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Costa Rica y el TLC

Oscar Arias, ¿en busca de otro premio Nobel?

Fuentes: Rebelión

Mucho antes de llevarse a cabo el referendo por el Si o el No sobre el Tratado de Libre Comercio (TLC)  con Estados Unidos, organizaciones obreras y campesinas, partidos políticos de oposición y movimientos sociales estaban seguros de que de alguna forma el gobierno del presidente costarricense  Oscar Arias cometería fraude a su favor. Desde […]

Mucho antes de llevarse a cabo el referendo por el Si o el No sobre el Tratado de Libre Comercio (TLC)  con Estados Unidos, organizaciones obreras y campesinas, partidos políticos de oposición y movimientos sociales estaban seguros de que de alguna forma el gobierno del presidente costarricense  Oscar Arias cometería fraude a su favor.

Desde un principio existieron fuertes cuestionamientos sobre la imparcialidad del Tribunal Supremo de Elecciones, que puso reglas que no garantizaban una participación igualitaria de las partes. No hubo ninguna fiscalización sobre la labor de los medios de comunicación los cuales, en su mayoría, estaban a favor de la aprobación del Tratado; no se impidió al presidente y sus ministros utilizar su tiempo y los recursos públicos para hacer propaganda por el Sí, se lanzó una campaña de miedo contra la población si no aprobaba el TLC y no se establecieron mecanismos para el acceso a los medios por parte del sectores opositores.

La administración norteamericana de George W. Bush jugó un papel fundamental cuando dias antes de la votación sus voceros y el propio presidente de la Casa Blanca auguraron que Estados Unidos no renegociaría el acuerdo si era rechazado, o que ese país no extendería algunos beneficios comerciales que Costa Rica disfruta en virtud de la Iniciativa de la Cuenca del Caribe.

Dos altos funcionarios del gobierno costarricense debieron renuncias días antes cuando se descubrió una carta escrita por ellos al presidente Arias donde le aconsejaban llevar adelante una drástica campaña de miedo contra el pueblo de Costa Rica para obligarlo a votar por el Sí.

El viernes, cuando se habían cerrado oficialmente las campañas a favor o en contra y violando lo establecido, Arias apareció en las pantallas de televisión para decir que días oscuros y terribles con disminuciones de empleos y de comercio envolverían a Costa Rica si el domingo 7 no se ratificaba el Tratado.

Resulta innegablemente que cuando el presidente costarricense se propone algún objetivo para beneficiar a Estados Unidos, aunque sea en contra de los intereses de su pueblo o de otro país, al final lo consigue.

Oscar Arias fue el hombre escogido por Washington para acabar con la
Revolución Sandinista llegada al poder en julio de 1979 tras una fuerte lucha armada contra la dictadura de Anastasio Somoza. Los sandinistas comenzaron a llevar al pueblo programas gratuitos de salud, alfabetización, y creación de nuevas empresas que no eran del agrado de Washington, que para tratar de derrocar a ese gobierno lanzó una guerra abierta con más de 15 000 somocistas y mercenarios que ensangrentaron y acabaron de destruir la débil economía nicaragüense.
Con un gobierno completamente debilitado por la guerra impuesta, que costó más de 50 000 vidas nicaragüenses, en su mayoría jóvenes, apareció Oscar Arias para jugar la carta norteamericana.

Apoyado por Washington, viajó a varios países de Europa y de Latinoamérica, todos opuestos al Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) para proponer su llamado Plan Arias de paz que después se conoció como Esquipulas, donde fue firmado en agosto de 1987.

Ciertamente que la situación del Sandinismo era desesperada pues el desgaste económico, político y social resultó enorme. Pese a la heroica lucha del ejército sandinista, las bandas armadas y entrenadas por Estados Unidos que contaban con varias bases norteamericanas en territorio hondureño, cometían a diario ataques contra poblados y empresas, y asesinaban a mansalva a hombres, mujeres y niños.

En esas circunstancias se firmaron los acuerdos de Esquipulas por los presidentes de Nicaragua, Daniel Ortega y otros cuatro opuestos al sandinismo y aliados de Washington, Óscar Arias (Costa Rica),  Vinicio Cerezo (Guatemala), José Azcona Hoyo (Honduras) y José Napoleón Duarte (El Salvador), estos dos últimos ya fallecidos.

Los acuerdos estipulaban el desarme de las bandas contrarrevolucionarias en territorio de Costa Rica y Honduras que no se llegó a realizar porque a Estados Unidos no le interesaba y por otra parte el ejército sandinista tenía que concentrarse en lugares determinados.

Estados Unidos utilizó a la Contra para destruir el proceso revolucionario nicaragüense, y cuando alcanzó su objetivo, en febrero de 1990 tras las elecciones que perdió el FSLN,  la Contra perdió cualquier valor, se cerraron los fondos y se les mandó a la miseria.

Estados Unidos, además de armar, entrenar, organizar y financiar a esos 15 000 hombres,  mantenía una amenazante flota de guerra en el Caribe y en el Pacífico, con aviones espías que hacían cientos de vuelos sobre cielo nicaragüense.

Por el servicio que Oscar Arias prestó a Estados Unidos, en el año 1987 Washington realizó numerosas gestiones y presiones internacionales para que le fuera concedido el premio Nobel de la Paz.

Ahora, cuando entrega en bandeja de plata la soberanía económica y política de su país por medio del TLC, también espera ser acreedor de otro premio Nobel.

Pero Arias no debe estar tan seguro de su triunfo y recordar a sus colegas pronorteamericanos José María Aznar y Tony Blair que fueron por lana y salieron trasquilados.