Es curioso, aunque no sorprendente, que cada vez que surge una voz o propuesta indígena en el Perú para organizarse políticamente en forma autónoma, como lo han hecho, desde años atrás, diversos líderes Quechuas, Aimaras, Amazónicos, y recientemente Alberto Pizango y la construcción de «Alianza Alternativa Para la Humanidad» (APHU), surjan los reparos, objeciones, temores, […]
Es curioso, aunque no sorprendente, que cada vez que surge una voz o propuesta indígena en el Perú para organizarse políticamente en forma autónoma, como lo han hecho, desde años atrás, diversos líderes Quechuas, Aimaras, Amazónicos, y recientemente Alberto Pizango y la construcción de «Alianza Alternativa Para la Humanidad» (APHU), surjan los reparos, objeciones, temores, sea en forma bien o mal intencionada. Ayer fue diluirse en los fugaces partidos de izquierda, luego dentro del Toledismo-Karpismo, ahora, diluirse en el nacionalismo o «Aranismo», «usar» a Yehude Simons, etc. El eje común es bajar la autoestima política indígena para terminar de cola de cualquier aventura. Es necesario entonces reflexionar, sobre las razones o procesos que impulsan o justifican esta propuesta política indígena, provenientes tanto de la experiencia internacional como de la evolución del escenario peruano. Pasamos a mencionar algunas de ellas.
Porque es indispensable una respuesta política indígena autónoma, frente a la ofensiva del peligroso frente social y político de racismo anti indígena estatal e institucionalizado, ya instalado en el país, financiado e impulsado por las transnacionales invasoras de recursos naturales amazónicos y andinos (mineras, petroleras, hidroeléctricas, forestales, REDD, agrocombustibles); articulado «ideológicamente» en los prejuicios del «Perro del Hortelano»; unificado detrás de los «faenones», privatizaciones, parcelaciones y criminalización de los derechos y movimientos indígenas; y en el cual coinciden estratégicamente , más allá de sus divergencias tácticas, el APRA, PPC, Fujimoristas, Castañeda, Perú Posible, AP, etc. Y los grandes medios de comunicación y gremios empresariales. No hay solo una ofensiva antipopular en general, sino además, una específica ofensiva anti indígena, que los coloca como «parte del pasado, pobres ociosos, con culturas demagógicas y anti sistema», y eso requiere profundizar la respuesta política del movimiento indígena amazónico, andino y costero del Perú, ya iniciada desde el 2008 y 2009; lo que no niega, sino más bien garantiza, construir con esa columna indígena, un amplia unidad popular nacional.
Porque la experiencia de Ecuador, indica que fue un error que ciertos sectores indígenas se confiaran y subordinaran al discurso de la «revolución ciudadana» y del «socialismo del siglo 21», que usaba ciertas frases del proyecto indígena, o incluso los volviera norma constitucional (Buen Vivir por ejemplo), pero que fué incapaz de llevarlo en la práctica porque ello implica enfrentar el poder, y optó por convivir con éste, avalando las invasiones mineras y la privatización del agua en territorios indígenas. Precisamente fue un acierto que la CONAIE y Pachakutik, mantuvieran su plena autonomía política para reducir la confusión y mantener las fuerzas que hoy se despliegan para frenar un neo desarrollismo extractivista camuflado de «progresista».
Porque la experiencia de Bolivia, el país más avanzado en los procesos de descolonialidad del poder, indica que no es suficiente con ganar las elecciones ó que un partido de izquierda multi social administre el Estado, para que dicho proceso avance, no se estanque o incluso pueda retroceder. Es por la presión del movimiento indígena organizado en el Alto, las tierras bajas (CIDOB) y en los consejo de Ayllus y Markas del Qollasuyu, que el proceso no se detiene. Es por esa presión que en Bolivia, se está pasando de la descolonialidad a nivel de las consignas, a los pronunciamientos, a las leyes y sobre todo a la presión para implementar en la práctica el autogobierno y la libre determinación, con los cambios estructurales y de relaciones de poder que ellos implican.
