La filósofa y activista socialista y feminista Alejandra Ciriza nara la experiencia de su participación en el VIII Encuentro Mundial de Intelectuales en Defensa de la Humanidad celebrado la pasada semana en Caracas. Llegué a Caracas en medio del crash financiero causado por la crisis de Wall Street. Es decir, en una condición material provocadora […]
La filósofa y activista socialista y feminista Alejandra Ciriza nara la experiencia de su participación en el VIII Encuentro Mundial de Intelectuales en Defensa de la Humanidad celebrado la pasada semana en Caracas.
Llegué a Caracas en medio del crash financiero causado por la crisis de Wall Street. Es decir, en una condición material provocadora para hacer lo que veníamos a hacer unos y unas 200 intelectuales procedentes de 68 países del mundo entero: pensar acerca del tipo de crisis de la que se trata, debatir sobre las perspectivas que ese acontecimiento abre (o no) para la construcción del socialismo en América latina y en el mundo entero, pensar y discutir nuestras perspectivas como parte de la izquierda, hacer un balance de nuestras posibilidades, conocer la situación por la que atraviesa Venezuela
Caracas es una ciudad extraña para quienes somos latinoamericanos y latinoamericanas, es una ciudad larga y estrecha, sin la cuadrícula habitual en nuestras ciudades, sin un «centro histórico», construida en un valle angosto, surcado por riachos, en una zona donde los Andes están poblados de una vegetación bella, espesa, florida en esta época. Maravillosa Caracas.
Su universidad, a la que fui con un querido amigo, es patrimonio de la humanidad y está ubicada cerca del jardín botánico, en un parque lleno de árboles asombrosos para quienes procedemos del desierto. Obra del arquitecto venezolano Carlos Raúl Villanueva, la universidad no es sólo un conjunto de edificios, sino un proyecto urbanístico sorprendentemente bello que integra arte, arquitectura y paisaje, con esculturas y murales emplazadas en el predio, y un vitral de Léger en la biblioteca, un edificio revestido con mosaicos rojos que destaca contra el verde intenso de los jardines.
La propuesta no podía ser para quienes estábamos allí más convocante: pensar desde América Latina como el lugar de construcción de los proyectos emancipatorios más radicales y en defensa de la humanidad, puesto que el capitalismo amenaza, hoy más que nunca, con la barbarie y la destrucción de los seres humanos y de la naturaleza.
Escuchamos, en la apertura del VIII Encuentro Mundial de Intelectuales en Defensa de la Humanidad a Samir Amin, François Houtart, y Carmen Bohórquez, los tres insistieron en la relevancia del sur como espacio de resistencia a la crisis del capitalismo, que no es sólo una crisis financiera, sino una verdadera y profunda conmoción que es preciso aprovechar en procura de la construcción del socialismo. De alguna manera la idea es que la construcción de una nueva internacional de los pueblos y los obreros, será una internacional que, liderada desde el sur, será también capaz de emancipar a quienes en y desde el norte padecen las consecuencias del capitalismo.
El trabajo estaba organizado en 8 comisiones.
El primer grupo, coordinado por Devandiren Pillay; de Sudáfrica, era sobre el trabajo y la unidad de los trabajadores. La propuesta incluía la posibilidad de debatir sobre una serie de aspectos ligados al análisis de las transformaciones en el mundo del trabajo, la solidaridad sur-sur y las nuevas formas de internacionalismo.
El segundo, coordinado por Lau Kin Chi, era para discutir sobre la cuestión agraria, el tema de los agro-combustibles, el acceso a la tierra, la eco-política y la soberanía alimentaria.
El tercero (que fue donde me tocó participar a mí) se titulaba La democracia la igualdad y las relaciones de género. La coordinadora era Marta Harnecker, que no sé si recordarán, chilena ella, autora de un libro que se convirtió en un manual que recorrió toda América Latina en los ’70: Los conceptos elementales del materialismo histórico.
A mí me tocaba coordinar el subgrupo sobre democratización y derechos de mujeres, pero cuando llegó el momento de las que hubo nos dividimos según nuestras lenguas nativas. Los mecanismos de traducción no funcionaban. Eso produjo un efecto extraño sobre nuestro grupo, formado exclusivamente por latinoamericanos y latinoamericanas. Debatimos en profundidad, sobre la base de una ventaja comparativa enorme: el conocimiento que la mayoría de nosotras y nosotros tenemos de los procesos nacionales y continentales. Produjimos un documento orientado a pensar la cuestión de la democracia de manera diferencial: por una parte, las democracias existentes bajo condiciones de degradación democrática, en las cuales las tareas de denuncia, resistencia, defensa de la legalidad burguesa, pueden ser consideradas como conquistas democráticas. Es el caso de Colombia, por ejemplo. Por la otra creímos preciso avanzar en la reflexión sobre el proceso de transformación de la sociedad en dirección a la construcción de una democracia socialista/un socialismo democrático, así como también sobre las dificultades y obstáculos que puedan producirse en ese proceso. En ese caso están pocos países en América Latina e incluso en el mundo. Tal vez Cuba, Venezuela y Bolivia, un proceso que se inicia en Nepal. No es precisamente el mejor de los mundos posibles, pero probablemente de eso se trate.
