Recomiendo:
1

Se amplía la brecha entre la casa real y el movimiento democrático

Fuentes: Europe Solidaire

La situación sigue evolucionando rápidamente en Tailandia. Después de modificar a su favor la Constitución y tomar el control de los bienes de la Corona, el rey Rama X refuerza su dominio sobre un sector de las fuerzas armadas, vinculando a su persona dos regimientos protagonistas de golpes de Estado.

El palacio real reintroduce ritos arcaicos, ampliando la brecha entre la juventud y un orden conservador que se endurece y parece soñar cada vez más con el retorno a la monarquía absoluta. Las autoridades recurren de nuevo a la ley contra el crimen de lesa majestad frente a figuras destacadas del movimiento democrático. Este último apunta contra la nueva guardia pretoriana del monarca y se prepara para la eventualidad de un golpe de Estado.

El movimiento democrático tailandés prosigue su combate de forma muy sistemática. El 25 de noviembre se manifestó delante del banco en que están depositados los haberes de la Corona (la Siam Commercial Bank), un tesoro público gestionado por el ministerio de Hacienda que Rama X ha privatizado en beneficio propio. El 27 de noviembre realizó en el corazón de Bangkok ejercicios de lucha contra un golpe de Estado y volvió a difundir un manual de resistencia publicado inicialmente en 2014. El 29 de noviembre se concentró delante del cuartel de uno de los dos regimientos que el monarca ha destinado a su protección personal, sometiéndolos a su mando directo.

La revuelta sigue expandiéndose, inclusive en ciertos sectores, todavía muy minoritarios, de la clase trabajadora.

La casa real y el Ejército

¿Quién –la casa real o el ejército– detenta el poder real en Tailandia? La respuesta a esta pregunta es objeto de controversia. ¿El poder blando del rey (y su inmensa fortuna) o, más visible, la capacidad del ejército para configurar las instituciones en ventaja propia? Sea como fuere, el equilibrio de poder del que depende la estabilidad del reino se halla actualmente tensionado. En Tailandia, el rey está oficialmente al mando de las fuerzas armadas, pero esto no quiere decir que las controla efectivamente. Rama IX (Bhumibol Adulyadej), padre de Rama X (Maha Vajiralongkorn), influyó directa o indirectamente en la promoción de oficiales superiores, pero es el ejército el que ha asegurado en el fondo la continuidad del poder físico desde la década de 1950. Se ve que su hijo trata ahora de modificar a su favor la relación de fuerzas en el seno del régimen militar-monárquico.

Rama X cambió en 2017 el estatuto de tres agencias gubernamentales, excluyéndolas del derecho común. Desde entonces, obedecen exclusivamente al albedrío del rey (“at the royal pleasure”). Entre ellas está el Mando de la Seguridad Real (Royal Security Command), encargado de todo lo relativo a la protección y la glorificación de la familia real y de sus colaboradores. Expiloto de caza, Maha Vajiralongkorn pertenece al ejército del aire, pero este, mal equipado, tiene poco peso. La que cuenta es la infantería. Así, por decisión del rey adoptada en 2019, los regimientos de infantería 1º y 11º, con base en Bangkok, están sometidos ahora a su mando directo. Por otro lado, Rama X ha colocado a sus familiares (como la reina Suthida) a la cabeza de la Guardia Real. Con ello corre el riesgo de fracturar el ejército, que considera que debe ser este quien garantice la seguridad del rey y el orden establecido.

El movimiento por la democracia organizó una concentración, el domingo 29 de noviembre, delante del cuartel del 11º regimiento de infantería, cuyos accesos y muros estaban protegidos con alambradas. Unos autobuses servían de barricada. Los y las manifestantes apartaron los vehículos y lanzaron pintura roja para recordar la represión sangrienta que sufrieron los Camisas Rojas en 2010 con ocasión de una movilización antigubernamental. Se leyó una declaración, en la que se acusaba al rey de haber “ampliado [sus] prerrogativas de todas las maneras posibles, incluida la [vía] militar” y se calificaba al primer ministro Prayuth Chan-ocha de “hombre de paja real” del monarca. La gente plegó ejemplares de esta declaración en forma de avión de papel para hacerlos volar hacia los policías antidisturbios que protegían el cuartel[1]. ¡Que no falte el humor y la ironía!

