Filipinas afronta una crisis adicional sobre el estado malasio de Sabah con pocas señales de un logro diplomático significativo en los horizontes del sur del mar de China. La crisis se vio alentada el 14 de febrero, cuando entre 80 y 100 partidarios armados de los descendientes del sultanato de Sulu, liderado por Jamalul Kiram […]
Filipinas afronta una crisis adicional sobre el estado malasio de Sabah con pocas señales de un logro diplomático significativo en los horizontes del sur del mar de China.
La crisis se vio alentada el 14 de febrero, cuando entre 80 y 100 partidarios armados de los descendientes del sultanato de Sulu, liderado por Jamalul Kiram III, ocuparon un área remota de Sabah, precipitando una fuerte respuesta de las fuerzas de seguridad del país.
Pese a los incesantes esfuerzos del gobierno de Filipinas por impedir un enfrentamiento violento, Malasia y las llamadas Fuerzas Reales de Seguridad (RSF) de Kiram III terminaron librando una guerrilla prolongada y sangrienta, volviendo a encender un tira y afloja centenario entre malasios y filipinos en torno a Sabah, rica en petróleo.
Mientras, el conflicto condujo al potencial desplazamiento de hasta 800.000 filipinos residentes en Sabah, con decenas de otros filipinos acusando a las autoridades de Malasia de cometer violaciones a los derechos humanos, en medio de operaciones de limpieza a gran escala contra presuntos seguidores de Kiram.
Al intensificarse la crisis, ingresaron a la escena de la guerra más partidarios del sultanato de Sulu que, a través de las porosas fronteras marítimas, infiltraron el bloqueo naval impuesto por las fuerzas filipino-malasias.
Al cabo de dos meses, las confrontaciones derivaron en la muerte de por lo menos 68 miembros de las RSF y al arresto de otros 126, mientras que hasta 6.000 filipinos residentes en Sabah fueron desplazados por la crisis.
En muchos sentidos, algunos analistas han caracterizado a todo el fiasco como un típico caso de fracaso de inteligencia, en que tanto Manila como Kuala Lumpur no anticiparon una crisis bilateral causada por acciones unilaterales de varios actores no estatales.
También, sostienen, fue un ejemplo de desastre en materia de manejo de crisis, en que ninguno de los dos gobiernos lograron impedir efectivamente una confrontación armada en ausencia de una estrecha coordinación bilateral entre seguridad e inteligencia, y un efectivo despliegue de medios pacíficos y diplomáticos.
En tanto, Filipinas afronta una peligrosa escalada en el sur del mar de China y Beijing rechaza el pedido de Manila de un arbitraje internacional de disputas marítimas, además de haber tomado la decisión sin precedentes de desplegar tres «buques de vigilancia» y un helicóptero naval para consolidar sus reclamos sobre zonas disputadas.
Mientras un manto de misterio envuelve las circunstancias exactas que llevaron a la crisis, la población ha recurrido a una serie de teorías conspirativas, en medio de las delicadas elecciones en Filipinas, donde el gobierno de Benigno Aquino enfrenta un referendo de facto. Y en Malasia, la coalición de gobierno enfrenta una batalla parlamentaria histórica contra la oposición.
Algunos acusan al gobierno de Aquino de orquestar la crisis de Sabah para ganar puntos políticos internos, mientras otros señalan a la oposición malasia liderada por Anwar Ibrahim.
El gobierno de Malasia lleva a cabo una efectiva campaña de relaciones públicas, exacerbando los sentimientos nacionalistas y la simpatía del público por la administración del primer ministro Najib Razak.
Cada vez más filipinos renuevan sus reclamos de una posición más firme del gobierno de Aquino sobre la cuestión de Sabah, y algunos ciudadanos solicitaron a la Suprema Corte de Justicia que ordene al Poder Ejecutivo llevar los reclamos de Filipinas a tribunales internacionales.
Respondiendo al pulso popular, el gobierno de Aquino prometió convocar a un panel de expertos y a funcionarios para evaluar la posibilidad de someter el reclamo de Sabah al arbitraje internacional.
Previo a la independencia de Malasia y Filipinas, el sultanato de Sulu reclamó Borneo del Norte, un obsequio de la realeza de Brunei, que la arrendó a la Compañía Británica de Borneo del Norte en 1878 a cambio de un pago anual de 5.000 dólares malasios de entonces, que aumentaron en otros 300 de 1903 en adelante.
Al inicio de la Federación Malasia, luego de la retirada de las fuerzas británicas, el sultanato de Sulu cedió su reclamo de Borneo del Norte al gobierno filipino, en 1962. Al año siguiente, sin embargo, Sabah se incorporó a la Federación Malasia, provocando una crisis diplomática entre Manila y su nuevo vecino del sudeste asiático.
El régimen de Ferdinand Marcos en Filipinas agitó cada vez más contra el recién formado estado malasio, amenazando con recuperar Sabah por la fuerza. Esto, a su vez, alentó a Kuala Lumpur a buscar la ayuda de Estados Unidos para disuadir a Manila de toda acción armada, según los cables diplomáticos divulgados.
Inicialmente, Marcos solicitó el apoyo de filipinos musulmanes, llamados «moros», para reclamar Sabah.
Pero una serie de acontecimientos, principalmente la masacre de Jabbidah, escalaron a una guerra interna entre el gobierno de Filipinas y la insurgencia abierta en el sur, liderada por el Frente Moro de Liberación Nacional (MNLF), al mando del carismático académico devenido combatiente Nur Misuari.
Lo que siguió fue una guerra a través de apoderados, en la que el gobierno de Malasia apoyó a la insurgencia para distraer al gobierno de Filipinas, que terminó priorizando sus lazos estratégicos con su vecino occidental y abandonando el reclamo de Sabah para centrarse en la crisis interna.
No llama la atención que muchos hayan acusado al gobierno de Aquino de marginar el reclamo sobre Sabah para facilitar un acuerdo de paz mediado por Malasia con el principal grupo rebelde y heredero del MNLF, el Frente Moro de Liberación Islámica (MILF), en 2012.
Para algunos, las acciones de Kiram III fueron un intento desesperado por subrayar una disputa territorial de otro modo olvidada, dado que el sultán de Sulu, previo a la crisis, buscó reiteradamente las garantías de Manila en cuanto a mantener el reclamo sobre Sabah.
Mientras, el MNLF, con Misuari apoyando la posición de Kiram sobre Sabah, acusó al gobierno de Filipinas de forjar nuevos acuerdos con el MILF, sin cumplir plenamente sus acuerdos anteriores con el grupo.
En ese complejo contexto, Malasia impuso restricciones a pactos de trueque con los comerciantes filipinos, mientras Manila y el MILF no lograron coincidir sobre aspectos clave del acuerdo marco en la última serie de negociaciones.
En efecto, Manila quedó en una precaria posición desde el punto de vista estratégico, donde enfrenta simultáneamente dos crisis diplomáticas hacia el occidente (Malasia) y el norte (China), además de buscar desesperadamente frenar la insurgencia interna, especialmente en la sureña isla de Mindanao.