Recomiendo:
0

En defensa del Foro Social Mundial

Oxígeno africano para otros mundos posibles

Fuentes: Altermundo

 A pesar de sus evidentes debilidades organizativas, metodológicas, operativas e incluso ideológicas, el Foro Social Mundial (FSM) sigue siendo, y con mucha diferencia, el mayor y más esperanzador espacio de encuentro de los movimientos sociales mundiales. Un tesoro a conservar… y a potenciar. El FSM de Senegal se reafirmó, una vez más, como lugar preferente […]

 A pesar de sus evidentes debilidades organizativas, metodológicas, operativas e incluso ideológicas, el Foro Social Mundial (FSM) sigue siendo, y con mucha diferencia, el mayor y más esperanzador espacio de encuentro de los movimientos sociales mundiales. Un tesoro a conservar… y a potenciar.

El FSM de Senegal se reafirmó, una vez más, como lugar preferente de puesta en común de las alternativas de la izquierda social global frente al fundamentalismo del mercado creado por el dominio del sistema capitalista.

Con una década ya de experiencia en la búsqueda de estas alternativas populares terminó el 11 de febrero una nueva edición centralizada en Dakar, la tercera que se realiza -si contamos el evento de Bamako en 2006, compartido con Caracas y Karachi- en la cuna de la humanidad. Las cifras, y más si tenemos en cuenta que se realizaba en la África subsahariana, sólo se pueden leer desde un punto de vista optimista, pues duplicaron las previsiones iniciales del Comité Organizador, según el tunecino Taoufik Ben Abdallah, uno de sus miembros: 75.000 delegados y delegadas de 132 países -sin contar las muchas naciones sin Estado que participan como tales en el foro-, unas 1.300 organizaciones, más de 1.200 actividades, 38 asambleas temáticas, decenas de movilizaciones a favor de las más diversas causas y sobre todo una sobresaliente presencia de la mujer africana, que por veces parecía hegemónica en la universidad Cheikh Anta Diop. La «tente des femmes» fue sin duda uno de los espacios centrales de esta edición.

Sin organización, autogestión

El FSM comenzó -y podemos decir que también terminó- con muchísimos problemas de organización. El primer día especialmente, que estaba dedicado a África y su diáspora, muchas actividades no se desarrollaron por falta de salas de aula, algo que tuvo mucho que ver con un cambio deliberado en la dirección de la Universidad a pocas semanas de comenzar el evento. No en vano, el presidente de Senegal, Abdoulaye Wade, afirmó el día 7, en un acto centrado en la presencia del ex presidente del Brasil, Luiz Inácio Lula de la Silva: «Yo no estoy de acuerdo con ustedes, puede que en los objetivos de reducir la pobreza o el hambre sí, pero no en el camino. Yo soy liberal y creo en el mercado». (*)

Del mismo modo, la traducción simultánea prevista para muchas actividades no existió -las cabinas se instalaron incomprensíblemente el último día-, el sistema de acreditaciones fue más que deficiente y la inexistencia de un programa impreso a tiempo dificultó mucho el trabajo de los y de las activistas.

Sin embargo, el FSM funcionó, quizá porque después de 10 años quien participa de él tiene tan asumidas sus metodologías, muy centradas en la autogestión de las actividades, que sabe improvisar y resolver cualquier problema. Rápidamente se produjo una instalación masiva de grandes carpas -las aldeas internas- que se llenaron de mujeres, campesinos, pescadores, migrantes, sindicalistas, maestros y mil y una dimensiones de las luchas sociales. De este modo, el fracaso organizativo reveló también una de las grandes virtudes del foro, la capacidad de organización de los movimientos. Chico Whitaker, uno de sus fundadores, daba en el blanco con su ironía brasileña: «Ya sabemos de tres cosas que no precisa el foro: Davos – esta vez no se realizó en paralelo al Foro Económico Mundial-, la traducción y la organización».

Movimientos africanos, una gran esperanza

La presencia del FSM al sur del Sahel reveló también que el movimiento social crece exponencialmente en el continente negro, y que es mucho más fuerte y diverso de lo que nos imaginamos en el Norte. Es un dato importante, por cuanto desde el altermundismo se sabe que en el momento en que África se levante, el mundo podrá cambiar a mejor. Si hay alternativas, seguramente surgirán del mundo de abajo.

