Las manifestaciones de las últimas semanas en Sri Lanka han activado a grandes segmentos de la sociedad. A las protestas de la clase trabajadora y los sindicatos junto con los campesinos, los sectores más empobrecidos de las ciudades y el campo, se han unido las clases medias que han experimentado también una rápida caída hacia la pobreza.
La nueva crisis económica ha sido el detonante de la crisis política, y sobre ambas sobrevuela también la importancia geoestratégica de la isla y la actuación de actores extranjeros.
El origen de la actual crisis económica puede remontarse a finales de los años setenta del siglo pasado, cuando Sri Lanka liberalizó su economía e implementó importantes reformas que permitieron el beneficio de las élites del país a costa de la mayoría de la población. Ese desarrollo desigual agudizó, cuando no utilizó, las divisiones nacionales, religiosas y étnicas desarrolladas por la ocupación colonial entre tamiles, cingaleses y musulmanes.
La posterior guerra civil entre el estado cingalés y la minoría tamil también condicionó la economía de la isla, destinando grandes sumas al presupuesto militar y descuidando la atención social de la mayor parte de la ciudadanía. Tras 26 años de guerra, el gobierno de Colombo declaró la victoria y el final de la misma. Cuando la economía del país comenzaba a configurar una nueva situación, con un aumento del turismo, el tsunami de 2011 volvió a golpear duramente a Sri Lanka.
La pandemia del covid-19, los atentados de Pascua de 2019 y el conflicto armado en Ucrania han sido otros acontecimientos que han colocado la economía del país a las puertas de un “corralito”.
Sin embargo, todos esos acontecimientos han contado con la estimable cooperación de las diferentes élites gobernantes que durante décadas han sabido enriquecerse a costa de la población local. Los actuales cortes de electricidad, la escasez de alimentos y medicinas, el aumento desorbitado de los precios, abren la puerta a lo que algunos analistas locales definen como “una grave crisis humanitaria”.
Los actuales dirigentes de Sri Lanka han venido diseñando una política económica basada en los recortes de impuestos a los más ricos, lo que ha traído consigo una escasez de ingresos a las arcas estatales. Su apuesta por una agricultura orgánica, pero sin una previa pedagogía y presupuesto, ha supuesto una de las peores cosechas de arroz, té o plátano del país. La reducción drástica de esos productos ha hecho también que la hambruna y el precio de los mismo se dispare.
Un cambio de sistema es lo que demandan en las calles los manifestantes. Cada vez es más evidente que amplios sectores de la sociedad demandan la necesidad de transformar el sistema político como requisito precio para afrontar la crisis económica. Los sectores más progresistas ya han señalado una doble vía para abordar esos cambios estructurales. Una nueva constitución y un nuevo concepto de democracia.
Así, apuestan por la elaboración de una nueva constitución, que abra las puertas a un nuevo orden político. Este nuevo texto constitucional debe ser participativo, y desde luego no debe ser una mera reforma del actual.
Hasta la fecha, hacer o reformar las constituciones en Sri Lanka ha estado en manos de las élites políticas y económicas del país. Las demandas actuales ponen el acento en un texto que recoja entre otras medidas, una fuerte rendición de cuentas para la clase política, la participación ciudadana en el gobierno y la toma de decisiones, una mayor apertura y transparencia en el ejercicio del poder político y la inclusión de sectores populares en el gobierno para garantizar que los representantes representen realmente los intereses de los ciudadanos.
Estas demandas apuntan hacia una transformación estructural y sobre todo hacia el segundo pilar, un nuevo concepto de democracia. La llamada democracia parlamentaria en Sri Lanka ha sido utilizada de manera abusiva por las élites del país y corrompida por los mismos actores. Como señala un activista local: “La voluntad democrática que se ha formado entre la ciudadanía y que se está expresando en la lucha actual presupone un papel directo de los ciudadanos en la política, en el ejercicio del poder político y en el control del poder para que no sea ejercido por las élites políticas de manera arbitraria, manera tiránica y egoísta”.
