Este 24 de septiembre, el jefe imperial, el presidente Obama, presidirá el Consejo de Seguridad. Es un hecho sin precedentes. ¿Busca recuperar influencia y capacidad de maniobra? ¿O busca darle a la ONU, convaleciente, su golpe de gracia? Existen cinco sillones permanentes en el Consejo de Seguridad (CS): Francia, Rusia, China, Reino Unido y Estados […]
Este 24 de septiembre, el jefe imperial, el presidente Obama, presidirá el Consejo de Seguridad. Es un hecho sin precedentes. ¿Busca recuperar influencia y capacidad de maniobra? ¿O busca darle a la ONU, convaleciente, su golpe de gracia?
Existen cinco sillones permanentes en el Consejo de Seguridad (CS): Francia, Rusia, China, Reino Unido y Estados Unidos. Son los sillones asignados para los mismos países que fueron núcleo del nacimiento de la Organización de Naciones Unidas. Son los países que estuvieron al frente del triunfo sobre el eje Tokyo-Roma-Berlín al final de lo que muchos autores llaman la «guerra de los 30 años», que tuvo a la Segunda Guerra Mundial o la Gran Guerra Patriótica (según la URSS), como corolario.
En pocos días, será el turno de EEUU para ocupar la presidencia rotativa del CS. Quince son los asientos del CS, lugar donde se toman las decisiones más importantes dentro de la ONU. Los países que ocupan los cinco sillones permanentes tienen capacidad de veto. El resto, solo puede votar. En las sesiones, se emiten resoluciones que llevan consigo cursos de acción concretos, prácticamente las únicas resoluciones de la ONU que son virtualmente vinculantes. El CS es el único cuerpo internacional que puede declarar formalmente la guerra y la paz dentro del sistema de naciones de la ONU. Presidir ese cuerpo permite pautar la agenda y liderar las reuniones. Formalmente, Susan Rice (embajadora de EEUU para la ONU) debería ocupar ese lugar en los próximos días. No será así. Este 24 de septiembre Barack Hussein Obama ocupará su lugar, en lo que significará un hito de consagración para la prepotencia imperial.
Obama dará su discurso ante la Asamblea General ese mismo día por la mañana, para pocas horas después presidir una sesión especial del CS donde se discutirá en torno a la llamada «guerra contra el terrorismo», agenda fundamentada hoy en la situación de Irak y Siria, y por la figura del Estado Islámico o Daesh, vendida a la opinión pública internacional como una organización que busca instalar un califato en la región y destruir occidente, pero desde donde nadie se pregunta cómo surgió, de donde salieron sus armas, de dónde sus capacidades.
EEUU se ha topado con grandes escollos en el CS durante los últimos años. Principalmente Siria. Rusia y China, a diferencia de las posturas-votos que tomaron ante la avanzada imperial sobre Libia -donde se terminó avalando una invasión militar por parte de la OTAN que terminó en la caotización absoluta del país-; con respecto a Siria, vetaron sistemáticamente toda resolución que intentaba dar vía libre para reproducir ese mecanismo de agresión. Esta situación, en el marco de un rechazo masivo a escala global de un nuevo ataque directo por parte de EEUU sobre otro país-pueblo, la negativa político-diplomática de gran cantidad de países en todo el mundo, las victorias militares del Eje de la Resistencia con la participación directa de combatientes de Hezbollah en territorio sirio, el accionar político de Irán en la región, y el despliegue militar ruso, configuraron un escenario novedoso, auspicioso par los pueblos: EEUU encontró un freno.
Aunque el Imperio siempre ha mostrado que su brutalidad no requiere pedir permiso, aun así, parece necesitar algún viso de legitimidad o justificación para la violación de la ley internacional y las atrocidades que lleva adelante. Por eso, dentro de la estrategia ofensiva de EEUU (transparentada con el discurso de Obama del 10 de septiembre pasado) la potencia imperial también parece tener sus planes para el sistema político-diplomático de la «comunidad internacional». Y eso parece ser buscar su definitiva deslegitimación, provocar su implosión, su devastación. De lo contrario, si imaginamos que EEUU busca en el CS viabilizar por ejemplo no la ofensiva unilateral contra EI o Daesh, sino el avance contra la República Árabe de Siria (objetivo detrás de la aparente lucha contra las organizaciones terroristas takfiríes que operan en Irak y una parte de Siria), tendríamos que asumir que podrá torcer el brazo de China y Rusia. Muy difícil.
Por eso, el próximo 24 de septiembre, EEUU parece mas bien buscar el sepulcro del CS (y de la ONU) antes que su renovación o reforma. Esto implicaría borrar cualquier idea remanente de democracia, representatividad, legalidad y dignidad para ese organismo internacional.
Porque a la par, hay que decir que en lo realmente concreto, la estrategia político-militar de EEUU y sus aliados no reposa en los avales ni en la lógica de la ONU ni del CS. El Imperio viene llevando adelante su estrategia de forma unilateral, conformando coaliciones visibles o subterráneas, legitimadas en resonantes encuentros internacionales con figuras de primera línea o impulsadas por la prepotencia que todavía los avala, e incluso con otras organizaciones internacionales, independientes de la ONU, como la OTAN, que según ha quedado sobradamente demostrado, ha evolucionado de un declarado objetivo de defensa del mundo occidental ante el avance del comunismo, pasando por la defensa de los derechos humanos, las acciones humanitarias y el sostenimiento de la estabilidad de Europa, para llegar a la actual guerra contra el terrorismo internacional. Tal como propuso Eric Housez varios años atrás, la OTAN ha ido adquiriendo la fisonomía de un poder supranacional, va expandiendo sus objetivos, crecen sus integrantes, sus capacidades, incumbencias, su área de influencia y sus campos de acción.
La OTAN parece ser sólo una parte del nuevo esquema al que el Imperio va dando forma para otorgar marco a sus estrategias globales. Obama tomando la presidencia del CS por asalto dará un paso decisivo para buscar oficialmente la ruptura del sistema de naciones nacido en la pos segunda guerra mundial. Y a la vez, sería el primer paso declarado en el avance hacia otra nueva estructura global en gestación, donde EEUU tendría un lugar y rol indiscutido, donde su patronazgo no sería puesto en cuestión, donde no necesitaría ya tener que rendir cuentas ante los países que hoy componen la ONU, sino solo marchar con aquellos países que asuman su rol de aliados, vasallos o dominados.
Pero todavía resuenan con fuerza las palabras del Comandante Hugo Chávez, esgrimidas 9 años atrás en ese mismo atril donde en pocos días hablará Obama, ante la Asamblea General de la ONU. Allí Chávez indicó, en un discurso histórico, con la invasión imperial a Irak de 2003 en pleno desarrollo, que las «Naciones Unidas ha agotado su modelo. El siglo XXI reclama cambios profundos que sólo son posibles con una refundación de esta organización». Por esos años Nuestra América comenzaba a consolidar el camino de la integración de los pueblos, que irá desde el ALBA, hacia la UNASUR y CELAC como ejemplos de nueva diplomacia viable, necesaria, posible y digna.
Mientras no se avance en ese sentido, la ONU seguirá siendo un escenario que tendrá que ver cada vez menos con la vida de los pueblos, y seguirá estando sometida al debilitamiento impuesto por la jefatura del Imperio, al punto de que su aniquilación potencial podría comenzar a tomar cuerpo.
Facundo Escobar es Antropólogo, docente en la cátedra Relaciones Internacionales y Comunicación (II) de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social – UNLP, parte del equipo PIA e integrante de la Dirección Nacional del MPR Quebracho de Argentina.