Discurso de Yanis Varoufakis en Cuba sobre un nuevo Movimiento de Países No Alineados.
El cofundador de Democracy in Europe Movement 2025 (DiEM25) y de la Internacional Progresistas intervino en el Congreso por un Nuevo Orden Económico Internacional que tuvo lugar en La Habana este mes de enero de 2023.
Varoufakis es un profesor de Economía ateniense de 61 años con una dilatada experiencia docente en universidades del Reino Unido y Australia. Carismático y polémico, desde enero de 2015 fue ministro de Finanzas de la República Helénica (Grecia) y logró en no pocas ocasiones desplazar del foco mediático, a su superior en el Gobierno y en el partido izquierdista, SYRIZA, del que fue diputado pero no militante, el primer ministro Alexis Tsipras. Aunque un referéndum popular en julio de 2015 aprobó su propuesta de no pagar la deuda griega, dimitió como ministro y desde entonces se dedicó al activismo y la política al frente de un nuevo partido, el DiEM25.
Es autor de El minotauro global, Economía sin corbata: conversaciones con mi hija, ¿Y los pobres sufren lo que deben? y Comportarse como adultos.
«¿Por qué construir un Nuevo Movimiento de Países No Alineados para luchar por un Nuevo Orden Económico Internacional socialista, democrático y liberador? Porque debemos hacerlo».
El cofundador de DiEM25 se encontraba en Cuba en visita oficial por invitación del gobierno cubano y un tema clave de debate en su viaje fue la creación de un Nuevo Movimiento de Países No Alineados que tendrá como objetivo una Nueva Economía Internacional.
A continuación, por primera vez en español, La Tizza reproduce íntegramente su discurso, a partir de una traducción no oficial tomada del sitio web de la Internacional Progresista.
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Amigos, camaradas, compañeros delegados de la Internacional Progresista:
Esta es, sorprendentemente, mi primera vez en Cuba. Durante décadas, me resistí a venir porque no quería venir como turista. Cuba es demasiado importante para eso. Tuve que llegar a los sesenta años para experimentar la alegría de venir a Cuba a trabajar con camaradas en lo que verdaderamente importa a Cuba, a las Américas, a Asia, a África, a Europa y sí, a mi sufrido país, Grecia. ¿Y qué es eso? Es el establecimiento de un Nuevo Movimiento de Países No Alineados (MNOAL) con el que acabar con el actual orden económico internacional imperialista, explotador y catastróficamente extractivo, para construir uno nuevo en su lugar: un Nuevo Orden Económico Internacional (NOEI) en el que las personas y el planeta puedan respirar, vivir y prosperar juntos.
Antes de entrar en materia, debo rendir homenaje a esta tierra y a sus valientes habitantes. Cuando nuestro partido, DiEM25, publicó un comunicado de prensa anunciando que yo vendría a La Habana, ocurrió algo extraño. Llegó un torrente de improperios de los sectores habituales: anticomunistas, centristas radicales y algunos izquierdistas que han perdido el celo revolucionario de su juventud; que me acusan a mí, y a DiEM25, de «poner en peligro» a Grecia por resistirme a la poderosa oligarquía que dirige nuestro país. Pero, todas estas personas —por mucho que se esforzaran— no podían ocultar una cosa que tenían en común: el respeto por el pueblo cubano.
Paseen hoy por Atenas. Parece más rica, más «desarrollada» que La Habana. Pero la mayoría de nuestro pueblo camina desposeído, humillado, con su democracia como una farsa. ¿Por qué? Porque el 5 de julio de 2015 estuvieron muy cerca de una revolución, con un valiente 62 % de votos por el «NO» al Fondo Monetario Internacional, a los banqueros depredadores, a la oligarquía local. Por desgracia, esa misma noche, nuestro pueblo fue derrocado por sus dirigentes y la revolución fue aplastada.
Y sin embargo, incluso aquellos que desde entonces han sido presionados para creer que no había otra alternativa que la rendición, incluso ellos miran al pueblo de Cuba con inmenso respeto, incluso con un poco de envidia. ¿Por qué? Porque el pueblo de Cuba no se ha rendido.
