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Por qué mataron a Patrice Lumumba

Fuentes: Jacobin América Latina - Imagen: El líder congoleño Patrice Lumumba en Bruselas, Bélgica, en enero de 1960. (Wikimedia Commons)

Patrice Lumumba fue un líder radical del movimiento independentista congoleño que se opuso al colonialismo belga y a los intereses corporativos. Por eso fue asesinado en un golpe de Estado respaldado por Estados Unidos en enero de 1961.

Nacido el 2 de julio de 1925, Patrice Émery Lumumba fue un líder anticolonialista radical que se convirtió en el primer primer ministro de un Congo recién independizado a la edad de treinta y cinco años. Siete meses después de asumir el cargo, el 17 de enero de 1961, fue asesinado.

Lumumba se había convertido en opositor al racismo belga tras ser encarcelado en 1957 por cargos falsos presentados por las autoridades coloniales. Tras cumplir una condena de doce meses de prisión, encontró trabajo como vendedor de cerveza, período durante el cual desarrolló sus dotes oratorias y abrazó cada vez más la idea de que la enorme riqueza mineral del Congo debía beneficiar al pueblo congoleño y no a los intereses de las empresas extranjeras.

Los horizontes políticos de Lumumba se extendían mucho más allá del Congo. Pronto se vio envuelto en la amplia ola de nacionalismo africano que barría el continente. En diciembre de 1958, el presidente ghanés Kwame Nkrumah invitó a Lumumba a asistir a la Conferencia Panafricana de los Pueblos contra el Colonialismo, que atrajo a asociaciones cívicas, sindicatos y otras organizaciones populares.

Dos años más tarde, en respuesta a la demanda masiva de elecciones democráticas, el Movimiento Nacional Congoleño, encabezado por Lumumba, ganó de forma decisiva las primeras elecciones parlamentarias del país. El líder nacionalista de izquierda asumió el cargo en junio de 1960.

Pero las propuestas progresistas y populistas de Lumumba y su oposición al movimiento secesionista de Katanga (liderado por los estados coloniales del sur de África, gobernados por blancos, que proclamó su independencia del Congo el 11 de julio de 1960) enfurecieron a una serie de intereses extranjeros y locales: el estado colonial belga, las empresas que extraían los recursos minerales del Congo y, por supuesto, los líderes de los estados surafricanos. A medida que aumentaban las tensiones, las Naciones Unidas rechazaron la solicitud de apoyo de Lumumba. Este decidió pedir ayuda militar soviética para sofocar la creciente crisis del Congo, provocada por los secesionistas apoyados por Bélgica. Esa fue la gota que colmó el vaso.

Lumumba fue capturado, torturado y ejecutado en un golpe de Estado apoyado por las autoridades belgas, los Estados Unidos y las Naciones Unidas. Con el asesinato de Lumumba murió una parte del sueño de un Congo unido, democrático, étnicamente pluralista y panafricanista.

El asesinato de Lumumba y su sustitución por el dictador Mobutu Sese Seko, respaldado por Estados Unidos, sentó las bases para las décadas de conflictos internos, dictadura y declive económico que marcaron al Congo poscolonial. La desestabilización de la sociedad congoleña bajo el brutal régimen de Mobutu, que duró desde 1965 hasta 1997, culminó en una serie de conflictos devastadores, conocidos como la primera y la segunda guerra del Congo (o «guerras mundiales de África»). Estos conflictos no solo fracturaron a la sociedad congoleña, sino que también envolvieron a casi todos los países vecinos, llegando a involucrar a nueve naciones africanas y a alrededor de veinticinco grupos armados. Tras el final oficial del conflicto, alrededor de 2003, casi 5,4 millones de personas habían muerto a causa de los combates y sus consecuencias, lo que convirtió la guerra en el segundo conflicto más mortífero del mundo desde la Segunda Guerra Mundial.

Particularmente a la luz de la agitada trayectoria del Congo tras su asesinato, Lumumba sigue siendo una fuente de dolor, debate e inspiración para movimientos y pensadores radicales en toda África y más allá. Sa’eed Husaini, colaborador de Jacobin, conversó recientemente con Georges Nzongola-Ntalaja, destacado intelectual congoleño y autor de una biografía de Lumumba, sobre la vida, la muerte y la política de este líder nacionalista radical.

SH: Podría decirse que el acontecimiento más conocido de la vida de Lumumba sigue siendo su trágico final. Aunque al menos hubo algún reconocimiento simbólico por parte de Bélgica en cuanto al asesinato de Lumumba, en Estados Unidos no se produjo nada similar. Desde tu punto de vista, ¿cómo sería una reparación completa por el asesinato de Lumumba?

