Crece la presión internacional para que Pakistán extienda la permanencia de los refugiados afganos, mientras el gobierno de este país confirma su intención de expulsarlos cuando se cumpla el plazo fijado oportunamente. El gobierno se mantiene firme. «Cuando expire su estatus de refugiados, el 31 de diciembre, tendrán que irse», dijo telefónicamente a IPS desde […]
Crece la presión internacional para que Pakistán extienda la permanencia de los refugiados afganos, mientras el gobierno de este país confirma su intención de expulsarlos cuando se cumpla el plazo fijado oportunamente.
El gobierno se mantiene firme. «Cuando expire su estatus de refugiados, el 31 de diciembre, tendrán que irse», dijo telefónicamente a IPS desde Islamabad el secretario del Ministerio de Estados y Regiones Fronterizas, Habibullah Khan.
«Esto no es algo que ocurrió de repente para crear semejante escándalo; fue una estrategia elaborada y aprobada por el gabinete», agregó.
Pakistán tendría que expulsar a tres millones de afganos, 1,7 millones de los cuales están registrados, y más de la mitad de estos viven en campamentos. Además, las familias de la mayoría de ellos viven en Pakistán desde hace más de 30 años.
Pero Afganistán no está preparado para una llegada masiva de refugiados.
Dado que la retirada de las fuerzas de la Organización del Tratado del Atlántico Norte y la Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad está prevista para 2014, Afganistán lidia con sus propios problemas: dominar la insurgencia, resucitar una economía colapsada y controlar el creciente poder de los señores de la guerra.
Khan también dijo que los refugiados afganos se han vuelto una amenaza para la ley y el orden, así como para la estabilidad social.
Haji Abdullah Bukhari, portavoz de los refugiados afganos, vive en el Campamento Jadeed, uno de los más grandes, ubicado en la sureña ciudad portuaria de Karachi. «Nuestras colonias son más pacíficas que todas las de Karachi. Él (Khan) debería dar pruebas antes de formular declaraciones tan irresponsables y sin fundamento», dijo a IPS.
Bukahri, un respetado anciano nativo de Afganistán, lleva 30 años en Pakistán y divide su tiempo entre administrar su comercio de productos eléctricos y hacer trabajo social. Tiene esperanzas de que se amplíe el plazo. «No estoy diciendo que no nos iremos, pero en este momento Afganistán es débil y no podrá asumir esta carga», sostuvo.
Amanullah Mughal, de 36 años, es un refugiado afgano que desde hace años transporta a otros refugiados hacia la frontera. «No quiero ir a Afganistán. Me insumirá otros 30 años reasentarme allí», declaró a IPS.
Mughal llegó cuando tenía apenas ocho años, procedente de una aldea en la norteña provincia afgana de Kunduz, y ahora tiene nueve hijos, todos nacidos en Pakistán. Nunca pisaron suelo afgano y consideran a Pakistán su país. Lamentablemente, los pakistaníes no los ven de esa manera.
Por lo tanto, cuando expiren sus tarjetas de «prueba de registro», serán considerados ilegales si todavía están en Pakistán.
Bilal Agha, de la oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur), dijo a IPS que la «devolución» es un delito serio. Esta parte del derecho de refugiados garantiza la protección contra enviar a alguien de regreso a un país que abandonó y donde su vida o sus libertades puedan verse amenazadas.
«Eso no será aceptado por ningún actor internacional involucrado con refugiados. Acnur tiene el claro entendimiento de que nadie será regresado por la fuerza si no desea» volver voluntariamente, dijo Agha a IPS.
Acnur buscará garantizar la seguridad de los refugiados afganos luego de la expiración de las tarjetas, agregó.
Según Agha, esa agencia seguirá de cerca la situación a través de sus socios y con las comunidades de refugiados. Algunos afganos indocumentados ya son puestos tras las rejas en el marco de la Ley de Extranjería de 1956, señaló.
«Luego de cumplir su sentencia, son deportados y entregados a las autoridades afganas en la frontera, en presencia de representantes del consulado afgano de Pakistán», añadió.
Bukhari dijo que «las puertas están siempre abiertas, y gente de ambos lados de la frontera va y viene todo el tiempo».
Pakistán ha intentado registrar a todos los afganos que viven en Pakistán, pero no es capaz de hacerlo con todos los que ingresan a través de su porosa frontera.
Mughal también vive en el Campamento Jadeed, en el distrito administrativo de Malir, en Karachi. El campamento se encuentra en el poblado de Gadap, donde viven y están registrados 80 por ciento de los 70.000 refugiados afganos.
«La mayoría de los afganos que viven allí trabajan como jornaleros. Se dedican a tejer alfombras, a la industria del cuero, a la pesca o al reciclaje», dijo Agha Azam, coordinador de la gubernamental Célula de Repatriación de Refugiados Afganos, a IPS.
Él administra el Centro de Repatriación Voluntaria en Gadap desde hace más de nueve años, y se ocupa de registrar y facilitar la repatriación de refugiados afganos.
«Como la repatriación es puramente voluntaria, no podemos alentarlos a irse», explicó.
Según Azam, desde principios de este año el centro envió a unos 2.600 afganos de Karachi a la frontera con Afganistán, y cada uno recibió 150 dólares de asistencia en efectivo.
Azam dijo no poder precisar cuántos vuelven cruzando la misma frontera.
Los refugiados señalan las viviendas que construyeron a lo largo de los años. «En los años 80, esta era tierra yerma y vivíamos en tiendas de campaña. Como no había edificaciones, las víboras y los escorpiones a menudo picaban a nuestros hijos. Hace poco tiempo que pudimos construir casas de barro», dijo Haji Abdullah Bukhari, señalando un maltrecho vecindario del Campamento Jadeed.
Muchos de esos asentamientos de refugiados carecen de las instalaciones sanitarias y educativas básicas. Pero pese a las terribles condiciones, la mayoría no quiere irse a un país que puede ser suyo, pero al que apenas conoce.