La Declaración de Atenas: El comienzo de un Nuevo Movimiento de No Alineados para luchar por un Nuevo Orden Económico Internacional
Hablando de Atenas, el 13 de mayo de 2022 nuestro partido, en asociación con la Internacional Progresista representada por mí mismo, Jeremy Corbyn y Ece Temelkuran, emitió la «Declaración de Atenas». La «Declaración de Atenas» fue nuestra respuesta a la espantosa guerra de Ucrania en un contexto de belicismo sin precedentes. Fue también el primer llamamiento a un Nuevo Movimiento de Países No Alineados. Permítanme leer algunos extractos:
»Estamos con todos los pueblos que sufren invasiones, desplazamientos y agresiones.
»Exigimos un alto el fuego inmediato en todos los conflictos, la retirada de las fuerzas de ocupación y una Paz global bajo los auspicios de las Naciones Unidas.
»Nos oponemos a la división del mundo en bloques rivales que invierten en un militarismo desenfrenado, armas de destrucción masiva hipermodernas y una nueva Guerra Fría.
»Creemos que la paz duradera solo puede lograrse sustituyendo todos los bloques militares por un marco de seguridad internacional integrador que rebaje las tensiones, amplíe las libertades, luche contra la pobreza, limite la explotación, persiga la justicia social y medioambiental y ponga fin a la dominación de unos países por otros.
»Con estas ideas en mente, hacemos un llamamiento a los demócratas de todo el mundo para que unan sus fuerzas en un Nuevo Movimiento de Países No Alineados… como vía hacia una paz duradera y… una prosperidad compartida a escala mundial».
Y ahí lo tienen: cincuenta años después de la campaña original del Movimiento de Países No Alineados para la creación de un Nuevo Orden Económico Internacional, estamos de nuevo en ello. Primero en Atenas, hoy en La Habana. Afortunadamente, no necesitamos escribir nuevos discursos. Basta con recordar al mundo lo que Fidel dijo a la Asamblea General de las Naciones Unidas en octubre de 1979, cuando encabezaba el MNOAL, tras la cumbre de La Habana:
Que «debe cesar el estruendo de las armas, el lenguaje amenazador y la arrogancia en la escena internacional».
Que «las bombas pueden matar a los hambrientos, a los enfermos y a los ignorantes, pero no pueden matar el hambre, las enfermedades ni la ignorancia».
Que «el sistema monetario internacional que predomina hoy en día está en quiebra. Y debe ser sustituido».
Ahora bien, no nos deprimamos porque hayamos vuelto al punto de partida y tengamos que repetir los mismos discursos y hacer las mismas campañas. Recordemos: cada generación está condenada a librar la misma batalla. Una y otra vez. Una y otra vez. Una y otra vez. Cada vez con mayor concentración. Y siempre aprendiendo de los errores de la generación anterior.
Así pues, al reiniciar el proceso de construcción de un Nuevo Movimiento de Países No Alineados para forjar un Nuevo Orden Económico Internacional, debemos preguntarnos: ¿Por qué perdimos la última vez? ¿Por qué fuimos tan ampliamente derrotados en las décadas de 1980 y 1990? ¿Por qué el Movimiento de Países No Alineados original cayó presa de la forma más elevada del neoimperialismo: la globalización capitalista financiarizada?
La esencia de la globalización y la causa de la victoria del neoimperialismo
La respuesta corta es: Porque los capitalistas demostraron, en la práctica, ser mejores internacionalistas que nosotros. Porque entendieron mejor la lucha de clases global y, por tanto, la ganaron.
¿Qué comprendieron mejor que nosotros? El nuevo y audaz imperialismo que nació cuando Bretton Woods murió en 1971 y el dólar estadounidense dejó de ser convertible en oro, lo cual llevó a Nixon a informar a capitalistas y gobiernos extranjeros por igual, de que el dólar era, ahora, su problema.
Nixon tenía razón. Al dispararse el déficit comercial de Estados Unidos, el mundo se inundó de dólares que los bancos centrales de fuera de Estados Unidos no tuvieron más remedio que utilizar en lugar del oro como reservas para respaldar el valor de su moneda. Así, el dólar empezó a parecerse a un… pagaré. En poco tiempo, el sistema financiero mundial estaba respaldado por pagarés emitidos por la hegemonía estadounidense, que podía decidir lo que los tenedores de pagarés extranjeros podían hacer con sus pagarés y lo que no podían hacer con ellos.