Entre otras cosas señalamos que una democracia socialista debe transformar la ley política, la ley civil y la ley de familia, en el sentido de transformación de las relaciones asimétricas de poder existentes: las políticas, las de clase, las de género sexual. Un verdadero «toque domenechiano» (de Toni Domènech, el autor del Eclipse de la fraternidad). La fraternidad… cuyo fantasma plebeyo revoloteó durantes esos días de encuentro.
El cuarto grupo de trabajo, sobre cultura, medios y multiculturalismo fue coordinado por el ecuatoriano Víctor Hugo Jijón. Se discutió bastante la cuestión de los monopolios mediáticos y el adocenamiento de la opinión pública.
Los cuatro primeros grupos funcionaron durante los días lunes, martes y miércoles hasta el medio día y luego comenzó el trabajo de los otros cuatro grupos.
En la segunda ronda fui menos afortunada. Creo que los debates más interesantes se dieron en el grupo 5, cuyo tema era El orden económico mundial. Economistas de primera línea analizaron los aspectos financieros de la crisis, hicieron una crítica del funcionamiento de los organismos multilaterales como instancias de control y domesticación de las soberanías nacionales, y discutieron sobre la propiedad social de los recursos naturales. Uno de los temas que me resultó más atractivo (estuve allí metiendo mi nariz una mañana) fue el de la crítica de la alternativa «capitalismo verde», es decir, la salida a la crisis energética por el lado de la producción de agro-combustibles y de la nueva agricultura sin agricultores. Apasionante. Por decirlo de una manera simple: ante la alternativa del llamado capitalismo verde es bueno comenzar a diseñar las posibilidades de apostar por el socialismo solar, por una sociedad que garantice la comida para todas y todos, lo que implica, desde luego, una reevaluación de la relación con/en la naturaleza que somos y la reconquista de la soberanía sobre nuestros recursos naturales. Ese grupo estaba coordinado por Theotonio dos Santos.
El grupo 6 debatía sobre el orden político mundial y el surgimiento de nuevos paradigmas. La persona que hizo el reporte de ese grupo fue Ana Esther Ceceña, una investigadora mexicana muy interesante que hizo hincapié en las características de la predación capitalista en los últimos años, en las formas del despojo económico y militar. Ella señaló, me parece que de un modo muy adecuado e interesante, el proceso de militarización planetaria llevado a cabo por Estados Unidos, las formas de construcción del enemigo, la transformación en las prácticas de la guerra, y el papel que cumplen Israel y Colombia como cabeza de playa del imperialismo. Dicho sea de paso, una de las intervenciones más interesantes en nuestro grupo de trabajo fue la de la senadora colombiana Piedad Córdoba, que denunció los efectos de la militarización, los fusilamientos extrajudiciales y las migraciones internas forzadas en Colombia. Impresionante la fuerza de esa mujer, que es además bellísima.
El grupo 7 era sobre integración regional. Señalaron la importancia de la integración regional y los obstáculos con los que nos encontramos para hacer posible una cooperación sur-sur.
Yo trabajé en el grupo 8, que estuvo coordinado por Manuel Monereo, español, e Isabel Monal, cubana. Discutimos sobre transición al socialismo. Esta vez éramos gentes de todas las partes del mundo: españoles, hindúes, chinos, brasileños/as y portugueses, cubanos/as, ecuatorianos, norteamericanos, africanos. Fue complejo y difícil ese debate. Desde mi punto de vista no lográbamos focalizar de modo adecuado ningún asunto. Sin lengua ni experiencia histórica, política y cultural en común, la discusión se deshilvanaba con frecuencia.
Pocas mujeres siempre. Las que encontré eran economistas. Ellas fueron mis compinches en las pequeñas conspiraciones feministas que llevamos a cabo. El documento de democracia fue sistemáticamente intervenido por el «comando feminista», integrado por Ritu Dewan, hindú, Hassania Drissi Chalbi, marroquí y yo. Hicimos empatía inmediatamente entre nosotras y con una cuarta, también muy interesante ella, Augusta Conchiglia, italiana, periodista, muy conocedora de la cuestión africana.
