Fukuyama comienza con los problemas ideológicos de la sociedad «occidental» actual, diciendo en particular que la crisis financiera global, que ha comenzado en 2008 y la crisis en marcha del euro son las consecuencias del funcionamiento del modelo del capitalismo financiero de débil regulación, formado en los últimos 30 años. A continuación Fukuyama reflexiona largamente […]
Fukuyama comienza con los problemas ideológicos de la sociedad «occidental» actual, diciendo en particular que la crisis financiera global, que ha comenzado en 2008 y la crisis en marcha del euro son las consecuencias del funcionamiento del modelo del capitalismo financiero de débil regulación, formado en los últimos 30 años. A continuación Fukuyama reflexiona largamente sobre el tema de las «izquierdas» y las «derechas», habla de la ausencia de nuevas ideas en el movimiento «de izquierda» y las dificultades que ello causa a los liberales de derecha. Aquí se podría discutir acerca del uso de los términos: la izquierda no necesariamente es conservadora y puede perfectamente apoyar parte de las ideas liberales, lo que ocurría incluso en la URSS que promovía activamente aquellos valores individuales (como, por ejemplo, el deseo de estudiar) que no contradecían los valores tradicionales. También el liberalismo en su versión «occidental» actual se diferencia seriamente de las ideas que movían a los defensores de esta concepción en el siglo XVIII. Lo interesante está en otra cosa – Fukuyama no dice nada de dónde ha salido el «capitalismo financiero», de cómo nace de la base ideológico-filosófica del liberalismo, que Fukuyama considera como la base del capitalismo y, lo más importante, por qué la teoría económica capitalista al uso, «economics», no puede explicar las causas de la crisis económica actual.
En realidad, el problema de la ausencia de tal explicación es la idea principal de la primera parte del artículo de Fukuyama. Pero no es suficiente con constatar que existe una crisis de las ideas, sería interesante además descubrir de dónde, a cuenta de qué y cómo ha aparecido. Está claro que se trata de una tarea mucho más difícil, que simplemente constatar el hecho, pero si no se hace, todas las construcciones del autor quedan suspendidas en el aire, porque los problemas de estas dimensiones no pueden haber surgido del vacío. Y a juzgar por todo, Fukuyama, al menos por ahora, no tiene respuesta a esta pregunta.
Pero nosotros sí que la tenemos. Esta respuesta además no solo aclara por qué el pensamiento económico «occidental» actual es incapaz de dar la explicación a la crisis, sino que también aclara por qué se atasca el pensamiento «de izquierda». Pero sigamos por orden. Comencemos con que desde los finales del siglo XIX el desarrollo de las ideas «de izquierda» estuvo muy influido por las ideas de K.Marx, quien había creado una descripción sistemática y global del mundo, como se dice «a partir de Adán». La historia, filosofía y economía política fueron reescritas dentro del marco de un lenguaje único, «continuo», lo que había creado una concepción extremadamente convincente y atractiva, que hasta los años 80 del siglo pasado no hizo más que aumentar su autoridad en el mundo.
El mundo capitalista sin embargo no poseía semejante concepción unitaria, «continua» y a raíz del enfrentamiento ideológico iniciado había decidido crearla. La sociología de Weber, los nuevos conceptos históricos, nueva teoría económica (para crearla incluso fue desechado el termino de «economía política» introducido por Adam Smith a favor de la impersonal «economics») fueron unidas para crear un cierto modelo, que hubo que remendar y aplanar durante cien años, para que no se notaran «las costuras» bastante burdas en realidad. Pero esas juntas quedaron – la crisis de ideas actual es un ejemplo. Dado que el enfrentamiento ideológico era muy serio, algunos principios básicos dentro de este trabajo no nacieron como el fruto de las construcciones lógicas filosóficas, sino como una radical negación de los correspondientes principios del marxismo. Particularmente, si el marxismo partía de la lógica del carácter finito del capitalismo dentro del tiempo, el fundamento básico de «economics», así como de toda la teoría liberal, «occidental» está construido sobre la idea de que el capitalismo por principio es infinito.
