Los países ricos del Norte han retrasado la contención del contagio, incluida la vacunación masiva, en los países en desarrollo, mientras que los esfuerzos fiscales mucho más débiles de Sur global han profundizado el creciente apartheid de la pandemia mundial.
Lecciones aprendidas
A pesar de los limitados recursos fiscales y el modesto apoyo externo, los esfuerzos de los gobiernos también deben abordar la insostenibilidad, la desigualdad y otros problemas debidos a los acuerdos económicos, sociales y medioambientales existentes.
Las primeras medidas de socorro y recuperación presuponían que la pandemia sería de corta duración y reversible. De ahí que en los países en desarrollo esas medidas rara vez se mantuvieran, y mucho menos se ampliaran, a pesar de la creciente necesidad de ellas.
Se necesitan medidas adecuadas de protección social a largo plazo, más allá de las que se consideran temporalmente necesarias. Los efectos adversos de las interrupciones de los medios de subsistencia deben mitigarse con el mantenimiento de los ingresos de los empleados y los trabajadores por cuenta propia cuyos medios de subsistencia se han visto gravemente amenazados.
Los gobiernos deben tratar de mantener los ingresos de las familias, permitiéndoles gastar para sobrevivir, manteniendo así el funcionamiento de la economía y las empresas a flote. Con una contención eficaz del contagio, estos programas permiten reanudar antes las actividades económicas, es decir, la recuperación.
Sostener las empresas, alimentar las economías
Unos pocos países, principalmente desarrollados, han tratado de minimizar la destrucción de empresas, los despidos de trabajadores y las pérdidas de bienestar. Los gobiernos de los países en desarrollo también deben ayudar a reactivar y sostener las economías y los medios de vida para evitar que las recesiones pandémicas se conviertan en depresiones prolongadas.
Pocas empresas y sectores pueden sobrevivir sin adaptarse. Las opciones de supervivencia de las empresas podrían incluir la redistribución, la reutilización de las infraestructuras y las instalaciones, y la reconversión del personal. Otras opciones son el crédito adicional a las empresas, el aplazamiento del pago de impuestos e incluso la protección social.
Muchas empresas, especialmente las que tienen menos reservas, necesitan ayuda para evitar la liquidación y mantener a los empleados. Es posible que los gobiernos tengan que considerar la adaptación de la ley de quiebras estadounidense para permitir que las empresas sigan operando para salir de los apuros temporales de la pandemia.
Ya en abril de 2020, la pandemia había afectado a muchas empresas en más de 130 países, especialmente a las pequeñas y medianas empresas. Dos de cada tres fueron duramente golpeadas en todo el mundo, así como en África, y una quinta parte esperaba tener que cerrar en un trimestre.
Por supuesto, el aumento de los préstamos y las exenciones fiscales benefician principalmente a los más acomodados, en lugar de a los más necesitados, los más vulnerables o los más afectados.
Aunque los responsables políticos suelen insistir en la focalización y la comprobación de los recursos de los pobres, rara vez exigen lo mismo para las empresas. Sin embargo, es deseable una selección fácil para identificar a las empresas necesitadas, pero salvables.
Una talla única no vale para todos
El trastorno de las empresas tiene implicaciones más amplias, amenazando las economías nacionales. Si las relaciones necesarias para la viabilidad de las transacciones económicas, como la confianza entre empresarios, trabajadores y clientes, se interrumpen, habrá que reconstruirlas, lo que suele requerir mucho tiempo y gastos.
Normalmente se ignoran los costes de las transacciones para crear confianza, buscar y mantener clientes, obtener créditos, contratar trabajadores y mantener otras relaciones a largo plazo. De ahí que la economía convencional se considere una mala guía para entender la economía y diseñar la política.
Los economistas keynesianos suelen considerar a los gobiernos como el empleador de último recurso en respuesta a las crisis económicas.
Pero los gobiernos también pueden ayudar convirtiéndose en pagadores de último recurso, permitiendo que las empresas sigan siendo solventes, por ejemplo, a condición de mantener, en lugar de despedir, a los trabajadores involuntariamente ociosos.
Las condiciones de acceso a las ayudas políticas deben ser lo suficientemente estrictas como para disuadir del abuso, pero no de la participación. La verificación y corrección estrictas pueden esperar, incluso hasta después de que haya pasado lo peor.