Estados Unidos era ahora un país deficitario, pero a diferencia de cualquier otro país deficitario —Argentina, Francia, Grecia o India— no necesitaba tomar dólares prestados para reforzar su moneda ni subir los tipos de interés internos para detener las salidas de dinero. Todos los capitalistas de la Tierra pronto acabaron financiando a los rentistas y capitalistas estadounidenses. He aquí cómo:
Los capitalistas de los países con superávit, como Japón, Alemania y más tarde China, vieron el déficit comercial estadounidense como un salvador, como una enorme aspiradora que succionaba sus exportaciones netas hacia Estados Unidos. ¿Y qué hicieron los capitalistas japoneses, alemanes y más tarde chinos con todos sus dólares? Los enviaron de vuelta a Estados Unidos para comprar propiedades que les reportaran rentas: bienes inmuebles, bonos del Estado estadounidense y las pocas empresas que Washington les permitía poseer.
En cuanto a los países deficitarios del Sur Global —en Asia, África y América Latina—, agonizaban constantemente por la escasez de dólares, que tenían que pedir prestados a Wall Street para importar medicinas, energía y las materias primas necesarias para producir sus propias exportaciones para ganar los dólares que necesitaban para pagar a Wall Street. Inevitablemente, de vez en cuando, las naciones deficitarias del Sur Global se quedaban sin dólares y no podían pagar a sus banqueros de Wall Street. Entonces, Occidente enviaba a sus alguaciles: el Fondo Monetario Internacional, quien prestaba los dólares que faltaban a condición de que el gobierno deudor entregara la tierra, el agua, los puertos, los aeropuertos, las redes eléctricas y telefónicas del país, incluso sus escuelas y hospitales, a los oligarcas locales que, una vez en control de estas empresas y activos, no tendrían otra alternativa que canalizar sus ganancias hacia… Wall Street.
En otras palabras, Washington había encontrado la fórmula mágica con la que todos los imperios anteriores solo habían soñado: cómo persuadir a extranjeros ricos, de países ricos y pobres, así como a todos los bancos centrales extranjeros, para que voluntariamente, sin enviar a la marina ni al ejército, financiaran el gobierno del Imperio y sus importaciones.
Un funcionario chino me lo describió una vez como el «dark deal» de la globalización. ¿Por qué «oscuro»? Porque se basó en un pacto oscuro, tácito e implícito entre la clase dirigente estadounidense y los capitalistas y rentistas extranjeros.
Permítanme decirlo de otra manera: supongamos que pudiéramos acabar con la hegemonía de Estados Unidos pulsando un botón. ¿Quién querría impedir que lo pulsaras? Además de las autoridades estadounidenses, el ejército estadounidense, Wall Street, los rentistas estadounidenses, los capitalistas, etc.; una multitud de no estadounidenses se abalanzaría sobre usted para impedirle apretar el botón: industriales alemanes, jeques saudíes, banqueros europeos y, sí, capitalistas chinos.
En resumen, la supremacía del dólar ha sido tan funcional a los intereses de los rentistas estadounidenses como lo fue para los capitalistas alemanes, argentinos, nigerianos, coreanos y chinos. Sin el dominio mundial del dólar y de Estados Unidos, los capitalistas chinos, japoneses, coreanos o alemanes no habrían podido extraer continuamente colosales plusvalías de sus trabajadores para luego almacenarlas en la economía rentista de Estados Unidos. Y los oligarcas argentinos, griegos, rusos, ucranianos e indios no habrían podido saquear los activos públicos de sus países y llevarse el botín al extranjero para guardarlo en algún activo en dólares en Delaware o en las Islas Caimán.
La lección para nosotros es sencilla: No debemos repetir el error de pensar que se construirá un Nuevo Orden Económico Internacional porque las élites del Sur Global, o de los países deficitarios, se unan para enfrentarse a Washington o a la Unión Europea.
Nuestro Nuevo Movimiento de Países No Alineados fracasará si le asignamos un papel limitado de agrupar al G77 y a los BRICS en oposición a Occidente. Tenemos que tener cuidado no solo con los funcionarios de Washington, Londres o Bruselas, que trabajan incansablemente para que nada cambie, sino también con los funcionarios de los gobiernos en el bolsillo de los capitalistas del Sur Global, incluida China, que utilizan el déficit comercial de Estados Unidos para explotar a su pueblo, a su país, y luego esconden su plusvalía dolarizada en los circuitos de Wall Street y la City de Londres.