Señalemos que la idea del final del capitalismo en el marxismo no cayó del cielo, más aún, probablemente de esta misma comprensión por parte de Marx nació su conclusión de la necesidad de elaborar las ideas comunistas – como método para describir la sociedad poscapitalista, en su opinión inevitable. ¿Pero de dónde cogió Marx esa idea? Para comprender su aparición debemos recordar que el mecanismo del desarrollo económico en el capitalismo (como también en el socialismo, por cierto) está constituido por el modelo (paradigma) del progreso científico-técnico, que se produce gracias a la profundización en la división del trabajo. Lo comprendían todavía los filósofos naturales del siglo XVI, también Adam Smith había dedicado bastante espacio a la descripción de este proceso. Pero él fue más lejos y expresó la maravillosa idea de que en el marco de un sistema económico cerrado el nivel de la división del trabajo depende de la dimensión de los mercados.
Esta idea se podría interpretar de otra manera: si la ampliación de los mercados por algún motivo queda limitada, a partir de cierto momento la continuación en la profundización en la división del trabajo se hace imposible y, por lo tanto, la economía entra en una seria crisis, que en nuestros trabajos hemos definido como la crisis de la caída de la eficacia del capital. Señalemos que semejantes crisis ya se han dado en la historia varias veces: a principios del siglo XX, en los años 30 del siglo pasado, en los años 70… y, por último, esta crisis ha comenzado hoy. Sobre la situación actual hablaremos algo más adelante, pero de momento hagamos una importante conclusión filosófica: dado que el proceso de la ampliación de los mercados está limitado por las dimensiones de la Tierra, el progreso científico-técnico en su modelo actual queda delimitado en el tiempo por principio, ¡inevitablemente tendrá que terminar antes o después! Tanto el propio Adam Smith, como Marx, dado que se ocupaba precisamente de la economía política, que fue creada por Smith y Ricardo, debían comprenderlo claramente. Otra cosa es que estas consideraciones eran para ellos una abstracción un tanto lejana, aunque Engels todavía estaba vivo cuando se produjo la primera crisis de la caída de la eficacia del capital a finales del siglo XIX, pero un científico de la talla de Marx no podía no comprender la importancia de esta circunstancia. No se puede descartar que justamente esta comprensión le motivara a desarrollar la concepción de la sociedad poscapitalista.
La cuestión de si sus construcciones resultaron exitosas es de momento difícil de discutir, la opinión de Fukuyama de que estas ideas «han muerto» es claramente precipitada, de lo que hablaré todavía. Pero en toda la economía política del marxismo, en general, en todo el complejo de las ideas marxistas, el punto sobre el final del capitalismo ocupa un lugar de importancia fundamental. Hoy ya podemos constatar que las ideas de Adam Smith han llegado hasta su culminación lógica: es imposible continuar ampliando los mercados globalizados, y por lo tanto, la crisis de la caída de la eficacia del capital, que ya dura varios años, no puede terminar en el marco de la conservación del modelo de desarrollo anterior.
Recordemos que crisis similares ya habían ocurrido en el siglo pasado, pero entonces se debían a que la ampliación de los mercados de una zona tecnológica concreta chocaba con otras zonas iguales (es decir que teóricamente, a medida de la destrucción de los competidores, la ampliación era posible). Hoy la situación ha cambiado de raíz – los mercados se han convertido en globales, ya no pueden ser ampliados por principio.
Ahora es cuando debemos volver a las concepciones liberales «occidentales» de la descripción del mundo en general y de la economía en particular. Repitamos la idea ya mencionada: dado que los modelos marxistas, comunistas hablaban del final del capitalismo, los modelos alternativos, elaborados en el marco de la oposición ideológica, se construían de tal manera, que contenían de manera inmanente, no destacada como una tesis aparte, el principio de lo «infinito» del capitalismo. Precisamente en eso consiste la tragedia del pensamiento económico «occidental» actual: utilizando su lenguaje es imposible describir por principio la crisis actual, como la crisis del fin del paradigma del progreso científico-técnico.
Ahora tiene sentido volver a tema antes prometido de los problemas de las ideas «de izquierda». Dado que en el mundo «occidental» tampoco pueden desarrollar la tesis del final del capitalismo, quedan fundamentalmente empobrecidas. Y otro momento, al que Fukuyama, por cierto, dedica su atención, consiste en que toda la teoría marxista desde los tiempos de Lenin se elaboraba persiguiendo unos objetivos extremadamente prácticos, donde el proletariado, cuyo papel se redujo drásticamente a lo largo de los últimos cien años, era el actor principal. La conclusión principal que puedo sacar de las reflexiones de Fukuyama al principio de su artículo, consiste en que todas ellas surgen como consecuencia de la imposibilidad de reconocer (sin importar en realidad, de si lo hace consciente o inconscientemente) que el final del capitalismo se ha convertido hoy en la realidad acuciante. ¡De alguna manera se trata del intento de camuflar el propio hecho de la existencia de este tabú!