Las subvenciones o subsidios estatales desembolsados, que luego se consideran excesivos, pueden convertirse en préstamos a bajo interés. Los gobiernos pueden recuperarlos más tarde, en lugar de tratar a los beneficiarios como delincuentes fraudulentos.
Las economías no son ciertamente homogéneas, monolíticas o inmutables. Y las desaceleraciones ocasionadas por la covid-19 son diferentes a las recesiones anteriores. Como estas son invariablemente desiguales en su impacto, varios sectores, industrias y empresas se ven afectados de manera diferente.
Por lo tanto, ninguna política puede ser adecuada para todos los países, en todo momento.
Hay que aprender mucho rápidamente con la práctica, es decir, con la experiencia, incluida la de otros. Las lecciones pueden ser tanto positivas como negativas, y el aprendizaje rápido es crucial para mejorar el diseño y la aplicación de las políticas.
¿Con quién podemos contar?
Sin una contención eficaz del contagio y una vacunación masiva, será imposible controlar la pandemia. Y con poco apoyo externo, las medidas de contención, socorro y recuperación en los países de renta baja y media serán aún más difíciles.
Así pues, lo peor está por llegar al Sur global, que ahora debe prepararse para las nefastas consecuencias de la demora en la supresión de la pandemia y los limitados esfuerzos fiscales. Mientras tanto, el Norte parece no inmutarse ante la advertencia del Fondo Monetario Internacional (FMI) de una nueva y peligrosa divergencia económica a nivel mundial.
Los 870 millones de vacunas que el Grupo de los Siete países más ricos del mundo (G7) prometieron a las naciones pobres en junio inmunizarán a la mitad de esa cifra, a partir de finales de 2021. Se trata de solo 8 % de los 11 000 millones de dosis necesarias, señaló el ex primer ministro británico Gordon Brown.
Pero a pesar de la falta de generosidad de los países ricos de Occidente, el FMI ha pedido 50 000 millones de dólares para acelerar la vacunación en todo el mundo. Espera que esto ponga fin a la pandemia, aumente la producción mundial en nueve billones (millones de millones) de dólares y genere un billón de ingresos fiscales adicionales.
Los países de ingresos bajos y medianos deben responder urgentemente a las oleadas pandémicas que se propagan rápidamente. También necesitan hacerlo de forma eficaz, viable y equitativa, esperando poca ayuda del Norte.
El endeudamiento interno facilitado por los bancos centrales, el diseño de políticas sólidas y la cooperación Sur-Sur serán cruciales para el éxito en estas circunstancias.
Alivio, recuperación, reforma
Con los retrasos, nuevas y más peligrosas variantes de la covid amenazarán a los países en desarrollo, ya que el Norte frena la contención del contagio y aplica esfuerzos fiscales más eficaces. Esto agravará las tragedias evitables y las viejas desigualdades.
Los países en desarrollo no tienen más remedio que poner en marcha la economía a pesar de la reducción del espacio fiscal y monetario y del aumento de la deuda. Un mayor gasto público para hacer frente a la pandemia puede financiarse con más préstamos internos de los bancos centrales.
Las divisas se necesitan principalmente para el servicio de la deuda externa y el pago de las facturas de importación. Las necesidades de divisas también pueden reducirse mediante acuerdos de canje y restringiendo las importaciones no esenciales.
Una mayor cooperación Sur-Sur también puede mejorar la resiliencia y la reconstrucción para un nuevo futuro.
La recuperación no debe significar simplemente una vuelta al estatu quo anterior. La década anterior a la pandemia dejó mucho que desear, y hay pocas razones para querer restaurarla. La economía insostenible, “financiarizada” y desigual de antes de la pandemia debe transformarse para lograr un desarrollo más equitativo y sostenible.
Al fin y al cabo, el Norte socava ahora la misma globalización que en su día impuso al Sur.
De ahí que sea imperativo establecer, en cambio, nuevas relaciones internacionales más equitativas, pacifistas y basadas en principios, bajo auspicios multilaterales, que promuevan la cooperación.
Jomo Kwame Sundaram y Anis Chowdhury. Kwame Sundaram fue profesor de economía y secretario general adjunto de la ONU para el Desarrollo Económico, y Chowdhury fue profesor de economía de la Universidad Occidental de Sídney y ocupó altos cargos en la ONU entre 2008 y 2015.