Entre los días 20 y 22 del presente mes, la Asamblea General de Naciones Unidas se convertirá otra vez en la sede de una magna cita: una nueva reunión de Jefes de Estado y de Gobierno dirigida a evaluar el estado de cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) aprobados en el año […]
Entre los días 20 y 22 del presente mes, la Asamblea General de Naciones Unidas se convertirá otra vez en la sede de una magna cita: una nueva reunión de Jefes de Estado y de Gobierno dirigida a evaluar el estado de cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) aprobados en el año 2000 en un evento homónimo, la «Cumbre del Milenio».
Cónclave que repite la experiencia de un lustro atrás, cuando también en la sede de las Naciones Unidas (ONU) y en el propio mes de septiembre, los líderes mundiales fueron convocados para una primera valoración del proceso dirigido a alcanzar éstos propósitos, y por consiguiente, del nivel de observancia de sus respectivos compromisos, protagonizando con ello la llamada «Cumbre del Milenio + 5».
Un evento malogrado gracias a las graves manipulaciones de que fuera objeto por parte de EEUU y sus acólitos, los que, lejos de apoyar las intenciones proclamadas por la Secretaría General de la ONU de concentrar los esfuerzos para impulsar la iniciativa, obstaculizaron los debates y sus resultados de un modo tan evidente, que recibió la denuncia de muchos de los representantes de los países que hoy conformamos el «Sur geopolítico» presentes en el cónclave; un acto que el jefe de la Delegación cubana y presidente del Parlamento, Ricardo Alarcón de Quesada resumió en una frase lapidaria, «el objeto de esta reunión fue secuestrado»i.
Otro lustro después de este fracasado intento, se produce una nueva edición de ese evento, la que rememorando el anterior, bien pudiera ser nombrada como «Cumbre del Milenio + 10». Y es que, en este caso, el análisis deberá valorar lo logrado al respecto transcurrido un decenio de que fueran aprobadas dichas metas, y a solo 5 de la «fecha cero», es decir, la fijada para su cumplimiento, el año 2015. Un acontecimiento, ante el cual surgen varias preguntas recurrentes, ¿se repetirá tan bochornosa historia?, ¿será también secuestrada la «Cumbre del Milenio + 10»?
La «Cumbre del Milenio» y los Objetivos de Desarrollo
El 2000 constituyó un año trascendental en la historia de la humanidad: dejando atrás los primeros dos mil de la llamada «era cristiana», la civilización humana iniciaba con él otra etapa de su tortuoso andar; en consecuencia, se avizoró un marco propicio para revisar lo hecho y trazarse nuevos e inspiradores propósitos. Fue precisamente ésta una de las razones por las que en septiembre del propio 2000, 189 líderes mundiales, entre ellos 147 Jefes de Estado o de Gobierno, se reunieron en la sede de las Organización de Naciones Unidas (ONU) para ratificar su voluntad de aunar esfuerzos en función de impulsar el progreso y el bienestar a nivel mundial, protagonizando con ello uno de los eventos más significativos en la historia de esa institución, y en general de toda la humanidad, la llamada «Cumbre del Milenio».
Evento en el que al firmar una Declaración de igual nombre, refrendaron el compromiso de que, «No escatimaremos esfuerzos para liberar a nuestros semejantes, hombres, mujeres y niños de las condiciones abyectas y deshumanizadoras de la pobreza extrema»ii; propósito considerado imperativo para la mayor parte de los asistentes, dígase para quienes representaron allí a los pueblos de nuestro empobrecido «Sur geopolítico», porque tal y como expresara el Comandante en Jefe, Fidel Castro en el discurso que pronunciara en la cita, «La humanidad debe tomar conciencia de lo que hemos sido y de lo que no podemos seguir siendo. Hoy nuestra especie ha adquirido conocimientos, valores éticos y recursos científicos suficientes para marchar hacia una nueva etapa histórica de verdadera justicia y humanismo»iii.
En calidad de insumo para los debates, el entonces secretario General de la ONU, Kofi Annan, presentó un informe en el que demostró la pertinencia de crear una alianza mundial para impulsar esta iniciativa. Y es que, al iniciarse el tercer milenio, entre otros muchos males, unos 1 200 millones de personas se encontraban aún viviendo en condiciones de pobreza extrema, mayoritariamente en África Subsahariana, que era «casi tan pobre como 20 años atrás». Un escenario además, en el que, de una fuerza de trabajo mundial de alrededor de 3 000 millones de personas, 140 millones de trabajadores estaban desocupados, y entre una tercera y una cuarta parte, subempleados.