A continuación Fukuyama escribe sobre la democracia y la guerra ideológica en los siglos XIX y XX entre las ideas liberales y comunistas, y también sobre el papel de la democracia. Parcialmente ya he descrito esta lucha en los párrafos anteriores, en parte habrá que decir algo más. En particular, Fukuyama dice que la disminución del lugar y papel del proletariado en la sociedad, que decidió el destino de las ideas comunistas en el mundo «occidental» hacia su drástica caída, fue la consecuencia de la aparición de la clase «media», que se había convertido en el principal consumidor de las ideas de la democracia parlamentaria y de la obligatoria conservación de la propiedad privada. Aquí es difícil no estar de acuerdo, pero es necesario destacar una cosa importante que se deduce de lo dicho anteriormente. Más exactamente, la propia aparición de la clase «media» fue la consecuencia de la existencia de la URSS y del campo socialista, miedo ante el cual obligó a la burguesía a «compartir» los beneficios. ¡Pero desde el punto de vista económico el problema consiste en que la propia presencia de la clase «media» solo es posible dentro del marco del crecimiento económico permanente, porque esta clase fue creada y se mantiene en el marco de la reproducción ampliada y el continuo aumento de la inyección del crédito en la demanda del consumo!
La valoración de las dimensiones de la caída de la demanda particular en los países capitalistas desarrollados, que hemos realizado dentro del marco del trabajo sobre la teoría de la crisis económica actual en los años 1999-2003, tanto por el balance de la demanda y los ingresos reales de la población, como por la valoración de los balances intersectoriales, demuestra que ¡incluso en los países más ricos la conservación de la clase «media» según los resultados de la crisis actual, es imposible! Y la imposibilidad de la ampliación de los mercados no deja la posibilidad de compensar esta caída a costa de las fuentes externas con respecto al sistema capitalista (como ocurría en el siglo XX), debido a su ausencia.
No puedo negar las conclusiones de Fukuyama acerca del papel de la clase «media» en la sociedad actual, pero el hecho de que no reconoce las concepciones político-económicas de A.Smith y de K.Marx sobre el final del capitalismo, desvaloriza sustancialmente toda su retórica que se refiere al futuro. ¡Simplemente porque en el futuro será sencillamente imposible continuar la política que llevó a la sociedad «occidental» capitalista al éxito (relativo) de las ideas liberales, de la democracia y del papel destacado de la clase «media». Dentro del marco de la crisis en marcha esta capa de la población ¡sencillamente dejará de existir como un factor socialmente importante! Aproximadamente igual que había ocurrido con el proletariado en la segunda mitad del siglo XX.
Lo cual quiere decir que los problemas ideológicos de la sociedad «occidental» no consisten únicamente en la ausencia de nuevas ideas económicas, sino también de las nuevas ideas socio-políticas. Toda la estabilidad socio-política de esta sociedad, todo el complejo de sus ideas básicas se fundamenta hoy en la clase «media», que, tal y como se deduce de los principios, enunciados todavía por Adam Smith ¡dejará de existir en el futuro próximo!
En la siguiente parte de su texto Fukuyama escribe que hoy no existe alternativa real a la democracia para el mundo en su conjunto, no así para algunos países con sus particularidades, y yo no puedo menos que estar de acuerdo. Lo malo es que muy pronto este mundo, o mejor dicho, el modelo económico en el que está basado, dejará de existir. Tampoco existirá la clase «media» – es decir que desaparecerá el principal «consumidor» de la democracia, en opinión de Fukuyama. Esto no quiere decir que la «democracia» desaparezca – pero quién será su principal consumidor y que forma tendrá, si será parecida a la forma «occidental» de hoy – es una cuestión abierta.
Sin embargo Fukuyama no sería Fukuyama si no comprendiera todo el alcance de los problemas que surgen hoy ante el mundo «occidental». Así que en el siguiente apartado, dedicado al futuro de la democracia, escribe claramente: «Hoy en el mundo existe la correlación entre el crecimiento económico, los cambios sociales y el liderazgo de la ideología liberal-democrática. Y además no se divisa ninguna alternativa ideológica competitiva. Sin embargo algunas inquietantes tendencias económicas y sociales, de conservarse, pueden poner en peligro la estabilidad de las democracias liberales actuales y destronar la ideología democrática en su comprensión actual.»