Algunas analistas señalan que la materialización de esa estrategia y esos conceptos sería la “democracia cívica”, que otorga mayor valor a la soberanía popular y a la participación ciudadana directa. Al hilo de este concepto, algunos sectores populares en Sri Lanka están desarrollando un nuevo diseño para crear arreglos constitucionales e institucionales “para que los políticos electos rindan cuentas a sus electores y los términos del ‘contrato’ entre gobernantes y gobernados sean verdaderamente respetados. Introducir disposiciones para revocar a los representantes electos es una demanda que está ganando terreno rápidamente entre los ciudadanos”. El secuestro de la democracia electoral representativa por las élites, la corrupción sistémica, las malas prácticas y el abuso del proceso electoral por parte de los medios de comunicación, los partidos políticos y los gobiernos son algunos de los argumentos para esa pérdida de confianza en el sistema llamado “representativo”. Como señalan esas fuentes locales: “constitucionalizar la idea del ‘derecho de revocación’ de los votantes es un remedio que vale la pena experimentar”.
Los actores extranjeros sobrevuelan la isla. La importancia geoestratégica de Sri Lanka y las maniobras de actores extranjeros también han tenido su peso a la hora de evaluar los recientes acontecimientos. A pesar que algunos medios se obstinan en señalar la participación china en Sri Lanka como el detonante de la crisis actual, esa mirada distorsionada no se corresponde con la realidad, tal y como apuntan desde la misma isla diferentes analistas.
Los inversores internacionales privados son los que a día de hoy poseen más de la mitad de la deuda del país. Por su parte China representa entre el 10 y el 15% de la misma, si bien es cierto que su estrategia de desarrollo mundial ha tenido un impacto importante en la isla, bien a través de proyectos estructurales, bien a través de colaboración militar los últimos años de la guerra civil, y que fue clave para la derrota militar de los tamiles.
De momento, China ha proporcionado un gran acuerdo de intercambio de divisas para reforzar las reservas de Colombo, y también ha permitido que Sri Lanka renueve algunos pagos de la deuda bilateral, pero sin ofrecer de momento ninguna condonación de la deuda.
India, que históricamente ha sido un actor influyente en la isla, también ha abierto líneas de crédito para la compre de combustible y otros bienes esenciales, y se ha mostrado dispuesta a negociar la condonación de parte de la deuda dentro de una cuerdo mayor.
Por su parte, EEUU asiste expectante a la situación, sobre todo si ésta puede volverse contra Beijing. Mientras tanto maniobra para lograr un acuerdo con el gobierno local que le permita en el futuro desarrollar una base militar en la isla y sobre todo, continuará maniobrando bajo la sombra de esas oscuras instituciones internacionales, como el FMI o el BM.
Desde el FMI ya se han señalado algunas condiciones para acceder a un nuevo rescate de la isla: reformas estructurales que supongan un recorte del gasto público, privatizaciones de empresas estatales, despidos de trabajadores del sector público, etc. En definitiva, la misma receta que viene aplicando a lo largo y ancho del mundo desde hace décadas, y que probablemente sea una de las raíces de las posteriores crisis que asolan a buen aparte del mal llamado “tercer mundo”.
Un largo camino lleno de obstáculos se presenta a las demandas transformadoras en Sri Lanka. Los cambios socioeconómicos y políticos que sustentan el actual sistema de desigualdades e injusticias durante décadas ha sido una demanda popular en la historia del país. Las protestas de los trabajadores de las plantaciones durante la ocupación colonial, la huelga general de 1953, las protestas de los años setenta, las movilizaciones y resistencia del pueblo tamil, son algunos ejemplos de ello.
La sociedad de Sri Lanka puede abrir las puertas a un futuro que supere las diferencias sociales, étnicas, religiosas o nacionales. Una transformación estructural, tal vez hacia una nueva concepción de un estado confederal, aunque sea pronto para predecirlo, podría ser la llave.
No obstante, no hay que olvidar que los poderes fácticos, o el llamado “estado profundo” también jugará sus fichas para resistirse a cualquier cambio que ponga en entredicho sus privilegios. La táctica de éstos, “la distracción en tiempos de crisis” ha sido una tónica en el pasado, donde los progromos contra las minorías han sido una válvula de escape para esas élites. Estos días, por ejemplo, se han sucedido las noticias y rumores sobre un supuesto plan tamil para “relanzar” en los próximos días ataques militares en Sri Lanka. De momento todas las partes han negado veracidad a esos rumores, pero su utilización por parte del estado no cabría descartarla todavía.
Txente Rekondo. Analista internacional.
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