Todo ello signado por una brutal inequidad: los 1 000 millones de personas que vivían entonces en los países desarrollados percibían el 60% de los ingresos mundiales, mientras que los 3 500 millones de habitantes del «Sur geopolítico», recibían menos del 20%; disparidades mayormente concentradas en América Latina, seguida muy de cerca por África Subsahariana. A la vez, en los eufemísticamente llamados países en desarrollo, más de 130 millones de niños en edad escolar carecían de la posibilidad de asistir a la escuela; mientras, según estimaciones de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), 60 millones de jóvenes se encontraban desempleados; de ellos, alrededor del 80% residente en el «Sur geopolítico».
Conjuntamente, si bien a nivel mundial se gastaban cada año más de 56 000 millones de USD en investigaciones sobre la salud, menos del 10% se destinaba a problemas que afectaban al 90% de la población mundial; enfermedades como la neumonía, la tuberculosis y el paludismo, que representan un grave problema para los mal llamados «países en desarrollo», recibían menos del 1% de dicho presupuesto; obviamente con resultados devastadores: sólo el paludismo cobraba 2 vidas cada minuto del día, principalmente en niños menores de 5 años y mujeres embarazadas. Asimismo, unos 50 millones de personas habían sido infectadas por el VIH desde principios de los años setenta: para el 2000, 16 millones habían muerto; en Costa de Marfil, por ejemplo, moría de SIDA un maestro por cada día lectivo; los niños que nacían en Botswana tenían una esperanza de vida media de 41 años, la que, sin el SIDA, podría llegar a los 70.
Y también se fortalecía la ya de por sí, profunda disparidad en cuanto a tecnología digital,»En el 2000 había mas computadoras en EEUU que en todo el resto del mundo, y tantos teléfonos en Tokio como en toda África».
Sin embargo, a pesar de este descalabro de talla mundial, la mal llamada Ayuda Oficial para el Desarrollo (AOD) que la parte rica del mundo ofrece al resto que contribuyó a empobrecer, mantenía la tendencia decreciente que venía presentando desde hace varios deceniosiv, incumpliendo con ello el compromiso contraído en 1972 durante la III Conferencia de las Naciones Unidas para el Comercio y el Desarrollo, (UNCTAD), el de donar el 0,7% de su Producto Interno Bruto (PIB) a esta iniciativa. Un problema muy grave, y no solo desde la perspectiva humanitaria, sino también histórica y moral, porque en realidad, la presunta «ayuda» no constituye más que una irrisoria contribución a la ilegítima e insalvable deuda que por las mismas razones contrajo con casi la totalidad de la humanidad. Idea muchas veces expresada por Fidel y ratificada en la propia Cumbre del Milenio, cuando afirmara, «Las causas fundamentales de los actuales conflictos están en la pobreza y el subdesarrollo que prevalecen en la inmensa mayoría de los países, y en la desigual distribución de las riquezas y los conocimientos que impera en el mundo. No puede olvidarse que el subdesarrollo y la pobreza actuales son la consecuencia de la conquista, la colonización, la esclavización y el saqueo de la mayor parte de la Tierra por las potencias coloniales, el surgimiento del imperialismo y las guerras sangrientas por nuevos repartos del mundo. Hoy tienen la obligación moral de indemnizar a nuestros países por el daño que les hicieron durante siglos»v.
Como resultado del cónclave, y tomando como punto de referencia la situación mundial de 1990, fueron aprobados los llamados Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM), cuyo cumplimento fue fijado para el 2015. Un grupo de 8 objetivos y 18 metas, formulados sintéticamente como: 1) Reducir a la mitad la pobreza extrema y el hambre; 2) Lograr la enseñanza primaria universal; 3) Promover la igualdad entre los géneros y la autonomía de la mujer ; 4) Reducir la mortalidad infantil; 5) Mejorar la salud materna; 6) Combatir el VIH/SIDA, el paludismo y otras enfermedades; 7) Garantizar la sostenibilidad del medio ambiente y, 8) Desplegar alianzas globales para el desarrollovi.
