Traducido del ruso para Rebelión por Josafat S.Comín
En agosto de 1991 mediante el engaño y la traición de los enemigos de Rusia y sus valedores extranjeros, fue destruida la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Fue prohibido el Partido Comunista de la Unión Soviética.
Han pasado los años, y se han disipado como el humo las innumerables promesas, se han perdido las esperanzas en la vida desahogada y despreocupada que prometían los agudos conocedores de los valores humanos. No sabemos donde se han metido los dos «Volga» (1) que nos prometía Chubais gracias a las privatizaciones de fábricas y empresas. Como una pompa de jabón, después de que los trabajadores viesen como sus ahorros perdían todo su valor, se evaporaron las primeras inversiones del incipiente mundo de los negocios ruso durante el periodo de devaluaciones. La educación y la sanidad gratuitas, no son ya sino un grato recuerdo en la memoria de la gente. Han sido liquidadas las conquistas sociales logradas durante el Poder Soviético, a base de sudor y sangre. La carestía de la vida, el irrefrenable aumento de los precios y de las tarifas, junto a los salarios de miseria, se han convertido en algo tan cotidiano, como el equipo de reformadores, salidos del mismo mimbre, que mucho hablan de la mítica bajada de la inflación, pero nada de la grandeza y florecimiento de nuestro país, ni de una vida digna para los ciudadanos de Rusia.
Pero si las promesas de los «reformadores» no pasaron de ser un farol, por desgracia las advertencias de los comunistas rusos se cumplieron totalmente.
Desde los tiempos del famoso» ¡Qué hable el pueblo!»(2), y a pesar de las intrigas y persecuciones de los enemigos de Rusia, hemos logrado recomponer y fortalecer el Partido Comunista de la Federación Rusa. Unir a un amplio movimiento de fuerzas patrióticas de Rusia, relanzar la prensa partidista y patriótica, encabezar los movimientos de protesta.
El que el PCFR se haya convertido en la única amenaza real en la lucha con los enemigos de Rusia, lo demuestra el hecho de que seamos objeto de acoso permanente por parte de las estructuras de poder. Muchos de nuestros camaradas se encuentran en las cárceles. El terror informativo y la manipulación de las campañas electorales, son la principal conquista de la nueva Rusia «democrática».
A marchas aceleradas se están vendiendo nuestros recursos naturales y nuestra tierra. Y todas estas «conquistas» las corona el genocidio del pueblo ruso, que ha pagado con nueve millones de vidas de sus hijos e hijas, la reforma de Rusia.
Hoy, según los estudios sociológicos, la mayoría de los que han sobrevivido a este periodo de marasmo, no irían a defender la «Casa Blanca» (3), como hicieron en agosto 1991.
En estas condiciones, nosotros, los comunistas rusos declaramos que ha llegado el momento de exigir responsabilidades, uno a uno, a todos los que han estado engañando al pueblo todo este tiempo, a los que de manera ilegal, se han apropiado de las riquezas del país: fábricas, minas, yacimientos, explotaciones, creadas con el esfuerzo de generaciones de soviéticos.
Los que convirtieron en papel los ahorros de toda una vida de trabajo, los que dejaron pudrirse e hicieron morir a millones de mujeres, ancianos y niños inocentes.
Ha llegado el momento de que rindan cuentas por sus actos.
No podemos confiar en la justicia divina.
Es hora de que los enemigos y traidores de nuestra Gran Patria sean juzgados por tribunales populares, juzgados por todo el mundo.
Sus crímenes no tienen plazo de prescripción.
Notas de la T.
(1) Modelo de coche de fabricación soviética, utilizado habitualmente como vehículo oficial.
(2) En julio de 1991, el actual Sec.Gral. del PCFR Guennadi Ziuganov, firmó –junto con otros líderes del partido (Projanov, Varenikov,Gromov, Rasputin, Starodubtsev) opuestos por aquel entonces a la deriva ideológica del PCUS– un llamamiento bajo el título de «Qué hable el pueblo», publicado el 28 de julio en el diario «Sovietskaya Rossia». El comunicado leído por los miembros del Comité de Salvación, el 19 de agosto, recordaba mucho ese llamamiento.
(3) En 1991 defender la «Casa Blanca» (así se denomina coloquialmente al edificio que albergaba la sede del Soviet Supremo de la Federación Rusa) significaba ponerse del lado de Boris Yeltsin.