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Porqué no necesitamos un «nuevo Keynes»

Fuentes: Rebelión

En un reciente artículo de Dani Rodrik se pone en evidencia la quiebra del consenso sobre la globalización en los círculos intelectuales tradicionalmente afines a este proceso. La razón de esta quiebra salta a la vista: las sucesivas crisis (financiera, alimentaria, energética, ecológica, social) que están salpicando tanto a los países del Sur como a […]


En un reciente artículo de Dani Rodrik se pone en evidencia la quiebra del consenso sobre la globalización en los círculos intelectuales tradicionalmente afines a este proceso.

La razón de esta quiebra salta a la vista: las sucesivas crisis (financiera, alimentaria, energética, ecológica, social) que están salpicando tanto a los países del Sur como a los del Norte. La causa de todas ellas la expone el propio profesor de Harvard, «los mercados globales tienen poca calidad de gobierno y, por tanto, tienen poca legitimidad popular«. Esto no es nuevo, existe un problema de gobernanza mundial dado que los mercados desregulados se mueven a una escala global mientras que la política quedo relegada a una escala nacional, con las consecuencias a las que ahora mismo nos enfrentamos. La confianza inquebrantable en la mano invisible empieza, pues, a resquebrajarse, y con ella, surgen las preguntas en torno al futuro de la globalización neoliberal.

Lejos de volver al caparazón del Estado, una vez más, el proceso de globalización no debe paralizarse sino cambiar de rumbo ya que las oportunidades que ofrece son mayores si bien, hoy en día, las aprovechan sólo una minoría. Rodrik, por ejemplo, apela a la creación de nuevas instituciones y mecanismos de compensación que hagan de la globalización, un proceso más eficaz, justo y sostenible, para ello, llama a un consenso intelectual que sirva de apoyo, en su opinión, hace falta «un nuevo Keynes»; además, éste añade que las propuestas existentes son a menuda vagas y que concitan poco consenso.

Sin embargo, el problema hoy en día no es el desconocimiento de alternativas o de herramientas, sino la falta de voluntad política. A un consenso intelectual ya se llegó hace casi un lustro, la Comisión Mundial sobre la Dimensión Social de la Globalización (CMDSG) impulsada por la Organización Internacional del Trabajo (OIT) publicó un informe en 2004 que contiene una guía de propuestas y recomendaciones en aras de una globalización justa. En ellas, se aborda el problema de la gobernanza mundial, con medidas dirigidas a mejorar la gobernanza local, nacional, regional y global.1 Los actores llamados a participar no son sólo los gobiernos nacionales, sino también la sociedad civil, las multinacionales y los medios de comunicación.

Este informe realizado entre el año 2002 y 2004, gozó de una diversidad de perspectivas y se enriqueció de múltiples consultas llevadas a cabo por los 26 miembros de la Comisión, entre ellos Joseph Stiglitz o Aminata Traoré, en diálogos nacionales y regionales. Entre las 57 recomendaciones, encontramos:

  1. Establecer reglas justas en el ámbito comercial, financiero y de las inversiones

  2. El respeto de las normas fundamentales del trabajo. El trabajo decente en oposición al trabajo precario, como objetivo global.

  3. Un marco coherente para los movimientos transfronterizos.

  4. Un enfoque integrado para la educación, la salud, los derechos humanos, el medio ambiente y la igualdad de género.

  5. Reforma del sistema multilateral para hacerlo mas democrático, transparente, responsable y coherente.

No conformes con el establecimiento de medidas que pudieran quedar en papel mojado, la CMDSG incluyó en su informe unas pautas de seguimiento e insistió en la coherencia de todas ellas. En un contexto a diálogo constructivo, a pesar de las opiniones diversas, en un asunto políticamente controvertido como la globalización pero en el cual era necesario un intercambio abierto y crítico con la realidad actual.

Como exponen Gerry Rodgers, Eddy Lee y Hamish Jenkins en la evaluación del informe tres años después, éste proporcionó por primera vez a la comunidad internacional una base con la que afrontar el desafió ético y político que supone la globalización para nuestras sociedades. No obstante, los cambios no han llegado aún puesto que la desigualdades entres países y en su interior, siguen creciendo porque las recetas neoliberales han seguido funcionando, a pesar de la larga lista de fracasos a sus espaldas. Las propuestas de la Comisión Mundial fueron bienvenidas por organismos como la ONU o la UE pero no aplicadas. Mientras el crecimiento de la economía mundial persistió, nadie se ha atrevido a modificar las reglas de juego, manteniendo un status quo inviable a medio plazo.

Ahora que el contexto mundial ha cambiado, llegó la hora de impulsar verdaderamente la movilización para el cambio. Por ello, las recomendaciones contenidas en el informe de la CMDSG deberían servir de base a los movimientos sociales para canalizar el malestar existente si bien les corresponderá someterse a un debate público, dado que algunas propuestas deben ser revisadas, desarrolladas o fortalecidas, como por ejemplo, el aspecto medioambiental, relegado en el informe a un papel secundario.

Los mercados necesitan ser controlados por las sociedades y sus ciudadanos, no a la inversa. No hace falta pues «un Keynes» que venga al rescate, como afirma Rodrik, sino que todos los descontentos nos sumemos al viaje que inicio la CMDSG en busca de una globalización mas justa.

Nota:

1 Cf. Informe de la Comisión Mundial sobre la Dimensión Social de la Globalización, Por una globalización justa. Crear oportunidades para todos, Organización Internacional del Trabajo, 2004, «Anexo 1: Guía de propuestas y recomendaciones»