Compromisos ciertamente significativos, dada la acuciante situación que enfrenta la mayor parte de la humanidad, ante la que todo esfuerzo resulta importante, pero a la vez, muy modestos, y por consiguiente, insuficientes, tal y como ha sido evaluado por varios líderes políticos y analistas. Evidentemente, el hecho de que la Organización de Naciones Unidas se plantee la lucha contra la pobreza y desigualdad como problemas de máxima prioridad, con medidas concretas para su solución, constituye algo muy positivo para nuestros pueblos del «Sur», que «también existe» como muy bien expresara Mario Benedetti. Defender, por ejemplo, que los países ricos destinen definitivamente el 0,7% de su PIB para la AOD, promover la lucha contra la pandemia del VIH/SIDA y otras enfermedades como actividades de primer orden para la comunidad mundial, combatir la mortalidad infantil y materna, entre otras, son acciones absolutamente necesarias y plausibles, si de equidad y de paridad de derechos y oportunidades se trata.
Sólo que esta lucha no puede realizarse potenciando las propias causas que las generan, dígase la globalización neoliberal que hoy asfixia al mundo, hecho también planteado por Fidel en el mencionado discurso, «Nada de lo que existe en el orden económico y político sirve a los intereses de la humanidad. No puede sostenerse. Hay que cambiarlo»vii.
Sin embargo, aún con su visible déficit, al reflejar los aspectos esenciales expresados en la Declaración del Milenio, los mencionados Objetivos de Desarrollo se consideraron asumidos por todos los participantes en la Cumbre; y fueron ratificados posteriormente en varios eventos, destacándose: la Conferencia Internacional sobre la Financiación para el Desarrollo que tuvo lugar en Monterrey, México en marzo de 2002, y la Cumbre Mundial sobre Desarrollo Sostenible efectuada en Johannesburgo, Sudáfrica en el mes de septiembre de ese mismo año.
El «secuestro» y fracaso de la «Cumbre del Milenio + 5»
En este contexto, en septiembre de 2005, cinco años después de aprobar la Declaración del Milenio y 10 antes de que se cumpliera el plazo para cumplir los ODM, los Jefes de Estado y de Gobierno se reunieron nuevamente para debatir acerca de estos propósitos: evaluar su estado de cumplimiento, pero sobre todo los compromisos asumidos al respecto. Se trató de la ya mencionada «Cumbre del Milenio + 5», en la que según afirmara Kofi Annan, la tarea sería mucho más difícil que en el año 2000, «En lugar de fijar metas, esta vez los dirigentes deberán decidir cómo alcanzarlas».
Pero ya de antemano el Informe presentado por Naciones Unidas reveló que de mantenerse las tendencias, se corría el riesgo de que la mayor parte de los países más empobrecidos del planeta no pudieran cumplir varios de esos objetivos, y muchas de las metas. Así, entre otros graves problemas, se constató que mientras las tasas mundiales de pobreza se reducían principalmente en Asia, millones de personas más, habían caído en la pobreza extrema en África Subsahariana, «donde los pobres son cada vez más pobres». El empobrecimiento extremo seguía siendo una realidad cotidiana para más de 1 000 millones de seres humanos: en el 2002, en lo que eufemísticamente llamaban «mundo en desarrollo» padecían hambre 815 millones de personas, es decir solo 9 millones menos que en 1990; pero además más de 115 millones de niños en edad de asistir a la escuela primaria se veían privados de la posibilidad de hacerlo.
Asimismo, se informó que anualmente morían 11 millones de niños -30 000 por día-, mayormente producto de enfermedades prevenibles o tratables, los que podrían haber sido salvados con soluciones sencillas y de bajo costo. Igualmente, cada año perdían la vida más de medio millón de mujeres durante el embarazo o el parto; cifra que multiplicada por 20, constituía el número de féminas que sufrían lesiones graves o casos de discapacidad.
También, el Informe constató que los países ricos no habían respetado sus propios compromisos para el cumplimiento de los ODM, en especial, el número 8, dirigido a «Crear alianzas mundiales» para el desarrollo. Alianzas que presuponían obligaciones de ambas partes, en el caso de dichos países, esencialmente la prestación de «ayuda» para el avance y el comercio, así como el alivio de la deuda, básicamente destinando el 0,7% de su PIB […] por su parte los mal llamados países en desarrollo, debían garantizar el adecuado uso de estos recursos.