Porque en el escenario peruano, diversas entidades, sociales y políticas, han avanzado en reproducir o respaldar algunas de las propuestas alternativas que provienen del movimiento indígena. Hay una cierta y parcial «etnicidad» en los discursos políticos. Es común escuchar sobre pueblos originarios, consulta previa, derechos colectivos, estado plurinacional, Buen Vivir. Son los enunciados, pero al pasar a los contenidos precisos de que se entiende por ellos, vuelven a resurgir los enfoques aún prisioneros del neo desarrollismo y estatismo, ya que insisten en el predominio del modelo minero-petrolero, solo que en nombre del cada vez más gaseoso «desarrollo sustentable» y a mantener la centralidad del vetusto Estado Uni-Nacional, solo que barnizado y decorado con el reconocimiento de «derechos humanos de (supuestas) minorías nacionales». Sería trágico para el movimiento indígena diluirse y confiar en estas propuestas confusas y repetir la frustración ecuatoriana, o peor, la ya vivida con el Toledismo y «Karpismo».
Porque en la experiencia peruana, ya hay un proceso acumulativo de organización social y política indígena, de emergencia de nuevos liderazgos, de maduración del debate interno sobre sus alternativas programáticas, e incluso de experiencias diversas de ejercicio del gobierno local. No se parte de cero o de simples buenos deseos. Los pueblos amazónicos desde la fundación de AIDESEP, vienen acumulando 30 años de luchas y propuestas sobre territorialidad y libredeterminación, que llegaron a una etapa intensa y nacional, en los movimientos del 2008 y 2009. Los pueblos andinos, a pesar de su dispersión, también han avanzado en construir organizaciones y propuestas como pueblos originarios, en especial desde los esfuerzos de CONACAMI (comunidades afectadas por la minería), ANAMEBI (maestros bilingües), las coordinadoras Quechua y Aimara del sur del país. Desde el 2004 se suceden numerosas cumbres regionales y nacionales de pueblos indígenas, con esa denominación, y sobre todo, debatiendo y precisando el sentido y perspectivas de sus propuestas, que partiendo del mundo indígena se plantean hacia el conjunto del país, como son la descolonialidad del poder, saber y sentir, la plurinacionalidad, Buen Vivir/Vivir Bien / Vida Plena, entre otras.
Porque los temores de divisionismo o «esencialismo culturalista» que tienen ciertos sectores son infundados. Hay diversas muestras, que el movimiento indígena del Perú, aprende las lecciones de la experiencia internacional. Al contrario, la organización política indígena autónoma, será una columna firme que dé viabilidad a un frente social y político más amplio. Columna firme, en términos de bases sociales (7000 comunidades) y de un programa asentado en territorios-culturas enraizadas, sin los sesgos y controversias «ideológicas» tradicionales, que aportará mayor consistencia y coherencia, como lo han demostrado los movimientos amazónicos y del sur andino en los últimos años. La alternativa de Descolonialidad (distinta a la simple descolonización) del poder y saber, es para todas y todos, donde caben alianzas con el amplio movimiento social para que pueda expresarse libre y sin telarañas «ideológicas», los nuevos lenguajes de las nuevas prácticas sociales emergentes. La descolonialidad, socialización y plurinacionalidad del poder y el autogobierno, se extiende para todos los movimientos sociales del campo o la ciudad. El Buen Vivir/Vivir Bien/Vida Plena, igualmente, no es solo para el mundo indígena, sino para todas y todos, en especial las ciudades y su «mal vivir» de contaminación y falta de agua.
Porque es desde la experiencia «comunitaria» y del «mandar obedeciendo», que viene del movimiento indígena y llega al ámbito urbano, que se tienen insumos para responder a la crisis de la llamada «política», reducida a la política «instrumental» o manipulatoria; al imperio del nefasto «fin que justifica los medios» cuando en realidad los medios prefiguran los fines; a privilegiar la esquizofrenia de «representaciones» en un Estado privatizado y maniatado incapaz siquiera de políticas sociales coherentes. Se necesita que el principio indígena del «Mandar Obdeciendo» siga interpelando y creando nuevas formas de acción política que no se separen de la vida cotidiana de todas y todos.
Roberto Espinoza, sociólogo vinculado movimientos indígenas y de «Des Colonialidad»
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