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Más soldados, asesores y aventureros para una guerra perdida

Obama envía más mercenarios a Afganistán

Fuentes: Global Research/ alternet.org

Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens

-¡Muchachos! ¡Mis valientes! ¡Vamos a la guerra!

Mientras el presidente Barack Obama comienza a reducir poco a poco la guerra de Bush en Iraq, está intensificando la suya más hacia el este. Nos dicen que será una nueva, expandida, aventura estadounidense extra-especial en Afganistán, que involucrará una vigorosa estrategia de ‘oleada’ para ‘estabilizar’ este país perpetuamente inestable.

La ‘oleada’ inicial agregará 17.000 soldados a los 36.000 que ya están en el país. Luego, durante este año, habrá una segunda ‘oleada’ de soldados de unos 17.000 más. Se espera que esa masa de soldados sea desplegada a una serie de nuevas guarniciones que serán construidas en vastas regiones de ese Estado empobrecido, rural, en su mayoría analfabeto, de señores de la guerra, gobernado por cientos de díscolos líderes tribales fuertemente armados. No nos dicen cuánto costará esa escalada, pero por lo menos duplicará los 2.000 millones de dólares por mes que los contribuyentes estadounidenses ya están desembolsando para la guerra afgana.

La parte extra-especial de este esfuerzo provendrá de una ‘oleada civil’ simultánea de cientos de expertos estadounidenses en desarrollo económico. «Lo que no podemos hacer,» dijo Obama en una entrevista el domingo pasado, «es pensar que, sólo un enfoque militar en Afganistán logrará solucionar nuestros problemas.» Para conquistar los corazones (y la cooperación) del pueblo afgano, este aspecto desarrollista de la operación tratará de construir infraestructura (carreteras, escuelas, etc.), crear nuevas alternativas de cultivos para llevar a míseros agricultores a abandonar la producción de adormidera, y en general mejorar el nivel de vida de subsistencia mínima del país.

Lo que Obama no ha mencionado es que, aparte de soldados y civiles, hay una tercera ‘oleada’ en su plan: contratistas militares privados. Sí, otro ejército privatizado, como el que hay en Iraq. Allí, proliferaron los

Halliburton, Blackwater y otros aprovechadores de la guerra, estropeando el trabajo de los soldados estadounidenses, desfalcando a los contribuyentes, asesinando civiles y haciendo un inmenso daño a la reputación de EE.UU.

Ya hay 71.000 contratistas privados operando en Afganistán, y muchos más se preparan para ser desplegados mientras se aumentan los gastos del Pentágono para la guerra de Obama. Los militares ofrecen ahora nuevos contratos a firmas de seguridad para que suministren empleados armados (también conocidos como mercenarios) para proteger bases y convoyes de EE.UU. A pesar de los abusos generalizados de contratistas en Iraq, el jefe del Pentágono defiende el continuo impulso hacia la privatización: «El uso de personal de seguridad de contratistas es vital para apoyar las bases avanzadas en ciertas partes del país,» declaró en una carta de febrero al Comité de Servicios Armados del Senado.

Lo que el afable secretario de guerra realmente dice es: «No tenemos servicio militar obligatorio, y no creo que muchos de los parientes de los senadores vayan a presentarse como voluntarios para poner sus traseros en la línea de fuego en Afganistán, de modo que me va a costar un ojo de la cara encontrar suficientes aventureros para que protejan al ejército de EE.UU. en ese inhóspito país.»

Mientras tanto, un rasgo interesante de la ‘oleada’ de contratistas de Obama: los guardias alquilados que protegen nuestras bases y convoyes probablemente no serán estadounidenses. Associated Press informa que de los 3.847 contratistas de seguridad en Afganistán, sólo cinco son firmas estadounidenses.

En realidad, ser contratista estadounidense no es una ventaja ante los ojos del pueblo afgano, porque ha tenido amargas experiencias con ellos. Apunta a DynCorp, contratista basado en Virginia que obtuvo casi mil millones de dólares en 2006 para entrenar a la policía afgana. El torpe «Inspector Clouseau» de fama cómica habría hecho un mejor trabajo. Por lo menos hubiera divertido a la gente.

Lo que los afganos recibieron de DynCorp fue un montón de «asesores» estadounidenses altamente remunerados que no estaban calificados y no sabían nada del país. Entrenaron a unos 70.000 policías, pero menos de la mitad terminó realmente el ridículo programa de ocho semanas, que no incluía ningún entrenamiento en el terreno.

Un informe estadounidense de 2006 sobre los entrenados por Dyncorp los consideró «incapaces de realizar trabajo rutinario de mantenimiento del orden.» Mientras tanto, nadie sabe cuántos de los entrenados llegaron a presentarse para cumplir con sus tareas, o qué pasó con los miles de camiones faltantes y otras partes del equipamiento policial que había sido entregado para el entrenamiento.

La punta de este chiste es que DynCorp obtuvo otro contrato (317 millones de dólares en agosto pasado para «seguir entrenando fuerzas policiales civiles en Afganistán.»

Perdonad si lo digo, pero Obama está a punto de meternos a nosotros – y a su presidencia – en un lío.

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Jim Hightower es comentarista nacional de radio, escritor, orador público, y autor del nuevo libro: «Swim Against the Current: Even a Dead Fish Can Go With the Flow.» (Wiley, marzo de 2008) Publica el mensual

«Hightower Lowdown,» coeditado por Phillip Frazer.

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