Pero, si bien se reconocía cierta recuperación en la Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD) al alcanzar en el 2004 la cifra récord de 79 000 millones de USD, en general, ésta seguía representando sólo el 0,25% de los ingresos de los países donantes, mientras sólo 5 Estados -Dinamarca, Finlandia, Luxemburgo, Noruega y Suecia- alcanzaban o superaban la meta de destinar el 0,7% de su PIB a la iniciativa; pero además, aún cuando se cumplieran todos los compromisos previstos para el año 2010, la cifra seguiría siendo inferior a la considerada necesaria para lograr los ODMviii.
Sin embargo, no fueron estos los principales puntos de análisis en la Cumbre que, supuestamente, había sido organizada en lo fundamental para ese propósito, una situación que, como ha sido dicho fue denunciada por varios de los asistentes, entre ellos, por Ricardo Alarcón, jefe de la Delegación cubana, el que en su discurso ante la plenaria, expresó «Fuimos convocados a examinar «los avances logrados en el cumplimiento de los compromisos contraídos en la Declaración del Milenio « y aquellos « derivados de las grandes conferencias y cumbres de las Naciones Unidas» , pero ese fin ha sido completamente desvirtuado (…) Estamos ante un fraude imperdonable. El objeto de esta reunión fue secuestrado en medio de tortuosas manipulaciones. Quienes se imaginan dueños del planeta no quieren siquiera recordar aquellas promesas, que fueron proclamadas con hipócrita fanfarria»ix.
Y es que, representado por un muy controvertido personaje, conocido por su anti-diplomacia y posiciones injerencistas, John Boltonx, a la sazón embajador ante Naciones Unidas, «EEUU secuestró la Cumbre» como publicara Granma Digital en su edición del 16 de septiembre del propio 2005, «El hecho de que el tema del desarrollo fuera marginado y los ricos lograran imponer aspectos como la reforma de la ONU -y en ella una serie de pretensiones que dejarían en mala posición a los subdesarrollados en caso de aprobarse-, marcó un secuestro de la Cumbre (…)Washington impidió que se recogieran sustancialmente en el documento, la ayuda al desarrollo, el tema del medio ambiente, y aún se opuso a la mención de las Metas del Milenio y a la inclusión del Tribunal Penal Internacional, bajo cuya jurisdicción podrían caer sus soldados cuando cometen delitos atroces como los comprobados en Iraq, Afganistán y el territorio ilegalmente ocupado de la base naval de Guantánamo. (…) Sobre el desarrollo, punto clave en la prioridad de los países pobres, solo se hizo el reconocimiento de que la movilización de recursos financieros es fundamental para luchar contra la pobreza. Y no más compromisos. Ni hablar de la ayuda oficial al desarrollo»xi.
De igual modo, la delegación cubana denunció la falta de democracia que caracterizó el trabajo desarrollado en la Cumbre, destacando, en primer término, que el proceso negociador realizado estuvo «plagado de irregularidades, de falta de transparencia, de secretividad, y de discriminación», siendo privilegiadas «las posiciones de algunos países y grupos de países poderosos, en detrimento de los intereses y prioridades de otros, los países pequeños y subdesarrollados, que constituyen la inmensa mayoría de esta Organización»xii.
Posiciones compartidas por parte de los representantes del Grupo de los 77 y el Movimiento de Países No Alineados, y especialmente por el presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Hugo Chávez F., quien en un enérgico discurso, entre otros aspectos medulares apuntó, «El propósito original de esta reunión ha sido desvirtuado totalmente. Se nos ha impuesto como centro del debate un mal llamado proceso de reformas, que relega a un segundo plano lo más urgente, lo que los pueblos del mundo reclaman con urgencia, como lo es la adopción de medidas para enfrentar los verdaderos problemas que obstaculizan e impiden los esfuerzos de nuestros países por el desarrollo y por la vida .(…) Pretendimos reducir a la mitad los 842 millones de hambrientos para el año 2015. Al ritmo actual la meta se lograría en el año 2215 (…) Habíamos proclamado la aspiración de lograr en el 2015 la enseñanza primaria universal. Al ritmo actual la meta se alcanzará después del año 2100″. (…) Hoy reclamamos desde los pueblos, en este caso el pueblo de Venezuela, un nuevo orden económico internacional, pero también resulta imprescindible un nuevo orden político internacional, no permitamos que un puñado de países intente reinterpretar impunemente los principios del Derecho Internacional».