GNN: No puede haber una reparación completa por el asesinato de Lumumba. Ninguna cantidad de dinero ni ninguna otra forma de compensación le harían justicia al daño sufrido por el Congo por la pérdida de un líder visionario de treinta y cinco años que podría haber ayudado a construir un gran país. Ninguna cantidad de dinero le haría justicia a sus hijos, que crecieron sin un padre que los amara y los apoyara para guiarlos durante su infancia, adolescencia y juventud. Y lo mismo ocurre con su esposa y otros familiares, cuya pérdida no puede mitigarse con adquisiciones materiales.

Lo que se necesita de todos los cómplices en el asesinato de Lumumba es, en primer lugar, el reconocimiento del crimen que cometieron contra él, su familia, el Congo y África, una disculpa por el daño causado en este sentido y un esfuerzo por honrar al primer líder democráticamente elegido del Congo, promoviendo su legado a través de las escuelas, la educación pública y los eventos culturales en todos los países cuyos líderes participaron en su desaparición, empezando por el propio Congo.

SH: A pesar de haber crecido en su patria étnico-cultural, Lumumba llegó a ser conocido por su visión del mundo ardientemente multiétnica e incluso panafricana. ¿Hubo aspectos de su educación temprana en Sankuru que lo predispusieran para valorar tanto la unidad congoleña y la diversidad étnica?

GNN: Aunque la región de Sankuru, en la República Democrática del Congo (RDC), es conocida principalmente por ser el hogar del pueblo tetela, al que pertenece el propio Lumumba, está habitada por personas de otros grupos étnicos que acabaron allí debido a las actividades de los traficantes de esclavos swahilis-árabes o de los colonialistas belgas. Entre estos grupos se encuentran los kusu de Maniema, los luba, los songye y otros grupos de la región de Kasai, así como los mongo de Équateur.

Además de crecer en un entorno multiétnico, los años de formación de Lumumba como funcionario de clase media tuvieron lugar entre 1944 y 1956 en Kisangani (entonces Stanleyville), una de las principales ciudades del Congo y una zona de gran diversidad étnica.

SH: En tus trabajos planteas que, como funcionario postal al servicio de la colonización belga, Lumumba se sintió inicialmente atraído por la posibilidad de «matricularse» o abandonar su condición de congoleño «nativo» en favor de la condición de évolué, o europeo honorario. ¿En qué momento abandonó Lumumba esta esperanza de alcanzar la élite de la sociedad colonial en favor de una oposición radical al proyecto colonial belga?

GNN: Lumumba obtuvo tanto la tarjeta de mérito cívico como la matriculación en Kisangani, pero estos logros de movilidad ascendente en la situación colonial eran una farsa, ya que el racismo seguía mostrando su cara más fea a través de la barrera del color y los salarios.

Aunque se le confió un trabajo como gerente del servicio de giros postales, normalmente reservado a los europeos, el salario de Lumumba venía determinado por su raza y no por sus funciones. En 1956 ganaba el equivalente a 100 dólares estadounidenses, entre una décima y una quinceava parte del salario de un funcionario europeo que desempeñara un trabajo similar. Sus colegas europeos también recibían alojamiento gratuito, un coche y seis meses de vacaciones pagadas en Bélgica cada tres años.

Estas y otras realidades de la situación colonial lo llevaron finalmente a abandonar su ingenua esperanza de ver a los blancos y a los évolués trabajar codo con codo para sacar de la ignorancia a las «masas ignorantes» de la comunidad belga-congolesa y lo empujaron hacia el nacionalismo africano y congoleño.

SH: ¿Cómo veían los nacionalistas congoleños a la violencia, entendida como medio para alcanzar la independencia política, y cuál era la postura de Lumumba?

GNN: En general, los líderes nacionalistas congoleños eran firmes defensores de la no violencia, y Lumumba no era una excepción. Por eso todos se quedaron impactados por el levantamiento popular en favor de la independencia del 4 de enero de 1959 [que estalló en Leopoldville, la actual Kinshasa, después de que se le negara a los miembros de un partido anticolonial el derecho a reunirse. Celebrado hoy como el Día de los Mártires, fue el primer gran estallido de violencia del movimiento independentista y marcó un punto de inflexión en la lucha anticolonial].

Más tarde, estos líderes comprendieron que la violencia masiva era una baza en sus enfrentamientos con los amos coloniales, ya que a estos les resultaba difícil mantener la ley y el orden en el vasto Congo una vez que las masas habían rechazado la autoridad colonial y no estaban dispuestas a obedecer las directivas administrativas coloniales.

SH: ¿Qué papel desempeñaron las empresas mineras internacionales en el fomento de la secesión de la provincia de Katanga del Congo y cómo contribuyó esto al origen de la crisis del Congo?