El debate fue siempre intenso, apasionado. No sé cómo nos manteníamos en pie. Desde las 9 de la mañana hasta las 9 de la noche con un intermedio para almorzar, durante el cual seguíamos discutiendo en distintas lenguas, en mesas pobladas de africanos y africanas, asiáticos y asiáticas, europeos y europeas, latinoamericanos y latinoamericanas. Una especie de pequeña Babel empeñada en romper las barreras de las lenguas.
Además tuvimos un par de actividades extra: el miércoles estuvo Chávez, que habló largamente, durante 5 horas, de la historia de la experiencia venezolana, de nuestro destino común como latinoamericanos y latinoamericanas y de las medidas que su gobierno realiza para la construcción del socialismo. Es muy inteligente y carismático, rápido para las respuestas, enormemente pedagógico. Habla de economía, por ejemplo, con claridad y solvencia. Indudablemente es un líder con una personalidad enormemente seductora, habitado por una voluntad política capaz de mover montañas y una capacidad de encantamiento capaz de conmover multitudes. Desea ser la reencarnación de Bolívar y hace constante referencia al libertador, a don Simón Rodríguez, a las guerras de independencia como momento fundacional en la constitución de nuestras identidades.
El viernes no pude estar presente en la clausura. Fuimos invitadas algunas y algunos de nosotr@s a presenciar un acto de entrega de dinero para financiar proyectos comunitarios en el marco de la Misión 13 de abril, de creación de comunas socialistas.
Se trata de proyectos realizados por los consejos comunales, que son producto de la organización de las comunidades mismas. Ellos y ellas, organizados, formulan los proyectos que consideran prioritarios y los presentan ante el Ministerio del Poder Popular para obtener financiamiento. Hacen, ellos y ellas mismas el diagnóstico, el plan, solicitan el financiamiento, ejecutan el plan y lo controlan. La organización comunal está vinculada a la puesta en marcha de varias misiones: una de ellas, Madres del barrio otorga subsidios a mujeres en condiciones de pobreza extrema, la Misión Robinson se ocupa de educación de adultos mayores, y la Misión Ribas de educar adolescentes con la secundaria incompleta. El Simoncito Comunitario es un plan de educación infantil, la Misión Sucre apunta a formar profesores comunitarios, Barrio Adentro está destinada a facilitar el acceso a la salud de la población.
Lo más impresionante de la entrega de dinero no es el hecho de que el gasto social sea en Venezuela muy importante, y que la gente tenga realmente acceso a financiamiento para la realización de los proyectos que ellos mismos consideran prioritarios, sino… ver a gente muy joven, fundamentalmente mujeres, con un grado de compromiso y conciencia como hacía mucho no veía. La joven Milady, una comunera de los alrededores de Caracas, cuya comunidad había proyectado la realización de una obra para asegurar el agua a la comunidad, fue la que me convenció de que algo importante está pasando en Venezuela. Algo así como la inexpropiable experiencia de construir una sociedad diferente con las propias manos, con el propio cerebro, con el propio corazón. La revolución, la construcción del socialismo en carne y hueso,
Luego hay otras cosas que no me gustaron tanto…. El exceso de voluntad de control, la superposición entre partido y organización comunitaria, un cierto tufillo autoritario. Son asuntos a los que hay que prestar atención, y muy probablemente también algo más, sin duda, pero Venezuela está cambiando y eso es innegable.
El sábado recorrimos la ciudad, visitamos un centro de salud (Barrio Adentro II) y conversamos largamente con las y los médicos cubanos que están colaborando con el gobierno venezolano, visitamos un mercal, que es un mercado comunitario donde las personas acceden a los alimentos básicos a precios muy inferiores a los del mercado capitalista, fuimos a una radio comunitaria y a una escuela bolivariana.
Al día siguiente quedábamos muchos menos. Desayunamos y me fui con un amigo ecuatoriano al Museo de Arte Moderno de Caracas, compramos pocos recuerditos, husmeamos en una librería donde compré poesía de Aimé Césaire por 2 bolívares, y me volví a mi país. Y cuando llegué leí un diario… y se me encogió el corazón.
Aimé Césaire decía sobre la Martinica:
Partir. Mi corazón resonaba de enfáticas generosidades.
Partir… llegaría joven y llano a este país y le diría a este país que es mío y cuyo limo forma parte de mi carne… «He andado errante mucho tiempo y vuelvo a la fealdad abandonada de tus lacras».
Alejandra Ciriza es profesora de filosofía política en la Universidad de Mendoza, Argentina.