Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
La dependencia del gobierno de Barack Obama del intento de arreglar, así como así, el problema del disputado programa nuclear de Irán amenaza con descarrilar la apertura de la Casa Blanca hacia la República Islámica, asestando así un severo golpe a la estructura general de la nueva actitud de EE.UU. hacia Oriente Próximo.
Para comenzar, el acuerdo de «combustible por combustible», presentado a Irán bajo el aspecto de una propuesta del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), mediante la cual se solicita a Teherán que entregue la mayor parte de sus muy apreciados «recursos nucleares» -unos 1.200 kilogramos o aproximadamente un 70% de su uranio poco enriquecido (LEU, por sus siglas en inglés)- nunca podría considerarse factible.
Según el plan negociado por las Naciones Unidas, Teherán enviaría su uranio a Rusia y Francia para que fuese más procesado antes de que sea devuelto para utilizarlo en el núcleo del reactor médico en Teherán. Ahora hace un mes y medio desde las conversaciones en Ginebra entre Irán y los «Seis de Irán» [1] que culminaron en el destacado anuncio de Obama sobre el acuerdo.
Sin embargo, ahora es evidente que (a) Irán nunca aceptó que un volumen específico de su LEU fuera enviado fuera de Irán; sólo el marco básico de un borrador de acuerdo, y que (b) Irán nunca se plegaría a condiciones que fueran en contra de su estrategia nuclear integrada. Aún así, a pesar de señales inconfundibles de Teherán que contradijeron el anuncio de Obama, Washington sigue insistiendo en que Irán ha corregido su posición y ha rechazado un acuerdo que había aceptado inicialmente. Esto, combinado con la insistencia de la secretaria de Estado de EE.UU., Hillary Clinton, de que «no lo modificaremos [el borrador de acuerdo]».
Poco después de que hablara Clinton, Mohamad ElBaradei, el jefe saliente del OIEA, anunció después de una reunión con Obama en la Casa Blanca que EE.UU. ahora ha propuesto que se encargue a Turquía de la custodia del LEU de Irán, una especie de fideicomiso nuclear. Esto es imposible, en vista de la compleja dinámica de las relaciones entre Irán y Turquía, y el presidente iraní Mahmud Ahmadineyad rápidamente rechazó la idea durante una visita a Turquía.
Tal como están las cosas, EE.UU. y sus aliados tendrán que mostrar mayor flexibilidad y aceptar una enmienda del borrador del acuerdo. Por ejemplo, podrían optar por una entrega en fases de una cantidad mucho más pequeña de LEU de Irán bajo firmes garantías de devolución oportuna a Irán. Si se mantiene el borrador, Irán podría continuar y producir el uranio relativamente altamente enriquecido (bajo 20%) que necesita para el pequeño reactor de Teherán, sin consideración a los desafíos financieros y técnicos. No existe una prohibición legal al respecto bajo los artículos del Tratado de No Proliferación (NPT) nuclear, del cual Irán es firmante, no importa cuán alarmante sea la percepción en Occidente de que Irán desarrolle un programa de armas.
Si todas las partes muestran buena fe y flexibilidad, esto podría convertirse en un escenario en el que todos ganan: Irán aceptaría echar mano de su acopio de LEU, que es un recurso de seguridad nacional, y Occidente entraría a una nueva fase de «convertir confrontación en cooperación,» como prevé ElBaradei.
En lugar de eso, ahora todo el acuerdo enfrenta la clara posibilidad de convertirse en una propuesta en la que todos pierden, ya que podría culminar en nuevas medidas punitivas contra Irán.
El lunes, el presidente Dmitry Medvedev sugirió que a Rusia se le está acabando la paciencia con Teherán y que Moscú podría considerar nuevas sanciones. Un alto funcionario de EE.UU. dijo que ni Obama ni Medvedev han sugerido un plazo para Irán, aunque Francia apuntó diciembre. Irán ya soporta algunas sanciones de la ONU -así como otras unilaterales impuestas por EE.UU.- por su programa de enriquecimiento de uranio. En EE.UU. se ha presentado nueva legislación que pide sanciones aún más severas.
En su mensaje más reciente a Irán, Obama habló de que desea nuevas relaciones «basadas en intereses mutuos y respetos mutuos.» Sin embargo, un problema importante en cuanto a EE.UU. es que no está claro quién define su política hacia Irán.
Hay varias voces, cada cual con un acento diferente; una que hacer sonar la alarma respecto a la «amenaza existencial para Israel» de Irán, otra que dice a un grupo lobista judío que la política del gobierno sigue siendo la de «cero centrífugas» en Irán. El vicepresidente Joseph Biden ha dicho al mundo que a EE.UU. no le importa si Israel ataca a Irán, mientras que algunos asesores incluso hablan de cambio de régimen en Teherán.