GNN: Con un imperio minero que se extendía desde Katanga hasta el Cabo, a las empresas mineras internacionales no les gustaba la idea de tener un gobierno nacionalista radical en el Congo, que probablemente reduciría sus márgenes de ganancia con impuestos y regalías más altos para mejorar las condiciones de vida de los congoleños de a pie. Por eso, estas empresas, que habían rechazado los esfuerzos de los colonos blancos por obtener una parte del pastel, como habían hecho sus homólogos en Sudáfrica, Rodesia (Zimbabue) y el Sudoeste Africano (Namibia), cambiaron de estrategia y formaron una alianza con los colonos blancos racistas y con grupos de presión de derecha de Estados Unidos y el Reino Unido.

Esta alianza no solo respaldó el sueño largamente acariciado por los colonos blancos de obtener el poder político en Katanga, sino que también proporcionó los fondos necesarios para sostener el impulso secesionista en Katanga, con la ayuda de Bélgica, Gran Bretaña y Francia.

SH: Se podría decir que los orígenes de la crisis del Congo se encuentran en una alianza fortuita entre colonos belgas y empresas, que se unieron a los intereses empresariales y estatales de los Estados gobernados por blancos del sur de África. Describes a esta alianza como una «contrarrevolución contra la liberación nacional», dado que se formó para oponerse al nacionalismo radical que se extendía por el continente. ¿Podrías dar más detalles sobre ella?

GNN: La crisis del Congo no puede entenderse sin hacer referencia a la secesión de Katanga, orquestada por Bélgica en colaboración con empresas mineras internacionales, que reclutaron mercenarios blancos para que se unieran a las tropas belgas en apoyo de la secesión. La negativa de la ONU a utilizar la fuerza para expulsar a las tropas belgas y a los mercenarios provocó la disputa entre el primer ministro Lumumba y el secretario general de la ONU, Dag Hammarskjöld, que compartía la misma visión del mundo que las principales potencias occidentales y era muy hostil hacia Lumumba, como lo demuestran los cables diplomáticos conservados en los archivos de la ONU.

SH: Entonces, ¿por qué esta combinación de actores internacionales y locales, anteriormente rivales, acabó por acordar que era necesario asesinar a Lumumba?

GNN: Era el único obstáculo importante para su plan de establecer el neocolonialismo en el Congo, lo que comenzó el 11 de julio de 1960 en Katanga.

SH: Lumumba pronunció muchos discursos memorables y también escribió muchas cartas conmovedoras. En 1960, le escribió a su esposa desde la cárcel: «Llegará el día en que la historia hablará. Pero no será la historia que se enseña en Bruselas, París, Washington o las Naciones Unidas. Será la historia que se enseñará en los países que se liberaron del colonialismo y sus títeres. África escribirá su propia historia y, tanto en el norte como en el sur, será una historia de gloria y dignidad». ¿Fue Lumumba también capaz de articular una visión específica de cómo pretendía transformar el Estado y la sociedad congoleña durante el breve período en el que ocupó el cargo de primer ministro?

GNN: Podemos vislumbrar su visión del Congo poscolonial en varios de sus principales discursos y cartas. Aunque preocupado por la unidad, la independencia y la soberanía del Congo, debido, por supuesto, a la situación contrarrevolucionaria que vivía el país entre el 10 y el 11 de julio de 1960 (la invasión militar belga y la secesión de Katanga, respectivamente), su principal preocupación pasaba por cómo transformar las estructuras heredadas del Estado y la economía para mejorar la calidad de vida de los congoleños de a pie.

SH: Al igual que Amílcar Cabral, Thomas Sankara y Steve Biko, el martirio de Lumumba lo convirtió en una poderosa fuerza simbólica que sigue inspirando movimientos radicales en toda África. En su prefacio, describes brevemente la inspiración y la repentina decepción que sintió en aquella época, cuando eras estudiante de secundaria (expulsado por actividades anticolonialistas) y fuiste testigo del meteórico ascenso y del trágico asesinato de Lumumba. Como africanos y como parte del mundo en general, ¿realmente asumimos el trauma histórico que supuso presenciar el asesinato de algunos de los líderes más prometedores del continente?

GNN: Dado que todos los líderes asesinados que mencionas fueron víctimas de las potencias mundiales y/o de sus aliados en África, como el Portugal fascista y la Sudáfrica del apartheid, no veo por qué las potencias mundiales responsables de eliminar a esos líderes africanos que detestaban deberían preocuparse por el impacto de esos asesinatos en África.

Nos corresponde a nosotros, los africanos, asegurarnos de seguir las enseñanzas de Amílcar Cabral sobre la importancia de conocer nuestras propias debilidades y encontrar formas de superarlas, y las de Kwame Nkrumah sobre la seguridad continental colectiva a través de un alto mando militar africano. Necesitamos nuestro propio equivalente de la OTAN para garantizar la seguridad de nuestro pueblo y la de nuestros líderes progresistas en peligro.

[*] Sa’eed Husaini es un activista socialista y estudiante de desarrollo internacional en la Universidad de Oxford.

Fuente: https://jacobinlat.com/2025/07/por-que-mataron-a-patrice-lumumba/