El intento de asesinato del antiguo primer ministro pakistaní Imran Khan ha devuelto a Pakistán la memoria de los asesinatos políticos que han marcado su historia reciente.
El intento fallido de asesinar al antiguo primer ministro pakistaní Imran Khan el pasado jueves 3 de noviembre en Wazirabad ha provocado manifestaciones masivas en todo el país. Khan estaba a bordo de su camión electoral participando en la larga marcha hacia Islamabad protagonizada por sus partidarios para exigir elecciones inmediatas. Las balas le alcanzaron en la pierna. ¿Fueron dos o fueron tres? Este es el objeto de debate en la televisión pakistaní. Otras doce personas resultaron heridas y un padre que intentó proteger a sus tres hijos perdió la vida. La dialéctica de que los líderes derrocados ilegal o constitucionalmente conserven su popularidad pone extremadamente nervioso el ejército paquistaní. Técnicamente, el golpe contra Khan fue legal: perdió una moción de censura en abril. Las triquiñuelas y embustes urdidos entre bastidores saldrán a la luz uno de estos días. El propio Khan tenía pocas dudas de que la presión estadounidense estaba detrás de su destitución. El Departamento de Estado estadounidense negó rotundamente cualquier implicación en el atentado, aunque no ocultó su irritación por las críticas del «follón» creado en Afganistán efectuadas por Khan, así como su malestar por la abstención de Pakistán en la votación de Naciones Unidas sobre las sanciones impuestas contra Rusia (el nuevo gobierno se abstuvo igualmente en la última votación sobre Ucrania).
Una delegación del ISI –el conglomerado de los servicios de inteligencia de Pakistán– en visita oficial al Pentágono en el momento en que Khan efectuó estos comentarios, aseguró a sus amigos estadounidense que la política exterior y de defensa del país la decidía el ejército, no el primer ministro. Esto es, por supuesto, cierto y ha sido así desde que el general Zia-ul-Haq declaró la ley marcial y destituyó a Zulfikar Ali Bhutto en 1977. Zia prometió elecciones en los noventa días siguientes al golpe. En ese caso, sugirió Bhutto, que había sido puesto bajo arresto domiciliario, se debía permitir que la totalidad de los líderes políticos hicieran campaña públicamente. El ejército aceptó y Bhutto realizó una gira pública durante la cual fue recibido por enormes multitudes (un cuarto de millón sólo en Lahore). El general entró en pánico. Si Bhutto era reelegido, castigaría a los golpistas. Así pues, se urdió una artimaña para acusarle de asesinato y deshacerse de él. Tras un juicio amañado, Bhutto fue ahorcado en 1979.
Hace unos meses, recordé estas escenas del pasado de Pakistán. El Partido por la Justicia (PTI) de Khan es muy diferente del Partido Popular de Pakistán (PPP) de Bhutto en cuanto a composición social y programa político, pero la dialéctica es similar. La destitución de Khan provocó manifestaciones a gran escala —sus partidarios cantaban «Jo Amrika ka yar hai, Ghaddar hai, Ghaddar hai» (Todo amigo de Estados Unidos es un traidor, un traidor)— y el PTI logró ganar una serie de elecciones parciales contra el nuevo gobierno celebradas en el Punyab, en Khyber Pakhtunkhwa y en la ciudad de Karachi. La popularidad de Khan era indudable, pero su demanda de nuevas elecciones nacionales fue rechazada. Paradójicamente, el nuevo primer ministro no elegido, Shehbaz Sharif, fue aconsejado por su hermano Nawaz Sharif (antiguo primer ministro) para que no formara un nuevo gobierno, dada la situación del país, y convocara elecciones, pero el hermano menor estaba ansioso por alcanzar el poder. El ejército le apoyó, creyendo que necesitaban un nuevo gobierno durante un año aproximadamente para destruir al PTI (al que había ayudado a llegar al poder en un primer momento albergando la esperanza de que Khan sería un político dócil).
Khan y el PTI acusan ahora a Sharif, al ministro del Interior y a un general de alto rango de estar involucrados en el tiroteo. El aspirante a asesino ha afirmado que actuó por cuenta propia, porque estaba decepcionado con los políticos y con sus promesas incumplidas. No es el único, pero dispararles no cambiará mucho las cosas. Una élite corrupta y violenta vinculada a la totalidad de los partidos políticos y al ejército no desaparecerá de la noche a la mañana. Las clases dominantes del país no han hecho prácticamente nada para ayudar a los pobres. No sabemos si el hombre que disparó las balas trabaja para fuerzas más siniestras (algo que muchos en el país creen). ¿Fue un disparo de advertencia para ahuyentar a Khan de la política? Si así fue, ha tenido el efecto contrario. El autor del disparo afirma que se le ocurrió la idea cuando escuchó la llamada a la oración ese mismo día.
Curiosamente, la palabra asesino es de origen islámico medieval. Deriva de los hashashin, asesinos drogados pertenecientes a una secta chiita creada por Hassan-i-Sabbah en 1090. No eran hippies pacíficos. Eran profesionales a sueldo de quien precisara de sus servicios por razones económicas o políticas. Disueltos en el siglo XIII, sus fantasmas parecen haber entrado en Pakistán poco después de la formación del país. El primer ministro Liaquat Ali Khan fue asesinado en un mitin político en 1951. El asesino, Said Akbar, fue abatido inmediatamente por el veterano policía Najaf Khan, que casualmente se encontraba justo detrás de él. Una coincidencia, dijo la policía. El resultado de su muerte fue el debilitamiento de la presencia de los refugiados en el gobierno y en el partido fundador, y el ascenso de los terratenientes punyabíes al rango de actores determinantes en el país. Bhutto fue ahorcado; su hija Benazir Bhutto fue asesinada (también en Rawalpindi). Previamente, su hermano Murtaza Bhutto había sido emboscado y asesinado a la salida de su casa en Karachi en circunstancias extremadamente turbias; algunos culparon a Asif Zardari (marido y viudo de Benazir, posteriormente primer ministro).
Y ahora un intento de matar a Khan. ¿Cambiará este hecho las cosas? Me temo que no. Las masas son cínicas, los políticos y los generales están ocupados haciendo dinero. No hay ninguna alternativa nacional a la vista. El Movimiento de Protección Pastún es el único grupo serio que se resiste a la aplastante hegemonía de los servicios de inteligencia pakistaníes. Sus diputados y activistas son a menudo detenidos y torturados. La colaboración del PTI en este frente lo desacredita enormemente. Al igual que su total incapacidad para hacer frente a la corrupción fuera y dentro de sus propias filas. Sería bueno que se aprendieran algunas lecciones y que las próximas elecciones fueran algo más que la contienda de dos bloques hambrientos de poder, que luchan por aumentar sus saldos bancarios.
La vorágine continúa.
Fuente: https://www.elsaltodiario.com/sidecar/tariq-ali-nuevo-tiempo-de-asesinatos-en-pakistan
Artículo original: «Assassination Time Again» publicado por ‘Sidecar’, blog de la New Left Review, traducido con permiso expreso por El Salto.