Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández
En el año 2003, la Dra. Aafia Siddiqi, experta en modelos de aprendizaje infantil, formada en el Instituto de Tecnología de Massachussets (MIT, por sus siglas en inglés), despareció con sus tres niños cuando visitaba a sus padres en Pakistán. ¿Era ella, como dijeron los estadounidenses, una agente de Al Qaida que reapareció en 2008 tras cinco años de clandestinidad con un bolso de mano lleno de sustancias químicas y una serie de planes para perpetrar importantes ataques terroristas en EEUU, y que después intentó disparar contra unos soldados estadounidenses? ¿O fue, como su familia y la mayor parte de la gente en Pakistán han mantenido siempre, capturada por agentes pakistaníes por razones desconocidas?
Ahora, las pruebas recién presentadas sobre el secuestro de la Dra. Siddiqi abren de nuevo parte de una de las historias individuales más impactantes de la miríada de injusticias de la guerra contra el terror. También ponen de relieve la imprudencia y la perfidia de un socio clave de los EEUU en esa guerra contra el terror, que llevan implícita una amenaza propia de explosión.
La Dra. Siddiqi fue sentenciada el pasado año por un tribunal de Nueva York a 86 años de prisión por intento de asesinato de soldados estadounidenses en Afganistán. Su misteriosa desaparición anterior a lo largo de cinco años, su reaparición en Afganistán en 2008, su posterior juicio en EEUU y la confusión que ha rodeado todos esos acontecimientos, han hecho de la Dra. Siddiqi un caso emblemático en gran parte del mundo musulmán. Ahora un alto funcionario estadounidense encargado de reforzar el cumplimiento de la ley ha afirmado que estuvo personalmente implicado el día en que fue capturada junto a sus tres niños por agentes de la policía pakistaní en Karachi en marzo de 2003 y entregada a la agencia de inteligencia pakistaní, la ISI.
El FBI emitió una alerta de «búsqueda para interrogatorio» contra la Dra. Siddiqi justo antes de su desaparición. Después la colocaron bien alto en la lista estadounidense de personas buscadas, mientras EEUU proclamaba que había estado viviendo como agente encubierta de Al Qaida. «Constituye un claro y presente peligro para EEUU», dijo en 2004 el entonces Fiscal General de EEUU John Ashcroft. Durante todos estos años, el gobierno pakistaní negó repetidamente que la tuvieran en prisión y, después de su arresto en Afganistán en 2008, se gastó dos millones de dólares en abogados estadounidenses para que la defendieran en el juicio emprendido contra ella. Una vez condenada, el Primer Ministro pakistaní, Yusuf Raza Gilani, se comprometió a trabajar hasta conseguir que salga de la prisión estadounidense. La Dra. Siddiqi se había convertido en «hija de la nación» y el núcleo de una causa popular que no podía permitirse el lujo de ignorar.
La nueva prueba, contenida en una grabación recogida en secreto, es un terremoto potencial en la crónicamente inestable situación política de Pakistán, donde la rabia contra EEUU se profundiza y extiende, debido sobre todo a las numerosas víctimas civiles que están causando los bombardeos de los aviones no tripulados. Durante los últimos dos años y medio, el caso de Aafia Saddiqi ha sacado periódicamente a las calles a decenas de miles de personas para protestar por todo lo que el sistema jurídico y militar de EEUU le han hecho desde que volvió a aparecer, bajo custodia estadounidense y gravemente herida, en 2008. Los medios de comunicación pakistaníes han afirmado siempre que el ISI fue responsable de su desaparición y que los estadounidenses estuvieron también implicados. La grabación vuelve a abrir todo el caso, no sólo en relación a la Dra. Siddiqi, sino acerca del corrosivo efecto de la alianza con el ejército y la elite de inteligencia pakistaníes en una guerra contra el terror que ha provocado tantas víctimas pakistaníes. El ISI ha ido poniendo en marcha sus propias agendas, codo con codo con diversos funcionarios estadounidenses en los distintos periodos, incluso desde la guerra contra los soviéticos en Afganistán y, posteriormente, al convertirse en padrino de las distintas facciones afganas que desgarraron el país. Hay un montón de astutos periodistas pakistaníes con habilidades lingüísticas como para utilizar al máximo esta cinta y avergonzar a sus propios servicios de seguridad y gobierno.