¿Queremos ser verdaderos internacionalistas? Entonces no olvidemos quiénes son las personas que probablemente más ganarían con la abolición del neocolonialismo estadounidense: los estadounidenses de clase trabajadora que, hace décadas, fueron condenados a «muertes de desesperación» en lamentables cinturones de óxido. Sí, no olvidemos nunca que las víctimas del imperialismo están tanto en las colonias como en las metrópolis. Que el actual orden económico internacional inflige diferentes tipos de miseria a los trabajadores de todas partes:
- La globalización forzó a los trabajadores estadounidenses a una inmiseración provocada por la infrainversión y la desindustrialización: fue como si partes del Sur Global subdesarrollado emigraran a los núcleos industriales de América y Europa.
- La globalización obligó a los trabajadores chinos de las ciudades costeras de rápida industrialización a sufrir la explotación frenética asociada a la sobreinversión: era como si partes del Norte Global, engordadas por la sobreinversión, emigraran a los centros urbanos chinos, donde los trabajadores locales luchaban por sobrevivir con los salarios y las prestaciones sociales del Sur Global.
Diferentes miserias, el mismo reciclaje global de valores extraídos localmente por la Internacional Capitalista.
La nueva guerra fría
Hoy en día, esta misma globalización —que se basaba en los déficits estadounidenses que alimentaban el capital chino que luego financiaba a los rentistas estadounidenses— está siendo sustituida por una nueva Guerra Fría entre Estados Unidos y China que supone una amenaza inminente para la vida en la Tierra. ¿Qué hay detrás de esta nueva Guerra Fría?
La industrialización frenética de China no fue un problema para Washington mientras funcionó el «dark deal»: mientras los capitalistas chinos necesitaban el dólar para convertir el déficit comercial de Estados Unidos en un instrumento para extraer plusvalía de los trabajadores chinos y luego acumularla en activos estadounidenses.
Entonces, ¿qué cambió? Dos cosas. El primer cambio fue la aparición de un nuevo tipo de capital —«Cloud Capital» lo llamo yo—. El capital, como lo definió Karl Marx, se produce; por ejemplo, desde las máquinas de vapor y los tractores hasta los actuales robots industriales e impresoras 3D. ¿Qué es el Cloud Capital? Es un producto basado en Internet, o en la nube, es un producto de modificación del comportamiento.
La modificación del comportamiento es tan antigua como la retórica, la predicación y la publicidad. Pero, hasta el auge de las grandes tecnologías, solo los humanos podían modificar el comportamiento de las personas: sacerdotes, oradores, publicistas. Hoy, son las máquinas —mediante Inteligencia Artificial— las que modifican el comportamiento. Quien controla el capital en nube se apropia cada vez más de la plusvalía mundial.
¿Cómo explica el auge del Cloud Capital la nueva Guerra Fría? Bueno, es la razón por la que Donald Trump, primero, y, ahora, Joe Biden, apuntaron a China. Veamos por qué.
Estados Unidos domina el mundo dominando las finanzas, a través de Wall Street y el dólar; y ahora dominando el capital en nube, a través de Silicon Valley. Pero China amenaza el dominio estadounidense en ambos campos: el dinero y el Cloud Capital. Hoy mismo, WeChat, la aplicación de mensajería móvil de la empresa china Tencent, habrá transmitido 38.000 millones de mensajes. Sus usuarios no tienen que salir de la aplicación WeChat para efectuar un pago. Mientras transmiten música o una serie de televisión en su aplicación WeChat, utilizan la misma aplicación para enviar dinero a cualquier persona en China, pero también a millones fuera de China que hayan descargado WeChat y hayan abierto una cuenta en yuanes en cualquiera de los bancos chinos.
Ahora, consideremos el otro acontecimiento de gran importancia: el lanzamiento de la primera moneda digital estatal emitida por el Banco Popular de China. En resumen, los conglomerados y el banco central de China disponen ahora de un sistema integrado de pagos e intercambio de datos. La única superautopista del dinero y los datos que puede competir con la de Wall Street, la Reserva Federal y Silicon Valley.
