nuestros valores políticos y económicos. Esas reglas nos han hecho inmensamente más ricos y poderosos». No se puede formular más claro.
¿Dónde está Amnistía Internacional?
Como la mayoría de las organizaciones occidentales de derechos humanos, Amnistía Internacional se centra principalmente en los derechos humanos de la primera generación. Al hacerlo, utiliza el relato dominante y, por tanto, a menudo hace el juego a los intereses occidentales.
En Estados Unidos existe desde hace mucho tiempo puerta giratoria entre el personal de destacados grupos de derechos humanos y el Gobierno. Quizá en Europa sea menos el caso, pero también es una realidad. Además, no hay que subestimar la presión de los grandes donantes, que se inclinan por el relato dominante.
Tradicionalmente Amnistía Internacional ha ignorado las estructuras de poder que mantienen la dominación occidental sobre el resto de la humanidad. Las acciones de un gobierno de izquierdas que intenta detener una contrarrevolución violenta se equiparan a las de un Estado imperialista despiadado que persigue a una minoría.
En Bolivia Jeanine Áñez fue nombrada presidenta por los militares tras un golpe de Estado en 2019. Su Gobierno organizó una brutal represión contra la resistencia popular. La decisión del nuevo Gobierno electo de procesarla por un gran cantidad de masacres fue condenada por Amnistía Internacional como un «patrón de parcialidad en el sistema de justicia».
El Morning Star señala que esto no es una prueba de parcialidad, sino el resultado de un «enfoque individualista que ignora las relaciones de poder que determinan la explotación, la opresión, la resistencia y la revuelta».
Por eso Amnistía Internacional no podía aceptar que Nelson Mandela fuera un «preso de conciencia». A ojos de A la lucha revolucionaria armada es lo mismo que la represión armada del Estado. También es la razón por la que Amnistía da más importancia a la detención de un magnate de los medios de comunicación en Hong Kong que la erradicación de la pobreza absoluta de cientos de millones de personas en China.
Lo mismo ocurre con Cuba. El informe de 2021 de AI se centra en algunos disidentes y en el hecho de que algunos hospitales no pudieron hacer frente a la afluencia de pacientes de covid en un momento dado. No menciona ni una palabra sobre el bloqueo asesino que estrangula económicamente al país.
A raíz de una avería en una planta de producción de oxígeno cubana, hubo una gran escasez de oxígeno para ventilar a los pacientes críticos de covid. El bloqueo estadounidense impidió la la compra urgente de oxígeno. A consecuencia de ello murieron injustificadamente cientos de pacientes cubanos. El informe no dice ni una palabra al respecto.
Amnistía Internacional tampoco se libra de tratar de forma diferente los derechos humanos en el caso de naciones amigas o no amigas. Por ejemplo, considera que el disidente ruso Navalny es un preso de conciencia, pero que esta calificación no se aplica para los denunciantes Assange, Snowden o Chelsea Manning.[3]
Más allá de la autocensura
Así que hay mucho que decir sobre el enfoque de Amnistía. Su política se puede calificar de todo excepto de izquierdas, pero esto no nos impide defender a la organización contra los ataques de la derecha. Porque con sus ataques las fuerzas de la derecha intentan silenciar toda voz disidente. También intentan promover una versión hollywoodiense del mundo, en la que los occidentales son los buenos que nunca hacen nada malo y sus oponentes son los malos que, por definición, actúan mal.
Por supuesto, se han cometido crímenes de guerra bajo el gobierno de «nuestros» adversarios, ya sean Putin, Assad, Gadafi o los talibanes. «Pero centrarse en esos crímenes es, con demasiada frecuencia, una excusa para no abordar los crímenes de guerra occidentales y, por lo tanto, permitir agendas que promueven los intereses de las industrias bélicas de Occidente», señaló el periodista y autor Jonathan Cook.
La información sobre la guerra en Ucrania y la situación de los derechos humanos se ve casi exclusivamente a través de las lentes de las prioridades políticas occidentales. Incluso el autor del informe de Amnistía Internacional del que estamos hablando admite «que el grado de autocensura en esta cuestión [los crímenes de guerra ucranianos] ha sido bastante extraordinario».
Este informe de AI rompe con la unilateralidad. La razón por la que una organización no gubernamental occidental muy respetada está rompiendo el muro de la autocensura puede ser doble.
En primer lugar crecen las dudas, tanto entre una parte de la clase dirigente como de la población en general, sobre el enfoque belicoso de Occidente en esta guerra. Con la próxima crisis energética en invierno, estas dudas aumentarán aún más. De acuerdo con esto, poco a poco va creciendo la opinión de que, además del comportamiento criminal del ejército ruso, ya no se puede tolerar tampoco el comportamiento criminal ucraniano.
Es indudable que dentro de la propia organización de AI también se percibe esta duda. A algunos de los miembros y quizás a tampoco a su personal no habrá gustado que la organización se centre unilateralmente en los crímenes de Rusia.
Amnistía Internacional utiliza principalmente el primer tipo de derechos humanos y no suele romper con el enfoque occidental, lo cual no es necesariamente una fatalidad. En relación con la causa palestina ha habido mucha presión desde abajo y ha dado resultado. AI ha publicado un informe pionero que califica a Israel de Estado de apartheid. Se debería repetir más a menudo.
Notas
[1] Una bomba de racimo es una bomba que contiene un muchas de bombas más pequeñas llamadas submuniciones. Cuando se utiliza una bomba de racimo, se abre en el aire y luego esparce docenas o incluso cientos de submuniciones en un área de hasta varios campos de fútbol.
[2] Una mina mariposa es un tipo de mina terrestre que se dispersa desde el aire. La carga explosiva es pequeña, destinada a herir a las personas, no a matarlas. El nombre de «mariposa» hace referencia a su forma de ala. Las propiedades aerodinámicas favorecen la dispersión en una amplia zona cuando las bombas mariposa se lanzan como bombas de racimo. Una mina mariposa mutila a la víctima que entra en contacto con ella.
[3] Chelsea E. Manning era una soldado estadounidense destinada a Irak. Filtró en WikiLeaks una grabación de vídeo de un ataque de un helicóptero estadounidense en Bagdad. Fue condenada, pero quedó en libertad anticipada tras ser indultada por Barack Obama. Sin embargo, fue detenida de nuevo entre marzo de 2019 y marzo de 2020 por negarse a declarar en un caso contra WikiLeaks y Julian Assange.
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