De esta manera Fukuyama de nuevo reafirma su tesis sobre la importancia de la clase «media» y comienza a razonar sobre que ésta se encuentra hoy seriamente amenazada. Habla de las tendencias económicas negativas, de creciente distancia entre los ricos y los pobres, de la redistribución de las ganancias, del papel negativo de la globalización etc. Pero al mismo tiempo, debido al mencionado antes tabú, no comprende que todos estos procesos son la consecuencia de la necesidad de suavizar la creciente influencia de la crisis de la caída de la eficacia del capital, imposible de detener hoy por hoy en el marco del modelo del progreso científico-técnico.
Debido a esta causa su tesis de que «las ideas razonables y la política adecuada podrían disminuir el daño» no resiste la crítica. Ni Alemania, ni China, ni otros países pueden proporcionar ejemplos útiles – como mucho se puede hablar de la redistribución de los ingresos a la baja entre los diferentes países. De momento las mencionadas China y Alemania lideran este proceso, pero la tendencia general hacia el descenso les alcanzará antes o después.
Aquí Fukuyama vuelve al problema de las ideas «de izquierda». Dice que «la izquierda» ha perdido la confianza, que los sistemas estatales de la redistribución de los recursos no trabajan para la sociedad y las personas, sino para la burocracia y, como consecuencia, hoy las ideas populistas son lanzadas más bien por «las derechas» que por «las izquierdas». No puedo no estar de acuerdo – pero habría que comprender que, en primer lugar, «la izquierda» en los países «occidentales» está obligada a utilizar el «lenguaje» liberal, con el que es simplemente imposible expresar algunas de sus ideas fundamentales, algo de lo que ya he hablado al principio de mi artículo. En segundo lugar, estas ideas fueron elaboradas y son efectivas cuando existe la clase interesada en su realización. Si no existe el proletariado que controla el sistema de la distribución, entonces el sistema no va a trabajar en el beneficio de la sociedad, tenemos como ejemplo todas las reformas sociales en Rusia actual, trátese de la educación, de la salud pública, sistema de la defensa del trabajo, de la protección de los menores. El propio Fukuyama expone detalladamente los correspondientes argumentos en aplicación a las ideas de la democracia y de la clase «media» que es su principal consumidor.
En tercer lugar, todo el conjunto de las ideas «de izquierda» se elaboró con un carácter «científico-práctico», cuyo objetivo consistía en la conquista del poder por el proletariado. Está claro que esta componente práctica dentro de la sociedad capitalista fue severamente depurada, lo que empobreció drásticamente el conjunto de esas ideas. Destaquemos que es en este apartado donde Fukuyama habla de la «muerte» del marxismo lo que me parece un gravísimo error. En cuanto el poderosísimo rodillo de la ideología liberal, apoyado por toda la maquinaria estatal de los países capitalistas, comience a fallar, lo cual, como se deduce de lo dicho anteriormente, es prácticamente inevitable, también inevitablemente comenzará el renacimiento de las ideas comunistas. Y este momento no está muy lejos. Otra cosa es que no está claro de que sea el único conjunto de ideas nuevas. Más adelante Fukuyama intenta describir la ideología del futuro. Aquí voy a citarle, ya que justo en este apartado comienzo a no coincidir con él de manera categórica. Así que Fukuyama escribe: «Ella (nueva ideología) debería de contener al menos dos componentes, político y económico. En el aspecto político la nueva ideología debe reafirmar la supremacía de la política democrática sobre la economía, así como de nuevo reforzar la legitimidad del estado como expresión de los intereses de la sociedad».
Comprendo el deseo de Fukuyama, pero antes ya he explicado – después de la crisis no quedarán grandes grupos sociales que necesiten la democracia. Lo mismo ocurría en el siglo XIX, cuando la mayoría de la población no poseía propiedad. Surge una seria duda de si el correspondiente conjunto de ideas no se va a transformar, lo mismo que a finales del siglo XX había «desaparecido» el marxismo. Es decir no como idea, sino como su realización en la práctica. Y así otros filósofos a mediados del siglo XXI escribirán sobre la «muerte» de las ideas del liberalismo y de la democracia.