En cuanto a EEUU, hay también bastantes preguntas que contestar acerca del amplio encubrimiento de lo ocurrido con la Dra. Siddiqui y sus tres niños, dos de los cuales son ciudadanos estadounidenses y, al parecer, han pasado cinco traumáticos años en varias prisiones separados de su madre y uno del otro. Resulta apenas creíble que en todos estos años los altos funcionarios de las administraciones de Bush y Obama no conocieran lo que sus molestos aliados pakistaníes le habían hecho a ella y a sus niños.
El 21 de abril de 2003, un «alto funcionario estadounidense para el cumplimiento de la ley» le dijo a Lisa Myers, de NBC Nightly News, que Siddiqi estaba bajo custodia pakistaní. La misma fuente se retractó de esa declaración al día siguiente sin explicación alguna. «En aquel momento», dijo Myers a Harpers Magazine, « pensamos que quizá había hablado cuando no tocaba hacerlo».
Según Associated Press , «dos funcionarios federales para el cumplimiento de la ley, hablando bajo anonimato, dijeron inicialmente que hacía poco tiempo de la detención de Aafia Siddiqi, de 31 años, por las autoridades pakistaníes». Sin embargo, posteriormente, «los funcionarios estadounidenses corrigieron sus anteriores declaraciones, diciendo que nuevas informaciones recibidas del gobierno pakistaní hacían que fuera «dudoso» que siguiera detenida».
Un portavoz del FBI negó también formalmente que la agencia tuviera ningún conocimiento del paradero de la Dra. Siddiqi, afirmando que el FBI no sabía si alguna nación la había detenido.
Un desconocido visitó a la madre de la Dra. Siddiqi pocas horas después de su desaparición, para advertirle que mantuviera la boca cerrada si quería volver a ver a su hija y a sus nietos. En 2003, en una vista a puerta cerrada, cuando el FBI citó unos documentos de la hermana de la Dra. Siddiqi, un oficial del FBI le confirmó a su familia que estaba viva y que estaba bien, pero que no iba a contestar ninguna pregunta acerca de su paradero.
La nueva prueba de la cinta de audio fue grabada en secreto el año pasado en un determinado encuentro social y al fondo pueden oírse voces de niños. Le fue entregada, sin solicitarlo, a uno de los muchos abogados implicados en el caso Siddiqui en EEUU. La fuente, cuya identidad se protege, dijo a los abogados de la Red Internacional por la Justicia (IJN, por sus siglas en inglés) que había hecho la grabación tras un encuentro social al oír cosas impactantes acerca del contraterrorismo pakistaní a la hora de fabricar pruebas y sobre la desaparición de la Dra. Siddiqi, expresadas casualmente por un alto funcionario. Se sintió indignado y volvió para un segundo encuentro con una grabadora, consiguiendo que se repitieran algunas partes de la anterior discusión. «Tenía que hacerlo si servía para ayudar a alguien», dijo a la Directora Ejecutiva de IJN Tina Foster, que lleva representando a la familia de la Dra. Siddiqi desde enero de 2010. IJN tiene mucha experiencia en varios casos de la guerra contra el terror. Representan a un grupo de prisioneros de la cárcel de la base aérea de Bagram en Afganistán, algunos de ellos entregados por la CIA desde Abu Ghraib, Dubai y Tailandia, así como a las familias de algunos desaparecidos en Pakistán.
El testigo es un hombre estadounidense/pakistaní y ha sido extensamente entrevistado por los abogados de IJN, quienes me dijeron que co nfían completamente en la autenticidad de la grabación, en el relato de la fuente y por tanto en la identidad del sujeto principal. La fuente de la IJN relata que un amigo mutuo, en cuyo hogar estaba de visita, le presentó a un hombre que identificó ante los abogados de la IJN como Imran Shaukat, el Superintendente de Policía de la provincia de Sindh.
La IJN emitió en EEUU a las seis de la mañana (EDT) del lunes pasado un informe completo, junto a la grabación de una hora de duración, en urdu, punjabi e inglés, al que se puede acceder aquí y aquí , con permiso del testigo. A esta periodista se le facilitaron las partes de la cinta que se refieren a la Dra. Siddiqi, que fueron traducidas de forma independiente para este artículo. A partir de la medianoche del domingo, EDT, puede escucharse ese resumen aquí .
