Recomiendo:
0

Entrevista a Christian Jacquiau, economista experto en ‘supermercadismo’

¿Puede nuestra compra cambiar el sistema?

Fuentes: Diagonal

Campaña ‘Supermercados, no gracias’, Barcelona

Este economista francés, autor del libro Las bambalinas del comercio justo, realiza un recorrido por la cadena de injusticias que esconden los productos que diariamente compramos en los supermercados y advierte de la instrumentalización que las grandes superficies han realizado del comercio ‘justo’ y la agricultura ‘ecológica’ para lavar su imagen.

Las grandes cadenas de supermercados tienen un gran impacto sobre la sociedad y la naturaleza. En la sociedad porque expulsa a los pequeños comercios, y con ellos a las personas que trabajan. Sobre el mundo agrícola el impacto se centra en la exigencia de precios bajos a los productores, eliminando explotaciones familiares. En Europa desaparece un campesino cada 20 minutos a causa de este modelo económico. Los distribuidores comparan los precios y acuden a los países con menor protección social. De un producto hemos de pagar la materia prima, así como los salarios, la protección social…

DIAGONAL : ¿Qué opina de la entrada del comercio justo en los supermercados?

CHRISTIAN JACQUIAU : En un inicio el comercio justo era una herramienta de transformación social, una expresión de lucha contra el capitalismo. Las grandes superficies, inicialmente, no se interesaron por él, pero lentamente han ido llenando sus estanterías de estos productos al coste de vaciar el concepto de comercio justo de su contenido político. Pasamos de un planteamiento político de transformación social a un mero producto de comercio justo. Llevar el comercio justo a las grandes superficies sólo contribuye a mejorar la imagen de los supermercados. De entre las múltiples referencias, exponen unos pocos de estos productos -no representativos- y sin embargo lo utilizan para lavar su imagen. Las grandes superficies llevan a cabo prácticas injustas con el comercio, el campesinado, las empresas y los trabajadores, no hay mayor símbolo de injusticia que un supermercado.

D. : ¿Y de la agricultura ecológica en los supermercados?

C.J. : Sucede lo mismo con la agricultura ecológica, es incluso peor. El modelo agroecológico francés fue creado hace 30 años por el movimiento Nature et Progrés basándose en dos ideas : no usar productos químicos y tener en cuenta la ruralidad (el campesinado, la vida en los pueblos, el respeto a la persona y el aspecto ético). En las grandes superficies no se tiene en cuenta la ruralidad y sólo se persigue la comercialización de productos sin químicos para poder llegar a la gente que piensa en su salud. Ejercen una presión inmensa sobre los precios y, consecuentemente, hay gente que trabaja en situaciones de esclavitud en el sur de España o el sur de Francia, trabajadores sin papeles que van a recoger frutas y verduras ecológicas para las grandes superficies que exigen precios cada vez más bajos para obtener los máximos beneficios. El colmo de esto se puede concretar en el ejemplo de las grandes distribuidoras que están importando productos agroecológicos desde China, tenemos lindos Airbus contaminando la atmósfera y todo eso para importar productos ecológicos.

D. : ¿Las grandes superficies crean trabajo de calidad?

C.J. : No sólo no crean empleos de calidad, sino que además destruyen muchos otros. Para empezar, los empleos creados por las grandes superficies son mínimos, a tiempo parcial y el 80% femeninos, porque se paga menos. Cada vez más se está reemplazando a las cajeras por cajas automáticas. Se pretende ir eliminando los empleos gradualmente, por lo que 400.000 puestos de trabajo van a desaparecer. Hay una última novedad, cada vez más, la gran distribución fuerza a los proveedores a encargarse de reponer los productos de las estanterías del supermercado y de este modo es el mismo proveedor el que ha de asumir la contratación de los trabajadores. Por cada puesto de trabajo creado por las cadenas de distribución, desaparecen cinco.

D. : ¿Qué opina de las condiciones laborales?

C.J. : En Francia por ejemplo, se conocen casos de supermercados que han instalado cámaras en los lavabos, trabajadores que han sido seguidos y filmados en la calle, para saber dónde van, cuáles son sus compañías, los lugares que frecuentan, etc. Se conocen casos en los que las cajeras han de pedir permiso para ir al lavabo, o no tienen derecho ni a hablar entre ellas ni a hablar con el cliente, la receta es SBAM -por sus siglas en francés- : sonrisa, buenos días, adiós y gracias. Además se fomenta la competencia entre los trabajadores, la máquina registradora cuenta el número de objetos que pasan por el escáner, han de pasar por lo menos 22 objetos por minuto ; se genera competencia.

LAS TEKEI JAPONESAS, COMERCIO JUSTO DEL ‘BUENO’

DIAGONAL : ¿Qué alternativas existen a la gran distribución?

CHRISTIAN JACQUIAU : El comercio justo, las Tekei japonesas (inspiradoras de las AMAP francesas), iniciativas de personas que realizan venta directa… Las Tekei surgieron hace 30 años, cuando mujeres madres de familia envenenaron a sus hijos dándoles comida con productos de los supermercados contaminados con químicos. A raíz de esto, un grupo de diez mujeres se preguntó qué podían hacer, así que recolectaron dinero y se lo llevaron a un joven campesino pidiéndole a cambio una cesta de verduras cada fin de semana. Se instauró así una relación de confianza entre ellas y el campesino que les brindó productos de temporada sanos y naturales. Estas mujeres pasaron la información a otras y hubo un segundo grupo, un tercero, etc. Hoy el 25% de los hogares japoneses consumen productos agrícolas bajo este sistema de relación directa entre productor y consumidor, es decir unos 50 millones de japoneses. Tekei significa : poner el rostro del campesino en la fruta y la verdura, es decir, que la manzana no es anónima, detrás hay un campesino. La gran distribución ha eliminado esta relación directa. En el fondo, la alternativa consiste en reapropiarse de lo que nos han confiscado. Han roto la relación entre consumidores y productores, hay que conocer el contenido medioambiental y humano que existe detrás de los productos de consumo, apropiarse de los circuitos de consumo, remontarse a toda la cadena y saber quién transporta, cómo se elabora, cuales son las condiciones de trabajo de la gente que lo produce, etc., con los productos que consumimos.

D. : ¿Nuestra compra puede cambiar el sistema?

C.J. : Con nuestra forma de consumo apostamos por un tipo de sociedad u otra. Cuando metes un kilo de tomates en un carro votas por una agricultura productivista, intensiva, contaminante y deshumanizada o por una agricultura sostenible, con agricultores que cobran un salario digno. Todos los días millones de ciudadanos votamos por uno u otro modelo de sociedad. Existe la posibilidad de orientarnos hacia otro modelo de sociedad a través de nuestro consumo. Podemos construir otro modelo, los grandes grupos agroalimentarios fomentan el crecimiento económico y, con un 1% o 2% de consumidores que digan : «así no quiero consumir», el crecimiento se retracta afectando a la gran distribución, no necesitamos ser un número muy elevado para pesar sobre estos grandes grupos.