El día 6, en una extraordinaria y larguísima marcha inaugural que contó, según la organización, con 70.000 personas, la presencia de las organizaciones africanas fue muy numerosa. Allí se mezclaron los brillantes colores de decenas de movimientos feministas con el verde de la Vía Campesina, las pancartas manufacturadas de los sin voz -sin vivienda, sin tierra, sin trabajo…- con las túnicas de la delegación saharaui, las reclamaciones de una pesca artesanal y sustentable con la exigencia de la libre circulación de personas, las denuncias del acaparamiento de tierras con la opción de la agricultura campesina y las semillas tradicionales frente los transgénicos, las luchas contra la deuda con las alternativas populares frente al cambio climático.

Delegados y delegadas de Senegal, Gambia, Burkina-Fasso, Malí, Benín, Togo, Nigeria o la cercana Mauritania entonaban sus consignas y se sumaban a la ilusión generada por los levantamientos de Túnez y Egipto, cuyos procesos estuvieron omnipresentes en el FSM. Si el foro comenzaba con la reciente caída de Ben Alí en Túnez, finalizaba el día 11 de febrero con la renuncia -o expulsión- de Mubarak. ¿Quién dice que el mundo no puede cambiar?

No hay capitalismo bueno

Reforzar y ayudar a articular y converger los movimientos antisistémicos a escala mundial es el gran objetivo del FSM. Sin embargo, en su concepto inicial, como movimiento de movimientos contra la globalización neoliberal, el FSM está cambiando, incluso radicalizándose en las posturas de sus movimientos.

El sociólogo portugués Boaventura de Sousa Santos lo explicaba bien en un seminario organizado por el GRAP (Grupo de Reflexión y Apoyo al Proceso del foro, que integran buena parte de los fundadores) en el Institut Goethe de Dakar, afirmando que el Foro sufrió una evolución en la última década hacia un movimiento ya marcadamente anticapitalista, y no sólo neoliberal, pues la historia demuestra que es imposible hablar de un capitalismo benévolo o humano. «Sería como hablar de un tigre vegetariano», ironizó.

De hecho, el de Dakar es el primer Foro en el que la opción del decrecimiento económico en el Norte aparece por fin como un tema central para la búsqueda de la tan anhelada justicia social global. Además de la antedicha, hubo varias actividades específicas alrededor de esta necesidad, como una de Attac Francia y otra de los catalanes de Nova, y la consigna se debatió también en muchos espacios relacionados con el «buen vivir» andino, por considerarse objetivos similares a aplicar en diferentes contextos planetarios.

El director ejecutivo del ETC Group, Pat Mooney, lo resumía diciendo que el crecimiento económico como objetivo central de nuestras sociedades «condenó gran parte de la humanidad a la esclavitud, a la pobreza y a la exclusión» y advirtió que, «en tanto que se basa en un expolio de la naturaleza y de sus recursos finitos, amenaza cualquier posibilidad de un nuevo futuro».

Frente común por el planeta

Más allá de la búsqueda de nuevos paradigmas civilizatorios, puede que la cuestión que más consenso genera en el FSM sea la ecológica en todas sus dimensiones, desde la crisis de recursos a la lucha contra los agrocombustibles, los transgénicos y la geoingeniería en general, la pérdida de biodiversidad, etc. Las asambleas más concurridas, además de la de movimientos sociales, tuvieron que ver con las estrategias para caminar coordinadamente hacia la COP17 -Conferencia de las Partes del Convenio de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático- de Durban (Sudáfrica), que tendrá lugar el próximo noviembre, y hacia Río+20, dos décadas después de la Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro, que acontecerá en junio de 2012.

En el FSM se sabe que la cuestión ambiental es un tema central por pura responsabilidad como ciudadanos y ciudadanas de la Tierra, pero también por la potencialidad que tiene como aglutinador de movilizaciones a escala mundial, especialmente entre la narcotizada juventud de un norte geopolítico huérfano de movilización social. Bajo este prisma, el FSM pretende liderar de nuevo grandes movilizaciones, como la que el 15 de febrero de 2003 sacó a las calles del mundo 60 millones de personas contra la guerra.