El Sr. Shaukat (que es la voz 2 en la cinta) dice: «Estoy destinado en Karachi. Dirijo el departamento de contraterrorismo de la provincia de Sindh».
En el pasaje clave de la cinta acerca del caso Siddiqui, se le pregunta:
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Voz 1 (el testigo): «¿La arrestó Vd.?»
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Voz 2: «Sí, yo la arresté. Llevaba gafas y velo… Cuando fue capturada estaba viajando a Islamabad… Se codeaba con los clérigos…
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Voz 1: «¿Qué pasó después del arresto? ¿Le pidió el ISI que se la entregara?»
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Voz 2: «Sí, se la entregué al ISI».
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Voz 1: «¿Al ISI o a alguien más?»
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Voz 2: «Al ISI, se la entregamos a ellos».
El Sr. Shaukat también la describe como «delgada como un palo» y «una psicópata», y en otro momento dice de ella que «no era una dirigente, sólo una facilitadora menor» -presumiblemente de Al Qaida- y menciona una conexión con Osama Bin Laden. Al preguntarle después por qué no pudo ella ayudarles a conseguir a Bin Laden, contesta: «Bien, no son tontos. No le informarían a ella de su paradero». Y dice algo también sobre los niños: «Nos los llevamos. Eran nacionales estadounidenses, los niños son nacionales estadounidenses, todos habían nacido en EEUU».
En la cinta parece que se discute sobre la devolución de su hija Maryam. (Se oyen también dos voces no identificadas).
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Voz 1: Ah, otra cosa. Encontraron a su hija ayer.
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Voz 2: Está ya en casa.
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Voz 1: Sí, está en casa. Sólo habla inglés. Estaba en la prisión. Tiene siete u ocho años. Y sólo habla inglés.
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UM1: ¿Ocho años?
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V1: Yeah . Los niños estaban en la prisión y hablaban en inglés americano.
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UM1: ¿Está ella en casa?
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V1: Yeah , la llevaron a su casa.
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V2: Estaban actualmente…
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V1: ¿De verdad?
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V2: Hace cinco o seis meses.
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UM2: ¿Está ella en Karachi?
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V1: Llegó a casa hoy, ayer.
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V2: Bien, eso fue antes de que yo llegara aquí.
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V1: Leí la noticia justo ayer, hoy. Quizá por la noche.
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V2: Hace dos o tres meses.
Todo lo que ha llegado hasta la fecha a dominio público es que Maryam fue devuelta un día o dos antes de la grabación. Pero, según la abogada de los niños, Tina Foster, la descripción del Sr. Shaukat se ajusta a la forma en que Maryam fue repatriada a Pakistán.
En otra parte de la cinta, Imran Shaukat habla de cómo la policía pakistaní y el ISI trabajan para hacer «desaparecer» o utilizar a la gente que tienen en prisión. Según Amina Masud Janjua, de Defence for Human Rights, hay actualmente alrededor de 500 personas desaparecidas en Pakistán como parte de la «guerra contra el terror»; en esta cifra no se incluyen los separatistas del Sindh y Balochistán. Parte de la cinta describe cómo se amañan o fabrican documentos, cómo se crean falsas identidades, cómo se utilizan dobles, en referencia a diversos ataques terroristas, incluido el de Mumbai. «Este es un juego de doble dirección, indícales a la derecha y vete por la izquierda», dice el Sr. Shaukat en un determinado momento.
Detalles como estos explican la extraordinaria letanía de historias contradictorias sobre la Dra. Siddiqi, incluyendo curiosas observaciones publicadas por miembros de la familia, que fueron lanzadas a dominio público unos cinco años después de su desaparición. En ese mundo estilo John Le Carré de despiadadas manipulaciones de las personas vulnerables es imposible saber cómo, o si, Aafia pudo haber sido utilizada en un objetivo contraterrorista en la época que se intentaba encontrar a Osama Bin Laden y a otros líderes de Al Qaida en Pakistán.