Tomó la palabra Parit Penguin Chiwarak, uno de los principales portavoces del movimiento, para recordar que el 1º y el 11º regimientos de infantería “han estado implicados en la represión de la población en el pasado. También han desempeñado un papel protagonista en los golpes de Estado.”[2]

Juicios por lesa majestad

El poder vuelve a emplear el arma judicial de disuasión masiva que es el crimen de lesa majestad, el temido artículo 112, que protege de cualquier injuria a la familia real, la regencia y sus colaboradores. Esta acusación puede comportar condenas de tres a quince años de prisión. Una misma persona puede acumular más de una inculpación y ser condenada al equivalente a una cadena perpetua. Doce miembros destacados del movimiento democrático ya han sido acusados formalmente de un delito de lesa majestad en relación con las manifestaciones de los días 19 y 20 de septiembre en la universidad de Thammasat y en Sanam Luang. […] Cabe temer que la acusación de lesa majestad (así como la de atentado a la seguridad nacional) se aplique a un número creciente de manifestantes.

Prepararse para la eventualidad de un golpe de Estado

La posibilidad de un golpe de Estado está en la mente de todo el mundo. La movilización de grupos paramilitares y ultramonárquicos de extrema derecha es un signo muy inquietante. La violencia contra los y las manifestantes dio una vuelta de rosca más en las jornadas del 17 y 18 de noviembre, donde hubo por lo menos 55 personas heridas (seis de ellas de bala)[3]. El 25 de noviembre, la concentración volvió a estar plagada de incidentes: unos atacantes no identificados dispararon contra la multitud en el momento de la dispersión, con un saldo de dos personas heridas leves. Los medios empleados por las fuerzas represivas son cada vez más contundentes. En respuesta, el movimiento democrático hace gala de su activismo no violento y convierte la burla en un arma política, protegiéndose con patos amarillos inflables (el amarillo es el color de la monarquía), que sirven tanto de señal de agrupamiento como de escudo frente a los cañones de agua de la policía.

Previendo ya el siguiente golpe, el movimiento democrático se prepara para la eventualidad de un putsch. En caso de emergencia, la consigna es declarar de inmediato huelgas obreras y estudiantiles; bloquear las carreteras principales con vehículos vacíos o manifestaciones; expresar la voluntad de denunciar todo ataque a la constitución y la democracia. En la concentración del 25 de noviembre, en la tribuna se sucedieron oradores y oradoras (con disfraces de patos amarillos, claro), llamando en particular a transformar la resistencia en rebelión. “En 2014 hubo un golpe de Estado. Si la población se hubiera movilizado masivamente, Prayut [general retirado y primer ministro] no podría haberse mantenido [en el poder][4].”

El manual de resistencia a un golpe de Estado, publicado en 2014 y difundido de nuevo estos días, propone asimismo organizar una huelga general de una semana; rechazar toda forma de colaboración con la junta militar; invitar a los soldados a ponerse del lado del pueblo; negarse a pagar impuestos; retirar el dinero de las cuentas bancarias…

Hoy por hoy, hay gente de clase trabajadora que participa en las movilizaciones, pero probablemente de forma poco numerosa. Algunos sindicalistas tienen una verdadera tradición de oposición al ejército, a los ultramonárquicos, a los camisas amarillas. A título individual, o formando cortejos sindicales, participan en las manifestaciones. Trabajan en particular en el sector privado (automóvil, textil…). Los y las trabajadoras precarias (venta ambulante…) expresan asimismo su simpatía.

Una brecha creciente entre la casa real y la juventud

El movimiento amplía su contestación del orden moral. La sociedad tailandesa está impregnada de reglas jerárquicas retrógradas que rigen los comportamientos cotidianos de la población, moldean la lengua y las relaciones personales e imponen códigos y sumisiones. Su cuestionamiento adopta múltiples formas, como la negativa masiva a presentarse en uniforme en los colegios y las universidades, o a respetar los códigos de etiqueta de urbanidad en los actos de entrega de diplomas. Los grupos Bad Student y KKC Pakee Students han llamado a continuar esta lucha a fin de recuperar de este modo “el control de [nuestros] propios cuerpos”[5]. Se exige llevar uniforme para numerosas ocasiones y su coste fácilmente puede resultar prohibitivo para las familias populares. Ante la amplitud del rechazo, las autoridades escolares y universitarias transigen.

Las grandes revueltas generacionales incorporan este rechazo de un orden moral sofocante, que ha perdido su fuerza opresiva. Cada vez ha combinado esta revuelta de la vida cotidiana con el cuestionamiento del régimen político, que basa su autoridad en este orden moral, que se ha vuelto a la vez insoportable e insostenible. Por razones ya abordadas en artículos anteriores[6], el frente de rechazo de los poderes conservadores a toda perspectiva de compromiso y de reforma sustancial es en Tailandia especialmente rígido. Lo que se ve ahora cada vez más claramente es que Rama X impulsa de hecho reformas regresivas, cuyo horizonte sería el restablecimiento de la monarquía absoluta.

