El secuestro de casi doscientas personas, la mayoría niños, en una escuela de Osetia del Norte por parte de un comando armado expresa en toda su crudeza la realidad del conflicto que se mantiene en la región. Una acción que el legítimo presidente checheno Aslan Maskhadov ha calificado de «respuesta inhumana desesperada» inducida por los […]
El secuestro de casi doscientas personas, la mayoría niños, en una escuela de Osetia del Norte por parte de un comando armado expresa en toda su crudeza la realidad del conflicto que se mantiene en la región. Una acción que el legítimo presidente checheno Aslan Maskhadov ha calificado de «respuesta inhumana desesperada» inducida por los «innombrables crímenes contra la humanidad perpretados por Rusia», reflejando así la preocupación del movimiento independentista por los acontecimientos que se están sucediendo.
La región caucásica sufre desde hace por lo menos dos siglos un conflicto permanente producido por la expansión hacia el sur de lo que fue el imperio ruso, una expansión que se tradujo en la negación de derechos y libertades a pueblos que nunca se han sentido identificados con las realidades estatales con las que se han visto obligados a convivir, y que han sufrido discriminación por motivos culturales, lingüísticos, religiosos y étnicos. La desmembración de la antigua URSS fue el escenario elegido por las fuerzas chechenas para reivindicar sus derechos ante Moscú en 1994. Tras dos años de guerra las partes alcanzaron un acuerdo que posibilitaba prácticamente la independencia de Chechenia en un plazo pactado. Una serie de incidentes armados tanto en Moscú como en zonas fronterizas con Chechenia fue la excusa para que Vladimir Putin emprendiera en 1999 una especie de reconquista de la misma mediante el envío de tropas federales que han actuado durante cinco años a sangre y fuego, sin respetar los derechos humanos y ocasionando el mayor daño posible entre la población chechena. El presidente ruso siempre ha insistido en que se trata de un conflicto interno generado por la actuación de grupos armados ligados al islamismo, pero lo cierto es que desde el pasado mayo, en el que fue muerto el presidente Ahmed Kadirov, los incidentes graves se han multiplicado y hasta las elecciones celebradas el pasado domingo han quedado en un segundo plano.
Todos los intentos de Rusia por sofocar el conflicto en el Caúcaso mediante la fuerza estarán condenados al fracaso, pese al permiso implícito otorgado por los estamentos internacionales, más preocupados por sus relaciones con Moscú. A pesar de la obstinación de Putin, Rusia tiene un serio problema en Chechenia que no va a tener una solución justa mientras los protagonistas del mismo no se sienten en una mesa a determinar la forma en el que pueblo checheno pueda decidir libre y democráticamente su futuro.