Otras fuentes dejaron claro que la Dra. Siddiqi estuvo separada de sus niños durante los cinco años que duró su terrible experiencia, y que los dos niños mayores, nacidos en 1996 y 1998, no estuvieron juntos sino en prisiones separadas, y que el tercer niño, Suleman, que tenía seis meses el día de su desaparición, probablemente murió entonces.
Hace ya casi nueve años que una enorme y urdida confusión rodea todo lo relativo a la desaparición y posterior paradero de la Dra. Siddiqui y sus tres hijos.
Tal confusión se reforzó aún más en la segunda parte de la historia, cuando reapareció misteriosamente en 2008 en Afganistán, y las extrañas circunstancias de sus graves heridas por dos disparos en el estómago de un soldado estadounidense. John Kiriakou, un oficial retirado de la CIA con amplia experiencia en el trabajo relacionado con Al Qaida, dijo a ABC News: «No creo que hayamos capturados a nadie tan importante y tan bien conectado como ella desde 2003. Sabíamos que había estado proyectando, o al menos implicada, en los planes para una amplia variedad de diferentes operaciones». Esas declaraciones fijaron el tono en el que se iban a mover los medios occidentales a su regreso a EEUU bajo arresto.
Su posterior juicio en Nueva York, que acabó con una sentencia de 86 años de prisión, conforma la tercera parte de su historia cuando, de forma extraordinaria, Al Qaida y el terrorismo no forman parte del caso contra ella, centrándose estrechamente en el supuesto incidente de intento de asesinato.
El curriculum de la Dra. Siddiqui era excepcional, una joven con un nivel muy alto de educación y perteneciente a una privilegiada familia de profesionales, algunos de ellos establecidos en EEUU y la mayor parte formados en Occidente. Pasó una década estudiando en universidades de Texas y en el Instituto de Tecnología de Massachussets -donde se licenció summa cum laude en biología- y en Brandeis, donde se doctoró en neurociencia cognitiva. Se especializó en las ciencias de aprendizaje de los niños y además daba clases a niños disléxicos. Aparte de su trabajo académico, tenía una vida activa entre la comunidad musulmana de Boston, organizando ventas de pasteles y subastas para recoger dinero para los refugiados musulmanes de la guerra de Bosnia. Se casó por teléfono con un doctor de Pakistán en una clásica ceremonia concertada. La pareja tuvo dos niños.
Su vida en Boston se agrió cuando su matrimonio empezó a deteriorarse. Hay informes de sus profesores de Boston que decían que la habían visto con moratones en la cara. Y su marido, el Dr. Amjad Khan, dijo en 2008 a la periodista Petra Bartosiewicz, del Harper Magazine, que su mujer tuvo que ir una vez al hospital después de que él le hubiera lanzado una botella a la cabeza. Hay fotografías de ella con un corte profundo en el rostro. En 2001, volvió a casa, en Pakistán. Unos pocos meses después, en una breve reconciliación de regreso a EEUU, se quedó embarazada de su tercer hijo. El 15 de agosto de 2002, tras un incidente en el cual varios testigos declararon que el Dr. Khan lo empujó, el padre de la Dra. Siddiqi se derrumbó y murió de un ataque al corazón. Pocos días después, cuando la Dra. Siddiqi estaba aún embarazada de su hijo menor Suleman, Amjad Khan se separó de ella y se volvió a casar inmediatamente. El Dr. Khan le cedió la custodia de los niños a la Dra. Siddiqi a condición de que sólo recibieran educación islámica.
El Dr. Khan estuvo bajo sospechas del FBI en mayo de 2002, por diversos artículos que compró por Internet cuando la pareja vivía en Boston. Dijo que eran para utilizarlos para caza mayor y no le arrestaron, pero ambos, él y su mujer, cayeron bajo sospecha.
En marzo de 2003, se emitió una alerta global por el que el FBI les buscaba a ambos para someterles a interrogatorio. Pocas semanas después, Aafia Siddiqi desapareció, y agentes pakistaníes y estadounidenses sometieron al Dr. Khan a un interrogatorio de cuatro horas, tras el cual EEUU retiró sus sospechas. Alrededor de dos meses después, el Dr. Khan viajó a Arabia Saudí, donde permaneció algún tiempo.
