Dos minutos temblando la tierra fueron suficiente para que se desborde todo el sistema de comunicaciones del Perú y el primer ministro deba esperar una hora y media para poder conversar con el presidente. Y para dejar a cerca de un millón de habitantes sin fluido eléctrico por varios días, sin que existan sistemas alternativos […]
Dos minutos temblando la tierra fueron suficiente para que se desborde todo el sistema de comunicaciones del Perú y el primer ministro deba esperar una hora y media para poder conversar con el presidente. Y para dejar a cerca de un millón de habitantes sin fluido eléctrico por varios días, sin que existan sistemas alternativos para disponer de energía en los puntos críticos de las zonas más afectadas.
Tres provincias brutalmente dañadas por la furia de la naturaleza han desbordado al Estado peruano en su capacidad de organizar un sistema de asistencia y apoyo a los damnificados, a pesar que los hechos se han producido entre 200 y 300 kilómetros de la capital y de que en la zona hay aeropuerto y puerto para descargar ayuda.
Un poco más de quinientos muertos y no sabemos si meterlos en una fosa común o enterrarlos individualmente, mientras no llegan los cajones y en la Plaza de Pisco se reparten bolsas negras para que las familias vean qué hacen con los cuerpos.
Dos mil heridos contabilizados hasta el día de hoy y los servicios de salud están desbordados, en el mismo escenario donde antes ha habido terremotos, inundaciones graves y otros eventos naturales, que no parecen habernos enseñado nada. Los helicópteros tienen que traer a los heridos a Lima, como si este fuera el único lugar donde hay médicos y hospitales.
Sesenta toneladas de ayuda colombiana en el aeropuerto han desbordado la capacidad operativa del Estado y de la concesionaria privada (LAP) que anoche pedían que algún alma caritativa les facilite cargadores frontales para colocar los paquetes sobre el avión Hércules.
Todo esto quiere decir que 8% de crecimiento anual no nos hace más desarrollados que Chile, ni convierte nuestras regiones más exitosas como Ica en más eficaces en sus servicios, ni nos permite ser menos vulnerables en nuestra pobreza, ni se asocia a un Estado creíble y respetable al que la gente no tiene que llorar o insultar porque no responde a la altura de las circunstancias.
El terremoto del día 15 ha demostrado que el camino de la alianza del Estado con la gran empresa no sirve para forjar regiones más sólidas y viables. Peor aún, tampoco son útiles para actuar en el terreno de las más duras emergencias. Hay que esperar que la gente deje de intentar llamar para que las autoridades puedan comunicarse y que amanezca el día siguiente para ver si alguien está herido o ya se ha muerto.