Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos
He aquí noticias de la Tercera Guerra Mundial. Estados Unidos ha invadido África. Soldados estadounidenses han entrado en Somalia y han extendido su frente de guerra desde Afganistán y Pakistán a Yemen y ahora el Cuerno de África. Se han situado misiles en cuatro Estados de Golfo Pérsico para preparar un ataque a Irán y se dice que están llegando bombas antibúnker a la base estadounidense en la isla británica Diego García en el océano Índico.
En Gaza se está sepultando a la enferma y abandonada población, la mayoría de la cual son niños, tras muros subterráneos suministrados por Estados Unidos para reforzar el asedio criminal. En América Latina el gobierno Obama ha conseguido siete bases militares en Colombia desde las que lanzar guerras de desgaste contra las democracias populares en Venezuela, Bolivia, Ecuador y Paraguay. Mientras, el Secretario de «Defensa» Robert Gates se queja de que «el público [europeo] en general y la clase política» sean tan opuestos a la guerra que son un «impedimento» para la paz. Recuerden que éste es el mes de la Liebre de Marzo*.
Según un general estadounidense, la invasión y ocupación estadounidense de Afganistán no es tanto una guerra real como una «guerra de percepción». Así, la reciente «liberación de la ciudad de Marja» de la «estructura de mando y control» talibán fue puro Hollywood. Marja no es un ciudad; no había mando y control talibán. Los heroicos libertadores mataron a los civiles de siempre, a los más pobres de los pobres. Por lo demás, era una farsa. Se supone que una guerra de percepción proporciona noticias falsas a los propios compatriotas, para que parezca que una fallida aventura colonial vale la pena y es patriótica, como si [le película] En tierra hostil fuera real y los desfiles de ataúdes envueltos en banderas estadounidenses a través de Wooten Basset en el condado de Wiltshire** no fueran un cínico ejercicio de propaganda.
«La guerra es divertida», solían decir los cascos en Vietnam con la más sombría de las ironías, queriendo decir que si se pone de manifiesto que un guerra no tiene más propósito que justificar el voraz poder en la causa de lucrativos fanatismos como la industria armamentística, hay señales del peligro de verdad. Se puede ilustrar este peligro con la percepción liberal de Tony Blair en 1997 como alguien «que desea crear un mundo [en el que] la ideología ha sido completamente derrotada por los valores» (Hugo Young, The Guardian) comparado con la actual valoración pública de un mentiroso y criminal de guerras.
Los Estados de guerra occidentales como Estados Unidos y Gran Bretaña no están amenazados por los talibán ni por otros introvertidos hombres tribales en lugares apartados, sino por los instintos en contra de la guerra de sus propios ciudadanos. Piensen en las draconianas sentencias dictadas en Londres contra decenas de jóvenes que protestaban contra el ataque de Israel a Gaza en enero del año pasado. Después de las manifestaciones en las que la policía paramilitar acorraló a miles de ellos, los culpables han sido penados con dos años y medio de cárcel por delitos menores que normalmente no hubieran supuesto penas de prisión. A ambos lados del Atlántico la disidencia seria que saca a la luz la guerra ilegal se ha convertido en un grave crimen.
El silencio en otros ámbitos fundamentales permite esta farsa moral. En todas las artes, la literatura, el periodismo y el derecho las elites liberales, habiéndose alejado rápidamente de los desechos de Blair y ahora Obama, siguen elaborando su indiferencia ante la barbarie y los objetivos de los crímenes de los Estados occidentales promoviendo retrospectivamente las maldades de sus oportunos demonios, como Sadam Husein. Ahora que Harold Pinter se ha ido, traten de hacer una lista de escritores, artistas y abogados famosos cuyos principios no hayan sido reducidos a nada por el «mercado» o neutralizados por su celebridad. ¿Quién de ellos ha hablado del holocausto de Iraq durante casi veinte años de bloqueo y ataques letales? Y todo ello ha sido deliberado. El 22 de enero de 1991 la Agencia de Inteligencia de Defensa estadounidense predijo de forma asombrosamente detallada cómo el bloqueo destruiría sistemáticamente el sistema de agua potable iraquí y llevaría a «incidencias cada vez mayores, si no a epidemias». Así, Estados Unidos empezó a quitar el agua potable a la población iraquí, una de las causas, según UNICEF, de la muerte de medio millón de niños menores de cinco años. Pero al parece este extremismo carece de nombre.
Norman Mailer afirmó una vez que creía que en su interminable búsqueda de la guerra y de la dominación Estados Unidos había entrado en una «era pre-fascista». Mailer parecía dubitativo, como si tratara de advertir sobre algo que no podía siquiera definir bien. El término «fascismo» no es adecuado porque invoca perezosos precedentes históricos que conjuran una vez más la iconografía de la represión alemana e italiana. Por otra parte, como señaló recientemente el crítico cultural Henry Giroux, el autoritarismo estadounidense es «más matizado, menos histriónico, más astuto, está menos preocupado por los modos represivos de control que por los modos manipuladores de consentimiento.»
Esto es Americanismo, la única ideología depredadora que niega ser una ideología. El ascenso de las corporaciones tentaculares que son dictaduras por derecho propio y de un ejército que ahora es un Estado dentro del Estado, situados tras la fachada de la mejor democracia que los 35.000 miembros de los lobbys de Washington pueden comprar y de una cultura popular programada para distraer y embrutecer, no tiene precedentes. Quizá es más matizada, pero los resultados son inequívocos y familiares. Denis Halliday y Hans von Sponeck, los altos cargos de las Naciones Unidas en Iraq durante el bloqueo dirigido por Estados Unidos y Gran Bretaña, no tienen la menor duda de que fueron testigos de un genocidio. No vieron cámaras de gas. Insidiosos, no declarados, incluso presentados ingeniosamente como un futuro de progreso, la Tercera Guerra Mundial y su genocidio siguieron adelante, ser humano a ser humano.
En la próxima campaña electoral en Gran Bretaña los candidatos se referirán a esta guerra sólo para elogiar a «nuestros muchachos». Los candidatos son momias políticas casi idénticas envueltas en las banderas británica y estadounidense. Como Blair demostró un tanto demasiado ansiosamente, la elite británica adora a Estados Unidos porque Estados Unidos le permite abuchear y bombardear a los nativos y se llama a sí mismo un «socio». Deberíamos interrumpir su diversión.
*N. de la t.: Se refiere a la frase hecha de países de habla inglesa que significa actuar de manera tan absurda e inexplicable como una «liebre en marzo», su época de apareamiento. La frase se popularizó en países de habla no inglesa después de que el escritor Lewis Carroll incluyera el personaje de la Liebre de Marzo en su famosa novela Alicia en el País de las Maravillas.
** N. de la t.: Wootton Basset es una ciudad pequeña de Gran Bretaña conocida por los duelos informales que se organizan al paso de las comitivas fúnebres de los soldados caídos en Afganistán procedentes de una base aérea.
Fuente: http://www.johnpilger.com/