La fotografía relata la realidad y ha puesto al descubierto atrocidades, que convocan a la conciencia humana a rechazarlas y condenarlas como lo han hecho el fotógrafo de Mauthausen o Joao Salgado al mostrar la tragedia humana de las víctimas de toda explotación, humillación y desprecio por la vida. Los museos son el puente que conecta con fotografías, artefactos y relatos a viejas y nuevas generaciones para impedir el olvido, reclamar justicia, darle rostro a las víctimas y a los victimarios y llamar la atención para que la crueldad no se repita. El museo de Auschwitz en Alemania se erige como un testimonio de las cámaras de gas, alambrados, trozos del pijama y rostros inhumanizados asediando las víctimas. El museo de la guerra de Vietnam es un compendio de herramientas pedagógicas indispensables para promover la paz, la armonía y la reconciliación entre seres humanos para mantener la esperanza y condenar las humillaciones y la bestialidad de la guerra.
Después del acuerdo de Ginebra firmado el 21 de julio de 1954, Francia se retiró de indochina y todas las partes se comprometieron a “respetar la independencia, la soberanía, la unidad y la integridad territorial de Vietnam, Laos y Camboya… sin embargo el gobierno de Estados Unidos firmó y conspiró para sabotear el acuerdo de Ginebra, reemplazar a Francia y controlar el Sur… En 1964 el gobierno de Estados Unidos comenzó a intensificar la guerra en Vietnam… En 1965 envió tropas directamente a luchar en el campo de batalla de vietnam…” De ahí emerge el museo de la guerra, situado en el corazón de Ho-Chi Minh (antigua Saigón), que integra elementos históricos, éticos y pedagógicos, que trascienden el contexto local para convertirse en un símbolo universal contra la barbarie inhumana e inimaginable de guerreros, políticos, empresarios, y en creador de conciencia por el respeto a la vida y dignidad de cada ser humano y de cada pueblo soberano.
El Museo de la Guerra de Vietnam, es un lugar universal de memoria, reflexión y conciencia humana, que presenta la guerra de Vietnam (1955-1975) no con el imaginario de un conflicto bélico entre ideologías durante la guerra fría, sino como un episodio prolongado de crueldad y odio, que dejó cicatrices profundas en la historia moderna. El Museo lleva a comprender las dimensiones humanas, políticas y éticas del conflicto y resulta crucial para la conciencia colectiva de la humanidad. Fue inaugurado en 1975 bajo el nombre “exhibition house of US and puppet crimes” (casa de exhibición de los crímenes estadounidenses y sus títeres), y renombrado en la década de 1990. Su objetivo es preservar la memoria de la guerra y del sufrimiento humano, con consecuencias devastadoras en la población civil, la cultura y el medio ambiente del país. Más que un repositorio de objetos históricos es un monumento pedagógico que desafía la narrativa simplista de vencedores y vencidos e invita a una reflexión humanizadora sobre las consecuencias de la guerra.
El museo se organiza a través secciones que combinan elementos visuales, testimonios y artefactos. Inicia con el horror de las prisiones, los centros y objetos de tortura aplicados por EE. UU, (que nuevamente reprodujo en Irak, Abu Ghraib y mantienen en Guantánamo), por fuera de toda ley universal de respeto a la dignidad. Tanques, aviones, helicópteros, minas, armamento capturado o abandonado simbolizan las máquinas de destrucción y altísima capacidad militar a escala industrial del agresor y dejan ver la asimetría ante las rudimentarias armas del agredido que resultó vencedor. Hay testimonios y artefactos personales, cartas de soldados, uniformes y objetos cotidianos de prisioneros que ilustran la resistencia y el sufrimiento humano. Las galerías interiores exhiben imágenes de víctimas civiles, masacres, mutilaciones, afectación de niños por el agente naranja, la destrucción de aldeas.
Las fotografías icónicas y sus fotógrafos internacionales y locales que pusieron su vida al servicio de la verdad y murieron allí (no sin antes revelar con sus obras el horror sin filtro alguno), reciben un homenaje con la colección “Requiem”. La Sección sobre el agente naranja es una de las exhibiciones más impactantes, que documenta el uso de herbicidas tóxicos por parte del ejército estadounidense y sus efectos multigeneracionales en la salud y el ecosistema, que se juntan a obras creadas por sobrevivientes y artistas contemporáneos que reinterpretan el trauma colectivo, fusionando tradición vietnamita con la denuncia social. El museo de la guerra de Vietnam trasciende su función histórica para convertirse en un espejo ético de la humanidad, que destaca primero la Memoria contra el olvido, centrando su relato en las víctimas (campesinos, mujeres, niños y soldados anónimos) tomando distancia de las narrativas de la historia contada por el gran agresor, que está de regreso, solo que ahora quiere tomarse por asalto el mundo entero de la mano de un puñado de billonarios globales, para quienes la vida humana de los otros es apenas una mercancía de reducido valor. Al preservar las historias de barbarie evita que el dolor se diluya en el tiempo y cuestiona la glorificación de la violencia. Segundo el museo es un aporte a la educación para la paz, al mostrar las secuelas de las decisiones políticas -como el uso de armas químicas, la tortura despiadada o los bombardeos indiscriminados-, funciona como una advertencia sobre los límites de la acción militar y de respeto al DIH y los derechos humanos, expone cómo la deshumanización del “enemigo” conduce a atrocidades, como ocurre ahora con el genocidio en palestina. Tercero promueve un diálogo global de reconciliación como espacio para comprender el costo humano de la guerra desde el «otro lado», fomentando empatía y el rechazo a repetir horrores. Y cuarto crea conciencia ambiental, ya que la guerra destruye no solo vidas, sino también la tierra, el agua y el futuro, con consecuencias irreparables para el planeta y recuerda que la guerra es un ataque contra la vida en todas sus formas.
El museo de guerra de Vietnam es un legado para la humanidad, que no resulta cómodo para victimarios, ni guerreristas, ni negociantes de la muerte. Hay imágenes desgarradoras y relatos de sufrimiento que confrontan al visitante con la crudeza de la guerra lejos de heroísmos ficticios. La incomodidad resulta necesaria, la conciencia humana la requiere para desafiar la indiferencia y obligar a mirar lo que produce la arrogancia de los poderosos que persisten el hacer la guerra, consentir la barbarie y vivir cómodamente en impunidad. El museo llama a recordar que detrás de cada hecho de crueldad y de cifras estadísticas hay rostros y hay historias humanas, y que la paz es también la presencia de justicia y memoria. El museo honra a Vietnam, a su pueblo que luchó hasta cambiar su destino trágico y también ilumina el camino para decir que sí es posible una ética global más compasiva, sin villanos ni billonarios que quieran imponer como sea lo suyo, la muerte, de primero.
P.D. Gratitud con el pueblo de Vietnam que logró llevar al mundo a hacer conciencia del horror de la guerra después del holocausto; destruir a la guerra misma y sus máquinas de terror y derrotar al imperio; y construir la paz, reconciliada sobre su identidad y cultura y hoy forja su propio destino.
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