El Dr. Khan dijo a Harpers Magazine –«The Intelligence Factory – How America makes its enemies disappear«, por la colaboradora de CounterPunch Petra Bartosiewicz- que sus «contactos en las agencias» le habían informado que Siddiqi se había pasado a la clandestinidad. Siguió diciendo que no tenía ni idea de dónde estaban sus hijos, una afirmación de la que luego se contradijo. También le dijo a Harpers que él y su conductor habían visto a Siddiqui en un taxi en Karachi en 2005. Pero que no la siguieron. Después de su arresto en 2008, el Sr. Khan le dijo a un periodista del diario pakistaní News que pensaba que su ex mujer era una «extremista» y que, desde luego, estaba desaparecida. Una vez que la Sra. Bartosiewicz dejó Pakistán, recibió un email del Sr. Khan en el que decía que había recibido «buenas noticias confidenciales» del ISI de que Maryam y Suleman estaban «vivos y bien» con su tía Fowzia. (En realidad, en ese momento, la niña estaba en una prisión y el bebé había muerto).
La desaparición de la Dra. Siddiqi en marzo de 2003 se produjo en medio de un remolino febril de arrestos y desapariciones en Pakistán, incluido el de Jaled Sheij Mohammad, de quien se afirmó había sido el cerebro del 11/S y de muchos otros ataques relacionados con Al Qaida, y al que también se había acusado de asesinar al periodista estadounidense Daniel Pearl en 2002. Jaled Sheij Mohammed era lo suficientemente importante para los estadounidenses como para merecerse que le sometieran a ahogamiento simulado en 183 ocasiones. Poco después de la desaparición de la Dra. Siddiqi, el sobrino de Jaled Sheij Mohammad, Ammar Baluchi, fue arrestado en conexión con el 11/S. Los dos hombres fueron llevados a la Bahía de Guantánamo y después a varias prisiones secretas controladas por la CIA conocidas como «sitios negros» de la tortura, antes de que les devolvieran de nuevo a Guantánamo.
Las autoridades estadounidenses habían metido entonces ya a la Dra. Siddiqi en la lista de «buscados» de Al Qaida y la vincularon con Baluchi, afirmando que era su segundo marido. Su familia, y otras fuentes de Pakistán, han negado rotundamente ese matrimonio, pero sigue siendo probablemente el detalle que más se repite sobre ella y el que le ha dado una imagen indeleble de terrorista. Esta no fue la única historia espeluznante que se le adjudicó; en un informe de las Naciones Unidas también se la acusa de ser uno de los correos de los diamantes sangrientos que se enviaban desde Liberia a Al Qaida, exponiendo que se la había visto allí en junio de 2001. Su abogada, Elaine Sharp, afirmó que la Dra. Saddiqi estaba en Boston en esa época y que podía probarlo. Esa historia se desvaneció, pero el daño a su reputación ya estaba hecho.
A lo largo de cinco años, no hubo seguridad alguna en las informaciones que iban apareciendo sobre ella y sus niños, aunque los rumores crecían, convirtiéndola en una trágica mártir para muchos o en un póster de la crueldad de Al Qaida para otros. Varios antiguos detenidos de la prisión de Bagram en Afganistán, afirmaron haberla visto allí, aunque los funcionarios estadounidenses citados en WikiLeaks niegan que haya estado.
Un importante periodista pakistaní, Nayid Ahmed, siguió la historia durante cinco años e informó con los declaraciones de un testigo que afirmaba haber tomado parte en su arresto, del que dijo había sido una operación conjunta con el FBI. (El Sr. Ahmed hizo público en 2009 un comunicado sobre su investigación, muriendo al día siguiente, al parecer de un ataque al corazón.)
A mediados de julio de 2008, abogados pakistaníes presentaron en Islamabad un habeas corpus para la Dra. Siddiqi. En cuestión de días, en el Acto 2 del drama, Aafia Siddiqi reapareció en Ghazni, Afganistán, llevando en su bolso, supuestamente, sustancias químicas, instrucciones para hacer armas biológicas y planes para ataques terroristas que provocaran víctimas masivas en EEUU. Se vio después implicada en un tiroteo en una comisaría de Ghazni de la que salió gravemente herida por un soldado estadounidense. Es indiscutible que estaba sentada detrás de una cortina en una pequeña habitación, donde, según los soldados estadounidenses, uno de ellos dejó su arma y ella salió de detrás de la cortina, la cogió e intento disparar. Ella dijo que se limitó a mirar detrás de la cortina. Ninguno de los soldados, ni el personal del FBI presente estaban heridos, pero a ella la hospitalizaron con dos disparos en el abdomen y después la llevaron arrestada a EEUU.