«En el aspecto económico la ideología no puede comenzar por la condena del capitalismo, como si el viejo socialismo siguiera siendo una alternativa válida. Se trata de corregir el capitalismo y de decidir hasta qué punto el estado debe ayudar a la sociedad a adaptarse a los cambios», escribe Fukuyama a continuación, y de nuevo es imposible estar de acuerdo. Solo se puede corregir aquello que tiene detrás un recurso para el desarrollo, como, por ejemplo, la «reaganomía», aquel mismo «capitalismo financiero», del que Fukuyama habla al principio de su texto, había corregido en los años 80 del siglo XX el modelo anterior del capitalismo. Lo que había permitido detener la crisis de turno de la caída de la eficacia del capital de los años 70, destruir a la URSS y por última vez ampliar los mercados de ventas.
Pero en la situación actual ya no hay recurso para el desarrollo. Y por lo tanto, se critique o no se critique el capitalismo, la situación no va a cambiar. No cambiará de ninguna manera. Pero como al día de hoy no hay modelos alternativos, más aún, mientras exista el monopolio de la ideología liberal, incluso está prohibido decirlo en voz alta – volvemos al problema de la crisis de las ideas, por la que comienza su texto Fukuyama.
A continuación Fukuyama escribe sobre que la globalización no se debe ver como un hecho inevitable, sino como un reto y una posibilidad, que deben ser políticamente controlados a conciencia. «Nueva ideología no va a considerar el mercado como el fin en sí mismo, sino que más bien debe valorar el comercio mundial y las inversiones no únicamente desde el punto de vista de acumulación de la riqueza nacional, sino como la inversión en la prosperidad de la clase media», dice Fukuyama y de nuevo se equivoca. Las ideas de Adam Smith funcionan tanto hacia adelante como hacia atrás. Se puede profundizar la división del trabajo, pero, a partir de un cierto momento, exclusivamente a costa de la ampliación de los mercados, así que su inevitable disminución, a medida de que vaya cayendo la demanda particular estimulada durante casi 30 años, llevará sin remedio a la disminución del nivel de la división del trabajo y a la desintegración de los mercados globales. En la práctica, si se trata de conservar el capitalismo, será el capitalismo que asegure el nivel de los ingresos de la mayoría de la población igual a como sean estos después de la crisis. En actualidad los ingresos medios de un hogar en los EE.UU. por su nivel adquisitivo en dólares reales equivale a los años 60 del siglo pasado, a medida de la disminución del crédito y la caída de la economía podría caer hasta el nivel de los principios de los años 30. Ya no existirá ninguna clase «media» – de modo que el cuadro del mundo será muy distinto al que nos describe Fukuyama.
A continuación él critica las ideas económicas actuales y algunas técnicas de gestión en lo que de nuevo habrá que darle la razón. Pero otra vez, a modo de conclusión, vuelve a la afirmación de que la clase «media» debe aparecer como la autora y la difusora de la nueva ideología alternativa, es decir que otra vez queda atrapado en el mismo callejón ideológico, que de hecho ya estaba contenido en el conjunto de las ideas «occidentales» liberales desde su origen. Dado que está prohibido describir el final del capitalismo y que, a su modo de ver, las ideas del liberalismo y de la democracia están obligadas a vencer, Fukuyama es incapaz de ver los problemas de la sociedad posterior a la crisis de manera clara y serena. Antes que nada porque en el sentido económico la clase «media» no podrá existir en esta sociedad. Así que podemos comprobar que el análisis del artículo de uno de los más profundos y brillantes representantes del actual pensamiento «occidental», realizado desde la óptica de la teoría de la crisis que hemos desarrollado y dentro del marco del derecho a la existencia de las tesis de la economía política, y no de economics, demuestra que el callejón sin salida de este pensamiento es en realidad aún más profundo de lo que describe Fukuyama. Más aún, si debemos considerar su artículo como el comienzo del trabajo sobre aquellos nuevos principios ideológicos, de los que al final de su texto habla el autor, se puede constatar que siguiendo la vía trazada seguro que no los va a encontrar.
En realidad me cuesta imaginar cómo en el marco de la conservación de los principios básicos de este sistema de pensamiento, se puede encontrar la salida del mencionado callejón. Tengamos en cuenta que fuera de los fundamentos ideológicos del pensamiento «occidental» liberal, este callejón no existe – lo que se ve perfectamente en nuestra teoría de la crisis, elaborada hace más de 10 años.
Mikhail Khazin es economista ruso, en sus análisis parte de la teoría de la crisis, elaborada por él a finales de los años 1990. En colaboración con A.Kobiakov ha publicado el libro «El ocaso del imperio del dólar y el fin de la Pax Americana» /Ed. Veche, Moscú, 2003).
Traducción directa del ruso para el CEPRID (www.nodo50.org/ceprid) de Arturo Marián Llanos