Al referirse al documento presentado como texto central del conclave denunció que, «…fue entregado cinco minutos antes, ¡sólo en inglés!, a nuestros delegados y se aprobó con un martillazo dictatorial, que denuncio ante el mundo como ilegal, nulo e ilegítimo»xiii
En esencia, una manifestación de algo sobre lo que ya había llamado la atención Fidel en la Cumbre del Milenio, «Tres decenas de países desarrollados y ricos que monopolizan el poder económico, tecnológico y político, se reúnen aquí con nosotros para ofrecernos más de las mismas recetas que han servido sólo para hacernos cada vez más pobres, más explotados y más dependientes»xiv.
Así, la Cumbre devino verdadero fracaso, por dos razones básicas: los exiguos resultados que pudo mostrar, pues quedó claro que como expresara Ricardo Alarcón, «Eran 8 objetivos y 18 metas, en verdad modestos, que deberían cumplirse en su mayoría en el año 2015. (…) Muy poco se ha hecho para alcanzarlo. En varios de ellos hay un franco retroceso»; pero también, por la farsa orquestada por quienes, como él mismo denunciara, «se niegan a aceptar otro mundo diferente, fruto de la solidaridad y la justicia», movidos por «La codicia, el egoísmo, la irracionalidad nos llevarán a la hecatombe de la que no se salvarán tampoco»xv.
Un hecho muy grave que no puede ser olvidado, y mucho menos hoy, cuando la humanidad atraviesa una de las peores crisis de su corta historia, crisis que puede llevarla al holocausto, si no se le detiene a tiempo; pero además, cuando muy pocos días separan a los pueblos del mundo de una nueva y trascendental oportunidad, en la que, unidos, pudieran encontrar los caminos que eviten este holocausto; un hecho en definitiva que no debe repetirse y que nos convoca, una vez más, a estar alerta.
La «Cumbre del Milenio + 10»
Un lustro después tendrá lugar un nuevo encuentro de los Jefes de Estado y de Gobierno, el que, siguiendo la pauta del 2005, como ha sido mencionado, pudiera ser identificado como la «Cumbre del Milenio + 10»; evento que al realizarse en un momento trascendental de este proceso, adquiere una importancia excepcional. Se trata de que, como ha señalado el Secretario General de las Naciones Unidas, Ban Ki-moon, en un informe de seguimiento de la iniciativa presentado en febrero del presente, «Los Objetivos de Desarrollo del Milenio son la expresión más visible de las metas de desarrollo convenidas internacionalmente vinculadas con el programa de desarrollo de las Naciones Unidas. (…) Con cinco años por delante hasta el vencimiento del plazo fijado en 2015, la posibilidad de no llegar a alcanzarlos por falta de compromiso es muy real. Ello sería un fracaso inaceptable, tanto en sentido moral como práctico. Si fracasamos, se multiplicarán los peligros que acechan al mundo: inestabilidad, violencia, epidemias, deterioro ambiental y crecimiento demográfico descontrolado»xvi.
Solo que la situación es muy dramática
De acuerdo con el citado documento presentado por Ban Ki-moon, así como el «Informe de 2010 de los Objetivos de Desarrollo del Milenio», recientemente publicado por Naciones Unidas, «muchos países están progresando» en el cumplimiento de esos propósitos, demostrando con ello que el hecho de establecer metas colectivas para luchar contra los flagelos de la pobreza y las consecuencias del empobrecimiento extremo que afecta a la mayor parte de la humanidad, «efectivamente da resultados»; solo que, las «…promesas incumplidas, los recursos inadecuados, la irresponsabilidad y la insuficiente dedicación a la consecución de un desarrollo sostenible han constituido déficits en muchas áreas, muchos de ellos incrementados por la crisis económica y financiera mundial». En consecuencia, «A pesar de que se han conseguido importantes avances, estos son irregulares y, si no se hace un esfuerzo importante, muchos de los ODM probablemente no se cumplirán en muchas regiones. Los nuevos y no tan nuevos desafíos, amenazan con ralentizar el progreso en ciertos sectores, o incluso eliminar algunos de los avances obtenidos hasta el momento» xvii.