Hasta hace poco, esta superautopista china estaba prácticamente inutilizada. Todo el mundo, incluidos los oligarcas favoritos de Putin y los capitalistas chinos, preferían la probada superautopista estadounidense para sus dólares. Pero entonces Vladimir Putin invadió Ucrania y Estados Unidos tomó represalias confiscando al menos 300.000 millones de dólares del dinero del banco central ruso. De repente, cundió el pánico entre los ricos no estadounidenses y se produjo una avalancha de dinero —no solo ruso— deseoso de utilizar la superautopista china basada en el capital en nube para pagos, contratos, datos, etc.
Esta es la razón por la que el presidente Biden declaró la guerra económica total contra China el pasado octubre. Su embargo de microchips fue un golpe de efecto dirigido a la gran tecnología china, con el que Biden espera herirla de gravedad antes de que pueda convertirse en una bestia capaz de resistir, incluso de derrotar, a las fuerzas combinadas de Silicon Valley y Wall Street. Nada bueno para la paz mundial resultará de esto, amigos míos.
Nunca hemos estado tan cerca de un holocausto nuclear como hoy: el Reloj del Juicio Final que los científicos nucleares inventaron en los años 40 para advertirnos está, ahora, a solo 90 segundos del desastre. Y eso sin mirar a ese otro reloj que cuenta el momento en que la humanidad habrá pasado el punto de no retorno de la catástrofe climática. ¿Qué está haciendo la clase dirigente mundial para evitar estas dos calamidades? Lo mejor que pueden hacer es empujar a la humanidad por ambos precipicios a la vez. Eso es lo que están haciendo. Y por eso necesitamos un Nuevo Movimiento de Países No Alineados que impulse un Nuevo Orden Económico Internacional.
¿Qué significa No Alineación?
Llegados a este punto, conviene aclarar lo que significa ser política y éticamente No Alineado.
No significa ser neutral. Como afirmamos en la «Declaración de Atenas», estamos firmemente del lado del invadido, de la víctima de la agresión, ya sea en Palestina, Yemen, el Sáhara Occidental o, de hecho, Ucrania. Pero, al mismo tiempo, debemos ser los primeros en criticar los abusos de las libertades y los derechos democráticos allí donde se produzcan. Nuestro Nuevo Movimiento de Países No Alineados debe reclamar la libertad a los llamados liberales y libertarios, desde el Perú de hoy, donde nuestras camaradas son asesinadas a tiros, hasta Irán, donde valientes mujeres lideran a valientes hombres bajo el lema «Mujer-Vida-Libertad».
Pero, objetarán ustedes, «¿acaso el régimen de Irán no se resiste al imperialismo estadounidense?» Por supuesto que sí. Sin embargo, el mero hecho de que un régimen esté en desacuerdo con el imperialismo estadounidense no debería darle carta blanca para violar las libertades básicas de nuestros camaradas en ese país.
Lo que quiero decir es que un verdadero Movimiento de Países No Alineados debe ser dialéctico: debemos ser capaces de defender al Estado de Irán de las amenazas militares y los embargos económicos estadounidenses pero, al mismo tiempo, apoyar a los progresistas de Irán que resisten simultáneamente a la teocracia corrupta del régimen y a los agentes locales de la CIA y del Departamento de Estado.
«¿Y China?», se preguntarán ustedes: «¿Cómo debería enfocar el Nuevo Movimiento de Países No Alineados la cuestión de China?» Yo sugeriría que de dos maneras:
- Respetuosamente, en vista del milagro económico realizado por el pueblo chino, cuyos logros debemos defender frente a las usurpaciones del imperialismo estadounidense y de la Nueva Guerra Fría. Y,
- Críticamente, no solo en relación con las libertades básicas, sino también en términos de lucha de clases: El presidente Xi ha estado prometiendo enfrentarse a los rentistas y capitalistas de China para aumentar los ingresos de los trabajadores, incluso a expensas de las exportaciones netas del país. Esto sería bueno para la mayoría del pueblo chino y un paso hacia un Nuevo Orden Económico Internacional, uno muy diferente al Acuerdo Oscuro bajo el cual la economía de China ha estado creciendo hasta ahora. Lo mismo ocurriría si China se comprometiera a condonar la deuda a alto interés contraída por los países en desarrollo. Tenemos que animar a Pekín a avanzar en esa dirección y emitir críticas cuando se desvíe.
¿Qué Nuevo Orden Económico Internacional buscamos?