En el plano de los símbolos y comportamientos, ha obligado a arrodillarse a sus pies (en sentido literal), delante de su trono, a generales del ejército. Ha restablecido el sistema oficial de concubinas del rey (y rehabilitado por esta vía a una de sus exesposas, repudiada y ahora incorporada a su harén). Su padre, Rama IX, fallecido en 2016, no respetó nunca la condición constitucional de la monarquía. Rama X va hoy bastante más allá: se comporta como un soberano absolutista (el albedrío del rey). Construye paso a paso un poder personal y cuenta con los medios para ello, incluidos los financieros.

En función del perímetro de los bienes valorados, los activos de la familia real tailandesa se cifran en 30.000 a 60.000 millones de dólares (25.000 a 50.000 millones de euros), siendo por tanto la más rica del mundo. Rama X decidió en 2018, porque le dio la real gana, asumir personalmente el control de los activos de la Oficina de la Corona, un bien público gestionado hasta entonces por el ministerio de Hacienda, borrando así la línea que separaba su fortuna personal de la de la Corona, cosa que no se produjo bajo el reinado de su padre. Según la web Prachatai, el presupuesto asignado por el Estado en 2020 a la Corona ha ascendido a unos 30.000 millones de bahts, equivalentes a unos 830 millones de euros, un importe superior al de los anteriores[7]

Tiene ahora bajo su mando directo una Guardia Real reforzada y los dos regimientos de infantería que desempeñaron un papel clave en los golpes de Estado recientes. Con ello ha retirado al ejército una de sus principales prerrogativas: ser el garante de la seguridad de la familia real, cosa que, más allá de la importancia del símbolo (que legitima su autoridad entre la población), le permitía supervisar el Palacio.

Al acaparar poderes de esta manera, Rama X no solo emprende el camino inverso a las reivindicaciones del movimiento democrático (el reconocimiento del carácter constitucional de la monarquía, proclamado en 1932), sino que en numerosos aspectos reniega del espíritu de la modernización de la realeza que inició el rey Chulalongkorn hacia el final de su reinado: Chulalongkorn (Rama V de la dinastía Chakri) fue soberano de Siam (antiguo nombre de Tailandia) de 1868 a 1910 y se le considera el artífice de la entrada del reino en el mundo moderno.

Rama X puede cambiar de careta y multiplicar los poderes de la familia real, pero lo que no puede hacer es cambiar la sociedad. La crisis surge en Tailandia desde la brecha creciente entre las instituciones conservadoras y la juventud. Maha Vajiralongkorn hace todo lo que puede por incrementar esta brecha y hacerla todavía más profunda. Debido a ello, la crisis del régimen se agrava por momentos. Pero una crisis de régimen no es cosa de dos: el poder (autoritario) y sus oponentes (democráticos), sino que agudiza todas las tensiones que operan en el seno de las élites y de la burguesía, de las fuerzas armadas, en las relaciones entre las clases, entre las regiones… Crea espacios para el despliegue de contraculturas e ideologías contestatarias, para la renovación de los movimientos sociales…

Podemos encontrar numerosos precedentes, antiguos y recientes, en que un régimen osificado ha sido derribado por una coalición de fuerzas improbable, inesperada y temporal. No tiene sentido especular desde lejos sobre lo que puede ocurrir en Tailandia, cuya historia no está escrita. Sin embargo, una cosa es cierta: el movimiento por la democracia, por su capacidad para durar e innovar, ha abierto una brecha enorme en la dominación del orden militar-monárquico. No ha dejado de sorprender por su resiliencia y su inventiva. No podemos más que aplaudirle por lo que ya ha conseguido y apoyarle en la medida de nuestras posibilidades para lo que todavía puede lograr.

Notas:

1/ Rebecca Ratcliffe, The Guardian, 29/11/2020, Bangkok:

https://www.theguardian.com/world/2020/nov/29/thailand-protesters-march-to-royal-guard-barracks-in-bangkok

2/ Citado por AFP, 29/11/2020.

3/ Pierre Rousset, Thaïlande : Vers une épreuve de force, http://www.europe-solidaire.org/spip.php?article55764

4/ “People occupy major intersection to perform anti-coup drill”, Prachatai, 28/11/2020:

https://prachatai.com/english/node/8938

5/ “Thailand: Students stir up controversy by going to school out of uniform”, Prachatai 02/12/2020): https://prachatai.com/english/node/8941

6/ Véase en particular Pierre Rousset, “El movimiento democrático se revuelve contra el orden establecido”, Viento Sur: https://vientosur.info/el-movimiento-democratico-se-revuelve-contra-el-orden-establecido/

Véase también Giles Ji Ungpakorn, “The Return of Thailand’s Democracy Movement – A Crossroads”: http://www.europe-solidaire.org/spip.php?article55807

7/ Bruno Philip, Le Monde, 26/11/2020.

Fuente: http://www.europe-solidaire.org/spip.php?article55883

Traducción: viento sur