El Acto 3 fue su juicio en Nueva York por intento de asesinato de los soldados y agentes del FBI con un rifle M4, que cogió del suelo cerca de un soldado estadounidense. No hubo acusaciones de terrorismo ni de vínculos con Al Qaida.
La Dra. Siddiqi tuvo toda una maraña de equipos legales de muy altos vuelos, varios de los cuales no estaban en buenos términos entre ellos. El primer abogado designado por el tribunal, Liz Fink, una famosa abogada experta en casos políticos de Nueva York, se retiró, y el segundo equipo nombrado por el tribunal estaba encabezado por Dawn Cardi, una experta en derecho matrimonial y de familia. Los abogados financiados por el gobierno pakistaní estaban dirigidos por Linda Moreno, una fiscal con experiencias de éxito en dos casos de alto perfil relacionados con la guerra contra el terror, los del Profesor Sami Al-Arian y Ghassan Elashi, y que es la abogada defensora en la Bahía de Guantánamo que dispone de habilitación de seguridad. La Sra. Moreno es también conocida por un anterior trabajo político como una de los abogados del líder del Movimiento Indio Estadounidense Leonard Peltier. Su equipo incluía a Charles Swift, anteriormente defensor militar de los detenidos de Guantánamo que se hizo famoso por su actuación crítica respecto al sistema de las Comisiones Militares, y a Elaine Sharp.
Incluso los limitados motivos del caso en lo que respecta a los disparos estaban llenos de cosas extrañas y contradicciones: no había prueba física alguna de que la Dra. Siddiqi hubiera empuñado un arma, no había casquillos de bala ni agujeros en las paredes de la pequeña habitación donde se produjeron los hechos, excepto de la otra pistola con la que la hirieron. La abogada defensora hizo dos visitas a Afganistán para conseguir pruebas forenses, que podrían, y deberían, haber conseguido que se desestimara el caso. Linda Moreno describió el caso forense de la defensa como «muy convincente, no había pruebas físicas de que ella hubiera siquiera tocado el arma… no había ADN, ni huellas dactilares, ni casquillos de bala, ni agujeros de bala». El ejército y los testigos del FBI, dijo la Sra. Moreno, se contradijeron unos a otros, y en los interrogatorios cruzados incluso contradijeron sus historias anteriores. Siguió diciendo que «el gobierno quería asustar al jurado con historias de un supuesto pasado terrorista para que pasaran de largo del caso actual».
Había una prueba clave que no se consideró en el juicio y que sólo surgió a partir de las filtraciones de WikiLeaks; aparecía en un informe del Departamento de Defensa que el ejército no publicó, por tanto, no se pudo disponer de la misma como prueba en la defensa de la Dra. Siddiqi. El informe del incidente NO dice que la Dra. Siddiqui hubiera arrebatado ni disparado arma alguna, simplemente que «señaló» hacia la misma. «Seis soldados estadounidenses subieron al estrado, un testimonio poderoso para un jurado. Yo sostuve que lo que ocurrió en el frente, en el frente se quedó. El documento de WikiLeaks se añadió a mi argumento sobre la dudosa credibilidad de los soldados», me dijo la Sra. Moreno.
Las relaciones de la Dra. Siddiqi con sus abogados fueron extremadamente difíciles e intentó repetidamente despedirles. La mayor parte de ellos nunca la vieron excepto en el tribunal. Linda Moreno me dijo: «Estaba muy destrozada, extraordinariamente frágil, consumida. Se me rompió el corazón cuando vi que Aafia no confiaba en nadie, ni en mí ni en los otros abogados… aunque podía entenderlo. Me recordaba a los resistentes indios estadounidenses con los que había trabajado antes… estaba claro que se resistía al proceso legal y que consideraba a los abogados como parte de ese proceso».