Así, lejos de disminuir, la cifra de personas sub-nutridas ha continuado aumentando, «mientras que el lento avance hacia la reducción del hambre en el mundo se ha detenido o incluso revertido en ciertas regiones entre 2000-2002 y 2005-2007». En total, «129 millones de niños tienen un peso inferior al normal y 195 millones de niños de menos de 5 años tienen un crecimiento retrasadoxviii«, esencialmente debido a la «…falta de alimentos, mala calidad de la comida, servicios de saneamiento, agua y salud inadecuados, y condiciones precarias de higiene y alimentación», con el agravante de que, en abrumadora mayoría, proceden de los empobrecidos países del «Sur geopolítico», en los que la inequidad se hace también muy visible.
Se trata de que, en dichos países «los niños de los hogares más pobres tienen una probabilidad dos veces mayor de tener un peso inferior al normal, que los de los hogares más ricos»; disparidad que resulta mucho más angustiosa en aquellas regiones con una alta preeminencia de menores con insuficiencia ponderal -bajo peso-; por ejemplo el sur asiático, donde casi el 60% de los infantes de las familias de menores ingresos o en situación de pobreza extrema pesa menos de lo normal, valor que llega sólo al 25% en las de situación económica privilegiadaxix.
En este contexto, estimaciones de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), denunciaban que en el 2009, 1 020 millones de personas en el mundo se encontraban desnutridas, o lo que es lo mismo padecían hambre crónica, la cifra más alta desde 1970, primer año del que se tienen estadísticas comparables, «hambre que ha aumentado no como consecuencia de las malas cosechas, sino debido a los elevados precios domésticos de los alimentos, a los menores ingresos, y al creciente desempleo, fruto de la crisis económica mundial». Situación en la que existe un agravante: según la propia FAO, aún antes de la crisis alimentaria y económica, el hambre ya estaba aumentando; en consecuencia, «El objetivo de la Cumbre Mundial sobre la Alimentación de reducir a la mitad el número de personas sub-nutridas para el año 2015 no se alcanzará si las tendencias que prevalecían anterior a estas crisis se mantienen» xx.
En «el 2005 se estimaba que 1,4 mil millones de personas todavía vivían en condiciones de pobreza extrema» -dígase mejor empobrecimiento-, situación que deberá persistir como efecto de la crisis financiera global. Y es que, las últimas estimaciones del Banco Mundial sugieren que en 2009, éstas «habrá dejado a 50 millones de personas más en pobreza extrema, y a unos 64 millones para fines de 2010» entre otras causas por el deterioro creciente que sufre el mercado de trabajo. De acuerdo con la OIT, en el 2009, la tasa de empleo vulnerable a nivel mundial se encontraba entre 49% y 53%, correspondiente a entre 1500 y 1600 millones de personas que trabajan por cuenta propia o sin remuneración en un negocio familiar, calculándose además que el «3,6% de los trabajadores del mundo corría el riesgo de caer en la pobreza entre 2008 y 2009 (…) lo cual es un aumento alarmante y un paso atrás tras muchos años», en África Subsahariana, el 63,5% podría caer por debajo de la línea de pobreza extrema»xxi. Situación que a nivel mundial se torna «aún más grave si también se tienen en cuenta otras dimensiones de este indicador como «las privaciones, la marginación social y la falta de participación»xxii.
Conjuntamente, las naciones más empobrecidas del planeta, y en ellas, los grupos más excluidos, «….los que menos han contribuido al problema del cambio climático, son quienes mayormente sufren sus efectos. El riesgo de muerte, minusvalía y pérdidas económicas debidas a desastres naturales está aumentando a nivel mundial«. Se calcula que el 97% de dichos riesgos los sufren estos grupos: de 2008 hasta marzo de 2010 fallecieron 470 000 personas debido a esas causas, las pérdidas económicas alcanzaron los $262 mil millones -excluyendo 2010-. Un escenario en el que los mal llamados «países en vías de desarrollo», y en ellos, los pequeños Estados insulares, constituyen el 60% y el 67% respectivamente de los económicamente vulnerables o muy vulnerables ante estos flagelosxxiii. La situación que hoy sufre Pakistán constituye un triste ejemplo de lo anterior.
Conjuntamente, «Los conflictos armados se mantienen como una de las principales amenazas para la seguridad humana y para el avance hacia la consecución de los ODM. Gran cantidad de refugiados permanecen en campos con pocas oportunidades de mejorar sus vidas»xxiv. Al cierre de 2009, 42 millones de personas habían sido desplazadas por dichos conflictos o persecución, de ello, el 44% tiene menos de 18 años de edad; como agravante, «Más de 5,7 millones de refugiados están atrapados en situaciones prolongadas para las que hay poca esperanza de encontrar una solución dentro de poco tiempo, entre ellos alrededor del 70% de los refugiados de África»xxv.