Otro problema de la política de EE.UU. hacia Irán es que sigue acosada por el problema pre-existente de «malentender a Irán,» recordando la franca declaración de la secretaria de Estado del presidente George W Bush, Condoleezza Rice, quien consideraba que Irán era un «país opaco» que no podía comprender.
La pregunta es: ¿comprende mejor el gobierno de Obama a Irán que su(s) predecesor(es)? La respuesta es mixta.
Sin duda, no faltan los intentos de comprender a Irán, por eso el gobierno ha reclutado a John Limbert, un ex rehén convertido en experto en Irán partidario de complejas negociaciones con Irán, como vicesecretario adjunto de Estado para Irán. Reemplaza al iranofóbico Dennis Ross, quien ha pasado a un nuevo puesto en el equipo de seguridad nacional en la Casa Blanca. Esto augura una nueva alineación de palomas contra halcones respecto a Irán reminiscente de la era de Jimmy Carter, cuando el entonces secretario de Estado Cyrus Vance y el belicista Zbigniew Brzezinski tenían constantes enfrentamientos.
«Para los negociadores iraníes, la prueba de un acuerdo no es si se ajusta a las nociones de legalidad de los expertos, sino si puede ser presentado como una victoria para el Islam e Irán,» escribió recientemente Limbert, aconsejando a los negociadores estadounidenses que «eviten la jerga legal y los tecnicismos.»
Limbert se equivoca y distorsiona la actual posición de los negociadores nucleares de Irán: que Irán no se ha desviado de las actividades nucleares pacíficas y que su programa legal y transparente, totalmente monitoreado por el OIEA, no debiera ser sometido a sanciones y otras medidas punitivas.
Por ejemplo, el OIEA decidió en 2007 reducir su ayuda técnica a Irán en un 40%, o 22 de unos 55 programas -una acción sin precedentes del organismo gobernante del OIEA que Teherán quiere que sea revocada ahora después que repetidas inspecciones del OIEA no han encontrado ninguna prueba que corrobore las afirmaciones de Occidente e Israel contra Irán.
«Siempre hemos dicho que todas las opciones están sobre la mesa,» repitió Clinton la semana pasada. Sin embargo, la opción viable de acatar las normas del TNP y respetar el derecho nuclear de Irán a un programa pacífico de enriquecimiento de uranio bajo la vigilancia y los estándares de seguridad del OIEA todavía falta en el surtido de opciones de EE.UU.
Una vez que EE.UU. se reconcilie con esta opción, que dejaría a Irán en el umbral de una capacidad de armas nucleares potencial pero no realizada, se abriría todo tipo de puertas casi de un día al otro para la diplomacia e incluso para un acercamiento entre EE.UU. e Irán.
En primer lugar, los esfuerzos de EE.UU. por entrar al mercado nuclear de Irán mediante, por ejemplo, el suministro de instrumentos de seguridad para el reactor de Teherán, ganarían en fuerza ante los responsables en Teherán. Y las partes también podrían favorecer una cooperación realzada en muchos intereses compartidos en la región.
Por desgracia, sobre todo como resultado de la presión de Israel, es poco probable que EE.UU. considere esta opción ya que Israel cree que desviaría del otro impasse en Oriente Próximo -el proceso de paz palestino.
Es interesante, sin embargo, que el Jerusalem Post haya indicado que la prioridad del primer ministro israelí Benjamin Netanyahu en su reciente visita a Washington, de un bajo perfil desacostumbrado, fue ciertamente Irán, no el tema palestino. Como uno de sus predecesores, Ariel Sharon, aparentemente quiere «secuenciar» los eventos.
En el caso de Sharon, éste vendía a Washington la noción de eliminar primero a Sadam Hussein de Iraq, y ahora en el caso de Netanyahu se trata de ajustar primero cuentas con los mullahs de Teherán. El común denominador de los enfoques es una postergación indefinida del problema palestino. La única pregunta es si este viejo truco dará resultados con Obama.
Al reconocer el estatus de Irán como un Estado «virtualmente capaz de armas nucleares» que, sin embargo, mantiene esa capacidad en un estado latente, la comunidad internacional no cae en la trampa del apaciguamiento. La amenaza de más sanciones e incluso de acción militar es la peor manera de encarar la «amenaza nuclear» de Irán, simplemente en virtud del hecho de que es más probable que un Irán amenazado se decida por el camino nuclear.
Nota
(1) Los «seis de Irán» incluyen a los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU – EE.UU., Francia, Gran Bretaña, China y Rusia – más Alemania.
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Kaveh L Afrasiabi, PhD, es autor de «After Khomeini: New Directions in Iran’s Foreign Policy» (Westview Press) . Para su artículo en Wikipedia pulse aquí. Su último libro, «Reading In Iran Foreign Policy After September 11» (BookSurge Publishing) está a la venta.
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Fuente: http://www.atimes.com/atimes/