La Asamblea de Movimientos Sociales, que suele marcar la agenda de movilizaciones globales entre foros, estableció, además de su compromiso con muchas luchas genéricas, como las que hacen referencia a la soberanía alimentaria, el patriarcado, la anulación de la deuda o los derechos de los y de las migrantes, algunas fechas para que los movimientos se coordinen en los próximos meses. Además de las ya clásicas, contra el G8 -en junio en Francia- y el G20 -también en Francia, en noviembre- se realizó un llamamiento para que el 20 de marzo sea un día mundial de solidaridad con el levantamiento del pueblo árabe y africano. Una buena causa pero también una convocatoria que se antoja demasiado presurosa y por lo tanto poco realizable. También se quiere hacer del 12 de octubre -que además es el día de la dignidad indígena- un día de acción global contra el capitalismo.

Además, frente al fracaso de Copenhague y el acuerdo ilegítimo de Cancún, al que sólo se opuso Bolivia -como recordó Naomi Klein-, la asamblea se alineó con el acuerdo alcanzado en la Cumbre de los Pueblos Contra el Cambio Climático y por los Derechos de la Madre Tierra, realizada en Cochabamba en abril de 2010, donde «verdaderas alternativas a la crisis climática fueron construidas con movimientos y organizaciones sociales y populares de todo el mundo».

La política, los políticos… el futuro

Entre las muchas asambleas que tuvieron lugar los dos últimos días una destacaba por incidir abiertamente en ese eterno debate que arrastra el foro desde que comenzara en Porto Alegre en 2001: su relación con los movimientos políticos. Propuesta por el Foro Mundial de las Alternativas de Samir Amin; por Mémoire des Luttes, con gente como Bernard Cassen; y por Transform! una red europea de pensamiento alternativo y diálogo político con presencia en 16 países, y que cuenta con organizaciones marxistas como la Fundación Rosa Luxemburgo, la asamblea de «convergencias entre movimientos sociales y actores políticos» pasó, paradójicamente, bastante desapercibida.

Claro está que la incidencia del proceso global del FSM en la sociedad planetaria sería más fuerte si este fuese, en lugar de un espacio abierto, un movimiento con identidad propia que se proyectara a la instancia política. Sin embargo, también es evidente que un alineamiento explícito en este sentido por parte del FSM, que además precisaría de crear una dirección ejecutiva -o una cúpula- imposible de consensuar; esto es, jerarquías impensables en un proceso que quiere ser horizontal, supondría la pérdida inmediata de un gran número de efectivos, de una importante parte de la diversidad social que aglutina el proceso, que es uno de sus grandes éxitos.

Además, no es cierto que no exista relación entre el FSM y la política, eso lo sabemos todos y todas, pues la presencia de mandatarios de la izquierda y organizaciones afines a partidos -como muchas fundaciones- alrededor del Foro se repite en cada edición, aunque a diferentes niveles -también en la importancia jerárquica de los participantes- dependiendo de la región de procedencia de esos movimientos políticos. El desencuentro es, sobre todo, entre el FSM y el poder, cosa que tiene difícil arreglo en la mayor parte del planeta.

A pesar de esto, nadie niega la influencia del proceso de los foros y del pensamiento político en ellos generado por ejemplo en los evidentes cambios geopolíticos surgidos en América latina en la última década. Esto explica que un ex mandatario como Lula, que dejó la presidencia con unos índices de popularidad nacional e internacional nunca vistos, decidiese reaparecer públicamente a nivel mundial justo durante el Foro Social Mundial -podría haber escogido Davos, la Onu o cualquier otro foro del poder-, atreviéndose a afirmar además que el Consenso de Washington fracasó y que el G20 no tiene la más mínima sensibilidad con la hambre y la pobreza en el mundo. ¿No será que son las organizaciones políticas, que saben que tienen poca capacidad de manipulación en la dinámica del FSM, las que no quieren tener esa relación?

Cierto es que, como dice Esther Vivas, «el Foro no tiene ya la centralidad que tuvo nos sus comienzos, en la fase de ascenso del movimiento altermundialista…». Pero es que a lo mejor no es eso lo que tiene que tener, pues el FSM no pode sustituir el trabajo de base de las organizaciones que en él participan, que es, no lo olvidemos, lo realmente transformador. Sin embargo, sigue atesorando una potencialidad tremenda como espacio de visibilización y articulación de luchas, como lugar de necesario encuentro internacional entre movimientos, como generador de pensamientos alternativos al capitalismo a nivel mundial y, si se quiere, como bomba de oxígeno para quien deja la vida en la ardua tarea de derribar la hegemonía abrumadora del capitalismo. Sólo por saber que no estamos solos y solas en la lucha el FSM ya vale la pena.