Pero además, según el Informe de Ban Ki-moon, a pesar de muy discretos progresos, de mantenerse las tendencias actuales, «es probable que muchos países no alcancen las metas de salud de los Objetivos de Desarrollo del Milenio para el año 2015″. Así, en el 2008, la tasa de mortalidad infantil en los llamados «países en desarrollo» ascendía a 99 muertes por cada 1 000 nacidos vivos en 1990, en el 2008 había logrado decrecer a 72; sin embargo, se trata de una disminución muy inferior al propósito planteado: 33 fallecimientos por cada 1000 nacidos vivos.
En cuanto a la mortalidad infantil en el primer mes de nacido -período neonatal-, la situación se presenta aún peor: no ha habido progresos, el 36% de las muertes de niños menores de 5 años se producen durante ese ciclo. Conjuntamente, la mortalidad materna disminuyó sólo marginalmente, de 480 muertes por cada 100 000 nacidos vivos en 1990 a 450 en 2005, «a este paso, la meta de 120 muertes por cada 100.000 nacidos vivos no se alcanzará para el año 2015».
De la misma forma, las pandemias mantienen todo su potencial de riesgo. En lo que respecta al VIH Sida, si bien en el 2008 el número de nuevas infecciones por el virus -2,7 millones-, logró una disminución del 30% respecto al nivel máximo de 3,5 millones registrado en 1996, el progreso no ha bastado para revertir la trayectoria de la epidemia, esencialmente porque, por lo general, las medidas de prevención y medicación resultan insuficientes: por cada 2 personas que comienzan un tratamiento antirretroviral, hay 5 cinco nuevas infecciones, indicativo de que no se ha concedido suficiente prioridad a las medidas de prevención.
Asimismo, en el 2008, se presentaron aproximadamente 250 millones de episodios de malaria, causantes de unas 850 000 defunciones, alrededor del 90% de las cuales se produjeron en África, fundamentalmente entre niños de menos de 5 años de edad. Por su parte, la incidencia mundial de la tuberculosis parece haber alcanzado su nivel más alto en 2004, y ahora se está reduciendo lentamente en la mayoría de las regiones del orbe, a excepción de los países africanos con una alta prevalencia de VIH; sin embargo, se mantiene como un problema muy serio, específicamente la epidemia de tuberculosis multirresistente, motivo de gran preocupaciónxxvi.
Mientras, las metas respecto a la Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD) siguen siendo una quimera. En el 2008, una evaluación del cumplimiento del mencionado Objetivo número 8 de los ODM, «Crear alianzas mundiales» para ese fin, formulaba que los esfuerzo para incrementar la AOD «han sufrido un revés»; entonces, los países ricos integrantes del Comité de Asistencia para el Desarrollo de la Organización de Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE), comprometidos a donar el 0,7% de su PIB, solo habían aportado el 0,28%, en cifras absolutas $122,3 mil millonesxxvii. Situación que ha sufrido muy pocas variaciones: en su edición del 2010, el Informe de la ONU muestra que en el 2009 el aporte neto de dichos países desarrollados continúa por debajo del 0,7% de sus ingresos totales; al finalizar ese período, esta contribución sumó $119,6 mil millones, equivalente al 0,31% de sus entradas, lo que si bien en términos reales significa un leve incremento en comparación con 2008, «medido en dólares actuales de EEUU» representa una reducción de casi 3%xxviii.
En consecuencia, no será fácil el trabajo de los Jefes de Estado y de Gobierno que habrán de reunirse en la Cumbre si logra imponerse la voluntad de buscar, de manera unida, soluciones constructivas y valederas para tan dramática situación. Solo que, tampoco parecen ser muchas las probabilidades de que así sea. Hasta el momento, los países ricos del planeta han mostrado muy poca voluntad política para ello; dígase mejor, para saldar en cierta medida, esa impagable deuda que contrajeron con la mayor parte de la humanidad, ahora empobrecida y sufriente por las mismas razones.