Volviendo al Nuevo Orden Económico Internacional, ¿cómo lo concebimos exactamente? Cualquier transición hacia un orden económico sostenible requerirá un gran Fondo de Inversión Verde. Bruno Rodríguez Parrilla, ministro de Relaciones Exteriores de Cuba, en una reciente reunión del G77+China, cifró la cifra necesaria entre 3,3 y 4,5 billones de dólares anuales. Yo digo que nada por debajo de 10 billones de dólares será suficiente.
¿Es posible? Técnicamente, claro que sí. Imaginemos un Banco Mundial reconvertido, respaldado por una moneda digital emitida por un Fondo Monetario Internacional reconvertido en la que se denominen todos los flujos de capital y comercio, que invierta el 10 % de los ingresos mundiales en la Transición Verde, especialmente en el mundo en desarrollo. Un keynesianismo verde global.
Sin embargo, el keynesianismo verde no puede funcionar por las razones que Michal Kalecki expuso hace décadas: Porque, aunque la burguesía entre en pánico y adopte políticas keynesianas para salvar el pellejo, en el momento en que estas políticas empiecen a dar sus frutos, y mucho antes de que hagan su trabajo, las clases dominantes las abandonarán en favor de sus habituales políticas extractivas. Está en la naturaleza de la clase capitalista bloquear el mismo camino que conduce a su propia salvación.
Eso solo significa una cosa: para aplicar las necesarias políticas keynesianas verdes primero debemos hacer algo que Keynes odiaría: desmantelar el Imperio Global del Capital que prefiere ver el fin del mundo que la aplicación de las políticas keynesianas verdes que pueden evitar el desastre colectivo.
¿Cómo hacerlo? Nuestra revolución debe utilizar la tecnología que la Gran Tecnología está desarrollando ahora y que puede proporcionarnos los medios para comunicarnos, cooperar y golpear al Imperio del Capital a lo largo y ancho: para dar un primer ejemplo, menciono la campaña anual MakeAmazonPay, de la Internacional Progresista. ¿No es deliciosamente irónico que las grandes tecnologías hayan arrebatado al capital la capacidad de dividirnos para siempre? Todo lo que tenemos que hacer es utilizarlo para unirnos y convertir el sueño imposible en un plan obvio.
Pero, ¿qué significa en la práctica derrocar el Imperio del Capital? ¿Cómo puede la humanidad reclamar sus bienes comunes saqueados, en la tierra, en los océanos, en el aire y pronto en el espacio exterior?
De dos maneras: legislando para que las empresas pertenezcan a quienes trabajan en ellas sobre la base de un empleado, una acción, un voto. Y negando a los bancos el monopolio sobre las transacciones de las personas.
Los bancos y el beneficio se marchitarán entonces como fuerzas motrices de nuestras economías porque los bancos quedarán desfigurados y la distinción entre beneficios y salarios dejará de tener sentido: todo el mundo sería accionista por igual de las empresas en las que trabaja.
La muerte simultánea del mercado de acciones y del mercado de trabajo, junto con el desmantelamiento de los bancos, redistribuirá automáticamente la riqueza, permitirá ofrecer una renta básica a todo el mundo y, como magnífico subproducto, eliminará los incentivos para hacer la guerra.
El fin del poder del capital sobre la sociedad permitirá a las comunidades decidir colectivamente sobre la sanidad, la educación y la inversión para salvar el medio ambiente de nuestro crecimiento viral.
Por fin será posible una auténtica democracia, que se practicará en las asambleas de ciudadanos y trabajadores; no a puerta cerrada, donde se reúnen oligarcas herméticos.
Esta doble democratización, del capital y del dinero, suena a sueño imposible, pero no más imposible de lo que en su día sonaron las ideas de una-persona-un-voto o de acabar con los derechos divinos de los reyes.
Esta doble democratización es nada menos que la condición previa para la supervivencia de nuestra especie, así de simple.
Esas son las tareas del nuevo Movimiento de Países No Alineados que debemos construir ahora. ¿Su finalidad última? Acabar con el robo legalizado de las personas y de la Tierra que alimenta la catástrofe climática. Nada menos que la derrota total de la autoridad del capital sobre las sociedades humanas puede poner fin a la depravación y salvar el planeta.
Amigos, camaradas,
Esto no es un simulacro. Y no, no es una quimera. Podemos lograrlo. Juntos.