En contra de los consejos de los abogados, la Dra. Siddiqi habló por sí misma ante el tribunal. Dijo que la habían torturado, que la habían entregado a EEUU y que a sus niños también les habían torturado en la «prisión secreta». El gobierno nunca refutó esas acusaciones. Pero no consiguió ganarse al jurado, que la miraba con total escepticismo. «Lamentablemente, en ocasiones, ella parecía arrogante y caprichosa y otras veces incoherente», según la Sra. Moreno. Otro observador dijo: «Actuó de forma muy elocuente e inteligente, habló bien, pero la gente estaba confundida».
Con tanto temor y prejuicios urdidos en su contra durante años, con los medios desbocados caracterizándola como la mami de Al Qaida, y el impacto de seis soldados testificando en contra suya, el veredicto de culpabilidad del jurado de Nueva York fue probablemente un resultado previsto. Pero la sentencia del Juez Berman a cadena perpetua no lo fue. La Sra. Moreno escribió sobre el hecho: «En mis treinta años de juicios no he visto nunca algo como lo sucedido en el día de la sentencia: el juez entró en el tribunal y repartió unas presentaciones de power point impresas con anterioridad sobre cómo había tomado la decisión de condenarla a 86 años….»
Dos veteranos abogados sin vinculación con este caso, pero con mucha experiencia en otros casos relacionados con la guerra contra el terror, describieron la sentencia, respectivamente como «extraordinaria», «ridícula… indignante», y uno describió el caso como «absolutamente plagado de agujeros». Se prevé presentar un recurso contra la sentencia.
Mientras tanto, parte de la historia de la desaparición de cinco años está en las cabezas de dos de los tres niños, los dos mayores que son ciudadanos estadounidenses. Cuando aparecieron -separadamente- en Pakistán, les llevaron en Karachi con la madre y hermana de Aafia, Fowzia, que es psiquiatra y neuróloga por Harvard. Nunca han contado sus historias, pero incluso lo poco que se conoce insinúa el horror por el que ha pasado esta familia.
El mayor, Ahmed, que tenía 12 años cuando apareció, le dijo a su tía que sólo había vuelto a ver a su madre el día después de que ella apareciera en Ghazni y que no la reconoció tras cinco años de separación. Hay una borrosa filmación, que ha estado circulando por Internet, de ambos juntos ese día en una conferencia de prensa donde se les está haciendo preguntas. Esa fue la mañana anterior al incidente de los disparos.
Ahmed ya no recuerda nada de lo que le sucedió después, sólo que le visitó un funcionario consular estadounidense en Afganistán para decirle que era ciudadano estadounidense. El funcionario le dijo también que su hermano, Suleman, estaba muerto.
Ahmed recuerda cómo, cinco años antes, le sacaron del taxi en el que iba con su madre y hermanos y recuerda también cómo, antes de caer inconsciente, vio al bebé de seis meses, a Suleman, tirado en la carretera y sangrando. Ahmed dijo a su tía que durante el tiempo que le tuvieron retenido le llamaban Ali y otros nombres diferentes y que cuando le dijeron que su nombre era ahora Ahmed, supo que eso implicaba que le iban a trasladar de nuevo. Fowzia declaró entonces que el niño sufría de síndrome de estrés post-traumático y que necesitaba mucha ayuda psicológica.
Su hermana Maryam reapareció dos años más tarde, en abril de 2010. Hablaba perfecto inglés con acento americano y no urdu. La dejaron en el exterior de la casa de la familia en Karachi con una nota en una cuerda que le rodeaba el cuello. En algún momento, la familia llegó a contactar con el primer ministro afgano Hamid Karzai para pedirle ayuda y que les devolvieran a los dos niños.
Hay muy poderosos intereses creados que han estado actuando para impedir que la Dra. Siddiqi pueda ofrecer incluso un relato creíble de lo que le sucedió. Los mismos intereses siguen actuando aún intentando impedir que los dos niños puedan convertirse en testigos en esta trama de la guerra contra el terror. A finales del pasado año hubo un intento de secuestrar a los niños, a pesar de que la casa de la familia está siendo vigilada por policías pakistaníes armados las 24 horas del día. La abuela de los niños encontró a dos hombres, que llevaban armas de fuego y grandes sacos, detrás de la puerta del dormitorio de los niños. Los hombres salieron corriendo cuando ella se puso a gritar y escaparon conduciendo un coche que habían aparcado cerca antes de que los policías que guardaban la casa pudieran atraparles.