Y es que el escenario resulta ciertamente difícil. El sistema capitalista, hoy en su fase imperialista globalizadora, enfrenta la más aguda crisis estructural y global de toda su historia: crisis económico-financiera, medio-ambiental, energética, alimentaria, y en consecuencia, social; una situación nada sorprendente, sobre la cual llamó la atención el Comandante en Jefe, Fidel Castro en el emblemático discurso que pronunciara en la «Cumbre del Milenio» hace 10 años atrás, ideas que mantienen hoy toda su vigencia, «Nada de lo que existe en el orden económico y político sirve a los intereses de la humanidad. No puede sostenerse. Hay que cambiarlo. Basta recordar que somos ya más de 6 mil millones de habitantes de los cuales el 80 por ciento es pobre. Enfermedades milenarias de los países del Tercer Mundo como la malaria, la tuberculosis, y otras igualmente mortíferas no han sido vencidas; nuevas epidemias como el SIDA amenazan con extinguir la población de naciones enteras, mientras los países ricos invierten sumas fabulosas en gastos militares y lujos, y una plaga voraz de especuladores intercambian monedas, acciones y otros valores reales o ficticios, por sumas que se elevan a millones de millones de dólares cada día. La naturaleza es destrozada, el clima cambia a ojos vista, las aguas para el consumo humano se contaminan y escasean; los mares ven agotarse las fuentes de alimentos para el hombre; recursos vitales no renovables se derrochan en lujos y vanidades»xxix.
Sin embargo, como respuesta, a manera de autodefensa y en irracional paradoja, los jerarcas de ese «capitalismo agonizante», como lo calificara Nom Chomsky, y por ello mucho más destructivo, han potenciado el carácter egoísta, depredador, racista y exterminador que caracteriza al sistema, para lo cual utilizan todos los instrumentos a su alcance, entre ellos, subvertir el mandato de los organismos internacionales, a los que, impúdicamente, ponen a trabajar a su servicio, haciéndoles olvidar los objetivos a los cuales deben servir.
¿Lograrán también «secuestrar» la «Cumbre del Milenio + 10»?
En resumen, existen grandes posibilidades de que se repita lo sucedido en el 2005 y que un nuevo «secuestro» que logre desviar la atención sobre lo más importante, entiéndase, buscar respuestas urgentes a estas preguntas, ¿cómo salvar a la humanidad del descalabro?, ¿cuáles deben ser el aporte real y los compromisos de cada uno de los países del mundo, grandes y pequeños, ricos y empobrecidos, para evitar que esto ocurra? Probabilidad mucho más evidente si se presta atención al mensaje trasmitido por Fidel en su Reflexión titulada, «La ONU, la impunidad y la guerra», acerca de las manipulaciones de que puede ser objeto la Secretaría General de las Naciones Unidasxxx.
Una situación entonces en la que vale la pena recordar otra importante idea expresada por Fidel en la propia Cumbre del Milenio, en la que, con su magistral visón estratégica, una vez más, indicó el camino, «Cualquiera comprende que el objetivo fundamental de las Naciones Unidas en el siglo apremiante que comienza, es el de salvar al mundo no sólo de la guerra sino también del subdesarrollo, el hambre, las enfermedades, la pobreza y la destrucción de los medios naturales indispensables para la existencia humana. ¡Y debe hacerlo con premura antes de que sea demasiado tarde!
El sueño de alcanzar normas verdaderamente justas y racionales que rijan los destinos humanos, a muchos les parece imposible. ¡Nuestra convicción es que la lucha por lo imposible debe ser el lema de esta institución que hoy nos reúne!»
La Habana, 1ro de septiembre de 2010
«Año 52 de la Revolución»
i Alarcón, R. « Discurso del Excmo. Dr. Ricardo Alarcón de Quesada, presidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular de la República de Cuba, en la Reunión Plenaria de Alto Nivel del 60 Periodo de sesiones de la Asamblea General de la ONU». Nueva York, 16 de septiembre de 2005. Sitio WEB: www.cubaminrex.cu
ii Asamblea General de Naciones Unidas. «Declaración del Milenio», 13 de septiembre de 2000. Quincuagésimo quinto período de sesiones. Tema 60 b) del programa. Sitio WEB: http://www.un.org
iii Castro R., F. «Discurso pronunciado por el presidente de la República de Cuba, Dr. Fidel Castro Ruz, en la Cumbre del Milenio, Naciones Unidas, Nueva York, el 6 de septiembre del 2000». Sitio WEB: http://www.cuba.cu/gobierno
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* La autora es miembro del Centro de Estudios Europeos de la Habana, Cuba