Después de 10 años, seguro que el Foro tiene que cambiar muchas metodologías, por ejemplo con un cambio paulatino de los espacios reflexivos hacia talleres prácticos; muchos aspectos de la organización interna -también del Consejo Internacional-, como el de dar mayor relevancia a los movimientos frente las grandes ONG; y también formas de expansión, difusión, financiación, compromiso, o incluso consensuar objetivos más concretos -al menos unos pocos- para lograr victorias concretas, cosa que sería bien factible, porque existen luchas que todos los movimientos presentes en el FSM podrían asumir sin problemas.

Sin embargo, afirmar que es un proceso agotado teniendo sólo una década de vida es mucho afirmar. Esto último tiene sin duda mucho que ver con esa inusitada tendencia a la autodestrucción y la crítica excesiva que siempre tuvo la izquierda a nivel mundial. Alrededor del FSM, y sobre todo después de cada edición centralizada, se generan muchos artículos y opiniones sobre sus debilidades, pero muy pocos sobre sus potencialidades y menos aún sobre las cosas concretas que se deberían cambiar para avanzar en este proceso único a escala mundial. Vaya, que se vislumbra demasiada crítica y poca, muy poca, propuesta concreta.

Debemos recordar, como escribió Susan George en su último libro, que nuestros enemigos, lo que ella da en llamar la «clase de Davos», «están mucho más unidos y mejor organizados que nosotros», y destrozar los pocos espacios que tenemos es, más que la expresión de un espíritu autocrítico -que debe existir en su justa medida-, un suicidio colectivo. ¿Que otro espacio de la izquierda social es capaz de generar tanta dinámica a nivel global como el FSM? ¿Ninguno? Pues sigamos construyendo, mejorando y reforzando lo ya creado.

El FSM 2013 ¿al Norte?

La próxima edición del FSM será en 2013. Aunque existen algunas propuestas ya concretas y visibles en Dakar, como la de Porto Alegre, durante todo el evento senegalés circuló el rumor de que parte de los más conocidos miembros del Consejo Internacional apostaban por llevar el Foro a Europa, en una especie de gesto de solidaridad ante las medidas de ajuste estructural que se están sufriendo en muchos países.

Sólo avanzado el foro de Dakar apareció también la posibilidad e llevarlo a otro lugar del Norte, como Québec, que al parecer presentó una propuesta «formal», aunque no está claro cómo es que se presentan esas propuestas.

Pareciendo algo suicida e ilógica la segunda opción, por cuanto Québec está muy lejos del «mundo de abajo», que es para quien más sentido tiene el FSM; no está experimentando las duras medidas económico-sociales que se viven hoy en Europa; y sobre todo que cuenta con una renta per cápita inasumible incluso para muchísimos movimientos europeos, lo que provocaría la presencia en un hipotético FSM tan solo de una «élite» activista; la opción de llevar el FSM a Europa no parece tan descabellada.

De hecho, la narcolepsia de los movimientos europeos en cuanto a sus movilizaciones, la ausencia de alternativas políticas de peso, la nula capacidad de articulación de acciones a nivel continental y la desazón generada por la entrega de la economía europea al FMI -como antes sucedió en América Latina o África- hacen de Europa un campo de acción al que la alternativa del FSM debe mirar ya como estratégica. Sobre todo si tenemos en cuenta la escasísima incidencia del Foro Social Europeo. Pero sobre todo tendría sentido si esta alternativa se dirige a la Europa periférica, esa que en la cumbre de la pirámide del poder se conoce despectivamente como el grupo de los cerdos, los PIGS (Portugal, Irlanda, Grecia y España) o esa que, sin éxito alguno, trata desde el Este de acercarse a los otrora niveles de opulencia de la Unión Europea de los quince.

Que un proceso como el FSM, surgido del mundo de abajo, aterrizase como alternativa posible en el corazón de la bestia herida sería tan simbólico como esperanzador para una sociedad que va, desgraciadamente, a la deriva.

Nota:

(*) Redacción del autor

Reportaje del FSM 2011 de Altermundo: http://www.flickr.com/photos/altermundo

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.