La publicación de la cinta reafirma a la opinión pública pakistaní y a políticos de la oposición pakistaní como Imran Khan, que lleva mucho tiempo apoyando a la familia intentando poner fin a esta siniestra y espantosa experiencia con el regreso a casa de la Dra. Siddiqi.
Pero justo ahora se abre otra posibilidad. Tina Foster de la IJN ha escrito al Ministro del Interior Rehman Malik, recordándole que en más de un año de encuentros siempre prometió ayudar a la repatriación de la Dra. Siddiqi. La carta dice que, en estos momentos, el hecho de que EEUU esté exigiendo el regreso del empleado del gobierno estadounidense [sección consular de la Embajada EEUU en Pakistán] Raymond Davis, retenido tras un incidente de un tiroteo acaecido en ese país en el que está acusado de haber matado a dos hombres, proporciona la mejor baza que puede tener el gobierno para negociar un intercambio. La nueva amenaza de algunos congresistas de retener la ayuda a Pakistán si no regresa, Hillary Clinton cancelando una reunión con el ministro de asuntos exteriores pakistaní y el informe de posible acusaciones de espionaje contra Davis, adelantan una presión que podría cambiar las perspectivas de la Dra. Siddiqi.
Que la Dra. Siddiqi sea capaz alguna vez de contar toda la historia de lo que le sucedió durante cinco años es otra cuestión. Es difícil imaginar que pueda conseguir recuperarse de un trauma familiar y personal tan múltiple y terrible, en virtud del cual la dejaron aislada de cualquier sólido vínculo con su pasada identidad. ¿La utilizó el ISI a ella, o su identidad, para enviar recados a Al Qaida? ¿Era acaso una «facilitadora menor» como se la llama en la cinta? Las contradicciones en la información que se ha ofrecido acerca de sus propias palabras, como las que supuestamente dicen que dijo a agentes del FBI, cuando estaba en un hospital militar con dos tiros en el estómago y sin poder moverse, de que estaba casada con Baluchi, el sobrino del tristemente célebre Jaled Sheij Mohammad, son múltiples y no ayudan en nada a llegar a la verdad.
En sus primeras semanas en una prisión estadounidense en Brooklyn, mostró una conducta profundamente trastornada, como decir que guardaba su comida para dársela a sus niños. Su estado mental se ha deteriorado desde entonces y es muy impredecible, según la abogada Elaine Sharp que la ha visitado varias veces. Ahora está encarcelada en confinamiento solitario en el Centro Médico Federal de Carlswell, en Fort Worth, Texas, la única prisión estadounidense que tiene instalaciones médicas para mujeres. No tiene contacto con el mundo exterior. Tres de los cuatro psiquiatras de la prisión que la han entrevistado para el tribunal declararon que ellos creían que estaba «haciéndose la enferma» y que fingía su enfermedad mental. Pero, teniendo en cuenta los antecedentes de las contribuciones de algunos doctores al trabajo del gobierno en la guerra contra el terror, es difícil creer ese diagnóstico teniendo en cuenta los hechos conocidos de su separación de sus hijos en circunstancias traumáticas, su largo aislamiento y los documentados procedimientos brutales del ISI en muchos otros casos.
Ninguno de los abogados, doctores, políticos y agentes de inteligencia que maquinaron y participaron en los horrores perpetrados contra tantas personas como parte de la guerra contra el terror, han pagado precio alguno en público por ello. Pero en este caso contamos con la fuerza de la opinión pública en Pakistán que va a exigir nada menos que se enjuicie públicamente a todos los responsables de haber ordenado el secuestro de la doctora Siddiqi, así como a quienes lo perpetraron y formaron parte de la inmensa charada que se ha venido desplegando contra ella en todos estos años.
Victoria Brittain es ex editora asociada del Guardian. Es autora, entre otros, de los siguientes libros: Hidden Lives, Hidden Deaths y Death of Dignity. Ha pasado gran parte de su vida profesional en Asia, Africa y Oriente Medio. Puede contactarse con ella en: [email protected]